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6 de marzo del 2002
Detrás de la ruptura
Marina Menéndez Quintero, Juventud Rebelde
Los escenarios inmediatos a la ruptura del diálogo con las guerrilleras
FARC son los esperados: la guerra, como era previsible, se ha agudizado en Colombia,
y la paz, por ahora, parece atrapada en un callejón sin salida.
Pero esa sería una verdad demasiado sencilla para recoger toda la intensidad
y la diversidad de matices que cobra el problema colombiano día a día
después del reciente rompimiento: cambios cualitativos dados en la definición
del conflicto podrían tener, consecuentemente, cambios en la materialización
del enfrentamiento.
Ya antes de que el gobierno decretase roto el proceso negociador por el secuestro
de un senador, adjudicado a las FARC, eran recurrentes los rumores en Washington
acerca de un mayor involucramiento de Estados Unidos en Colombia.
Divididos entre la posibilidad de otro Vietnam —lo que representaría
la injerencia directa— u otro Salvador, plasmado en una incrementada y multimillonaria
ayuda financiera a las fuerzas armadas colombianas, los analistas parecían
adivinar lo que se avecinaba: un recrudecimiento de la guerra que ciertos sectores
de Estados Unidos alientan y aprovechan.
En la medida en que se reitera en Colombia la definición de terrorista
que ya había dado la Casa Blanca a las FARC, al también insurgente
ELN y a los paramilitares de las Autodefensas Unidas, suben de tono en Washington
las declaraciones de quienes estiman que el Pentágono debe tener un papel
más activo en la guerra.
VIVAN LAS ARMAS
Por otro lado, el operativo militar Tánatos (La Muerte), puesto en vigor
por las Fuerzas Armadas dos horas después de la ruptura, para desalojar
a la insurgencia de la llamada zona de distensión, ha plagado de bombas
el área y hecho más azarosa la vida de la población rural
asentada en esos enclaves.
Un reciente comunicado de los comandantes miembros de la Comisión Negociadora
de las FARC, dijo el viernes que durante la última semana se arrojaron
centenares de bombas de 250 y 500 kilogramos, causantes de incendios forestales,
destrucción de carreteras, puentes y casas de campesinos así como
de la muerte de tres civiles.
En el ínterin, el secuestro de una de las aspirantes en los próximos
comicios de Colombia, la ex senadora Ingrid Betancourt —del que se responsabiliza
también a las FARC— ha añadido tensiones al panorama bélico
y político.
Declaraciones provenientes del grupo guerrillero, han advertido que el plagio
de Betancourt tendría el fin ulterior de presionar por la Ley de Canje,
una legislación solicitada insistentemente por las FARC para lograr la
liberación de los guerrilleros confinados por el gobierno en cárceles
comunes, sin estatus político.
En ese propósito, y para darle aire a una negociación que llevaba
ya casi tres años con muchos pasos a favor pero sin un resultado concreto,
las FARC procedieron a mediados del 2001 a la liberación unilateral de
más de 300 policías y militares capturados en combate.
Entonces, la comandancia guerrillera arguyó que mantendría en
su poder a una cincuentena de oficiales hasta que sus compañeros fueran
liberados. Pero la demanda es todavía expectativa incumplida y ahora,
más de un aspirante al legislativo, que también estará
en liza en los próximos meses, suspendió sus actividades de campaña
por temor a formar parte de "los canjeables".
Ello es otro punto que contribuye a hacer de la realidad colombiana una vivencia
aún más dramática que el gobierno de Andrés Pastrana
alega para reclamar ayuda internacional contra la insurgencia.
El periódico colombiano El Tiempo editorializó este sábado
que el presidente "parece decidido a reorientar, hacia el combate al grupo guerrillero,
el apoyo internacional que pidió al proceso de paz.
Según el diario, en su acostumbrada alocución radiotelevisada
de los viernes, el mandatario dijo haber recibido el apoyo firme de la comunidad
internacional en relación con el rompimiento de las conversaciones, pero
expresó que ese respaldo no ha sido suficiente.
"Les hemos solicitado que obren con coherencia frente a la actitud terrorista
de las FARC y que asuman su responsabilidad en la lucha contra el narcotráfico,
que es el gran financiador de la violencia en Colombia."
DEL NARCO AL TERROR
Aunque, ante quienes alegan que Colombia necesita más "protección",
el presidente W. Bush ha respondido evasivo, no debe dudarse que su actitud
pueda cambiar. Incluso, es probable que una decisión congresional lo
forzase a variar la óptica y dejar a un lado las trabas legislativas
que, recordó, impiden desviar hacia otro fin, la ayuda concedida a Colombia
desde el mandato de Clinton en virtud del enfrentamiento al narcotráfico.
Una posible fórmula conciliatoria de los dos caballos de batalla usados
por Estados Unidos en Latinoamérica —el narcotráfico y, ahora,
la novísima lucha contra el terror—, podría resultar la nueva
propuesta del Departamento de Estado.
Tras reiterar el carácter terrorista adjudicado a las FARC, el ELN y
los paramilitares, el Reporte sobre la Estrategia de Control de Narcóticos
Internacionales "recordó" que esos grupos "controlan gran parte de la
producción y distribución de narcóticos, logrando enormes
ganancias".
Así, el informe se pronuncia por "un programa antiterrorista reforzado
para Colombia en el 2002" que apoye "los esfuerzos de entrenamiento comenzados
en el marco del Plan Colombia".
A largo plazo, ese podría ser el mal peor: una profundización
de la "ayuda" norteamericana que no solo dotaría de más y mejores
armas al ejército colombiano sino que, además, justificaría
una mayor presencia de los halcones del Comando Sur enviados como asesores;
la apertura quizá de nuevas bases militares como las de Manta o Tres
Esquinas, o la proliferación de radares para mantener vigilados y a raya
a los colombianos y a sus vecinos de la región.
En fin, una puerta abierta a Estados Unidos, ahora, con entrada más expedita.
internac@jrebelde.cip.cu