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A seis años del posicionamiento a sangre y fuego de los paramilitares en La Gabarra:
¿Dónde quedan la Verdad, la Justicia y la Reparación? Para ocultar la realidad de la barbarie de los ‘paras’ en el Catatumbo, los medios de comunicación y las autoridades gubernamentales mostraron y muestran los hechos al país y al mundo como el resultado de la Guerra librada entre las FARC-EP y las AUC por el control del cultivo, procesamiento y distribución de la coca. Lo que nunca mencionaron ni mencionan los noticieros ni los diarios ni el ex-gobernador Jorge García Herreros era que los habitantes del Catatumbo cultivaban coca porque no tenían otra posibilidad de supervivencia, y que uno de los puntos gruesos del “Plan de Desarrollo Integral y Sostenible para el Catatumbo”, escribe Marcos Rodríguez.
Marcos E. Rodríguez
Colectivo estudiantil BRECHA
ANCOL
En Agosto de
1998, cuando salió el ejército y la policía de La Gabarra, ellos mismos se
encargaron de señalar y repetir a la población el destino que les esperaba:
“Ahí quedan, para bocado de los paracos”, y es que
ésta sentencia no difiere para nada con el triste destino vivido por los
habitantes del corregimiento de La Gabarra, y de todo el Catatumbo
en el departamento de Norte de Santander, a partir del año 99 hasta la fecha.
Desde que Carlos Castaño (anteriormente, jefe máximo de las AUC. Hoy, habitante
de la dimensión desconocida del monólogo gobierno-paras) hiciera público su
anuncio en marzo de 1999 de tomarse el Catatumbo la
región ha conocido el asesinato de por lo menos 6000 campesinos y el
desplazamiento forzado de aproximadamente 40.000 habitantes. El diario El
Tiempo en su edición del pasado 31 de mayo señala que: “Según los cálculos de
la policía entre 1999 y 2004 fueron asesinadas 5.200 personas en todo el Catatumbo, la mayoría de estos crímenes a manos del Bloque Catatumbo de las AUC” más adelante el mismo diario cita:
“El Instituto Popular de Capacitación (IPC), habla de más de 60 mil desplazados y 200 desaparecidos por culpa del conflicto en
la zona” (el hecho de que sea la policía quien presente la información hace que
ésta sea confiable por ser una fuente cercana a los autores de los homicidios).
Estos crímenes atroces cometidos casi en su totalidad por los paramilitares,
hoy en día después de la desmovilización del Bloque Catatumbo
-comandado por alias “Camilo” y bajo la responsabilidad del mismo “Salvatore Mancuso”-, pasaron
oficialmente a formar parte de las amplias arcas de la impunidad que este país
pareciera se vanagloria de poseer.
La Llegada de las AUC al Catatumbo: Política
Estatal
Antes de que ocurriera la primera incursión paramilitar en el Catatumbo ésta ya era de conocimiento público: el diario
local La Opinión, publicó el día 19 de mayo de 1999 en la sección ámbito,
página 1B, un documento de la administración departamental en el que se hace
referencia a la presencia de dichos grupos, aunque por alguna ‘extraña’ razón,
a pesar del conocimiento, las autoridades no tomaron medidas en el asunto;
además organizaciones internacionales como OIDHACO ya habían hecho advertencias
sobre accionar paramilitar en la provincia de Ocaña (Norte de Santander) desde
principios de los 90’s. Para la primera incursión y al igual que en otras
ocasiones -como por ejemplo en Mapiripan- los
paramilitares salieron del departamento de Córdoba y llegaron sin contratiempos
a su destino. En ésta ocasión seis camiones cada uno con aproximadamente 50
sujetos armados, pasaron, una vez en territorio nortesantandereano, por las
garitas del Batallón Santander, del Distrito de Policía de Sardinata,
por los retenes de control del Grupo Maza en la Ye, por los retenes de control
del Batallón Héroes de Saraguro en Tibú y por las garitas del Comando de Policía en Refinería,
sin que hubiese ningún altercado con la fuerza pública, ni siquiera el mismo 29
de mayo, día en que el Comandante del Grupo Mecanizado No. 5 Maza -Coronel
Víctor Hugo Matamoros- sobrevoló en un helicóptero el sitio conocido como
“Carboneras”, en el cual los ‘paras’ tenían retenidas a 40 personas, de las
cuales mataron, ese mismo día, a más de 10.
