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10 de abril del 2002
¡Denuncia a Israel!
Ellen Cantarow
ZNet en español
Soy judía. Soy escritora.
Entre 1979 y 1989, desde Israel y Cisjordania, escribí para el VILLAGE VOICE,
MOTHER JONES, INQUIRY y otras publicaciones estadounidenses. Durante esos años
presencié el rápido crecimiento de los asentamientos israelíes y la incautación
de las tierras y el agua palestinas para dichos asentamientos: hoy en día, más
de la mitad de los recursos de Cisjordania (y la tercera parte de los de Gaza)
están en manos israelíes.
Realicé exhaustivas entrevistas con colonos y líderes ultraderechistas israelíes
cuya consigna era: 'O se doblegan, o que Israel los expulse.' Entrevisté a habitantes
de aldeas palestinas que habían sido víctimas de grupos parapoliciales de colonos,
y también leí informes sobre las acciones de estos grupos por periodistas hebreos
con conciencia en HA'ARETZ y otros periódicos israelíes. Las acciones de estos
grupos parapoliciales cubrían toda la gama del terror: destrucción desenfrenada
de la propiedad y de las cosechas, destrozos y rotura de ventanas de autos a
su paso por los pueblos, al grito de '¡mueran los árabes!', humillación de los
civiles palestinos en las calles, palizas y asesinatos. Y desde dentro de Israel
fui testigo de la creciente polarización de la sociedad israelí por el tema
de la ocupación; el creciente racismo virulento de las nuevas generaciones.
Tomemos por ejemplo los judíos marroquíes de Kiryat Shemona, miembros del electorado
que votó por Menajem Beguin, acerca de los cuales escribí para el VILLAGE VOICE
en 1982, cuando me decían que 'el único árabe bueno es un árabe muerto'.
Cuando llegué por primera vez a Israel en 1979, se acababa de redactar el 'Plan
para el Desarrollo de los Asentamientos en Judea y Samaria, 1979-1983'. En este
plan, Matityahu Drobles, jefe del Departamento de Asentamientos Rurales de la
Organización Mundial del Sionismo escribió: 'Los asentamientos [israelíes] deben
establecerse no sólo alrededor de los asentamientos de las minorías' [Drobles
usa aquí el término 'asentamiento de las minorías' para referirse a ciudades
y aldeas centenarias, como Belén y Hebrón] sino también entre ellas.' Los argumentos
de Drobles para apoyar su plan eran que 'con el transcurso del tiempo --con
paz o sin ella-- tendremos que aprender a vivir con y entre las minorías [cuando
dice 'minorías' Drobles se refiere al pueblo palestino] mientras fomentamos
buenas relaciones vecinales'. Es decir que desde el principio de la ocupación,
la política israelí se formuló proyectando una colonización permanente de Cisjordania
y, más adelante, también de Gaza. Señalar a Ariel Sharón como personificación
excepcional de la maldad israelí (sugerir que si el no estuviera ahí, otras
personas más educadas y decentes, como Simón Peres, sabrían guiar a su país)
es ignorar la historia. El Plan Drobles no se formuló bajo el mandato de Ariel
Sharón. Tampoco fue Sharón, sino el gobierno laborista quien estableció el asentamiento
de Kiryat Arba en 1968. Los asentamientos permanentes, la retención y la expansión
de estos asentamientos, han impulsado la política israelí bajo todos sus gobiernos
desde 1967.
Para controlar los territorios que ha ocupado militarmente, Israel mantiene
en ellos, desde finales de los años 60, un código militar de carácter completamente
diferente a las leyes por las que se rige el estado de Israel. El ejercito,
los tribunales militares y otras instituciones imponen una ley marcial bajo
la cual, desde hace 34 años, los castigos colectivos en represalia por supuestos
actos individuales están a la orden del día. Por ejemplo, toques de queda de
23 horas diarias mantenidos durante semanas, y demolición de viviendas.
