Latinoamérica
|
Venezuela en América Latina
Más allá del libre comercio
La importancia de Venezuela en la región es doble: como motor de una
integración regional no alineada con Washington, y por lo tanto diferente al
libre comercio, y como ejemplo de que es posible encarar políticas para salir
del neoliberalismo.
Raúl Zibechi
La "diplomacia petrolera" encabezada por el presidente Hugo Chávez se está
convirtiendo en una poderosa baza de integración regional, desplazando con
acuerdos contantes y sonantes los lentos pasos del Mercosur y de la Comunidad
Andina de Naciones (can). El quinto productor mundial de crudo consiguió
reactivar primero la Organización de Países Exportadores de Petróleo (opep),
establecer luego alianzas estratégicas con algunos importantes productores
mundiales (en marzo selló un amplio acuerdo de cooperación económica y técnica
con Irán), y avanzar en el establecimiento de sólidos acuerdos bilaterales con
los más importantes países sudamericanos, a la vez que está creando redes
regionales de vasto alcance.
La red de acuerdos regionales va por delante incluso de la Alianza Bolivariana
de las Américas (Alba), la iniciativa alternativa al alca, que deja fuera a
Estados Unidos y se propone articular las relaciones Sur-Sur a escala
continental.
Entre la aunténtica catarata de iniciativas que parten de Caracas deben
consignarse los acuerdos firmados con Brasil y Argentina a comienzos de este
año, que incluyen la creación de una empresa petrolera regional, Petroamérica,
independiente de los grandes monopolios trasnacionales, de la que Venezuela es
el verdadero motor. En la IV Cumbre de la Deuda Social, celebrada en Caracas del
24 al 26 de febrero de este año, Chávez propuso que la oea se dote de una Carta
Social que acompañe a la Carta Democrática adoptada en 2001 a instancias de
Washington.
Durante el evento, en el que el mandatario defendió el socialismo, revivió su
propuesta de crear un club de países deudores porque "cada quien maneja el
problema en forma individual y no nos ponemos de acuerdo". Propuso trabajar
para que se destine a un fondo especial de desarrollo al menos el 50 por ciento
de los 270 mil millones de dólares que el Sur paga cada año por intereses de su
deuda. Se trata de iniciativas cada vez mejor recibidas por los gobiernos de la
región, sobre todo pequeños países como los caribeños que tienen escaso peso en
el escenario mundial y cuyos reclamos nadie atiende.
INTEGRACIÓN PETROLERA.
La Cumbre Energética del Caribe, celebrada a fines de junio en Venezuela,
registró la participación de 15 naciones de la región, incluyendo a Cuba. El
país de Chávez ya viene suministrando petróleo a bajo costo y en condiciones
preferenciales a varias naciones caribeñas desde el acuerdo energético entre
Caracas y México en 1980. En la cumbre se creó Petrocaribe, que pretende dar un
paso más y ser "una organización coordinadora y gestora de la producción,
transporte y suministro de petróleo en el arco caribeño", según señaló
Chávez en el evento.
Se trata de una alianza regional vertebrada a partir del petróleo, que comprende
un fondo de cooperación e inversiones en el que Venezuela colocó de inmediato 50
millones de dólares. La estatal venezolana pdvsa creó una filial, pdv-Caribe,
que llevará el crudo a los destinatarios en sus propios barcos y sólo cobrará el
costo del flete, sin utilidades, y con financiamiento blando en 15 años. Más
aun: además de reducir el costo del petróleo, la porción que se paga al contado,
y que en el mercado internacional se debe abonar a los 30 días, Caracas otorga
hasta tres meses y acepta el pago con bienes y servicios de los países que
integran la alianza.
No se trata sólo de "una jugada diplomática muy hábil de Chávez", como
consigna un cable de la agencia ips, en virtud de que el Caribe siempre fue una
suerte de Mare Nostrum para la Casa Blanca, sino que es una muestra de
que el petróleo puede ser usado en sentido inverso a como lo vienen haciendo las
grandes potencias y las multinacionales. De mecanismo de expoliación y
empobrecimiento, pasa a ser un medio de defensa de la soberanía y, en no pocos
casos, un verdadero alivio para economías asfixiadas.
AISLAR A BUSH.
El mismo mes en que se creó Petrocaribe, Caracas propuso en la cumbre del
Mercosur un "anillo energético" sudamericano que incluyese la construcción de un
oleoducto desde los yacimientos gasíferos del noroeste venezolano hasta el Río
de la Plata. Y a mediados de julio, en el marco del XVI Consejo Presidencial
Andino, en Lima, estableció un nuevo "acuerdo estratégico" entre los entes
petroleros estatales de los cinco países de la can (Bolivia, Colombia, Ecuador,
Perú y Venezuela) que supone la creación de Petroandina. Se trata de
"impulsar la interconexión eléctrica y gasífera, la provisión mutua de recursos
energéticos y la inversión conjunta en proyectos".
En esta ocasión, Venezuela también puso 50 millones de dólares para un fondo
social humanitario del que se beneficiarán los otros cuatro países firmantes del
acuerdo, y ventajas adicionales como las que recibirán los países caribeños. Así
las cosas, Venezuela ha establecido acuerdos con el Mercosur a través de
Petroamérica, con el Caribe (Petrocaribe) y finalmente con la región andina
(Petroandina), cerrando de ese modo el círculo de la diplomacia petrolera. No
debe olvidarse que tres países del can están discutiendo la firma de un tratado
de libre comercio con Washington que levanta serias polémicas internas, mientras
Centroamérica ya firmó su propio tratado (cafta por sus siglas en inglés), que
supone acuerdos asimétricos que benefician a la superpotencia. Por el contrario,
los acuerdos con Venezuela muestran la contracara del libre comercio: la
posibilidad real de que se establezcan convenios en beneficio mutuo, en el que
los pequeños países salgan beneficiados y dejen de ser expoliados en nombre del
mercado libre.
UN PASO MÁS.
La diplomacia boliviariana muestra otro talante y otros objetivos que, por
ejemplo, la brasileña. Petrobras, la empresa estatal petrolera norteña, se
comporta en Ecuador igual o peor que las grandes multinacionales del sector,
según denuncia la agencia Carta Maior, que no duda en utilizar el término
"imperialismo brasileño" para definir la actitud de esa empresa y, también,
del estatal Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social. Según la agencia,
estas empresas "han demostrado voracidad por financiar, construir y explotar
megaproyectos en países sudamericanos, ocupando espacios ricos en recursos
naturales, en sistemas ecológicos sensibles, y con evidente importancia
geopolítica", con la excusa de la integración regional. En paralelo, esas
empresas "se aprovechan de legislaciones ambientales menos restrictivas y de
la evidente asimetría de escala entre la economía de Brasil y la de sus vecinos
para conseguir la primacía en grandes proyectos de infraestructura". En
suma, el reino del libre comercio. En un clima internacional de este tipo, no
puede llamar la atención que la Venezuela bolivariana se haya convertido en un
punto de referencia para los empobrecidos pueblos de la región.