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Argentina: La lucha contin�a

El 16 de junio de 1955
El bombardeo a Plaza de Mayo

Los secretos del d�a m�s sangriento del siglo XX

Hoy se cumplen 50 a�os del jueves plomizo y fr�o en que 34 aviones, en su mayor parte de la Marina, bombardearon Plaza de Mayo para matar a Per�n pero, tambi�n, a quienes estuvieran all� entre las 12.40 y las 17.50. Se estima que hubo 364 muertos y m�s de 800 heridos. Clar�n revela documentos secretos sobre los hechos, los personajes �entre los cuales se destaca Massera� y las consecuencias del juicio militar a los responsables de esa tragedia. Y testimonios de los protagonistas.

Mar�a Seoane
Clar�n

Fue el d�a m�s sangriento de la historia argentina contempor�nea: el destello mortal de una crisis pol�tica y econ�mica que estallaba descarnadamente, pero que se incubaba desde lejos, por lo menos en sus aristas m�s tr�gicas desde abril de 1955. Per�n hab�a decidido, a pesar de la crisis econ�mica, mantener a raja tabla el porcentaje m�s alto de distribuci�n del ingreso en toda la historia latinoamericana: hacia mediados de 1955, la participaci�n de los trabajadores en el PBI era cercana al 53 por ciento. Pero en el Estado circulaba una pertinaz corrupci�n, un poder cada vez mayor de la CGT que presionaba sobre los empresarios y el Estado, una persecusi�n fiera a la oposici�n. En el frente militar, Per�n lograba hacia abril de 1955 mantener la hegemon�a, no sin fracturas en Ej�rcito y Aeron�utica pero el 90 por ciento de la Marina era cat�lica y antiperonista.

La preparaci�n del golpe c�vico-militar se puso en marcha ese abril por el creciente enfrentamiento de Per�n con la Iglesia. Las razones de fondo eran econ�micas, pero las de superficie fueron pol�ticas: Per�n era un tirano y no era posible derrocarlo en las urnas. El 14 de abril se suspendi� en todas las escuelas la ense�anza obligatoria de religi�n y moral. El 20 de mayo se suprimi� por ley la exenci�n de impuestos a los templos y organizaciones religiosas y se llam� a una Constituyente para separar a la Iglesia del Estado. Los cat�licos de todo el pa�s se pusieron en pie de guerra. Y los militares y civiles opositores, tambi�n.

Del expediente 26.237/55, causa "An�bal Olivieri y otros sobre rebeli�n militar" archivada en el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas a la que Clar�n tuvo acceso� 33 cuerpos y unas 6000 fojas� se desprende la siguiente historia. La conspiraci�n que terminar� con los bombardeos en Plaza de Mayo comenz� a principios de 1955, pero recrudeci� en abril de ese a�o. El capit�n de Aeron�utica Julio C�sar C�ceres en su testimonio (fojas 842) admitir� que el capit�n de Fragata Francisco Manrique era el encargado de reclutar para la rebeli�n entre los marinos. Que se reun�an en una quinta en Bella Vista, propiedad de un tal Laramuglia, no s�lo Manrique, sino tambi�n Antonio Rivolta del Estado Mayor General Naval; el contraalmirante Samuel Toranzo Calder�n, jefe del Estado Mayor de la Infanter�a de Marina y los jefes de la aviaci�n naval en la base de Punta Indio, los capitanes de fragata N�stor Noriega y Jorge Bassi, as� como el jefe del Batall�n de Infanter�a de Marina B4 de D�rsena Norte, capit�n de nav�o Juan Carlos Argerich. El jefe de los marinos ser�a Toranzo Calder�n. Los civiles, por su parte, sab�an que sin contacto con el Ej�rcito cualquier sublevaci�n fracasar�a. Uno de los l�deres del nacionalismo cat�lico, Luis Mar�a de Pablo Pardo, un hombre peque�o y miope, seg�n las cr�nicas del momento, fue el enlace de Calder�n con el comandante del III Cuerpo con sede en Paran�, el general Le�n Bengoa, que est� "con el movimiento". Pardo tambi�n hace de enlace con los capitanes de la Base de Mor�n de la Fuerza A�rea y el comandante de Aviaci�n Agust�n de la Vega.

