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Latinoamérica

13 de marzo del 2002

Perú: Polay, diez años después

Enrique Chávez, Caretas

Recluido en la celda que ocupa en la Base Naval, Víctor Polay Campos, líder del MRTA, rompe su silencio por primera vez desde la captura en 1992.

En las últimas tres semanas, Víctor Polay Campos habría perdido unos diez kilos de peso. Al cierre de la presente edición, continúa la huelga de hambre que el número uno del MRTA lleva a cabo junto a los otros cinco condenados por terrorismo de la Base Naval y cientos de presos más en el resto del país. Con el correr de los días, el adelgazamiento no parece traducirse en señales de blandura.
Hace unas semanas, CARETAS logró hacer llegar un cuestionario a Polay. Por las casi inexpugnables condiciones de seguridad debió arribar comprimido, como si se tratara de las herramientas de un escolar copión. Y Polay respondió, de puño y letra, desde su estrecha celda. Es su primer contacto con la prensa desde que fue capturado el 9 de junio de 1992. Este es el singular testimonio del cabecilla de uno de los violentos movimientos subversivos que azotaron al Perú en las décadas de 1980 y 1990. Del prisionero que fue amenazado con ser fusilado, del responsable de actos de terrorismo para cuyas víctimas no tiene aún palabras de pesar. Del hombre condenado a purgar prisión por el resto de sus días.
-No es la primera vez que usted se declara en huelga de hambre. ¿Qué hace diferente a ésta?
-La primera huelga que hicimos en la Base Naval -por 30 días- fue en setiembre y octubre del '99, en pleno auge de Fujimori-Montesinos, luego la volvimos a hacer en mayo del 2000 por tres semanas. Buscábamos ligarnos a las luchas de nuestro pueblo por la democracia, nuestro mensaje era que incluso en las celdas-tumbas donde estábamos aislados los presos del MRTA se podía y debía resistir. Con el gobierno de Paniagua, que inició un proceso de democratización del país y de respeto a los derechos de los presos, consideramos inconveniente hacerle una huelga de hambre. Hoy lo hacemos porque el ministro de Justicia Fernando Olivera ha demostrado un profundo desprecio al pedido de diálogo y a las reivindicaciones de los presos políticos.
-¿Cuáles han sido sus momentos más difíciles en prisión?
-El 11 de junio del '93 vino a mi celda el almirante Antonio Ibárcena Amico y me dijo que había alguien que quería hablarme y me recomendó que escuchara con atención porque de ello dependía mi futuro. Ese "alguien" resultó ser Vladimiro Montesinos, que en resumen me informó que se había decidido mi fusilamiento, pero que podía ser conmutado si apoyaba al Gobierno de Reconstrucción. Al negarme a semejante claudicación se molestó y me gritó que mi familia ya podía irme comprando un ataúd en la funeraria Merino. Desde ese día, hasta a mediados del '94, que tuve la primera visita de mi madre, me acostaba pensando que cualquier madrugada podían sacarme para pasar ante el pelotón de fusilamiento.
-¿Cómo se produjeron los acercamientos con los miembros de Sendero Luminoso para poder tener un frente unido en esta huelga de hambre? ¿Cuáles son los límites de esta unión?
-No existe ningún frente unido con Sendero Luminoso. Esta huelga une a 2,500 presos políticos que pedimos la derogatoria de las leyes anticonstitucionales, nuevos juicios, la restitución de beneficios penitenciarios y el respeto a las sentencias de la Corte Interamericana (de Derechos Humanos), entre otros. Además, los presos del MRTA tenemos nuestra propia plataforma donde pedimos como primer punto el juicio y sanción de Fujimori y Montesinos por los crímenes en la casa del embajador japonés.
-Hace diez años calificó a Sendero como la versión peruana de Pol Pot. ¿Considera hoy que tanto ellos como ustedes son del mismo tipo de presos?
-Son de conocimiento público las enormes diferencias ideológicas y políticas que tenemos con SL. Por ejemplo, en el proceso de la guerra muchas veces sufrimos el accionar dogmático y brutal que SL ejerció contra las organizaciones populares que no se sometían a sus dictados. Durante la dictadura, a diferencia de SL -que propuso el Acuerdo de Paz- el MRTA descartó cualquier compromiso con el gobierno más corrupto y criminal de nuestra historia y estuvimos en las primeras líneas de combate en la ciudad y el campo. En las cárceles, la dictadura se ensañó contra los presos del MRTA y en particular con los que estábamos en la Base Naval. En esta lucha perdimos líderes populares de la talla de Néstor Cerpa Cartolini, compañeros inolvidables como Rolly Rojas y Tito. A pesar de estas diferencias con SL no se les puede negar su condición de presos políticos.
-Usted justificaba la subversión por la situación social del país. ¿Volvería a hacer lo mismo hoy?
-Pensamos que lo más importante ha sido la lucha por la caída de la dictadura y el inicio de la democratización con el gobierno de Paniagua. Sin embargo, vemos con preocupación las marchas y contramarchas del gobierno de Toledo. Hoy la lucha es por profundizar este proceso de democratización.
-De algunos escritos recientes de Abimael Guzmán se desprende una "salida del repliegue", primero de modo político. ¿Usted ha pensado en algún tipo de movida similar para el MRTA?
-No conozco esos escritos, pero creo que en las actuales circunstancias se impone como necesidad fundamental la rearticulación y fortalecimiento del movimiento popular y sentar las bases para una alternativa política del conjunto de la izquierda peruana.
-¿Es cierto que usted y Peter Cárdenas no tienen en la actualidad mayor contacto y están distanciados?
-No. Lo que pasa es que en una relación de más de 20 años existen momentos de mayor o menor acercamiento. Por ejemplo ahora, para iniciar la huelga, Miguel Rincón, Peter y yo hemos enviado una carta a Toledo donde le planteamos nuestras demandas y nuestra disposición al diálogo. En esto estamos unidos.
-El MRTA tuvo siempre más relaciones políticas que SL. ¿Consideran establecer vínculos con las FARC?
-Nuestras visiones han sido siempre muy amplias, en la visión de América Latina como la "Patria Grande". Hoy vemos con simpatía y expectativa a los Zapatistas de México, a nuestros hermanos de las antiguas guerrillas de El Salvador, Guatemala, al movimiento social e indígena del Ecuador, los Tupamaros, el Frente Amplio de Uruguay. Al PT de Lula y los Sin Tierra en Brasil, las Asambleas Populares de Argentina, etc... Vemos también con preocupación el Plan Colombia que busca la paz, pero de los cementerios frente a la insurgencia guerrillera de las FARC y el ELN, que tienen más de 40 años.
-El MRTA pasó anteriormente por varios cismas. ¿Usted conserva un liderazgo sólido hoy en día?
-Nunca tuvimos un cisma, sólo pequeños desprendimientos sin mayor trascendencia. Desde mi captura en el '92 no he tenido oportunidad de relacionarme y menos dialogar con mis compañeros de los distintos penales ni con los que están en libertad. Lo que sí puedo decirle es que a pesar de mi carcelería inhumana y los ofrecimientos para mejorarla supimos defender nuestros principios y responder a la confianza de los compañeros que me eligieron como su Comandante General. Nadie podrá decir que el jefe del MRTA, en manos de sus adversarios, fue cobarde o desertor.
-En 1989 usted dijo que "ningún industrial debe ser considerado como víctima". Es difícil no considerar eso como terrorismo.
-Jamás dije esa frase, nosotros siempre hemos defendido la industria y la producción nacional. Lo que sí rechazamos fue a los empresaurios de entrañas antinacionales y antipopulares.
-¿Se mantiene en la posición de negar la condición terrorista de su agrupación?
-Durante el conflicto interno siempre tratamos de ser cuidadosos con el respeto a los derechos humanos y las leyes de la guerra. Ni el más encarnizado enemigo del MRTA puede acusarnos de delitos de genocidio o de lesa humanidad o de haber participado de la guerra sucia. Autocríticamente, sin embargo, debemos reconocer que cometimos errores, pero nunca como una política deliberada o sistemática.
-¿Se arrepiente de haber ordenado asesinatos y de contribuir a la espiral de violencia que se desató en nuestro país?
-La violencia en el Perú no la inició el MRTA. Nuestra patria sufre una violencia social y crisis estructural desde comienzos de la República, y una violencia política periódica. En ese contexto el MRTA actuó como una organización en armas que buscaba el cambio social, sin embargo nunca descartamos el diálogo político que pudiera evitar llevarnos a una guerra civil. Así, por ejemplo en 1985, respetuosos de la voluntad popular expresada en las urnas declaramos una tregua unilateral al gobierno de Alan García, para que pudiera cumplir con sus compromisos electorales, la que duró hasta la masacre de los penales. A Fujimori también le planteamos el diálogo a través de uno de sus congresistas en agosto del '90, pero no prosperó porque respondió que el único diálogo posible era el de la rendición.
- ¿Está dispuesto a morir para hacer escuchar sus reclamos?
- Siempre hemos asumido las consecuencias de nuestros pensamientos y actos.




