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23 de abril del 2002
El mito de Camp David y el concepto de generosidad de Gabriel Albiac
Luis Berrizbeitia
El pintoresco catedrático de filosofía y columnista periodístico
Gabriel Albiac lleva ya algún tiempo fatigándonos con una versión
viciosamente adulterada del conflicto palestino-israelí. Su tesis se
reduce a la idea de que los culpables de la atroz violencia que sacude la zona
son los palestinos, por haber rechazado la "generosa" oferta que Barak les hizo
en Camp David en julio del 2000. Según Albiac ("De fóbicos y analfabetos",
EL MUNDO, 11-03-02), la propuesta israelí significaba la "devolución
total de los territorios ocupados y [la] formación de un Estado independiente
palestino", así como el reparto del control de Jerusalén en base
al principio de que "Lo que está habitado por judíos es Israel,
lo que está habitado por palestinos es Palestina". A juicio de Albiac,
los dirigentes palestinos habrían rechazado esa oferta debido a que su
objetivo no es lograr la paz con Israel, sino "tirar los judíos al mar"
(sic). Finalmente, Albiac explica amablemente, con esa peculiar sutileza analítica
que le caracteriza, que quienes disienten de su análisis o son imbéciles
o son antisemitas.
Es difícil refutar tanto despropósito en un breve comentario como
éste, pero intentaré hacerlo telegráficamente.
1) La "generosidad" de la oferta de Barak es puro mito. Barak no ofreció
a la parte palestina la creación de un Estado Palestino independiente
dotado de los atributos inherentes a todo Estado. Lo que Barak ofreció
realmente fue anexionarse una parte del territorio palestino y dividir el territorio
restante en 4 cantones separados, aislados, rodeados y controlados por Israel,
que retenía el control de sus fronteras, espacio aéreo y recursos
hidráulicos. A cambio de la creación de esos bantustanes los palestinos
debían aceptar ceder cerca de un 10% de sus tierras a los colonos judíos.
2) Es falso que Barak ofreciera la "devolución total de los territorios
ocupados". Barak propuso anexionarse el 9% de los territorios ocupados a cambio
de ceder a Palestina un 1% de territorio israelí. Un ratio de 9-1. Pruebe
Albiac a aplicarlo en su vida cotidiana y vaya canjeando en todas sus transacciones
9 ítems propios a cambio de 1 ítem ajeno, a ver qué le
parece (y, sobre todo, pruebe a hacerlo en un contexto de coerción directa
y sin posibilidad de presentar ratios alternativos). Ese 9% de territorio palestino
que deseaba anexionar Barak, más una parte estratégica del 91%
de territorio palestino restante, lo ocupan asentamientos judíos cuyo
perímetro de seguridad penetra como un haz de cuñas fortificadas
entre las principales poblaciones palestinas de Cisjordania, secciona estratégicamente
la red local de carreteras y asfixia toda posibilidad de desarrollo social y
económico independiente. Como resultado, más de un millón
de palestinos se hacinan en enclaves que representan el 50% de la superficie
de Cisjordania y el 40% del territorio restante permanece bloqueado para satisfacer
las necesidades de seguridad de algunos miles de colonos judíos cuya
evacuación nunca se contempló en la propuesta israelí.
En este sentido, resulta especialmente bochornosa la fatuidad, ignorancia o
vesanía de que hace gala Gabriel Albiac al sugerir que el político
israelí más indicado para desmantelar los asentamientos de Cisjordania
y Gaza es precisamente Sharon, dado que fue él quien desmanteló
los del Sinaí ("Propuesta Barak: devolución total de los territorios
ocupados (...) Inmediata, en lo que concierne a la mayor parte de Cisjordania
y Gaza. A corto plazo en lo referente a los asentamientos (nota rememorativa:
el encargado de desmontar los del Sinaí a punta de fusil, tras el acuerdo
de devolución a Egipto, fue un tal Sharon"). Alguien tan leído
como Albiac debería saber que una cosa es desmantelar asentamientos judíos
en el Sinaí, como efectivamente hizo Sharon, y otra muy distinta desmantelarlos
en Cisjordania, en donde la medida sacudiría los cimientos del ethos
sionista que, con variadas interpretaciones, constituye la base del consenso
nacional israelí y, en cualquier caso, conforma el meollo último
de la acción política del ultranacionalista Sharon.
3) Barak reclamó, además, controlar otro 10% de los territorios
ocupados bajo forma de "usufructo a largo plazo", figura insólita que
implicaba autorizar a un país extranjero, Israel, a controlar el territorio
soberano de otro Estado, Palestina, por un período indefinido. Todas
esas exigencias hacían inviable de facto un Estado palestino independiente.
4) Barak exigió que los palestinos renunciaran a sus derechos sobre Jerusalén
Este (ocupada por Israel en 1967) y que reconocieran la anexión israelí
de esa parte de la ciudad. Más tarde, Israel sugirió que aceptaba
la posibilidad de admitir el control palestino sobre algunos barrios mayoritariamente
palestinos situados en el corazón de Jerusalén y que permanecerían
separados entre sí, aislados del resto del Estado palestino y rodeados
de asentamientos judíos. Barak autorizaba así la existencia de
algunos ghettos palestinos en el corazón de una Jerusalén Este
anexionada y sujeta a un proceso acelerado de judaización.
5) Mientras que en Oslo y más tarde en Camp David los emisarios negociaban,
en Palestina el Gobierno israelí aceleraba el ritmo de implantación
de los asentamientos judíos a una escala sin precedentes (a partir de
los acuerdos de Oslo, 52% de incremento en los Territorios Ocupados y 200% en
Jerusalén Este). Barak aplicaba de ese modo una política de hechos
consumados que atentaba directamente contra el espíritu y los objetivos
mismos de la negociación.
6) Con respecto al mito de "echar los judíos al mar", dos observaciones:
a) Los palestinos reconocieron explícitamente en 1988 el derecho a la
existencia del Estado de Israel, pero Israel no ha reconocido aún formalmente
el derecho de los palestinos a tener Estado propio; b) Los palestinos han transigido
en reconocer la soberanía israelí sobre el 78% de la Palestina
histórica (es decir, sobre un 23% más de lo que el plan de partición
de la ONU asignó a Israel en 1947), confiando en que, a cambio, Israel
les permita construir su Estado en el 22% restante. Pues no. Lo máximo
que el plan Barak concedía a los palestinos era la libertad de zigzaguear
azarosamente a través de varios fragmentos aislados de territorio diseminados
sobre un 17,6% de la Palestina histórica, sujetos al rigor de los controles
israelíes y sirviendo siempre a los intereses prioritarios de la seguridad
y el bienestar económico israelíes. Poca gente, salvo un individuo
de la talla moral e intelectual de Albiac, se atrevería a aplicar a semejante
adefesio el nombre de Estado, y menos aún el adjetivo de independiente.
Así pues, lo de Barak no fue la "oferta generosa" que nos quiere vender
Albiac, sino una novedosa versión hebrea del timo del tocomocho consistente
en que en primer lugar se esquilma a la víctima y luego se le exige que
sonría y felicite a su estafador.