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«Las ganas de vivir del pueblo palestino son incontenibles»
TESTIMONIO de FERMIN
MUGURUZA
Jose Angel ORIA
GARA.NET
Cerca de cuarenta personas llegadas de distintos puntos de Europa y de Brasil
lograron romper el cerco que ha impuesto el Gobierno israelí al presidente palestino
en Ramala. Entre ellas se encuentran dos vascos, el músico Fermin Muguruza y
el sindicalista Paul Nicholson, que sigue presente en la sede presidencial palestina
tratando de evitar que la fuerza ocupante acabe con la vida de Arafat. Ambos
han relatado a GARA una experiencia de desobediencia civil que ha dado la vuelta
al mundo, mientras los gobiernos del planeta se muestran incapaces de hacer
cumplir lo que han votado en Naciones Unidas.
Con el cansancio propio de quien está agotado tras cuatro días de máxima tensión
entre los tanques y francotiradores israelíes y de esfuerzos para romper el
cerco impuesto por el Gobierno de Ariel Sharon al presidente Arafat y a todo
el pueblo palestino, Fermin Muguruza relata a GARA desde Jerusalén Oriental
sus vivencias en una experiencia de desobediencia civil que ha dado la vuelta
al mundo. Habla apresuradamente en el mismo euskara con el que se comunicó con
el otro ciudadano vasco presente en la ciudad de Ramala durante una singular
movilización de personas solidarias llegadas de Europa, personal sanitario palestino
y ambulancias que intentó, y logró, romper el aislamiento que pretende Sharon.
«Vengo de Ramala. Hemos llegado al mediodía. Hemos dado una rueda de prensa
para denunciar lo que hemos visto y vivido estos días y ahora, después de comer,
ya más tranquilos, le damos vueltas a todo», comienza su relato. En la rueda
de prensa manifestaron que «otra Europa está en marcha, la Europa de la solidaridad,
la Europa de los pueblos». El mensaje que llevaban en sus distintivos amarillos
es el mismo que se expresó en Génova, Praga, Barcelona y otras citas internacionales,
«que otro mundo es posible».
Muguruza viajó a Palestina la semana pasada con el grupo internacionalista italiano
Disobedienti Ia Basta, con el que ya viajó anteriormente a El Salvador, México...
Mientras el músico, que tenía previsto ofrecer tres conciertos con el grupo
napolitano 99- POSE en Jerusalén, Belén y Ramala, lo que no ha sido posible,
relata su experiencia, todos los comercios de la parte árabe de Jerusalén están
cerrados debido a la huelga general convocada para rechazar la ocupación israelí.
Su breve recorrido de ayer por Al Quds es la parte más turística de un viaje
que, si no ocurre nada imprevisto, continuaría poco después de la pasada medianoche
con el traslado al aeropuerto, donde sabe que será sometido a un interrogatorio
de dos horas por parte de las fuerzas israelíes. Por si acaso, le han recomendado
que llegue al aeropuerto cinco horas antes de que parta el avión que le ha de
conducir a Roma. «El domingo por la noche nos llamó al hotel el cónsul italiano
para decirnos que los israelíes nos iban a detener. Pasamos toda la noche sobresaltándonos
cada vez que oíamos llegar a un tanque», manifiesta. Los israelíes tienen la
lista de los nombres de todos los europeos que han osado romperles los planes.
Sólo de Italia partieron unas 200 personas a Palestina y en Jerusalén se reunieron
con solidarios llegados de otros países hasta alcanzar la cifra de 600. Sin
embargo, sólo 40 pudieron llegar el viernes a Ramala, horas después de que el
Ejército israelí diera comienzo al asalto de la Munkata, los cuarteles generales
del presidente Arafat en Ramala.
El viaje desde Jerusalén hasta Ramala fue una muestra de la odisea que han de
soportar los palestinos cada día. El primer intento de atravesar los check-points
(controles israelíes) fue nulo. Lo intentaron en grupo y se hallaron con una
negativa rotunda. «Por ahí era imposible pasar. Estaba todo militarizado, lleno
de tanques, tanquetas... Recibimos entonces una llamada de la Autoridad Nacional
Palestina desde Ramala y tuvimos que cambiar todos los planes. El objetivo era
llegar a la ciudad de modo que la presencia de los extranjeros pudiera evitar
la masacre».
«Hicimos grupos más pequeños, de diez personas, para poder sortear los controles.
En todo momento algún palestino nos servía de guía. Sólo pudimos pasar el primer
control en una furgoneta. A partir de ahí tuvimos que seguir a pie, por campos
de refugiados, por montes, vigilando siempre que no hubiera francotiradores
esperándonos. Por Kalandia llegamos al final a Ramala».
