Latinoamérica
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Temor de escalada represiva
Manuel Bermúdez
Entidades de derechos humanos y expertos alertan sobre el riesgo
de que se acuerden medidas represivas supranacionales contra la delincuencia
juvenil en la cumbre de América Central y México, que se inicia este miércoles
en Tegucigalpa, Honduras.
- El combate a las "maras", las pandillas juveniles que constituyen el principal
problema de delincuencia en la región, será tratado en forma prioritaria por
autoridades de los siete países centroamericanos y México, si bien los
contenidos de las reuniones de dos días son más amplios.
La VII Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno
del Mecanismo de Diálogo y Concertación de Tuxtla-Gutiérrez discute este
miércoles los alcances y avances del Plan Puebla-Panamá, un proyecto de
integración física, que reúne a los países del istmo y México. Como invitado
especial, asistirá el presidente colombiano Álvaro Uribe.
Este jueves, en el marco de la XXVI Asamblea
Ordinaria del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), los mandatarios
analizarán los problemas de las maras, el tráfico ilegal de personas, el
terrorismo y el narcotráfico. Estados Unidos estará representado en el encuentro
por el subsecretario de Estado Dan Fisk.
Organizaciones de la sociedad civil temen que los
acuerdos supranacionales que podrían firmarse en la reunión atenten contra los
derechos humanos de los jóvenes y favorezcan sistemas represivos.
El canciller de Honduras, Leonidas Rosa Bautista,
sostuvo que se analizaría la creación de una fuerza supranacional de respuesta
rápida contra el narcotráfico y el terrorismo, la instauración de una orden de
captura de alcance regional y la creación del pasaporte y del visado únicos para
América Central, entre otras iniciativas, aunque no se difundieron las
propuestas que lleva cada país.
El presidente de Costa Rica, Abel Pacheco, afirmó
en conferencia de prensa el martes que no firmaría ningún acuerdo de integración
de un cuerpo supranacional dirigido por los estados mayores de las Fuerzas
Armadas de la región, tanto porque este país no tiene ejército, como por no
coincidir con ese tipo de medidas.
En las reuniones preparatorias, cancilleres y
ministros de defensa e interior reconocieron que el problema de las maras había
escapado de las manos de las autoridades y alcanzado dimensiones
internacionales, y aceptaron que los planes de "mano dura" y "súper mano dura"
practicados en los últimos dos años por Honduras y El Salvador, respectivamente,
no arrojaron los resultados esperados.
El procurador de los Derechos Humanos de
Guatemala, Sergio Morales, señaló que lo que se ha desatado en su país es una
"limpieza social" que pretende la eliminación física de algunos miembros de las
pandillas.
En las últimas semanas ha habido decenas de
muertes violentas, que las autoridades atribuyen a luchas entre pandillas.
Se estima que las maras cuentan con más de
100.000 miembros en la región.
Las medidas represivas tomadas hasta ahora fueron
rechazadas por organizaciones de derechos humanos de la región y por el Fondo de
las Naciones Unidas para la Infancia, pues contravienen derechos de niños y
jóvenes y, en muchos casos, infringen el ordenamiento jurídico nacional.
El director de la Comisión Presidencial de
Derechos Humanos de Guatemala, Frank LaRue, indicó que su gobierno propone
combatir el fenómeno de manera estructural, contemplando aspectos sociales y
programas preventivos.
Autoridades de la región han vinculado a las
maras con el narcotráfico y el terrorismo internacional, y alegan que deben
reprimirse con apoyo internacional.
El interés de Estados Unidos se hizo palpable en
semanas anteriores, cuando agentes del Buró Federal de Investigaciones (FBI por
sus siglas en inglés) se reunieron con funcionarios de seguridad de Guatemala,
Honduras y El Salvador, para discutir una estrategia de combate al crimen
organizado.
Autoridades policiales salvadoreñas han insistido
en que el problema debe inscribirse en la lucha antiterrorista internacional
encabezada por Washington, y ya remiten como terroristas a algunos presuntos
pandilleros, una medida polémica en el sistema jurídico de ese país pues es un
cargo improcedente, según juristas.
El analista de la Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales (Flacso), Luis Guillermo Solís, dijo que América Central no
necesita un ejército regional para combatir el terrorismo, ni soldados para
detener al crimen organizado.
Otros señalan que el interés de integrar
mecanismos represivos puede vincularse con la fuerte oposición social que ha
despertado en el istmo el Tratado de Libre Comercio de América Central y Estados
Unidos (Cafta, por sus siglas en inglés), firmado por el gobierno de George W.
Bush con sus pares de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua.
El problema es que las maras se ven como un mal
en sí mismas, que puede ser extirpado de la sociedad, cuando se trata de un
síntoma que debe ser abordado desde sus orígenes tanto para combatirlo como para
evitar que se extienda, afirman los especialistas.
Más de la mitad de la población centroamericana
es pobre. En las últimas tres décadas del siglo XX, la región padeció una serie
de conflictos armados, el último de los cuales, en Guatemala, concluyó en 1996,
tras 36 años de guerra civil.
Lograda la paz, el istmo sufrió devastadores
desastres naturales que agravaron los problemas sociales.
Se distinguen dos grandes pandillas: la Mara
Salvatrucha y la Mara 18.
Ambas se originaron en la ciudad estadounidense de Los Ángeles, a fines de la
década de 1980, en comunidades de inmigrantes latinoamericanos, y fueron
lideradas por jóvenes salvadoreños.
Desde entonces las pandillas se comportaron como
un fenómeno social, pues cada vez aglutinaron a más integrantes y se extendieron
posteriormente a América Central, cuando algunos de los delincuentes capturados
en Estados Unidos fueron deportados a sus países de origen.
Las acciones de estas pandillas afectan a algunas
ciudades de Estados Unidos, así como a México, Guatemala, Honduras, El Salvador
y Nicaragua. Sus actividades delictivas principales son el tráfico de
emigrantes, el narcotráfico, los secuestros y otras formas de violencia.