Seg�n la causa, al tanto de la rebeli�n estaban el ministro de Marina, contraalmirante An�bal Olivieri, el vicealmirante Benjam�n Gargiulo, y los tenientes primero de nav�o Emilio Eduardo Massera, secretario de Olivieri, y sus ayudantes Horacio Mayorga y Oscar Antonio Montes, entre otros. Tambi�n, los generales Pedro Eugenio Aramburu y Bengoa. Desde los civiles, con Pardo conspiraban en un mismo bando radicales como Miguel Angel Zabala Ortiz, conservadores que respond�an a Adolfo Vicchi, y socialistas de Am�rico Ghioldi, entre otros. �Cu�l era el plan de la sublevaci�n si lograban matar a Per�n y alzarse con el poder? Seg�n el testimonio del aviador C�ceres: "Se planeaba armar una junta de gobierno en manos militares, con ministros civiles como Vicchi y Ghioldi y Zabala Ortiz. Y que luego de consolidado el pa�s se llamar�a a elecciones". Un plan que se repetir�a en cada golpe militar del siglo.

Mientras esto ocurr�a en las sombras, en esa semana de abril de 1955, el gobierno propuso pasar el d�a de la Bandera al 18 de octubre. Fue, para los nacionalistas, un nuevo agravio. El momento de acelerar el golpe ocurri� luego de la manifestaci�n de Corpus Christi que puso en la calle a unos 200 mil cat�licos opositores al gobierno. La manifestaci�n fue prohibida por el ministro del Interior Angel Borlenghi. Esto enfureci� m�s a los cat�licos. El gobierno detect� la conspiraci�n esa semana. Crey� ver en dos religiosos como monse�or Manuel Tato y Ram�n Novoa los v�nculos entre militares y civiles golpistas, que a esas alturas eran muy numerosos. Borlenghi decidi� su arresto y expulsi�n a Roma. Los l�deres de la rebeli�n supieron que el 16 ser�an detenidos igualmente. Deciden, entonces, que bajo el pretexto de un "desagravio a la bandera" una flota de aviones sobrevuele la Catedral metropolitana. Era la se�al para el ataque contra Plaza de Mayo. Toranzo da la orden sin saber que llegaba una comunicaci�n de Roma: Per�n hab�a sido excomulgado por el Vaticano.

Las cr�nicas abundan en detalles de aquel ataque sangriento que comienza con la descarga de dos bombas por parte de Noriega a las 12.40 y se sucede en tres oleadas hasta las 17.45. Muchos aviones llevaban inscripta esta sigla: "Cristo Vence". Per�n era, a esa altura, el anticristo. Pero el movimiento fracas�: Per�n logr� fugar a los subsuelos del edificio sede del Ej�rcito, hoy Libertador, reunido con los ministros de Guerra, Flanklin Lucero, el almirante fiel Ram�n Brunet, el jefe de la Aeron�utica, brigadier Juan Ignacio San Mart�n y el general Arnaudo Sosa Molina y Juan Jos� Valle, que negociaron la rendici�n de los marinos atrincherados en el Ministerio de Marina, luego de numerosos tiroteos, de la avalancha de camiones de la CGT con obreros armados con palos y cuchillos, de la columna de motorizados que acompa�� el asalto final al edificio de la Marina. Unos 90 aviadores� entre los cuales estaba el teniente de nav�o Carlos Alberto Massera, hermano de Eduardo Emilio� y Zabala Ortiz parten a Uruguay, donde son asilados por el gobierno de Luis Batlle. El ministro de Marina Olivieri, Toranzo Calder�n y Gargiulo se hab�an entregado a los generales Sosa Molina y a Valle. Sosa Molina, en fojas 417 a 436, cuenta la rendici�n de los sublevados al tribunal:

"�Sosa Molina (a Olivieri): Traigo un mensaje del se�or Presidente. No desea m�s derramamiento de sangre. La causa, est� perdida. Todo el pa�s permanece leal al Presidente.

�Toranzo Calder�n: No es verdad. Esto es solamente el comienzo. En el resto del pa�s hay fuerzas comprometidas, como Bengoa."

