Argentina: La lucha continúa
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San Martin, el proyecto para el siglo XXI (parte 1)
Carlos del Frade
Argenpress.info
La mayoría de los muchachos que tienen entre quince y treinta años y viven en
las principales ciudades sudamericanas están desocupados.
Apenas sobreviven el presente.
Los que ni siquiera son seducidos por la escuela intentan pelearla en las
calles. Son las víctimas del sistema que luego las convierte, a través de las
distintas policías y los diferentes medios de comunicación, en los primeros
acusados.
Ellos, ángeles exiliados de los paraísos prometidos en diversos fragmentos de la
historia política de sus pueblos, no saben qué significa esa palabra de seis
letras que parece escribirse en el agua: futuro.
Y entre los porrones de cerveza y las peleas entre barras, apenas los entusiasma
la camiseta del club de fútbol y el único indicio de formar parte de un país o
de algo colectivo es la selección nacional.
No saben qué pasó en los años setenta ni tampoco entienden por qué sus padres se
quedaron sin ganas ni palabras para explicar los fracasos cotidianos.
No creen en muchas cosas.
Amistad, algún amor, el fútbol y poco más.
No saben nada de derechos laborales, hecho que los convierte en permanente mano
de obra eventual, barata y hasta capacitada.
Náufragos en medio de un mar artificial de indiferencia que favorece a los
vencedores de la concentración económica en pocas manos, los pibes de estas
tierras, en los umbrales del tercer milenio, son víctimas de la falsificación
histórica y el saqueo de la conciencia política y social, paralelo al robo del
patrimonio económico de las naciones del sur.
Para ellos es urgente recrear los proyectos inconclusos de San Martín y Artigas,
enamorarlos de aquellos sueños y seducirlos de sus éticas de líderes populares y
funcionarios públicos.
Contarles que los verdaderos protagonistas de la historia de sus países fueron
hombres y mujeres como ellos, los que hicieron de San Martín y Artigas los
máximos referentes de los países del Plata.
Decirles que los actuales debates en torno a sus figuras vuelven a mentir y
ocultar dos aspectos centrales de la dinámica de los pueblos: el protagonismo
social y los proyectos económicos y políticos que hicieron líderes a ambos
caudillos.
Esos programas inacabados de San Martín y Artigas quizás sean la nueva camiseta
para que los pibes de estos arrabales del mundo conviertan su desesperación en
una nueva creencia, en necesaria, beligerante y tierna rebeldía ante el nuevo
orden del pensamiento único que intentan consolidar como inmodificable los que
concretaron el terrorismo de estado primero y la concentración de riquezas
después.
Los pensamientos y los hechos de los dos José muestran un recorrido para ellos y
no mirando hacia atrás, sino para adelante.
La suerte de una carta
Jesualdo Sosa, escritor y maestro uruguayo, en su libro 'Artigas, del vasallaje
a la revolución', sostuvo que hacia 1819 se produjo un intento de acercamiento
entre el caudillo oriental y San Martín que no se concretó.
'Este año 19 que comienza, no presenta para Artigas, mejor rostro, a pesar de
los triunfos de sus tenientes en el Litoral, quienes le aseguran cierto reposo
en cuanto a Buenos Aires. La resistencia de esta región le está saliendo cara al
Directorio. San Martín, el héroe indiscutido del momento no accedió a los ruegos
de Pueyrredón para enviar tropas contra las montoneras, a pesar de participar de
su política', comentó el escritor.
Y agregó que San Martín escribió a Artigas: 'No puedo ni debo analizar las
causas de esta guerra entre hermanos; lo más sensible es que siendo todos de
iguales opiniones en sus principios, es decir, a la emancipación e independencia
absoluta de España...debemos cortar toda diferencia'.
'Cada gota de sangre americana que se vierte por nuestros disgustos me llega al
corazón. Paisano mío, hagamos un esfuerzo, transemos todo y dediquémonos
únicamente a la destrucción de los enemigos que quieren atacar nuestra libertad.
Unámonos contra los maturrangos bajo las bases que Vd. crea y el gobierno de
Buenos Aires más conveniente y después que no tengamos enemigos exteriores,
sigamos la contienda con las armas en la mano, en los términos que cada uno crea
por conveniente: mi sable jamás se sacará de la vaina por opiniones políticas,
como éstas no sean en contra de los españoles y su dependencia', sostuvo San
Martín desde Mendoza el 13 de marzo de 1819.
