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Medio Oriente

El genocidio de Sharon: ¿hasta cuándo?

NIKO SCHVARZ - ANALISIS INTERNACIONAL
Ariel Sharon se propone la destrucción completa del estado palestino para luego dictar la paz, un "diktat" al estilo hitleriano. Su estrategia es ocupar a sangre y fuego los territorios palestinos, mantener allí sus tropas indefinidamente, transformar sus ciudades en gigantescos guetos, multiplicar los campos de concentración (acaba de abrir en el desierto del Neguev un campo de internación para los más de 1.100 palestinos apresados desde el 29 de marzo), liquidar la autonomía palestina, arrasando los edificios de sus órganos de gobierno y aislando a Arafat en condiciones inauditas. A diez días de la guerra desplegada con decenas de miles de soldados y armamento de todo tipo, su objetivo indudable es extender los límites del Gran Israel, masacrando a los palestinos y haciéndoles la vida imposible en su patria, para lo cual adoptó de plano el programa del sector más recalcitrante, racista y xenófobo de la extrema derecha.
Acorde con este plan, Sharon anunció el viernes que fortalecerá el ala ultraderechista de su gobierno con el ingreso del Partido Religioso Nacional, representante de los colonos judíos que ocupan los territorios palestinos y a los religiosos ultranacionalistas de tendencias mesiánicas.
Sharon no se hubiera atrevido a este delito de lesa humanidad y a enfrentar el clamor que desde los cinco continentes lo sindica como genocida, si no contara con el pleno respaldo de EEUU, que vetó una resolución del Consejo de Seguridad por la cual se instalaba una fuerza de interposibión en la región. Hoy por hoy, ése es el único mecanismo capaz de frenar los desbordes ilimitados del ejército de ocupación israelí, que mata y fusila a mansalva, penetra y registra todos los hogares (incluidos los de gobernantes palestinos, como el ministro de Información), mata a quienes se niegan a abrir la puerta (como le sucedió a una madre con su hijo, cuyas imágenes recorrieron el mundo), irrumpe en hospitales ametralladora en mano, cerca la iglesia de la Natividad, expulsa a los extranjeros solidarios, envía a los jóvenes esposados y vendados a campos de concentración, recordando el accionar de las tropas nazis en los países sojuzgados. EEUU dio luz verde a la prolongación sin término ni control de estas acciones bélicas.
Luego, Bush se sumó a la aprobación de la resolución 1.402 del Consejo de Seguridad, que reclama el retiro inmediato (en inglés "without delay", sin demora) de Israel de los territorios. Lo hizo ante la condena de su actitud de complicidad abierta con Israel por parte de la comunidad mundial, conocedora de que (como acaba de recordarlo el ex presidente Clinton) EEUU entrega a Israel 10 millones de dólares diarios, principalmente en armamento pesado, como se vio en acción estos días. Otros factores de esta decisión fueron: el temor a la desestabilización en la región; las complicaciones en su plan de atacar a Irak; la suba de los precios del petróleo; las próximas elecciones parlamentarias y de gobernaciones clave, como la Florida; el desprestigio de EEUU y la pérdida de su influencia ante la Unión Europea.
Pero dicha resolución no logró ningún resultado práctico. Israel considera los tratados como papeles sin valor. Violó sistemáticamente --contando siempre con la anuencia de EEUU-- las resoluciones de la ONU que le ordenaban el retiro a las fronteras de 1967. Bush dejó en la zona al general Zinni, que es la inutilidad en persona. Y a grandes golpes de propaganda, resolvió hace unos días enviar a Colin Powell.
Pero se tomó su tiempo. El secretario de Estado llegará mañana, se reunirá con Sharon recién el viernes y con Arafat nunca. Mientras tanto, las tropas israelíes siguen asesinando y depredando. Powell se encontrará con los hechos consumados, y no hará nada por revertirlos. Sharon le propinó un bofetón a Javier Solana (y a la Unión Europea) prohibiéndole, lo mismo que al canciller español Josep Piqué, reunirse con Arafat. Es que él funge como dictador absoluto en los territorios.
Por eso en las pancartas desplegadas en distintas ciudades el nombre de Sharon aparece asociado con el símbolo nazi de la svástica o cruz gamada. Y por lo mismo, esa gloria de la literatura y de la conciencia mundial que es José Saramago (recuérdese su participación en el Foro de Porto Alegre) declaró en Ramalá que la vida en los territorios se asemejaba al campo de concentración de Auschwitz. Y otro Nobel literario, el nigeriano Wole Soyinka (amigo de Nelson Mandela, y que conoce bien el paño), dijo que la situación palestina le recuerda el apartheid sudafricano. Cuando un vocero de la cancillería israelí (o sea de Shimon Peres) califica a Saramago de "enano mental, antisemita") sólo está demostrando la ruindad y la bajeza moral de su gobierno.
Lo que confirma el carácter fascista de la ocupación es la represión contra los periodistas. Mataron a un camarógrafo egipcio y balearon por la espalda al corresponsal del Boston Globe. Cuando el viernes llegaron 25 periodistas a cubrir la reunión de Zinni con Arafat, los enfrentaron sin aviso a los tiros, arrojándoles además granadas y gases lacrimógeneos, chocándole los autos con sus jeeps y cercándolos con tanques. Vimos las imágenes de la agresión desatada, que alcanzó incluso a la CNN, a pesar de que las tropas secuestran las imágenes que documentan sus atentados. No circuló ninguna nota gráfica del encuentro Zinni-Arafat.
La sangre sigue corriendo a raudales. En Cisjordania siete ciudades están ocupadas, y varias declaradas "zona militar cerrada", sólo queda Jericó fuera del círculo de hierro. Más de un centenar de muertos palestinos se sumaron estos días. Y a pesar del clima de terror imperante, la protesta de los pacifistas crece en Israel mismo. Así ocurrió en la gran marcha contra la guerra que arrancó de Jerusalén oriental el 3 de abril y terminó con decenas de heridos por la policía en los hospitales, entre ellos 4 diputados árabes. El jueves hubo demostraciones ante la embajada USA en Tel Aviv, el viernes manifestaciones en las localidades árabes y para anoche Paz Ahora preparaba en Tel Aviv una concentración de masas contra la guerra. *