(Durante la época en que yo escribía sobre esta situación, los castigos colectivos
se aplicaban sobre todo en respuesta al lanzamiento de piedras y a las manifestaciones
callejeras. Los suicidas-bomba son un fenómeno posterior a los acuerdos de Oslo,
provocado por la duplicación del número de colonos en los asentamientos después
de la firma de dichos acuerdos y la toma de conciencia de que éstos no eran
sino la consolidación de un plan de 'bantustanización' permanente de Cisjordania
al estilo del apartheid sudafricano.)
Durante todas mis estadías en Cisjordania presencié personalmente la humillación
cotidiana a que son sometidos los palestinos en los controles; el paisaje diario
y las imágenes sociales del apartheid, cuya manifestación más clara y continua
eran los puntos de control, con tratamiento distinto para los palestinos, por
una parte, y los israelíes y extranjeros por otra, así como los diferentes colores
en las placas de matrícula de los autos: azules para los palestinos y amarillos
para los israelíes. Me entrevisté con habitantes de las aldeas cuyas casas habían
sido dinamitadas o demolidas por los soldados israelíes. Escuché relatos de
hombres y mujeres encarcelados, abusados y torturados en las prisiones israelíes
(la práctica de la tortura es un hecho establecido y reconocido por la B'tselem
israelí y las organizaciones extranjeras de derechos humanos, y se sigue practicando
ahora mismo, mientras escribo: el FINANCIAL TIMES del 6 de abril informa que
'la organización israelí de derechos humanos, B'tselem, recurrió ayer al Tribunal
Supremo después de recibir informes de tortura en el centro de detenciones de
Ofer, cerca de Ramala.'
Prácticamente todo lo que acabo de describir apareció abiertamente en la prensa
israelí, mientras que el silencio de la prensa estadounidense fue casi total.
Y así llegamos a la pesadilla actual. Mientras escribo esto, los castigos colectivos
se han intensificado hasta convertirse en auténticas atrocidades de guerra que
se están cometiendo en toda Cisjordania. El ejército israelí ha penetrado en
el norte de Cisjordania así como en Gaza, desde donde recibí esta mañana un
mensaje de un voluntario estadounidense en las organizaciones de ayuda. Desde
hace una semana recibo diariamente en mi computadora mensajes desesperados --a
veces varios por hora-- que imploran ayuda de las organizaciones internacionales
de derechos humanos. Me suplican (a mí y a los demás recipientes de las listas
de correo) que llamemos a nuestros representantes y senadores en el Congreso,
que escribamos cartas de protesta a la prensa. Uno de los autores de estos mensajes,
un investigador universitario, describe el saqueo de su casa por los soldados
israelíes: "Tenía algo de dinero (unos 800 NIS) en el cajón de mi escritorio;
lo había sacado del banco el jueves cuando se esperaba que habría una invasión...
El cajón había sido forzado y el dinero había desaparecido". Otro pasaje
de un mensaje diferente dice: "sus 'visitas' a nuestras casas son como
[las visitas] de una banda de gángsters. Fueron a ... las casas de mis vecinos,
comienzan por meterlos a todos en un cuarto y ordenarles que permanezcan allí,
de cara a la pared; luego entran en todas las habitaciones ... van a la cocina,
cogen toda la comida ... empiezan a comerla y se llevan lo que sobra ... también
se llevan joyas, dinero y aparatos electrónicos ... Dos de mis vecinos tienen
problemas cardíacos. Lo primero que hicieron cuando se enteraron de su enfermedad
fue recolectar todos los medicamentos y destruirlos delante de sus dueños".
En el INDEPENDENT de Londres, Robert Fisk confirma: "El ejército israelí
... está demostrando una vez más --como hizo en el Líbano-- que no es la fuerza
de élite que se pretende. Es imposible descartar los abundantes informes de
saqueos en las casas de Ramala (entre otras razones porque esto es exactamente
lo que hacían los soldados israelíes en el sur del Líbano en 1983); y el valiente
profesor universitario israelí, Avi Schaaim, ha denunciado personalmente a Israel
de ejecuciones extrajudiciales en Ramalla".
