Latinoamérica
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Cambalache
Aurelio Suárez Montoya
La Tarde, Pereira
El debate sobre las negociaciones agrícolas de Colombia con Estados Unidos en
el marco del Tratado de Libre Comercio está dando para todo. El 6 de mayo (como
se contó antes en esta columna periodística) se hizo una oferta colombiana
completamente débil con relación al trigo, a la cebada y a algunos aceites de
soya; tal ofrecimiento se justificó como la forma de dar un "nuevo aire" a las
negociaciones y para recibir como contraprestación mejoras en el mercado
norteamericano para etanol, hortalizas, tabaco y cigarrillos.
La reacción de los sectores afectados por esas concesiones hechas a Estados
Unidos no se hizo esperar. De inmediato el ministro de Agricultura, Andrés
Arias, dio señas de poder retroceder y ahí fue Troya. Algunos informes
periodísticos rumoraron roces con el ministro de Comercio, Jorge H. Botero, y
recogieron expresiones de este último con relación al cansancio que tanta brega
ya le ha suscitado. Adicionalmente, apareció una columna periodística de
Rudolph Hommes, el ex ministro de Hacienda del Revolcón neoliberal,
vapuleando a Arias y a los gremios quejosos a quienes calificó de "gatazos".
Nuevas reacciones han mostrado algo peor: que tanto el gobierno como
ciertos dirigentes del sector agropecuario han tenido como derrotero de la
negociación un plan perverso: conocedores del interés estadounidense por ampliar
las ventas de cereales y oleaginosas, porque su producción de estos géneros
crece al año el 2 por ciento y la demanda sólo el 0,8 por ciento, tenían
reservado de antemano la entrega de este supuesto señuelo por favorecer a
sectores escogidos "a dedo" por el gobierno. Darles a los gringos lo que quieren
a cambio de conseguir algo para "los ganadores".
El gobierno está en la obligación de develarle a la opinión el nombre de estos
ganadores ya que el de los perdedores se va conociendo, aunque el gobierno y sus
ministros de manera solapada hagan hasta lo imposible por sembrarles ilusiones
para confundirlos y apaciguarlos o recurrir al sonsonete, "la oposición al TLC
es ideológica". Simplemente los afectados al saber la estratagema oficial van
declarando su separación de las negociaciones.
Arias desesperado reclama a esos "ganadores" que salgan a la palestra a defender
el TLC, a patrocinar el artificio. Sin embargo, nadie responde; en flores las
ganancias, en comparación con el presente, son pírricas y en banano y café son
inexistentes, quizás con excepción de las Tiendas Juan Valdés, bajo la batuta
privada de Gabriel Silva y del ex consejero presidencial José Roberto Arango.
¿Será a estos "ganadores" a quienes se reclama la defensa del TLC? ¿Será al
oligopolio azucarero productor subsidiado de etanol al que se le pide
pronunciarse? ¿Será a los dueños de Marlboro? Los que sean, pero que se
sepa bien, que ningún campesino ignore quiénes son los beneficiarios del
cambalache que lo llevará a la última fase de la ruina.
Así como en el tango de Santos Discépolo, en el que da lo mismo "ser ignorante,
sabio o chorro", "ser derecho o traidor", a nuestros neoliberales y oficiales
negociadores les parece que el interés nacional lo representa más un oligopolio
que decenas de miles de campesinos o la Philip Morris más que los productores
nacionales de Trigo, maíz, papa y arroz. ¡Cambalache!