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Latinoamérica

Comandante Bonelli muy lejos de pedir perdón:

"AHORA LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN PONEN EL ACENTO SÓLO EN EL SUFRIMIENTO DE UN LADO Y NO MUESTRAN QUE DEL OTRO LADO TAMBIÉN HUBO SUFRIMIENTO" EL COMANDANTE DE LA FUERZA AÉREA ASEGURÓ QUE NO LE INQUIETA SER 'EL PRIMERO EN DECIR NUNCA MÁS', PERO RECLAMÓ QUE 'TODOS' LO AFIRMEN

Entrevista de Edison Lanza
Búsqueda

El teniente general (aviador) Enrique Bonelii dijo que ya "no podía día tapar el sol con un dedo"; no obstante advirtió que para decir toda la verdad también hay que recordar que los militares fuimos en su momento la última barrera para detener a un grupo armado que quería tomar el poder por la fuerza"

El martes 9 fue uno de los peores días en los 37 años de carrera profesional para el teniente general (aviador) Enrique Bonelli, comandante en jefe de la Fuerza Aérea Uruguaya (FAU). Los informativos de las 19. 30 horas habían abierto sus ediciones con los testimonios de los familiares de José Arpiño Vega y Ubagesner Chaves Sosa, dos militantes comunistas que murieron después de ser torturados en dependencias de la FAU, en los años 70, y cuyos entierros clandestinos permanecían ocultos hasta hace 48 horas. Aunque había cumplido con éxito la misión que le encomendó el presidente Tabaré Vázquez -investigar e informar sobre los desaparecidos en unidades de su fuerza y esclarecer otros puntos sobre la lucha antisubversiva-, Bonelii estaba incómodo, apesadumbrado y visiblemente cansado.
Sobre la noche del martes, el jefe castrense, de 56 años de edad, recibió a Búsqueda sentado en un sillón del living de su apartamento. A esa altura, él y sus colegas del Ejército y de la Armada ya habían entrado en la historia militar del país, luego de convertirse en piezas clave de la investigación para develar uno de los asuntos más controvertidos de la etapa posdictadura: el destino de los "detenidos desaparecidos". Sin embargo, Bonelii se sentía extenuado por haber comandado una misión "para nada grata", en la que tuvo que pararse frente a sus antiguos superiores para comunicarles que había decidido romper con el pacto de silencio elevado al rango de doctrina por las Fuerzas Armadas durante los 20 años posteriores a 1985. "Les dije a los retirados que no podíamos tapar el sol con un dedo" y que "no podíamos dejarles este lastre a los oficiales más jóvenes", relató.
El comandante dijo que está dispuesto a declarar que la situación de la década de 1970 no puede ocurrir "nunca más" entre los uruguayos, pero advirtió que para que eso ocurra, todos los involucrados en los enfrentamientos del pasado tienen que decirlo. Para Bonelii es preocupante que se presente a los militares como "los malos de la película y a los demás (como) los buenos" y no se hable de las circunstancias de aquella época. El jefe de la Fuerza Aérea destacó la actuación del presidente Tabaré Vázquez en este tema. Sostuvo que "el presidente transmitió a los comandantes un claro concepto de mando" y dijo que "tiene claro el lugar al que quiere llegar (y) tiene claro el alcance que le da su gobierno a la 'ley de caducidad".
A continuación, un resumen de la entrevista.
-Usted, junto a los comandantes del Ejército y la Armada, decidió cambiar una concepción histórica en las Fuerzas Armadas respecto a los desaparecidos. ¿Por qué lo hizo?
-Del mismo modo que el comandante José Pérez Caldas recibió en 1971 la orden de luchar contra la subversión y la cumplió, yo ahora recibí la orden de investigar y entregar determinada información al presidente y la cumplí. Por supuesto que me pareció trascendente la tarea, al punto que comandé personalmente la investigación en la Fuerza Aérea.
-¿Qué les dijo a sus antiguos superiores, los oficiales retirados, cuando les transmitió su decisión?
