CIDAF En la noche del miércoles 18 al jueves 19 de septiembre un contingente de soldados atacó simultáneamente las ciudades de Abidjan, Korhogo y Bouaké. Se habló de un motín protagonizado por soldados que se negaban a ser desmilitarizados. En los días sucesivos lo que parecía motín fue convirtiéndose en intento de golpe de estado; incluso, según las autoridades marfileñas, en invasión extranjera o, por lo menos, en intento de desestabilización instigado por algún país o países vecinos. La situación actual es confusa y muy peligrosa: el país se está quebrando y existe el peligro de que el conflicto se regionalice. En todo caso ya ha causado 170 muertos y más de 300 heridos.
Para comprender lo sucedido, habría que remontarse a unos años atrás. Al final de los noventa y en previsión de las elecciones presidenciales que se aproximaban, el entonces presidente HenriKonan Bedié inventó "la autenticidad marfileña", un tipo de nacionalismo que excluía a los residentes de origen extranjero, que son casi un tercio del total. En especial pretendía eliminar de los presidenciales a Alassane Uattara, un norteño musulmán a quien se atribuía una nacionalidad dudosa. Como los norteños son en su mayoría musulmanes y entre los sureños predominan los cristianos, el litigio tomaba giros de confrontación norte-sur, cristianos- musulmanes, marfileños y extranjeros, especialmente los oriundos de Burkina Faso que, entre los inmigrantes, son mayoritarios y además afines a sus vecinos del Burkina.
A finales de diciembre de 1999 el general Gueï protagonizó un golpe de estado que algunos interpretaron como un intento de reconciliar al país. De hecho el nuevo dictador hizo aprobar una nueva constitución que introducía un artículo destinado a eliminar a Alassane Uattara de la competición por la presidencia. El general Gueï intentó adjudicarse la victoria en las elecciones presidenciales, pero el pueblo se sublevó y, con ayuda de la gendarmería, una especie de guardia civil marfileña, derrocó al dictador proclamando vencedor a Laurent Gbagbo, líder del partido socialista. Éste se había aprovechado de la exclusión de Uattara; hay quien considera su presidencia ilegítima.
En el transcurso del 2002, el presidente Gbagbo convocó una cumbre de reconciliación nacional a la que asistieron Konan Bédié (ex presidente derrocado por Gueï, que hasta entonces permanecía en el exilio), Uattara (principal opositor norteño, musulmán, de etnia Diula), el mismo Gueï y el presidente L. Gbagbo. Se llegó a un pacto político y a Uattara se le reconoció su nacionalidad marfileña. Éste aceptó que su partido entrara a formar parte del gobierno.
Parecía que Costa de Marfil había comenzado el camino de su recuperación. Con todo los líderes de las grandes formaciones políticas daban la impresión de estar más preocupados por las futuras elecciones que por hacer frente a los graves problemas que aquejan al país. En todo caso, L. Gbagbo no ha sabido ser el presidente de todos los marfileños.
Pocos días antes del golpe de Estado el general Robert. Gueï había roto su pacto político con el régimen. La primera versión del motín ofrecida por las autoridades presentaba a Gueï como su instigador y explicaba que éste había encontrado la muerte en acción cuando se dirigía a la Radio TV para autoproclamarse jefe de Estado. Ha quedado bien establecido que esta versión es falsa. El general Gueï fue asesinado por la gendarmería que se ha convertido en una especie de guardia pretoriana del presidente. Si Gueï andaba mezclado en algún complot, como algunos sospechan, el golpe que le ha costado la vida a él, a su familia y allegados no era el suyo.
Al poco de desatarse la violencia, Alassane Uattara recibió una llamada telefónica del ministro de defensa Moïse Lida Kuassi asegurándole que le enviaba protección. Cuando llegaron los "protectores" en una tanqueta, ésta derribó la verja de entrada y anduvieron buscando a Uattara por toda la casa y por el jardín. No lo encontraron porque había buscado asilo en la residencia del embajador alemán, vecino suyo. Más tarde, esta vez realmente protegido por un tanque marfileño y por soldados franceses, se trasladó al santuario de la embajada francesa. Durante el día su casa fue saqueada e incendiada. Uattara asegura que sus atacantes, al igual que los que asesinaron a R. Gueï y a su familia, eran gendarmes y hablaban la lengua bété, idioma de la etnia a la que pertenece el presidente Gbagbo. "¿Tiene el presidente a su alrededor extremistas que él no controla?, se pregunta Uattara.
Para entonces el poderoso ministro del interior, Emile Boga Dudu había sido asesinado. Poco después el ex presidente Konan Bedié se refugiaba en la embajada canadiense A la versión del motín y del intento de golpe de estado siguió la versión oficial de un ataque exterior o de un intento de desestabilización instigado por países vecinos no especificados, aunque pronto se señaló a Burkina Faso como principal responsable. Entre los insurgentes hay mercenarios que hablaban inglés, lo que parece indicar la implicación de Liberia e incluso de Sierra Leona.