El grupo más grande que logró llegar a la ciudad se alojó en un hotel. Eran
unos veinte, casi todos franceses, entre los que estaba la delegación de Vía
Campesina, en la que estaba Nicholson, y la de Action For Peace, además de miembros
del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil y alemanes. Los israelíes plantaron
un tanque delante del establecimiento.
El grupo italiano en el que iba Muguruza llegó más tarde. «Queríamos llegar
al hotel para reunirnos todos y decidir qué hacer. Llegamos sin demasiados problemas
al hospital, pero era imposible pasar porque había un enorme enfrentamiento
armado en el camino. Nosotros estábamos en unas calles completamente vacías
debido al toque de queda. Llevábamos una bandera blanca y procurábamos estar
bien visibles, en el medio de la calle. Los francotiradores estaban en los tejados
y los blindados patrullando. Era estremecedor. Finalmente los palestinos nos
refugiaron en un albergue». Ahí pasaron toda la noche del viernes, en una zona
con continuos tiroteos y explosiones, sin pegar ojo. A las siete de la mañana
del sábado volvieron a salir con la bandera blanca y pudieron llegar al hotel.
«Nos pedían llevar medicamentos para atender a los numerosos heridos que había
en Munkata y baterías para los teléfonos móviles. Dijeron que sólo nosotros
podríamos lograrlo». Y volvieron al hospital, donde todos donaron su sangre
para paliar la terrible carencia que padecen los centros sanitarios palestinos
como consecuencia de la ocupación israelí. Tenían camisetas identificándolos
como protectores civiles de los palestinos. Cinco médicos palestinos, un diputado
verde italiano y José Bové encabezaron la comitiva solidaria que partió desde
el hospital. Detrás, hechos una compacta piña, todos los demás. «Ibamos hacia
el centro de la ciudad en medio de ráfagas israelíes para ahuyentarnos y de
temibles tanques». Cuando llegaron a la plaza Al Manara, donde recientemente
los israelíes mataron a un periodista italiano, hallaron a toda la prensa internacional
presente en la ciudad grabando su avance. Todas las cámaras de fotos y de televisión,
desde la CNN hasta Al Jazeera, recogieron la imagen de la singular movilización,
en la que se oía árabe, italiano, francés... y euskara.
«Los periodistas se nos pusieron delante. De hecho, se convirtieron en la cabeza
de la marcha. Aquello era muy goloso para ellos, un pequeño grupo desarmado
en medio de aquel despliegue de fuerzas de uno de los ejércitos más poderosos
de la Tierra. Los soldados no sabían qué hacer. Nosotros seguíamos andando y
los periodistas grabando. Después de atravesar la plaza, llegaron los miembros
de la Media Luna Roja, que se pusieron rodeando al grupo. Además, cerca de diez
ambulancias se sumaron a la que nos acompañaba, cerrando la marcha. Veíamos
que la gente nos observaba desde sus casas y algunos nos hacían la señal de
la victoria. Fue un momento indescriptible, emocionante. Ibamos Paul, con toda
su corpulencia, y yo, escuchando todos los consejos que circulaban entre nosotros
en todos los idiomas». Cuando llegaron a la Munkata, se acercaron los soldados,
ellos también tomando precauciones. «Explicamos que íbamos a llevar los medicamentos.
Dijeron que no. Pusieron un tanque apuntándonos. Pero no quebraron la firmeza
del grupo y tras una negociación logramos que aceptaran la entrada de una ambulancia
con una pequeña delegación: el diputado italiano, Bové, un médico y un francés.
Pudieron estar con Arafat, mientras el resto esperó fuera durante tres horas.
«En las ciudades ocupadas no se ven coches. En cuanto un tanque ve uno, lo aplasta,
dejando un espectáculo increíble, símbolo de una humillación sin par», reflexiona
en torno a lo que vio durante la espera. Finalizada la visita, regreso al hotel.
También han podido comprobar que la población palestina subsiste con muy escasos
alimentos. Durante estos días el arroz ha estado presente en todas las comidas,
una diaria, acompañado por guisantes, por zanahorias o por una especie de cus-cus.
Escasez de agua y suministro eléctrico interrumpido por los israelíes cada vez
que querían. Es la ocupación.
«El domingo nos plantearon repetir el viaje para que algunos se quedaran dentro
a modo de protección. Temían por la vida de Arafat, el líder de todos los palestinos
hoy más que nunca. Nosotros escuchábamos las declaraciones de Sharon y decidimos
dividirnos en grupos: uno a Munkata, con la idea de quedarse dentro una parte,
y otro al hospital». Bové fue detenido, junto a otras personas, tras salir de
Munkata. Ayer fue expulsado por los israelíes.
No puede evitar cierto sabor amargo, porque en esos días han hecho muchos amigos
de los que se hacen en situaciones extremas. «Estando allí me vino uno de ellos
llorando, destrozado, porque acababa de enterarse de que habían matado a un
ser muy querido». -