De esa primera incursión paramilitar, la Defensoría del Pueblo tiene una
relación de 23 asesinatos, en los sitios Refinería, Socoabó,
Km 25, Cuervos, Versalles,
El Mirador, Km 19, Km 28, Km 30 y Puente Socoabó Norte.
El día 2 de junio de 1999, el batallón Héroes de Saraguro
instaló una base militar permanente en La Gabarra según se señala en los
comunicados de la V Brigada: “para proteger a la población civil de la amenaza
paramilitar”, coincidencialmente por esos días las AUC también montaron una
base y un reten permanente en el caserío Vetas de Oriente, el cual se localiza
entre el casco urbano de Tibú y el municipio de La
Gabarra. En este lugar ejecutaron a varias personas en repetidas ocasiones y
desde allí salían bajo las ordenes del comandante “Camilo” para las reuniones
sostenidas con comerciantes en La Gabarra, bajo el amparo de la fuerza pública,
como también bajo su amparo fue que el 17 de julio, en la noche, los paras
pudieron asesinar en el establecimiento “El Morichal”, a pocos metros de la
estación de Policía, a 7 personas en el casco urbano de Tibú,
y llevarse a otras 15, de las que aparecieron los cadáveres solamente de 6.
Entre el 29 de Mayo y el 27 de Agosto de 1999 (menos de tres meses), se tiene
relación de el asesinato de 81 civiles por parte de los paramilitares tanto en
el casco urbano de La Gabarra, como en su perímetro rural. Lo anterior consta
en el proceso que se cursa en la Fiscalía 2ª de la Unidad Nacional de Derechos
Humanos contra el ex comandante del Batallón de Contraguerrilla No. 46 Capitán
Luis Fernando Campuzano Vásquez, de quien se dice (según consta en el sumario)
que para la fecha de las masacres “tenía un vínculo de amistad con las
Autodefensas Unidas de Colombia (Paramilitares)”.
Ante la facilidad y el descaro con que entró y se posesionó el paramilitarismo de la zona del Catatumbo
no se puede sino pensar que, evidentemente la violencia demencial paramilitar
corresponde a una estrategia del Estado. El paramilitarismo
forma parte de la Política Estatal para fortalecer el poder político y el
dominio económico en la zona, ya que ésta había pasado a ser uno de los
referentes de resistencia popular a partir de las marchas campesinas del 96 y
del 98 en las cuales participaron más de 20 mil campesinos quienes pedían
soluciones para su pobreza, su marginalidad y respeto a sus derechos, plasmado
esto en lo que en ese entonces seria conocido como “Plan de Desarrollo Integral
y Sostenible para el Catatumbo”.
Guerra por el control del comercio de La Coca: Falacia de los Medios
Para ocultar la realidad de la barbarie de los ‘paras’ en el Catatumbo, los medios de comunicación y las autoridades
gubernamentales mostraron y muestran los hechos al país y al mundo como el
resultado de la Guerra librada entre las FARC-EP y las AUC por el control del
cultivo, procesamiento y distribución de la coca.
Así fue como las marchas campesinas fueron identificadas como una estrategia
política de las FARC-EP y del ELN para impedir la intromisión del gobierno en
la región, tales fueron los señalamientos hechos por el diario La Opinión en su
edición del 16 de mayo de 1999. Igualmente durante el cubrimiento del “Show Mediatico” que fue la desmovilización del Bloque Catatumbo y de sus comandantes “Camilo” y “Mancuso” los noticieros de los canales RCN y Caracol
hicieron referencia a los crímenes cometidos en el Catatumbo
y las infracciones al DIH como “consecuencias de la guerra por el control de la
coca” que libraron los grupos guerrilleros y las AUC, inclusive hasta llegando
a asegurar que las FARC-EP y las AUC habían llegado a un acuerdo sobre la
distribución del territorio. La misma referencia ha hecho El Tiempo en
reiteradas ocasiones. Lo que nunca mencionaron ni mencionan los noticieros ni
los diarios ni el ex-gobernador Jorge García Herreros era que los habitantes
del Catatumbo cultivaban coca porque no tenían otra
posibilidad de supervivencia, y que uno de los puntos gruesos del “Plan de
Desarrollo Integral y Sostenible para el Catatumbo”
era la erradicación de los cultivos ilícitos siempre y cuando existiera la
garantía que el gobierno departamental iba a realizar inversión social en la
zona, que permitiese cambiar las condiciones económicas, sociales y culturales
en la región.
