VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Argentina: La lucha continúa

“VAMOS A GANAR POR NOCAUT”, BROMEO SOBRE GEORGE W.
Chiste fuerte y críticas de Kirchner a un hombre de Bush

Kirchner aprovechó un acto junto a Felipe Solá para meterse en el conflicto con Estados Unidos. Criticó a los “nativos de la Argentina que viven metiéndonos miedo” e hizo chistes sobre su reunión con Bush, mientras incluso su jefe de Gabinete polemizaba con Roger Noriega, el subsecretario encargado de América latina.

Por Fernando Cibeira
Pagina 12

Néstor Kirchner pronosticó que en la reunión que mantendrá el martes próximo con George Bush “ganamos por nocaut”. La salida del Presidente –apenas elaborada, una respuesta rápida en tono de ironía a un cronista televisivo– sucedió cuando todavía no se habían acallado las repercusiones por el cruce entre el subsecretario de Asuntos Hemisféricos, Roger Noriega, y el canciller Rafael Bielsa debido a la política argentina hacia Cuba. El portavoz del Departamento de Estado de los Estados Unidos avaló ayer la postura de Noriega. Mientras, el gobierno argentino en pleno salió a repudiar al funcionario norteamericano, quien el martes había sostenido que la política de Kirchner hacia Cuba era motivo de preocupaciones y decepciones. Anoche, en la Casa Rosada sostenían que aún aguardaban de parte de Estados Unidos una aclaración para saber si los dichos de Noriega representaban la posición oficial del gobierno de Bush.
El Presidente bajó del helicóptero envuelto en un torbellino de gente y de polvo, una postal típica de sus incursiones en el Conurbano. En este caso, la visita era a un emprendimiento piquetero en San Justo. Mientras lo saludaban y le tiraban del saco, el cronista del programa “Informe Central” lo interceptó y tuvieron un cruce en tono de broma:
–¡Qué round nos espera el martes con Bush! ¿Cómo va a salir eso?
–Ganamos por nocaut –respondió Kirchner.
–¡Ganamos por nocaut! ¿Y quién termina en la lona: Bush, Fidel Castro o nosotros?
–Nosotros –cerró el Presidente.
En rigor, las respuestas se contradecían. O una suavizó a la otra. Pero rápidamente las agencias de noticias –también las internacionales– difundieron la respuesta del nocaut. Cerca del Presidente remarcaban que se había tratado de un chiste y que no pensaban en ninguna aclaración. “Si se cuenta exactamente cómo ocurrió, no hace falta agregar nada”, explicó un alto funcionario. “En cambio, lo que necesita aclaraciones es lo de Noriega”, agregaba.
Kirchner dijo algunas cosas más acerca de su encuentro con Bush pero ya sobre el escenario. “Terminemos de ser la alfombra: podemos aceptar o concertar reuniones, pero a nosotros no nos cita nadie, y para retarnos menos, porque somos un país independiente y con dignidad”, sostuvo en su discurso, de tono vehemente. “A la Argentina, no a un presidente circunstancial y temporal, no la cita nadie”, agregó.
Anoche, el ex presidente y actual titular de la comisión permanente del Mercosur, Eduardo Duhalde, salió en su apoyo. “La respuesta del Presidente fue muy adecuada porque se terminaron las épocas en las que la política exterior argentina las dictaba Estados Unidos”, dijo.
La reacción
El enojo argentino hacia Noriega quedó reflejado en las declaraciones de los integrantes del Gobierno. El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, calificó los dichos del funcionario de Bush como “impertinentes y agraviantes para el gobierno argentino. Han molestado y mucho”.
Del lado norteamericano, la reacción fue mucho más escueta. En su conferencia de prensa diaria, el vocero del Departamento de Estado, Richard Boucher, evitó opinar sobre los comentarios argentinos. “No vamos a entrar en el terreno de reaccionar frente a las reacciones provocadas por las reacciones”, respondió. Y cuando le preguntaron específicamente acerca de la postura de Noriega, dijo: “Sólo diré que el señor Noriega probablemente se expresó muy bien”.
El martes, en una reunión del influyente Consejo de las Américas, en Nueva York, Noriega se manifestó desconcertado por la política de Kirchner hacia el gobierno castrista y puntualmente decepcionado con Bielsa porque en su visita a La Habana no aceptó reunirse con los disidentes cubanos.
En la Casa Rosada contaban que desde la embajada de Estados Unidos se habían preocupado en destacarles que los dichos de Noriega no habían sido durante la conferencia que brindó ante el Consejo, sino en un diálogo posterior, más informal. También que, luego de los cuestionamientos, Noriega esbozó un arrepentimiento inmediato al destacar una obviedad: que la Argentina es un país independiente y que él no le iba a decir al presidente Kirchner cuál debía ser su política exterior.
Un funcionario de Cancillería explicaba ayer la lógica de la airada reacción argentina. “Lula fue con todo su gabinete a visitar a Fidel Castro, se intercambiaron besos y abrazos, no recibió a ningún disidente, y Estados Unidos no le dijo nada”, sostenía. “Lo que pasa es que están acostumbrados a que seamos dóciles y vulnerables a los cuestionamientos. Tienen que entender es que esa época se terminó”, agregaba.
Los diplomáticos argentinos consideraban que la salida de Noriega había tenido una adecuada respuesta y que el entredicho estaba cerrado.
El problema es que la diplomacia no adscribe a las frontalidades de la política común. Sus modales suelen ser florentinos. Hay que golpear cuando no se espera. En ese sentido, queda por averiguar qué consecuencias puede acarrear el conflicto de cara al encuentro que Kirchner y Bush mantendrán el martes 13 en Monterrey, México, en el marco de la Cumbre de las Américas que reunirá a los 34 presidentes del continente. Todos, salvo Fidel Castro, excluido.
Había dos interpretaciones elaboradas por hombres del gobierno.
La optimista recordaba que el encuentro había sido solicitado con anterioridad al cortocircuito y que en el ánimo de Bush no está la intención de pelearse con los presidentes de la región. En esta versión imaginaban una reedición del encuentro que ambos mandatarios sostuvieron en julio pasado en la Casa Blanca, cuando fue todo sonrisas y Bush le dio un espaldarazo a Kirchner en sus negociaciones con el FMI.
La pesimista imaginaba que después del entredicho difícilmente Bush evitara sacar a relucir el tema Cuba durante la conversación. Sin llegar a preguntarle por la dirección del voto argentino en la próxima reunión de la comisión de Derechos Humanos en la ONU, tal vez Bush exprese en voz alta su preocupación por las políticas de Fidel y esperará la opinión de Kir-chner. Un dolor de cabeza adicional sería que plantee la situación de los acreedores privados de la deuda externa en default.
La solución, el martes que viene.