Los soldados rebeldes, que al principio decían no tener otro objetivo que permanecer en el ejército y la liberación de sus compañeros encarcelados, se han constituido en el "Movimiento Patriótico de Costa de marfil" (MPCM) y han jurado derrocar al presidente L. Gbagbo. Un portavoz del movimiento pretende que su intención es acabar con la discriminación, organizar nuevas elecciones en Costa de Marfil, invalidando así las elecciones del año 2000, que llevaron a Gbagbo y su partido al poder y que fueron impugnadas por muchos. "El objetivo de esta lucha es restaurar la justicia, la paz y la soberanía de la ley entre todos los marfileños.
Queremos una transición muy breve que proporcione a todos los marfileños el derecho a competir en las elecciones". Los rebeldes se quejan de que su avance se ve bloqueado por las tropas francesas.
El apoyo del ejercito francés al gobierno "legal", aparte de aparecer como ingerencia, podría favorecer la partición de hecho del país.
En el aire hay mil interrogantes, sospechas y acusaciones mutuas. Se ha pretendido que lo sucedido en Costa de Marfil no es ni motín ni golpe de estado, sino un arreglo de cuentas entre poderosas facciones opuestas, dentro del régimen. Hay quienes se rinden a la evidencia del intento de golpe, pero se preguntan si algún sector del poder no ha aprovechado la ocasión para eliminar a sus oponentes. La prensa local no ha hecho prueba de objetividad sino que ha seguido echando leña al fuego, cada cual en función de su pertenencia política, geográfica y étnica. Se acusa a Uattara de estar implicado en la sublevación y jóvenes manifestantes exigieron que la embajada francesa lo entregue a las autoridades del país. El embajador francés asegura que fue acogido en la embajada con el beneplácito del gobierno marfileño.
Estamos lejos de saber quienes son los responsables de los diferentes sucesos acaecidos en Costa de Marfil durante estos días, que por cierto no son necesariamente los mismos para todos y cada uno de los desmanes. Sin embargo una serie de certezas se nos imponen. La fisura que ya existía entre norte y sur se ha ensanchado hasta el punto de ruptura. Con la excusa de perseguir a rebeldes ocultos se ha tomado venganza a costa de los inmigrantes oriundos de Burkina y de otros países: sus comercios han sido saqueados y sus viviendas incendiadas. Barrios periféricos enteros han sido destruidos. Son millares los inmigrantes que han tenido que abandonar sus viviendas y refugiarse en centros de acogida de la Cruz Roja o en casas de familiares y amigos. Todas estas brutalidades que son consecuencia de las acusaciones lanzadas contra el extranjero desde el poder, se han cometido con total impunidad y tienen visos de limpieza étnica. "La caza al extranjero es una manera de apoyar al país, de ayudarlo a solucionar la crisis que amenaza su unidad", explican desde el pode bajo cubierto de anonimato. En un país que cuenta con un tercio de residentes de origen extranjero, la mayoría de los cuales se identifica con el norte musulmán y con Burkina Faso, estos antagonismos pueden ser funestos, atizados como están, desde hace tiempo, por la desconfianza mutua, el odio y la impresión que tienen los musulmanes de estar oprimidos. La desafección de este grupo hacia el gobierno es evidente lo que no significa que sean ellos los insurrectos. "Ya no somos RDR, FPI, PDCI o UDPCI; (principales partidos políticos) ahora somos bété, baulé o diula". Con estas palabras un líder del partido de Uattara denuncia la "etnización" de la crisis".
Otra gran certeza es la degradación de las relaciones diplomáticas en la región y el peligro de que se internacionalice el conflicto, con el reato de destrucción y sufrimiento que llevaría consigo. El alzamiento es, sin duda, algo más que un simple motín. Los rebeldes obedecen a una estricta disciplina, respetan a la población, siguen un plan establecido y disponen de armas modernas, de las que carece el ejército local. Alguien dirige y financia la operación, sea desde el interior o desde el extranjero. Al parecer hay envueltos soldados de diversas procedencias lo que facilitaría la regionalización del conflicto. A esto se añade la amenaza de intervención armada, por parte de la Comunidad de África Occidental (CEDAO) si la negociación y el diálogo fracasan. Aunque las autoridades marfileñas prefieren un apoyo diplomático y logístico, el gobierno nigeriano tiene ya sobre el terreno tres aviones de combate y algunossoldados.
La información que llega del extranjero está siendo obstaculizada por el gobierno de Costa de Marfil y los periodistas, tanto extranjeros como los marfileños de periódicos independientes, están siendo acosados y maltratados.
En contra de lo que pretende el ministro de finanzas, la recuperación económica está en entredicho. El sueño de L. Gbagbo de que el año 2003 sería "el año de las empresas y de las inversiones" es, cuando menos, dudoso.
Me parece certera la conclusión del diario de Dakar, Wal al Fadjri: "Mientras que la Costa de Marfil no se mire en el espejo para decirse la verdad yestablecer un juego político democrático, que consiga un poder fuerte porque legítimo y mayoritario más allá de las fidelidades étnicas, estará a la merced de golpes como el del motín de Bouaké y Korhogo. Un mal menor que precede a una guerra civil".