Latinoamérica
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Poder y elecciones
Guillermo Almeyra
La Jornada
En Bolivia sigue la lucha, pero por otros medios. La derecha, incluyendo la
mayoría de los parlamentarios, pretende ahora que el Parlamento se constituya en
Congreso Constituyente, anulando así la Asamblea Constituyente con
representación de las etnias y de las comunidades que exigen los movimientos
sociales junto con la estatización de los hidrocarburos. La oligarquía de Santa
Cruz, por su parte, insiste en autoconvocar un referéndum sobre la autonomía
cruceña, que equivaldría a la balcanización del país.
La posibilidad de la renuncia de todos los parlamentarios, para que la elección
del presidente y del vicepresidente sea también una elección de los
legisladores, parece remota, ya que esos señores -pertenecientes en su mayoría a
los partidos tradicionales de derecha- han atornillado sus nalgas a las curules.
La elección de las máximas autoridades, por otra parte, se hará con la vieja
ley, que permite alianzas en el Parlamento y no prevé el segundo turno entre los
más votados (se recordará que Evo Morales, el candidato presidencial más votado,
fue superado en el Parlamento por la alianza interpartidaria que llevó a la
presidencia a Gonzalo Sánchez de Lozada, hoy prófugo en Estados Unidos).
Los movimientos sociales lograron unificarse en la lucha contra el Parlamento,
por la Constituyente, por la estatización del agua, el gas, los hidrocarburos.
Lo hicieron en las asambleas de los ayllu, comunidades y barrios y en la acción
directa (marchas, cortes de ruta, huelgas, manifestaciones), procesos en los que
este frente de hecho superó de lejos en número de participantes los votos tanto
al MAS (el frente electoral que votó por Evo) como a Evo Morales. Media Bolivia
-la más oprimida y explotada- "votó" con sus sacrificios en las marchas y
movilizaciones y puso en la sombra a la otra media Bolivia, la de la minoría
derechista con su apoyo político en los sectores de las clases medias y la de
los propios medios populares que combatían o temían el radicalismo y el clasismo
de quienes forzaron la renuncia de Mesa y la de sus sucesores (el presidente del
Senado y el de Diputados) y la convocatoria de elecciones anticipadas. Sin
embargo, en el cuarto oscuro los vencidos por los obreros, campesinos y sectores
urbanos radicales cuentan tanto como éstos, aunque en la vida cotidiana no
puedan ejercer directamente medidas de fuerza (y ahora no lo puedan hacer ni
siquiera indirectamente, porque el ejército no se prestó ni se presta a una
aventura que podría causar su ruptura según una línea étnica y/o nacionalista y
su disolución). El voto de un parásito social cuenta formalmente lo mismo que el
de un minero. Además, el frente de los oprimidos, en las elecciones, se
fragmentará, ya que los dirigentes de las diversas organizaciones tiene
propuestas (y candidatos) diferentes y porque Evo Morales, aunque tiene el
partido mayoritario en el país, como se reafirmó en los comicios municipales, no
tiene mayoría absoluta en el Parlamento (que es el que debe estatizar los
recursos, organizar el modo de elección de la Constituyente y resolver hasta que
ésta funcione el problema de las autonomías).
Si la izquierda social abandonase, entonces, el camino de la imposición de un
poder en las calles y de la construcción en las cabezas de los oprimidos del
poder que deriva de la lucha por un proyecto de país alternativo y por la
autonomía, autorganización y autogestión, no sólo perdería, por lo tanto, fuerza
política y capacidad organizativa y de convocatoria, sino que también quedaría
empantanada en el terreno ajeno, peligroso y negativo de las instituciones y del
parlamentarismo, reforzando además a ambos con su participación.
¿Quiere decir esto que no debe participar en las elecciones anticipadas que
arrancó con el sacrificio y la sangre de los trabajadores? No, porque la opción
no es entre movilizaciones y elecciones sino entre los diversos tipos de
movilizaciones y de participación electoral. Las asambleas comunitarias,
barriales, sindicales, pueden aprovechar la media victoria obtenida para ampliar
la brecha en el campo legal discutiendo cómo unificar sus reivindicaciones, cómo
autorganizar la Constituyente con real representación proporcional y democrática
de los movimientos sociales, cómo seleccionar los candidatos al Parlamento y a
la Asamblea Constituyente. También las organizaciones sociales pueden organizar
su participación electoral sobre la base de la participación popular, con
asambleas, cuadernos de reivindicaciones, información plena de lo que está en
juego, manteniendo alto el nivel de organización y de participación política,
aunque ya sin bloqueos ni cortes. Lo fundamental es impedir la posible alianza
electoral entre la derecha y los confusos, vacilantes, indecisos, y buscar
aclarar a éstos el sentido de la lucha por los recursos, la soberanía, la
democracia.
La tendencia al electoralismo será fuerte y crecerá, y con ella crecerán las
disputas sectarias, los ataques y reproches, y la furia de la ultraizquierda
contra el MAS y Evo Morales. Existe el peligro de que lo ganado en la lucha se
malogre en esas disputas. Lo esencial entonces es discutir el proyecto de país
que debe imponer la Asamblea Constituyente y cómo hacer de la elección de ésta
un medio para organizar su aplicación ya, desde ahora, antes del voto para, de
paso, garantizar con esa organización y esa fuerza que la derecha no pueda
reducir o anular la victoria obtenida por la izquierda social unida.
galmeyra@jornada.com.mx