La inquietante alianza entre la derecha cristiana
norteamericana y la derecha judía.
Ibrahim Warde
Tras un enfrentamiento de larga duración histórica, la derecha
cristiana norteamericana y la derecha nacionalista judía se han aliado
contra un enemigo común que constituye claramente la encarnación
del mal: el Islam. La traducción política de la dimensión
profética de las religiones cristiana y judía no haría
más que agravar la perspectiva de un futuro convulso y sin esperanza
de paz entre estas tres civilizaciones que rivalizan entre sí.
El dios del islam no es nuestro dios, y el islam es una religión muy
dañina y perversa". De ésta manera se expresaba el reverendo Franklin
Graham en octubre de 2001. Quiso el azar que, varias semanas después,
el público descubriese que su padre, el reverendo Billy Graham, sin duda
el predicador más respetado, acostumbraba a hacer declaraciones igualmente
ofensivas sobre los judíos. La grabación de una conversación
privada mantenida en 1972 con Richard Nixon en el despacho Oval de la Casa Blanca,
acababa de hacerse pública. El pastor -que era amigo íntimo y
consejero espiritual de todos los presidentes desde los años cincuenta-
se quejaba (entre otras cosas) de la influencia de los judíos en los
medios de comunicación: "Hay que acabar con esta esta influencia, si
no el país está perdido". Bill Graham presentó sus "sinceras
disculpas" por declaraciones "que no reflejaban en nada su pensamiento", y recordó
que él siempre había apoyado sin reticencias al Estado de Israel.
El heredero de su imperio de predicación no ha intentado atemperar sus
declaraciones antimusulmanas. Al contrario, las ha acentuado.
El paso del antisemitismo a la islamofobia es más sorprendente aún
en el caso del pastor Pat Robertson. en una obra publicada en 1960, se alzaba
contra "los judío liberales que en estos cuarenta últimos años
se han dedicado a reducir la influencia cristiana en la vida pública
norteamericana". Desde entonces, el célebre telepredicador se ensaña
sobre todo con los musulmanes: "Quieren coexistir hasta que puedan controlar,
dominar y luego, si es necesario, destruir". En julio de 2002, el mismo Pat
Robertson recibiía el premio de los amigos de Israel concedido por la
Organización sionista de América.
Este interés por Oriente Próximo no es reciente. Desde el siglo
XIX, la región era una tierra de misión para numerosas iglesias
protestantes, algunas de la cuáles no habían visto con buenos
ojos la creación del Estado hebreo. Sólo los grupos fundamentalistas
--que hacían una lectura literal de los textos sagrados-- veían
en la creación de Israel la realización de las profecías
bíblicas. Y como en el caso del pastor Billy Graham, el "sionismo cristiano"
podía coexistir tranquilamente con el antisemitismo, del que se nutría
en ocasiones.
UNA ALIANZA ESTRATÉGICA
Es preciso remontarse a los años setenta para comprender el fuerte ascenso
de la derecha cristiana y su alianza con Israel. Las convulsiones sociales,
políticas y económicas de la época crearon el caldo de
cultivo necesario para las agrupaciones religiosas reaccionarias como la Mayoría
moral del pastor Jerry Falwell. En Israel, el Likud, partidario del "retorno"
a toda la tierra Israel (Ertz Israel) bíblica, había accedido
finalmente al poder. En 1978 y 1979, el reveréndo Falwell viajó
a Tierra Santa, invitado por el ministro Menahem Begin. Fue tal la sintonía
entre ambos que en 1980 el pastor fue honorado con la medalla Vladimir Jabotinsky
(del nombre del fundador del sionismo "revisionista" y mentor de Begin).