También olvidaron mencionar los medios que las fuerzas armadas igualmente se
beneficiaban del cultivo de la coca. Los campesinos de la zona en reiteradas
oportunidades denunciaron el pago a los miembros de la policía para poder
transitar libremente los precursores químicos para el procesamiento del
alcaloide y también como el comandante de la base de La Gabarra conocía a la
perfección el sitio donde los fines de semana los ‘paras’ compraban la coca y
de donde la sacaban en helicóptero. Desde la llegada de los paramilitares a la
región los cultivos ilícitos aumentaron de forma exponencial y sin ningún tipo
de control (para el 2004 se tenia una relación de 20.000 hectáreas cultivadas
con coca).
Contrario a la situación descrita fue el manejo dado a los cultivos ilícitos
cuando las organizaciones insurgentes tenían un posicionamiento fuerte en la
región, así lo expresan los campesinos: “éstas prohibían el comercio de coca,
pero, ante la imposibilidad de que los campesinos subsistiéramos por otros
medios se aceptaron los cultivos en la zona, aunque éstos debían ser en
pequeñas proporciones y existió una conciencia generalizada sobre la necesidad
de conservación del medio ambiente (ejemplo de ello era que prohibían botar
residuos del procesamiento de la hoja de coca al río).”
La masacre de La Gabarra: evidencia del binomio paras-militares
El terror se hizo mayor en la región el 21 de agosto del 99, a las 8:20 PM,
cuando cerca de 150 paramilitares entraron al perímetro urbano de La Gabarra y
permanecieron durante una hora y veinte minutos, tiempo en el que asesinaron a
27 personas, hirieron a 10 más y produjeron el desplazamiento de más de 50
familias. Si existía una base militar en el casco urbano, acaso toca preguntar,
como en las películas, y ¿Dónde está el soldado?.
Pues, la respuesta es ‘encerrado’ en su base militar; porque por orden directa
del Capitán Campuzano, el retén del ejército nacional que usualmente permanecía
en la entrada del corregimiento se levantó ese día -extrañamente- a las 8 PM,
además a las 8:10 de la noche los efectivos que patrullaban la población se
retiraron por orden de Campuzano a su cuartel.
Debido a estos graves hechos ocurridos el 21 de agosto el entonces presidente Andres Pastrana, retiró del cargo de Comandante de la V
Brigada al Brigadier General Alberto Bravo Silva, al comandante de Policía de
Norte de Santander, coronel Roque Julio Sánchez Holguín y al director regional
del DAS, Almer Muñoz Muñoz,
a estos se suman varios oficiales de la fuerza pública que fueron vinculados a
la investigación por los hechos. Pero, para nutrir aun más de impunidad nuestra
patria solamente un Capitán del Ejercito fue llamado a
juicio: Fernando Campuzano, a quien en el 2004, únicamente, se le suspendió por
80 días debido a su responsabilidad, por omisión, en los acontecimientos.
La falsedad de la “desmovilización”
Con la “desmovilización” del bloque Catatumbo de las
AUC, se pensó que el accionar paramilitar iba a terminar y que la región por
fin despertaría de tan terrible pesadilla, pero está claro que el Catatumbo es muy importante para los intereses de la
oligarquía tanto nacional como transnacional, por lo cual este tipo de política
estatal que tan buenos frutos dio no sería eliminada de la región: ONG’s
defensoras de DDHH como la Asociación Minga y la fundación Progresar han
denunciado como los grupos paramilitares siguen operando en la región,
asesinando, ejerciendo bloqueos alimenticios y sanitarios, cobrando vacunas, e
impidiendo el libre tránsito a los pobladores; además desde el sur del Cesar
han llegado nuevos contingentes de las AUC, de las estructuras del Bloque
Norte, para ejercer el control de lo que se conoce como alto y medio Catatumbo (principalmente los municipios de Convención, Teorama y el Tarra) igualmente
congresistas del Polo Democrático han señalado, con firmes pruebas, la
influencia y participación política de los paramilitares en la administración
regional, especialmente en la ciudad de Cúcuta.