La carta nunca llegó a destino.
'Artigas no llega a recibir esta carta que es interceptada por Belgrano, pero la
actitud de San Martín acalora el genio de Pueyrredón', relata Jesualdo.
¿Qué hubiera pasado si San Martín y Artigas comenzaban a intercambiar opiniones,
experiencias y proyectos?.
Los proyectos económicos y políticos de los dos José
Cuando San Martín arribó a las Provincias Unidas del Río de La Plata, en marzo
de 1812, Artigas ya era el líder popular que condujo la marcha de más de veinte
mil personas en octubre del año anterior en lo que se conoció como el éxodo
oriental.
Hacia 1820, ambos, San Martín y Artigas, eran considerados enemigos de Buenos
Aires por sus posiciones políticas contrarias al directorio que se había
apropiado e invertido del proyecto surgido en mayo de 1810, según el Plan de
Operaciones pensado y escrito por Mariano Moreno.
Artigas caminaba hacia el corazón de la selva paraguaya, después de guerrear
durante una década contra españoles, portugueses, porteños y sus ex
lugartenientes, Francisco Ramírez y Estanislao López.
San Martín, en tanto, desde el 2 de abril de 1820, había dejado de ser general a
sueldo del estado manejado por la burguesía de Buenos Aires y se convirtió,
desde entonces, en general del primer ejército popular en operaciones, el de Los
Andes.
Pero en ese tramo de ocho años en el que compartieron el principal escenario de
las confrontaciones sociales, políticas y económicas de Sudamérica, Artigas y
San Martín, cuando tuvieron la posibilidad de desarrollar sus propias ideas
desde el poder regional, mostraron similitudes que terminaron por enfrentarlos a
los nuevos dueños del país.
La cuestión social y Gran Bretaña
'El virreinato, creado en 1776, y la Argentina después, iban a ser un embudo en
cuanto al desarrollo de las fuerzas productivas y a la estructura económica, por
cuyo pequeño agujero, el puerto de Buenos Aires, se vertería al mundo la enorme
producción de oro y plata del Alto Perú', sostuvo el historiador Nahuel Moreno.
Para el lúcido Juan Bautista Alberdi, 'la organización virreinal fue impuesta
por España para perpetuar esta región como colonia y tendía a impedirle ser
nación'.
Esta interpretación histórica es vital para relativizar la supuesta traición
sanmartiniana al proyecto de una unidad latinoamericana que, en los hechos, no
existía.
El propio Simón Bolívar sostuvo que 'es una idea grandiosa pretender formar de
todo el mundo nuevo una sola nación' ya que tienen 'un origen, una lengua, unas
costumbres y una religión, deberían por consiguiente tener un solo gobierno que
confederase los diferentes estados que hayan de formarse mas no es posible
porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres
desemejantes dividen la América'.
Según Milcíades Peña, 'la independencia de las colonias inglesas del Norte
produjo la unidad de aquellos estados en los Estados Unidos de Norteamérica. Eso
fue posible porque ya existía la estructura de un mercado interno común con
intereses capitalistas interesados en soldarlos mediante una sólida unión
política'.
Sin embargo, 'en las colonias españolas ocurrió lo contrario. Los intereses
capitalistas más sólidos y poderosos no se orientaban hacia el mercado interno,
sino hacia el mercado mundial. Y las clases con intereses en el mercado interno
eran pequeños productores atrasados, destinados a desaparecer ante la
competencia de las muy superiores industrias europeas'.
Hacia 1810 aquel modelo de país diseñado en torno a la exportación de los
metálicos del Alto Perú por el puerto de Buenos Aires entró en crisis (la mina
de plata de Potosí se inundó y dejó de funcionar) y surgió la ganadería en la
zona del Litoral.
En forma paralela, dos años antes de la llegada de San Martín a estas tierras,
se fundaba la Cámara Comercial Británica. También en el año de la revolución se
estableció el primer saladero, en Ensenada. Había, en Buenos Aires, un poco más
de 35 mil habitantes y solamente el diez por ciento sabía leer y escribir. Entre
la población se destacaban seis mil negros que luego pasarían a ser ninguneados
por la historia oficial.