-Les di mi parecer de un modo franco. Primero, yo había recibido una orden por escrito del presidente y anuncié que la iba a cumplir. Segundo, les dije que me parecía importante que no desaprovecháramos esta oportunidad. La mitad de los oficiales actuales no eran nacidos cuando ocurrieron estos hechos. Les dije a los oficiales retirados que me parecía que no podíamos dejarles este lastre a los oficiales más jóvenes.
-¿Esta situación le parecía insostenible?
-No podemos tapar el sol con un dedo, eso es indudable. Pero también les hice saber a los retirados que no participo de la visión de que nosotros fuimos los malos de la película y los demás los buenos.
-¿Y colaboraron?
-Yo les agradeceré siempre profundamente a quienes colaboraron. No tenían la obligación de colaborar y lo hicieron. Destaparon cosas desagradables y a mí me quedó toda la sensación de que las muertes que se produjeron en nuestras unidades no fueron un resultado querido.
-¿Cree que el paso del tiempo fue un factor clave para remover los obstáculos que había para solucionar este tema?
-El paso del tiempo no sólo ayudó, sino que hay una serie de pasos cronológicos que no hubieran sido posibles sin los otros. Se negoció en el Club Naval una salida, hubo una amnistía a los tupamaros desde 1962 en adelante, se restituyeron los derechos a todo el mundo, se aprobó y plebiscitó la "ley de caducidad", pero también se instaló la Comisión para la Paz que en mi opinión fue un paso trascendente. Y ahora estamos ante el último paso, que todos esperamos sea el último, que posibilite dar vuelta esta página de la historia.
-¿Como fue el proceso de investigación?
-No fue para nada grata la tarea. Tuvimos que ir hilvanando la información, que muchas veces se perdía cuando uno iba hacia atrás. Me encontré con el problema de que muchos de los protagonistas directos habían muerto en accidentes o por causas naturales. En fin, hubo que remover cosas que estaban tapadas.
-¿Desde que datos partió?
-El punto de partida fue el trabajo de la Comisión para la Paz. Fue un muy buen trabajo. Me remití a buscar las preguntas que habían quedado pendientes de respuesta respecto a la Fuerza Aérea. Básicamente el destino de las dos personas fallecidas en nuestras dependencias y si existió o no un segundo vuelo desde Buenos Aires con uruguayos detenidos allá.
-¿Y qué resultados consiguió?
-Sobre el destino de los fallecidos el presidente de la República ya habló.
Sobre todo lo demás no voy a hablar porque el presidente nos pidió que quería manejar él personalmente los datos de los informes. Yo voy a cumplir lealmente con él.
-¿Cómo observó el accionar del presidente en este delicado asunto de las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura?
-El presidente nos trasmitió a los comandantes un claro concepto del mando.
Yo nunca tuve dudas de lo que dijo ni en el mes de febrero, cuando hablamos por primera vez del tema, ni en el transcurso de los acontecimientos. El presidente tiene claro el lugar al que quiere llegar. Tiene claro el alcance que le da su gobierno a la "ley de caducidad" y quiere que el Uruguay entre al siglo XXI. Busca que esto que pasó entre uruguayos no vuelva a pasar.
-¿Usted comparte el espíritu de que los familiares y los uruguayos tienen derecho a saber la verdad para dar vuelta esta página?
-Les dije a mis oficiales y a los retirados que no podíamos tapar el sol con un dedo. Yo soy el primero en decir a estas cosas nunca más, pero el "nunca más" lo tenemos que decir todos.
-¿A qué se refiere con esa expresión?
-Escucho a los familiares de estos dos ciudadanos que estaban detenidos en la Fuerza Aérea y murieron y comprendo todo el dolor. ¿Qué puede decirle uno a la viuda de Chaves Sosa para mitigar su dolor? Pero también me preocupa que se estén presentando las cosas como si las Fuerzas Armadas fueran las culpables de todo. Acá hubo una época y unas circunstancias, pero ahora los medios de comunicación ponen el acento sólo en el sufrimiento de un lado y no muestran que del otro lado también hubo sufrimiento.
-¿No era obligación 'de las Fuerzas Armadas actuar de acuerdo a derecho cuando fueron llamadas a intervenir?