Estos años estuvieron igualmente marcados por convulsiones en el seno
de la comunidad judía norteamericana. Dos de sus principales representantes,
Irving Bristol y Norman Podhretz, rompían con la tradición "liberal"
(con el sentido norteamericano de progresista) en la que los intelectuales judíos
se habían inscrito durante mucho tiempo. Tras haber militado por los
derechos cívicos, la "discriminación positiva" y las buenas relaciones
con la Unión Soviética, volvían a dar un nuevo giro espectacular,
fundando de esta manera el movimiento neoconservador. Numerosos puntos en común
--la crítica del Estado providencia, el retorno a los "valores tradicionales",
el anticomunismo puro y duro, y el apoyo sin reservas al Likud-- los acercaban
a partir de ese momento a la derecha cristiana.
La elección de Ronald Reagan en 1980 consagó esta alianza. Los
neoconservadores ejercían entonces la función de intelectuales
de la corte, mientras que el nuevo presidente designaba a su Gabinete de fundamentalistas
militantes. El secretario del Interior James Watt explicaba que la polución
del planeta no debía ser una preocupación pues "la vuelta del
Señor está cerca". Y fue ante la Asociación nacional de
grupos evangélicos donde el presidente pronunció su célebre
discurso en el que calificaba a la Unión Soviética de "imperio
del mal".
Durante la etapa de Bush padre y y de Clinton, el retroceso de estos grupos
fue sólo aparente: aunque los neoconservadores y la derecha cristiana
eran menos visibles, seguían influyendo en el panorama político
e ideológico. en 1989, considerando su "misión cumplida", el revendo
Falwell había abandonado a su Mayoría moral. Por otro lado, las
iglesias fundamentalistas estaban debilitadas por el escándalo de los
telepredicadores evangelistas, y el "lobby" israelí AIPAC (American Israel
Public Affaire Comite) sufría una de sus raras derrotas. De hecho, el
presidente Bush se había opuesto a garantizar un préstamo de 10.000
millones de dólares, mientras el primer ministro Ytzak Shamir continuase
con su política de apoyo a las colonias en los territorios ocupados.
EL ENEMIGO COMUNISTA Y EL ENEMIGO ÁRABE
Además, la caída del comunismo restaba un argumento a los defensores
de movimientos anticomunistas en América central (numerosos entre los
fundamentalistas) así como al argumento geoestratégico en favor
de Israel ("único estado democrático y estable en una región
amenazada por la Unión Soviética"). El APAC se propuso ampliar
su radio de acción: más que concentrar sus esfuerzos en estados
de numerosa población judía (Nueva York, California, Florida,
Illinois), el "lobby" proisraelí creaba entonces alianzas en todo el
país, incluidos los lugares en que la población judía era
casi inexistente. Durante la etapa de Clinton, las travesuras del presidente
y sobre todo la batalla de "impeachment" unieron de nuevo a los neoconservadores
y a la derecha fundamentalista en una liga por la virtud generosamente financiada
y muy bien organizada.
Con la ayuda de la fiebre milenarista, las elecciones presidenciales de 2000
marcaron el gran retorno de dios al debate político. El candidato republica
George W. Bush declaró que su filósofo político preferido
era Jesucristo, mientras que su rival Al Gore anunciaba que antes de tomar una
decisión difícil se preguntaba: "¿Qué habría hecho
Jesús?". Al escoger como miembro de la misma candidatura al senador Joseph
Lieberman, un judío ortodoxo conocido por su discurso moralizador, dio
una alegría a todos los integristas.
Pero fueron sobre todo los atentados del 11 de septiembre de 2001 los que cimentaron
la alianza de los neoconservadores y los fundamentalista, empeñados ambos
en convertir el "choque de civilizaciones" en una profecía autorealizadora.
El islam era considerado, de hecho, el nuevo imperio del mal. El discurso machacado
hasta la saciedad por los medios de comunicación retomado por casi todos
los parlamentarios norteamericanos adoptaba las tesis del Gobierno israelí:
como Yasser Arafat es "el Ben Laden de Israel", los dos países están
unidos en un mismo combate. Por otro lado, son los miembros de la línea
dura cercanos a Israel (como el secretario adjunto de Defensa Paul Wolfowitz
o el estratega del Pentágono Richard Perle) quienes han presidido la
nueva puesta al día de la doctrina de defensa: en lo sucesivo, Estados
Unidos procederá a ataques preventivos contra los países capaces
de dotarse de armas nucleares, biológicas o químicas --de ahí
la urgencia de un "cambio de régimen" en Iraq.
