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Latinoamérica

13 de febrero de 2004

Chile
La búsqueda de estabilidad de los flujos de capitales

Ricardo French-Davis y Sthepany Griffith-Jones(*)
Attac

A comienzos de la década de los noventa había mucho optimismo en América Latina de que las reformas económicas, y en particular la apertura de la cuenta de capital, atraería flujos de capitales significativos y estables. Se esperaba que dichos flujos ayudarían a financiar una mayor inversión, facilitando un crecimiento más dinámico de la región.

Desgraciadamente, el desempeño de los flujos externos ha sido bastante desilusionante para la región latinoamericana. La volatilidad y reversibilidad de los flujos ha generado graves crisis en muchos países de la región, que han llevado a una interrupción de su crecimiento, o incluso a caídas fuertes del producto; otros países, con fundamentos económicos mucho más fuertes - como Chile- han logrado escapar a las crisis en los noventa, pero aún así han sufrido indirectamente, ya que su crecimiento se vio reducido desde 1998. Un segundo gran problema es que, aún superadas las crisis recientes, los flujos netos de capitales a la región han permanecido muy reducidos. Como señala un reciente documento de CEPAL, el ingreso neto de capitales privados, que había sido tan elevado en la primera mitad de los noventa se tornó, incluso, negativo en 2002, cuando abandonaron US$ 14.000 millones.

América Latina: si bien hubo una mejoría en 2003, el ingreso neto de dichos capitales a la región sólo alcanzó US$ 3.500 millones. Si examinamos la transferencia neta de recursos financieros, (lo que deduce de los ingresos netos el servicio de la deuda y remesas de utilidades), la región latinoamericana transfirió a los países desarrollados US$ 29.000 millones en 2003, cifra que alcanza a alrededor del 2% del PIB. Como señaló el Banco Mundial, es absurdo que países en desarrollo exporten recursos netos financieros hacia los países desarrollados. Se podría decir que las transferencias netas negativas desde la región son poco naturales, así como si los ríos fluyeran desde el mar a la montaña.

Es muy preocupante que los agentes que deciden los flujos de capitales, parecen tener una tendencia creciente al cortoplacismo y tienden a moverse cada vez más como rebaños. Ello está influido por factores como la evaluación de muy corto plazo (usualmente cada tres meses) que se hace del rendimiento financiero de los gerentes de los grandes inversionistas institucionales internacionales, que invierten en acciones y bonos de países latinoamericanos. A su vez, las agencias calificadoras de riesgo -que influyen tanto en el 'rating' de bonos de países emergentes- tienen una metodología de evaluación que sigue con atraso y no anticipa la evolución de los mercados, acentuando así, aún más, los auges y las caídas de los flujos.

Incluso, la inversión directa extranjera, que es por su naturaleza más estable y de largo plazo, también tiene un componente volátil.

Así, los distintos agentes financieros buscan y protegen sus utilidades de corto plazo, entrando y saliendo de países emergentes en forma de maximizar dichas utilidades en plazos breves. El problema clave es que dichos actores financieros, cada vez más cortoplacistas y pro-cíclicos, tienen un papel muy clave en determinar la evolución de las macroeconomías y el diseño de políticas económicas. Desgraciadamente, las percepciones tan volátiles de los agentes financieros internacionales generan, por ejemplo, revaluaciones cambiarias excesivas en períodos de auge, y devaluaciones excesivas en períodos de sequía de capitales. Además dichos agentes financieros influyen desproporcionadamente en las autoridades económicas.

Existe, por tanto, un gran desafío en términos de políticas, tanto internacionales como nacionales, para contribuir a que los flujos privados beneficien más el crecimiento de los países emergentes. A nivel internacional, y en los países desarrollados, es importante que se diseñen políticas y mecanismos para que fluyan suficientes capitales a los países emergentes, y que dichos flujos sean más estables. Ya el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano del Desarrollo, juegan un rol contra-cíclico, aumentando sus préstamos cuando caen los flujos privados. Dicho rol debe ser fortalecido, ampliando sus volúmenes, así como su condicionalidad modificada para evitar recesiones profundas.

Además, la banca multilateral y regional debería ampliar significativamente su rol catalizador de flujos privados a través, por ejemplo, de diseños nuevos de mecanismos de garantía, a ser usados en períodos de sequía de flujos. A su vez, la regulación internacional bancaria debería adoptar un carácter anti-cíclico; ello permitiría que, en los períodos de auge, se desincentivara un aumento excesivo de préstamos bancarios internacionales, mediante la creación de reservas prudenciales, que permitieran mantener más flujos en períodos de sequía. Es preocupante que la propuesta del nuevo Acuerdo de Basilea haría lo contrario, al acentuar aún más el carácter pro- cíclico de los flujos bancarios.

Es esencial que a nivel internacional se tomen medidas para aumentar el nivel de flujos privados y hacerlos más estables. Sin embargo, es posible que los flujos privados continúen siendo insuficientes, y probablemente sigan siendo muy volátiles. Por ende, las autoridades económicas de los países latinoamericanos deben acentuar sus esfuerzo en pro de incentivar el ahorro interno; además deben adoptar políticas macroeconómicas, decididamente anti-cíclicas, que atenúen el efecto procíclico de los flujos privados. La política de balance fiscal estructural, que Chile ha liderado en América Latina, y las intervenciones para evitar apreciaciones explosivas de las monedas, como las que se practican con bastante éxito en el Sudeste Asiático, son ejemplos importantes de tales políticas.

(*) Los autores han publicado recientemente, en inglés, el libro "From Capital Surges to Drought", Macmillan Palgrave, Londres, 2003.
*Ricardo French-Davis, asesor regional principal de CEPAL y profesor de economía de la Universidad de Chile.
*Sthepany Griffith-Jones, economista, profesora de la Universidad de Sussex. Consultora de organismos internacionales como CEPAL, Banco Mundial y Comunidad Europea, entre otros.