Sosa Molina pidi� que suspendieran los bombardeos. Toranzo dijo que eso no depend�a de �l. Pero se reunieron con Olivieri y Gargiulo para ver las condiciones de la rendici�n. Exigieron la renuncia de Borlenghi y que la "turba", como definieron, se fuera a su casa. Per�n cumplir� con el pedido. Pero esa misma noche �mientras se saqueaban e incendiaban iglesias (ver La quema...)� Per�n hizo un discurso pacificador, pero firm� el decreto 9407: el Consejo Supremo de las Fuezas Armadas, presidido por el general de divisi�n Juan Eriberto Molinuevo deb�a juzgar y procesar a 150 militares.

A las 23 del 16 de junio se reuni� el Consejo Supremo. El tribunal comenz� a sesionar el 17. Olivieri nombr� al vicealmirante Isaac Rojas como defensor. Toranzo Calder�n, al contraalmirante Teodoro Hartung. Ese mismo d�a fueron indagados Eduardo Massera, Mayorga y Montes (fojas 142 a 174). Al d�a siguiente, Toranzo Calder�n y Olivieri. Entre los testimonios m�s significativos se encuentran tambi�n los de los leales Brunet, Sosa Molina y Valle. El testimonio de Massera, un oficial de 29 a�os, revela quiz� mejor que ninguno la mendacidad de los conjurados. Massera se transform� en la pieza clave de enlace con la ESMA, para el asalto de la infanter�a de marina de D�rsena Norte a cargo de Argerich sobre la Casa de Gobierno. El tribunal no le creer� una palabra. (Ver Teniente Cero).

El testimonio de Toranzo Calder�n fue del mismo tono (fojas 339 a 357). Admiti� sin embargo su responsabilidad parcialmente. "Pens� que estaba defendiendo la libertad de mi patria donde hab�a muchos comprometidos", dijo. Pero se neg� a dar nombres. Y culp� del bombardeo a Plaza de Mayo a Gargiulo. Pero Gargiulo ya estaba muerto, como le inform� Rojas a Calder�n en medio del interrogatorio, para que culpara a un muerto. El jefe del EMGM se hab�a suicidado esa madrugada en su oficina del edificio Libertador, donde permanec�a detenido e incomunicado como los otros jefes de la rebeli�n. La declaraci�n de Olivieri es, tal vez, la m�s profunda y comprometida porque expresa la mentalidad de la rebeli�n. Explic� por qu� hab�a dejado de ser peronista: "Me hice peronista cuando cre� ver que ese movimiento se constru�a sobre las bases de Dios, Patria y Hogar pero se desvirtu�". Luego dijo: "Mi lealtad al presidente fue superada por un estado de �nimo de lealtad a mi patria, a mi bandera, a mi Dios". En agosto fueron condenados a destituci�n e inhabilitaci�n y prisi�n los cabecillas de la rebeli�n. Ning�n civil fue condenado. El golpe contra Per�n en setiembre de 1955 modific� esos destinos. Rojas, desde la Flota de Mar amenaz� con bombardear el puerto de Buenos Aires si Per�n no renunciaba. La Revoluci�n Libertadora dio a Hartung el cargo de Ministro de Marina hasta 1958. Aramburu fue el Presidente desde noviembre de 1955. Toranzo Calder�n, embajador en Espa�a; Olivieri, ante la ONU. Vicchi, embajador en EE.UU.. Montes fue Canciller de Videla. Massera, su jefe y numen de la dictadura de 1976.

El bombardeo a Plaza de Mayo, ahora lo sabemos, inaugur� las d�cadas m�s violentas de la historia argentina.
 
Teniente Cero

Massera era teniente primero de nav�o, secretario del jefe de la Marina, Olivieri. Ante el tribunal neg� cualquier conocimiento del bombardeo, a pesar de haber sido enlace de la ESMA, del Batall�n 4 de Infanter�a de Marina que deb�a asaltar la Casa de Gobierno. No pudo explicar sus movimientos. (Fojas 142/162). "No uso reloj", dijo como toda explicaci�n. El Tribunal se exasper�:

Grassi: Pedir�a al se�or Presidente que le ordene al teniente primero que hable en voz alta, y que nos diga exactamente todo cuanto �l debe saber sin que se lo tengamos que preguntar una y otra vez...

Presidente: Le est�n pidiendo que hable con m�s exactitud, con m�s espontaneidad, sin calcular tanto las palabras.

Massera: No calculo, se�or presidente."

Massera se neg� a firmar luego la declaraci�n realizada. Lo mismo hizo su colega Mayorga. Massera fue remitido preso e incomunicado a la Penitenciar�a Nacional.

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