-Cuando las Fuerzas Armadas fuimos llamadas a actuar lo hicimos contra un enemigo que no sabíamos quiénes eran, que actuaban en la clandestinidad y se salió a pelear sin estar preparados para actuar en ese terreno. Los grupos armados de esa época tenían los planos de nuestras instalaciones, planeaban golpear allí, hubo muertos también del lado militar y todo lo demás que sabemos. Nuestras familias estaban amenazadas puntualmente y, obviamente, nos sentíamos agredidos. Todo esto no se puede dejar de lado cuando se quiere comprender la década de 1970 con la cabeza del 2005.
-Pero a mediados de 1973. cuando se da el golpe de Estado, la guerrilla tupamara había sido desarticulada. ¿Qué necesidad había de utilizar la tortura y, por ejemplo, provocar la muerte de militantes comunistas en 1976?
-Yo no voy a justificar nada de eso. Pero digo que hay que analizar las cosas, aún éstas muy dolorosas, en su contexto. En 1976 había grupos extremistas que seguían actuando, pero además los militares no sabíamos si los grupos guerrilleros nos iban a golpear de nuevo. Le repito que eran grupos con una forma de lucha no convencional, aparecían y desaparecían, esa era su táctica esencial. También todos sabemos que existía un aparato militar clandestino perteneciente al Partido Comunista que fue desarticulado por esa época. En términos militares en 1974. 1975 o 1976, se seguían buscando estas cosas. Era militarmente válido por aquellos años preguntarse si realmente existía ese aparato militar clandestino y qué potencial tenía.
-Una cosa es desarticular y otra cosa utilizar métodos de tortura...
-...yo no pude comprobar que en la Fuerza Aérea se aplicara un método de tortura sistemático. En aquella época hubo muchos detenidos en dependencias de la Fuerza Aérea y ocurrieron sólo estos dos lamentables fallecimientos.
Existieron apremios físicos y se actuaba en forma bastante compartimentada, pero también habría que definir qué se entiende por apremio en una situación de enfrentamiento. Considero que ese tipo de método no es aceptable, pero los hechos ocurrieron en una situación determinada que no es la de hoy. En ese momento había una estrategia: quitarle espacios al enemigo, quitarle los recursos, no dejarse sorprender y desarticular con la mayor rapidez posible sus células. Nadie quiere estas cosas y no las justifico, pero uno observa, como pasa ahora en Estados Unidos y Gran Bretaña, qué cosas se desatan cuando hay una amenaza de terrorismo cierta. Una cosa es la teoría y otra cómo se complican las cosas en la práctica.
-¿Usted comparte entonces lo actuado por las Fuerzas Armadas en lo que hace al enfrentamiento con la izquierda de la década de 1970?
-No se trata de estar a favor o en contra. Yo quiero terminar con esa lectura de las cosas. Pero para ello tenemos que asumir que tampoco era un enfrentamiento entre buenos y malos. No se puede reducir todo a que los militares eran los malos y los grupos armados o los grupos de izquierda los buenos. Tampoco a la inversa. Para decir toda la verdad, también hay que recordar que los militares fuimos en su momento la última barrera para detener a un grupo armado que quería tomar el poder por la fuerza. Guste o no, ésa era la lógica de aquellos años y cometemos todos un error si los miramos con la mentalidad del 2005.
-¿A usted le tocó participar de la lucha contra los Tupamaros?
-No participé en la primera línea, no fui de aquellos que formaron los grupos de investigación y que hicieron los operativos. En ese entonces era apenas un teniente, pero tuve que hacer muchas patrullas militares. Uno fue al frente como el mejor, a carita descubierta y con el uniforme. Yo no me oculté, ni rehuí el deber que se me encomendó. Pudieron haber jugado al pato conmigo; eso lo tenía claro.
-¿No habría que introducir estos temas en la Escuela de Oficiales y hablar de una nueva doctrina para enfrentar estos fenómenos?
-Con los oficiales jóvenes siempre se ha hablado de estos temas. Es un mito eso de que hemos mantenido todo esto en el olvido y que no hemos hablado con los más jóvenes.