La Verdad de la Comisión
A partir de la próxima semana, la Comisión de la Verdad iniciará una jornada de conversaciones con los presos de la Base Naval, intentando desentrañar las motivaciones que los llevaron a desatar la violencia que desmembró al Perú en los años pasados. En medio de especulaciones sobre rebrotes del accionar subversivo y denuncias sobre nexos locales con las Farc de Colombia, es apenas lógico aguzar los sentidos. En lo que respecta a la huelga de hambre, los senderistas parecen estar igualmente sólidos. A nuestra redacción llegó una carta de las mujeres de esa agrupación, recluidas en el Pabellón B del penal chorrillano de máxima seguridad. Allí se lee que "nos hemos visto en esa necesidad ya que hace más de un año estamos demandando que el gobierno inicie el tratamiento de los problemas derivados de la guerra interna". Es por todo lo anteriormente expuesto que se justificó saltar las muchas barreras de la Base y lograr que, bolígrafo mediante, Víctor Polay rompiera su silencio...
Los Números Emerretistas
El MRTA fue fundado en 1982 pero la gran concentración de sus acciones se produjo entre 1985 y 1995. Durante aquel período, provocó un total de 1,852 atentados, incluyendo operaciones militares, de sabotaje y asesinato. Además, produjeron 2,232 actos proselitistas no violentos. Hasta 1996 fueron capturados más de 1,300 de sus integrantes, lo que provocó que el gobierno de Alberto Fujimori se adelantara en expedirle el certificado de defunción. En diciembre de ese año se produjo la dramática toma de la residencia japonesa, que culminó luego de 126 días, con un rehén, dos comandos y los 14 emerretistas muertos. (Fuente, Comando Conjunto de las FF.AA.).
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