Todos los nombres importantes de la derecha cristiana --Ralph Reed, Gary Bauer,
Paul Weyrich etc-- se han sumado a la nueva cruzada, a menudo teleguiada por
Israel. De tal manera que ha sido el propio Ariel Sahron quien ha querido que
el rabino Yechiel Eckstein, fundador del International Fellowiship of Christians
and Jews, contratase al Ralph Reed, antiguo presidente de la Coalición
cristiana para predicar la palabra de Dios: 250.000 cristianos han enviado de
este modo 60 millones de dólares a Israel. Asimismo, la organización
Christians for Israel/USA ha financiado la inmigración de 65.000 judíos,
con el objetivo de realizar, al decir de su presidente, el reverendo James Hutchens,
"la llamada de Dios que consiste en ayudar al pueblo judío a volver a
reinstaurar el Estado de Israel".
"LOS QUE NO ESTÁN CON NOSOTROS ESTÁN CONTRA NOSOTROS"
La retórica del presidente Bush ("los que no están con nosotros
están con los terroristas", "nosotros somos buenos", etc) ha favorecido
un discurso binario y maniqueo que coincide con los esquemas del pensamiento
de los integristas. Según un sondeo reciente de Time/CNN, el 59% de los
norteamericanos piensan que los acontecimientos descritos en el Apocalipsis
se van a producir, y el 25% cree que los atentados del 11 de septiembre estaban
predichos en la Biblia. De ahí el gran éxito de la serie "left
Behind" (50 millones de ejemplares vendido): diez volúmenes a medio camino
entre la novela de anticipación y la guía práctica para
el fin de los tiempos, que pretenden ofrecer las claves de los misterios del
Apocalipsis.
En algunos medios fundamentalistas, la intransigencia de Ariel Sharon y su espíritu
guerrero son acogidos con exaltación. ¿No es esta visita --de pura provocación--
del 28 de septiembre de 2000 al monte del Templo (la explanada de las Mezquitas)
la que desencadenó el ciclo de violencia cuyo fin parece no llegar nunca?.
Ahora bien, según las Escrituras es sobre este lugar sagrado donde se
erigirá el Tercer Templo, preludio de las sangrantes guerras escatológicas.
En estas condiciones, una solución pacífica o concesiones territoriales
podrían comprometer --o retardar-- la realización de las profecías.
Como ha señalado el Pastor Hutchens: "No puede haber paz antes del advenimiento
del Mesías".
A pesar de su aparente solidez, la alianza entre extremistas y fundamentalistas
cristianos se basa en un malentendido. el teólogo Harvey Cox lo afirma:
"Si yo estuviese en el lado isaraelí, sería extremamente prudente".
De hecho, la cronología planteada por los fundamentalistas ofrece razones
para la preocupación: en primer lugar las plagas, los sufrimientos y
las guerra; luego la reconstrucción del Templi y la llegada del Anticristo;
por último, el segundo advenimiento del Mesías y el combate final
en Jerusalén entre el Bien y el Mal. Los Justos serán entonces
conducidos en estado de arrobamiento al cielo. Las dos terceras partes de los
Judíos serán convertidos, los otros serán eliminados o
abocados a la condena. Para algunos, el fin del mundo está, además,
más cerca de lo que parece. En enero de 1999, el reverendo Jerry Falwell
declaraba que el advenimiento del Mesías podría producirse en
los diez próximos años. También afirmaba que el Anticristo
estaba ya entre nosotros, y que era "Judío y varón".
* Le Monde Diplomatique