Otros mensajes describen ambulancias detenidas a balazos, a las que se impide
llegar a su destino; hospitales invadidos por el ejército y personal médico
al que se le impide (a punta de pistola) realizar su trabajo; gente muriendo
desangrada mientras los soldados bloquean el paso con tanques y ametralladoras
al personal de asistencia médica; cadáveres descomponiéndose en los pasillos
de los hospitales (numerosos emails advierten del peligro de brotes de epidemias);
familiares de víctimas a quienes se les prohíbe enterrar decentemente a sus
muertos (un grupo de masacrados tuvo que ser enterrado en un estacionamiento
de Ramala); civiles que se convierten en el blanco de disparos si se aventuran
a salir a la calle; saqueos y destrucciones masivas de viviendas; invasión de
instituciones culturales y destrucción de sus archivos; sistemas eléctricos
de bombeo de agua destruidos para que zonas enteras de las ciudades se queden
sin agua; miembros de la prensa (palestinos y extranjeros) heridos por disparos
israelíes.
Mientras escribo, el 6 de abril, el mensaje más urgente que he recibido hoy
describe una catástrofe en plena expansión: 'Crisis humanitaria deliberadamente
creada alcanza un punto intolerable. 6 de abril, 2002, 11 de la mañana.' El
mensaje pasa a describir seis hospitales de campaña en Nablús con un gran número
de personas en estado grave o crítico, médicos obligados a operar sin apenas
el instrumental mínimo necesario.
En uno de estos centros médicos improvisados los cadáveres se descomponen en
el quirófano mientas los francotiradores israelíes disparan a toda persona que
intente entrar o salir. En Jenín informan que 50 casas han sido seriamente dañadas
con ataques desde helicópteros Apache
Como Nerón, el presidente Bush se ha dedicado a la música mientras Roma es presa
de las llamas. Lo que se necesita es una orden de retirada inmediata y amenaza
de sanciones económicas (eso fue lo que hizo el presidente Eisenhower durante
la crisis del canal de Suez en 1956, resolviéndola inmediatamente). Lo que se
necesita es que Colin Powell se presente allí inmediatamente, no dentro de una
semana o el domingo que viene. Sharón, el gemelo de Milosevic, que da las órdenes
para la ejecución de estas atrocidades, es el mismo criminal de guerra que estaba
al mando de la infame Unidad 101 en octubre de 1953 cuando masacraron a 99 civiles
inocentes en Kibyeh; es el mismo que en agosto de 1977 ordenó la destrucción
de 2000 casas en Gaza y la expulsión de 16,000 civiles durante una campaña de
'pacificación' israelí; es el mismo que supervisaba las Fuerzas de Seguridad
israelíes mientras éstas permitían la masacre de más de 1000 palestinos a manos
de las falanges en los campos de refugiados de Sabra y Shatila (Beirut) en 1982;
el mismo que desencadenó la segunda intifada cuando, escoltado por 1000 soldados,
'visitó' la mezquita de Al Aksa en septiembre de 2000, y al día siguiente las
Fuerzas de Seguridad israelíes dispararon sobre los manifestantes palestinos
en la mezquita.
Tengo edad suficiente para recordar una infancia transcurrida inmediatamente
después de la segunda guerra mundial. Siento una mezcla de dolor, impotencia,
desesperación y rabia hacia Israel, que pretende actuar en mi nombre y usar
el holocausto para absolver sus crímenes, mientras prosigue con su evidente
plan de destruir la economía, las instituciones sociales, políticas y culturales,
y todas las infraestructuras del pueblo palestino. Quienes no denuncian estos
crímenes abominables son cómplices por su silencio. Quienes absuelven o excusan
a Israel por cometerlos, son culpables por asociación.
Título original: Speak Out
Origen: ZNet, 6 de abril de 2002
Traducido por Francisco González y revisado por Germán Leyens
http://www.zmag.org/content/Mideast/cantarowwar.cfm