A fines de 1811 surgió el primer Triunvirato integrado por Paso, Chiclana y
Sarratea, con Bernardino Rivadavia como secretario. Son días difíciles para los
hombres más comprometidos con la idea de inventar una nueva nación con justicia
social y libre de toda dominación extranjera. El 4 de marzo de aquel año 11, fue
asesinado Mariano Moreno; el 6 de junio la Junta Grande dispuso el procesamiento
de Manuel Belgrano por sus derrotas en Paraguay y Tacuarí; y en diciembre se
detuvo y se le inició juicio al orador de la revolución de mayo, enfermo de
cáncer en la lengua, Juan José Castelli, por su comandancia al frente del
Ejército Expedicionario del Alto Perú. Escribirá en un cuaderno de tapas rojas:
'Si ves al futuro dile que no venga'.
En 1815 apareció 'Las Higueritas', cuyos propietarios eran Rosas, Terrero y
Anchorena, en Monte Chingolo.
Allí comenzó a invertirse el desarrollo no solamente económico, sino también
demográfico del país.
Porque hasta los primeros quince años del siglo XIX más de la mita de la
población vivía en la zona del noroeste argentino.
Cuando las fuerzas productivas, la burguesía porteña en relación con Gran
Bretaña y la naciente oligarquía ganadera del Litoral y la provincia de Buenos
Aires, reemplazaron a la burocracia minera del Alto Perú, la decisión política
fue trasladar la guerra por la independencia justamente a los territorios más
densamente habitados.
De tal forma la estructura social de las Provincias Unidas del Río de La Plata
presentaba a sectores importadores, librecambistas a ultranza; productores para
el mercado interno, proteccionistas; y exportadores que viraban en sus
posiciones políticas de acuerdo a las coyunturas comerciales.
Por otro lado estaban los quinteros, artesanos y lecheros de los pueblos y
ciudades, directamente vinculados al mercado regional. También se debe sumar al
sector de los gauchos que 'vivían en los intersticios de la sociedad colonial y
persistieron cuando el país ya se había independizado', según describió Nahuel
Moreno.
Frente a ese modelo en descomposición, España invadida por las tropas
napoleónicas, surgió el interés de Gran Bretaña por las ex colonias
peninsulares.
Para Mariano Moreno, autor del programa político de la revolución de Mayo, el ya
citado Plan de Operaciones, era necesario 'elevar cargos contra el virrey
Cisneros y las autoridades españolas por haber atentado contra el bienestar
general al conceder franquicias de comercio libre con los ingleses, el que ha
ocasionado quebrantos y perjuicios'.
La idea de este ensayo es demostrar que el proyecto de Moreno fue llevado a cabo
por Artigas y San Martín y en defensa del mercado interno y por lo tanto,
opositor a las ideas de la corona inglesa.
El programa político de la revolución de mayo
Agosto de 1810. El secretario de la primera junta de gobierno, doctor Mariano
Moreno es el encargado de redactar el programa político y económico que le dará
encarnadura al invento de 162 personas que el 25 de mayo decidieron hacer un
nuevo país y separarse de España.
Moreno escribirá el 'Plan de Operaciones. Que el gobierno provisional de las
Provincias Unidas del Río de la Plata debe poner en práctica para consolidar la
grande obra de nuestra libertad e independencia'.
Para la junta era vital el proyecto, el horizonte hacia donde marchar.
La situación no podía ser peor: 'En el estado de las mayores calamidades y
conflictos de estas preciosas provincias; vacilante el gobierno; corrompido del
despotismo por la ineptitud de sus providencias, le fue preciso sucumbir,
transfiriendo las riendas de él en el nuevo gobierno provisional de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, quien haciéndose cargo de la gran máquina
de este estado, cuando se halla inundado de tantos males y abusos, destruido su
comercio, arruinada su agricultura, las ciencias y las artes abatidas, su
navegación extenuada, sus minerales desquiciados, exhaustos sus erarios, los
hombres de talento y méritos desconceptuados por la vil adulación, castigada la
virtud y premiados los vicios...', describieron los integrantes del gobierno
provisional el 18 de julio de 1810.
Moreno define la revolución como un proyecto sudamericano: 'El sistema
continental de nuestra gloriosa insurrección'.
Para el secretario es necesario modificar la estructura social: 'tres millones
de habitantes que la América del Sud abriga en sus entrañas han sido manejados y
subyugados sin más fuerza que la del rigor y capricho de unos pocos hombres'.
Moreno sabe que los privilegios deben ser suprimidos si en verdad se quiere
crear 'una nueva y gloriosa nación', como dirá más tarde una de las estrofas
mutiladas del Himno Nacional.