Para el año 2003 Norte de Santander fue uno de los departamentos con la mayor
tasa de homicidios (98.80) muy por encima de la nacional (52.85), entre los
homicidios cometidos por los paramilitares ese 2003 tenemos el de el candidato a la gobernación Tirso Vélez. Tirso, quien
en el 92 fue alcalde del municipio de Tibú fue
asesinado en pleno centro de Cúcuta, el 4 de junio, de dicho año. Recordado
como el gran poeta que fue y como un hombre comprometido con la construcción de
la paz en el Catatumbo. Así mismo también las balas
paramilitares truncaron ese año la vida de Gerson
Gallardo, estudiante de Licenciatura en Biología y Química de la Universidad
Francisco de Paula Santander (UFPS), quien fue detenido el 3 de abril por
grupos paramilitares y miembros de la división de investigaciones del ejercito,
Gerson después de 2 meses de cautiverio fue
encontrado ultimado en la vía que de Tibú conduce a
La Gabarra, junto a su cuerpo estaba el de su compañero de sueños Edwin López,
profesor de danzas de la UFPS, a quien el 13 de abril sacaron los paramilitares
de su residencia en la ciudadela de Atalaya, retuvieron junto a Gerson y finalmente asesinaron, el 5 de junio.
¿Dónde quedan realmente la Verdad, la Justicia y la Reparación?
A parte de la irrisoria “sanción” impuesta al capitán Campuzano, el año pasado
el Tribunal Superior de Cundinamarca, ordenó al
Ministerio de Defensa pagar a 120 personas víctimas de la incursión paramilitar
en La Gabarra la suma de 44.750 millones de pesos, lo preocupante del caso es
que tal como lo hizo la revista semana en la edición número 1165 del 28 de
agosto de 2004 se dé por hecho que con éste pagó se ha alcanzado la verdad, la
justicia, y la reparación total a quienes sufrieron por las incursiones
paramilitares en la zona. El artículo titulado “La hora de la reparación”
señala: “el fallo sobre La Gabarra resulta trascendental también porque
demuestra que aunque cojea, la justicia a veces llega”, inclusive, en dicho
texto se hace alusión a la “similitud” del fallo con el del caso de los 19
comerciantes, en el cual la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en
resolución del 3 de septiembre de 2004 obliga al Estado colombiano a cancelar
la suma de 16.000 millones de pesos por su responsabilidad en la violación de
los derechos a la vida, la libertad personal, la integridad personal, a las
garantías judiciales y la protección judicial. Lo que la revista semana no
dice, y por tanto invisibiliza y resta importancia,
es que -a parte del pago económico a los familiares de las victimas, a la CCJ y
a CEJIL- la Corte Interamericana condenó al Estado colombiano a investigar
efectivamente para identificar, juzgar y sancionar a todos los autores
materiales e intelectuales, y demás vinculados que surjan en el proceso para
efectos penales; a realizar una búsqueda seria de los restos de los 19
comerciantes asesinados hace 17 años; y también a que en acto público y en
presencia de los familiares de las víctimas, el Estado reconozca su
responsabilidad y les pida a éstos perdón, además debe erigir un monumento en
memoria de las victimas y garantizar que estos hechos no se repitan.
Es indudable que lo que para la revista semana y la clase dirigente colombiana
es justicia, evidentemente no lo es para las instancias internacionales
protectoras de DDHH, las que exigen integralidad en
la reparación, búsqueda exhaustiva de la verdad y castigo ejemplar a todos los
culpables. Por tanto no se puede simplemente intentar cerrar el libro de la
Justicia en Colombia, en el capítulo que versa sobre la impunidad y en el que
sus protagonistas: Castaño, Mancuso, Uribe y la
oligarquía escriben el final feliz que tanto desean nutrido de perdón y olvido,
así como pretenden hacerlo en su proyecto de ley “Justicia y paz”, con el que pretenden
legalizar el paramilitarismo.
A quienes cometieron los crímenes en La Gabarra y el Catatumbo,
a los asesinos de Tirso, Gerson y Edwin les decimos
que el olvido esta lleno de memoria, y que la verdadera justicia llegará el día
en que las sombras de la impunidad sucumban impotentes ante la luz del Amanecer
de un Nuevo País.