Latinoamérica
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La Revolución según Franklin Anaya Arze
Bolivia: Recordando a un arquitecto marxista que dejó
imborrables huellas en las calles de Cochabamba
Wilson García Mérida
Datos & Analisis
El benemérito editor de Los Amigos del Libro, Werner Guttentag, pide un homenaje
filatélico y una moneda acuñada en honor al gran erudito cochabambino que fundó
el Instituto Laredo y luchó por la educación bilingüe en Bolivia.
¿Sabías tú que la Psicología se originó gracias al vidrio?" era la inesperada e
insólita pregunta con que don Franklin Anaya Arze me había recibido en la
Dirección del Instituto Laredo una tarde que le visité por motivos
periodísticos, en 1997, pocos meses antes de su fallecimiento. No pude zafarme
de tan embarazoso examen y confesé mi ignorancia al respecto. ¿Qué diablos tenía
que ver el vidrio con la Psicología?
"Mira" —dijo el viejo erudito encendiendo su infaltable tabaco y disponiéndose a
darme una charla magistral, de esas que Diego Cuadros, su sobrino, solía
comentar con solaz en nuestras charlas de café—. "El vidrio, como el reloj,
revolucionaron a la humanidad en el espacio y en el tiempo. El vidrio aisló al
hombre de la naturaleza para que pueda contemplarla, ya no como su actor, sino
como su observador libre de las inclemencias del clima. Sin el vidrio no habría
sido posible, por ejemplo, el surgimiento de las fábricas cuyas ventanas, que
aíslan ese ambiente productivo de la cruda intemperie, aún en el invierno,
alargan las horas de trabajo. El vidrio concavado o convexado permitió la
fabricación de los lentes utilizados a partir del año 1270, y gracias a ello
tenemos la fotografía y el cine. El concepto de los puntos de fuga que en la
ciencia de la Perspectiva representan otros tantos del infinito, aliados con el
de lo infinitamente pequeño deducido del microscopio o lo infinitamente lejano
del telescopio, por un lado facilitaron el surgimiento de la Bacteriología y por
otro probablemente llevaron a Leibnitz y su casi contemporáneo Descartes a
descubrir el Cálculo Infinitesimal y con ello el camino de las estrellas".
La Rebelión del Alma
Aquellas palabras salían de los labios de don Franklin con esa voz aguardentosa,
sosegada y grave que le caracterizaba, como una asombrosa revelación que me
causó un espasmo casi cómico en la mirada. Era un genio sacando complejas
conclusiones dialécticas de un elemento aislado y aparentemente insignificante
como es el pinche vidrio. Me había tendido una trampa. Mi misión era
entrevistarle sobre los contemporáneos problemas urbanísticos de Cochabamba y
quedé apabullado entre esa sensacional historia del Humanismo a partir del
vidrio y del reloj en el Otoño del Medioevo. El arquitecto Anaya me enseñó
también que gracias al vidrio se extinguió el Escolastismo y con él el animismo
anticientífico, para dar lugar a la Química "a la vista de quien quiera, dentro
de una vasija transparente llamada retorta, frasco de destilación o termómetro
de vidrio, mientras moría grotescamente la Alquimia en un oscuro lecho de tierra
cocida".
Y luego tomó de plano el punto de partida de nuestra charla: "Nada escapó a la
revolución del vidrio, ni el alma". Hasta entonces, el hombre complementado con
el Universo y como parte inseparable de la naturaleza, se contentó con el espejo
líquido de Narciso o el de la plata pulida, ambos muy borrosos en todo sentido.
Pero el vidrio pintado con mercurio en el taller del alquimista se convirtió en
el espejo que, nítida e inexorablemente, reproduce la imagen mostrando los
efectos de la edad, la pasión, la enfermedad y las torturas… El espejo muestra
lo físico y lo que éste trasunta como espiritualidad. "Hasta el nacimiento del
autorretrato, el alma era cosa de Dios o del demonio, insuflada dentro de su ser
pero sin relación con sus funciones orgánicas. A partir del espejo y junto con
la preocupación de los retratistas, surgen los observadores de las pasiones
humanas". Y así pues Franklin Anaya logró demostrarme con simple y tautológica
contundencia que también la Psicología surgió como una preocupación derivada del
vidrio, convertido en espejo, y así el alma dejó de ser un tabú. ¡Jallalla Ajayu!
("¡Arriba el Alma!", en lengua aymara) exclamé entonces en mi fuero más íntimo.
