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Latinoamérica

Corruptio optimi péssima

Leonardo Boff
Koinonia

Esta expresión latina dice en forma breve una gran verdad: «la corrupción de los mejores es la peor de todas». Ha habido corrupción en políticos del PT y en otros, no puntual ni episódica sino intencionada y planeada. Este tipo de corrupción, como muchos pueden atestiguar, viene siendo practicada desde hace mucho por la política convencional de forma sistemática: la creación de la caja dos para financiar campañas electorales y comprar eventualmente votos. Aunque todos hicieran eso (queda siempre el derecho a la duda), el PT jamás podría hacer lo mismo. Él surgió en el escenario histórico con la bandera de la moralidad pública, de los cambios, de la centralidad de lo social y de la democratización de la democracia. Y he aquí que ahora sectores importantes del PT resbalaron hacia la fosa común, deshonraron una historia gloriosa, traicionaron a los que vivían de esperanza y dan una sacudida formidable en la evolución política de Brasil. La corrupción de estos mejores es la peor cosa que pueda existir. Aunque nadie tenga su monopolio, ¿quién será ahora el portador colectivo de la ética? No se puede reanimar un cadáver. Hay que enterrarlo.

Gracias a Dios existen personas en el PT que siempre resistieron la tentación de beneficiarse del poder, que no negociaron con «malas compañías», que alimentaron una relación orgánica con los movimientos populares y que mantuvieron siempre un alto nivel ético-místico en su práctica política. Éstos forman la reserva ética, ganaron credibilidad en esta crisis y sobresalen como punto luminosos de referencia. Si no fueran escuchados, si no ocuparan posiciones intrapartidarias importantes en la reconstrucción de la figura del partido, será señal de que éste no está dispuesto a aprender nada de la crisis y persiste en su arrogancia y en su fariseísmo.

Esta crisis ética nos hace pensar. No es suficiente una ética social, expresión de un proyecto colectivo representado, por ejemplo, por la generosa tradición marxista/socialista. En función de un bien colectivo y por causa del dinamismo propio de la dialéctica, hay en la práctica marxista la tendencia a justificar deslices éticos como pasos tolerables para conseguir ciertos avances en la lucha de clases. Se sacrifica la ética personal en nombre de un fin más alto.

Esta posición no es aceptable para los cristianos, de cuyas filas viene mucha gente del PT. Si hay un aporte perenne que el cristianismo ha traído al discurso ético es ciertamente éste: el carácter innegociable de la ética personal. La razón estriba en entender la conciencia como norma interiorizada de la moralidad. Esta interiorización es un hecho irreductible. No es fruto de algún superyo social, ni es eco de la voz del dominador externo. Hay ahí dentro, en lo íntimo de cada persona, una voz que no se calla, siempre vigilante, aprobando y prohibiendo, advirtiendo, aconsejando y diciendo: «no hagas eso, haz esto otro». Por más que psicoanalistas, marxistas y otros maestros de la sospecha hayan intentado deconstruir esa voz, ella perdura soberana. Sócrates y Kant la llamaron la «voz de Dios en nosotros». Nunca se calla.

Los corruptos del PT y otros no escucharon esa intimidación de su conciencia. Ningún proyecto de poder, ninguna victoria electoral justifica la desobediencia a la conciencia. Y así, serán castigados por las leyes y mucho más por su propia conciencia. De nada sirve huir, ésta siempre los perseguirá.