Por ello quiere insuflar de decisión política al nuevo estado para que sea
herramienta de distribución de riquezas: 'qué obstáculos deben impedir al
gobierno, luego de consolidar el estado sobre bases fijas y estables, para no
adoptar unas providencias que aún cuando parecen duras para una pequeña parte de
individuos, por la extorsión que pueda causarse a cinco mil o seis mil mineros,
aparecen después las ventajas públicas que resultan con la fomentación de las
fábricas, artes, ingenios, y demás establecimientos en favor del estado y de los
individuos que las ocupan en sus trabajos'.
Y agrega que 'si bien eso descontentará a cinco mil o seis mil individuos, las
ventajas habrán de recaer sobre 80 mil ó 100 mil'.
Un estado que arbitre lo necesario para cumplir el objetivo de la política,
según el propio Moreno, que es 'hacer feliz al pueblo'. Un estado que vuelque su
poder en favor de las mayorías y en contra de los intereses minoritarios.
Con un proyecto de desarrollo del mercado interno y proteccionista de su
comercio y su industria: 'se pondrá la máquina del estado en un orden de
industrias lo que facilitará la subsistencia de miles de individuos'.
El futuro del país pensado por Moreno 'será producir en pocos años un continente
laborioso, instruido y virtuoso, sin necesidad de buscar exteriormente nada de
lo que necesita para la conservación de sus habitantes'.
Durante una década no habrá interés particular por sobre las necesidades del
estado revolucionario: 'se prohíbe absolutamente que ningún particular trabaje
minas de plata u oro, quedando al arbitrio de beneficiarla y sacar sus tesoros
por cuenta de la nación, y esto por el término de diez años, imponiendo pena
capital y confiscación de bienes con perjuicio de acreedores y de cualquier otro
que infrigiese la citada determinación'.
Repite su cuestión de estado a favor de una igualdad garantizada desde el poder:
'las fortunas agigantadas en pocos individuos, a proporción de lo grande de un
estado, no solo son perniciosas, sino que sirven de ruina a la sociedad civil,
cuando no solamente con su poder absorben el jugo de todos los ramos de un
estado'.
No era solamente una advertencia sobre aquel presente, sino una profecía para
los tiempos que vendrían.
El 4 de marzo de 1811 Moreno fue envenenado frente a las costas brasileñas y
junto a su cuerpo también desapareció la voluntad política de generar y sostener
un estado revolucionario.
La metáfora del cuerpo del revolucionario sumergido y desaparecido en el
Atlántico es un macabro prólogo de lo que sucedería en los años setenta del
siglo XX con aquellos que intentaban un cambio estructural en la sociedad
argentina.
Sin embargo, las ideas políticas y económicas del Plan de Operaciones serían
puestas en marcha por Artigas y San Martín cada vez que les tocó llevar adelante
una tarea de gobierno.
He allí un camino abierto y un proyecto todavía no realizado.
Los hechos sanmartinianos y artiguistas
'La mayoría de los próceres de 1810 eran hacendados, comerciantes o barranqueros
asociados con alguna casa de comercio británica, 'los intereses particulares'
que Castlereagh quería fomentar. A los tres días de instalada, la Primera Junta
levantó la prohibición al comercio con extranjeros; a los quince días redujo los
impuestos a la exportación de cueros y sebo, del 50 al 7,5 por ciento; a los 45
días autorizó la exportación de metálico; a los sesenta días suprimió el
impuesto especial del 54 por ciento que gravaba a los artículos de algodón del
comercio inglés', indicaron los colaboradores de Rodolfo Walsh y el propio
periodista desaparecido en un estudio sobre San Martín publicado por el Centro
de Estudios Argentinos 'Arturo Jauretche', en febrero de 1978.
Alberdi escribió que para Buenos Aires, 'mayo significa independencia de España
y predominio sobre las provincias; la asunción por su cuenta del vasallaje que
ejercía sobre el virreinato en nombre de España. Para las provincias, Mayo
significa separación de España y sometimiento a Buenos Aires, reforma del
coloniaje, no su abolición'.
En ese contexto tanto Artigas como San Martín, representantes de los pueblos del
interior, del sueño de mayo comenzaron a producir hechos políticos, tomar
decisiones económicas y establecer líneas diferentes a los intereses que se
adueñaron.