El Emblema de la UMSS
Después de aquella desconcertante lección sobre la Historia de la Revolución
Humana, el despacho de don Franklin que hasta ese momento permanecía entre
penumbras agitadas por la bruma del humo denso de su clásico Derby, comenzó a
iluminarse con la claridad de sus ideas. Su figura se transparentaba de tal
manera que su fantasmagórica voz armonizaba con su pensamiento como una sinfonía
diáfana y perfecta, matemática. "Te he tenido que hablar de estas cosas porque
quiero que leas este librito al que nadie le da bola", me aclaraba, entregándome
un folletín que la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), durante la gestión
rectoral de Tonchi Marincovich y Alberto Rodríguez, editado por Tavo Giacoman,
había publicado en 1994 y al que, ciertamente, poca gente le tomó atención.
El librito en cuestión contenía tres ensayos titulados "La Revolución del Reloj
y el Vidrio", "Emblema de la UMSS" y "El Hombre y su Morada".
En el primer ensayo pudo ampliar su concepción marxista del surgimiento del
Humanismo a partir de aquellos dos inventos fundamentales con que el hombre
saltó de la confrontación entre Tanathos y Eros hacia una armonización del
Espacio (a través del vidrio) como forma orgánica, somática; y del Tiempo (a
través del reloj) como forma del espíritu, germinal. Ambos constituyen la
"arquitectura celular" del individuo que evoluciona y de la sociedad que se
revoluciona. Así como el vidrio cumplió un rol en el dominio humano del espacio,
el reloj, decía don Franklin Anaya, permitió la sincronización de los actos
humanos y la creación del mundo especial de la ciencia al posibilitar una medida
matemática del tiempo, y aceleró la civilización hacia la era de la
maquinización y la economía política ("el tiempo es oro"). Si aplicáramos estos
conceptos a los relojes públicos de Cochabamba, todos detenidos y mal
conservados por la municipalidad, arribaríamos a la deplorable conclusión de que
nuestra ciudad está en plena involución.
El segundo ensayo es una sorprendente explicación sobre los orígenes del Emblema
de la UMSS, creado por él en 1960 bajo un revolucionario concepto simbólico. Al
hablar sobre la Geometría del emblema universitario ("un triángulo isósceles
llamado por los pitagóricos Triángulo Pentalfa"), don Franklin se explaya
argumentando su punto de partida para el diseño de aquel símbolo que se basa en
"La Divina Proporción", es decir aquella fórmula del Teorema de Euclides que
permitió descubrir por qué la naturaleza se presenta con tan bellas asimetrías
como las alas de las mariposas, los pétalos de las rosas, los cortes naturales
de los diamantes o las formas alucinantes de los seres unicelulares.
La Divina Proporción
Por la vía matemática de "La Divina Proporción" (o "proporción de oro"), el
arquitecto Anaya llegó a amar a la música como tanto amó y lo explica en estos
bellos términos:
"La tradición refiere que Aristógenes y Pitágoras afinaron el monocordio
(instrumento de la antigüedad llamado también sonómetro) aplicando la proporción
de oro, y Zeysing descubrió también que a las proporciones del cuerpo masculino
corresponden las del acorde mayor y a las del cuerpo femenino las del acorde
menor".
Afirma también que "Pitágoras encontró los sonidos de la escala por sucesión de
quintas: fa-do-sol-re-la-mi-si calculadas seguramente por la relación 3.2/2
igual a 1.6 que, al correr el tiempo o por comodidad operacional, ha quedado en
3/2. Gracias pues al número Fi (Teorema de Euclides), la humanidad ha heredado
la escala do-re-mi-fa-sol-la-si que constituye el alfabeto de su luminoso
lenguaje musical".
Según el benemérito editor de Los Amigos del Libro, su amigo don Werner
Guttentag, es aquella profundidad científica la que elevó a Franklin Anaya a una
dimensión estética inalcanzable para el conocimiento vulgar incluso académico.
"Nadie hasta hoy ha podido entender cómo es que un arquitecto que ha planificado
las bases urbanísticas de la moderna ciudad de Cochabamba, que ha diseñado y
construido los más revolucionarios edificios en todo el país, concentró sus
mayores energías en obras culturales como la Academia Musical Man Césped o el
Instituto Laredo, y la única explicación es que este hombre era un auténtico
revolucionario". El librero tampoco olvida que junto con su hermano Rafael
Anaya, don Franklin fue el propulsor de la educación bilingüe en Bolivia. "Los
hermanos Anaya hablaban un quechua delicioso al oído y escribían magistrales
poemas en el idioma de los incas".
Hace más de dos años, Guttentag inició gestiones para que el Estado boliviano
consagre a la memoria de Franklin Anaya Arze un sello postal y una moneda
acuñados con la imagen de aquel prodigioso arquitecto tan rebosante de
erudición. "Ningún homenaje, ni siquiera una estatua suya hecha de vidrio
precioso o un reloj de arena con su nombre en el Cristo de la Concordia serán
suficientes para agradecer el nada estridente legado que nos ha dejado este gran
cochabambino", dice Werner Guttentag. Pero por eso mismo la deuda está
pendiente.