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26 de marzo del 2002
Cultura de paz
Leonardo Boff
Servicio Informativo "alai-amlatina"
La cultura dominante, hoy mundializada, se estructura alrededor de la
voluntad del poder que se traduce como voluntad de dominación de la naturaleza,
del otro, de los pueblos y de los mercados. Esa es la lógica de los dinosaurios
que creó la cultura del miedo y de la guerra. Las fiestas nacionales
y sus héroes están ligados a los hechos de guerra y de violencia.
Los medios de comunicación llevan al paraxismo la magnificación
de todo tipo de violencia, bien simbolizada por el "exterminador del futuro".
En esta cultura, el militar, el banquero y el especulador valen más que
el poeta, el filósofo o el santo. En los procesos de socialización
formal e informal, ella no crea mediaciones para una cultura de paz. Y siempre
de nuevo remite a la pregunta que, de forma dramática, Einstein formuló
a Freud en los tiempos de 1932: ¿es posible superar o controlar la violencia?
Freud, muy realista, responde: "Es posible para los hombres controlar totalmente
el instinto de muerte... Hambrientos pensamos en el molino que tan lentamente
muele, que podríamos morir de hambre antes de recibir la harina".
Sin detallar el asunto, diríamos que por detrás de la violencia
funcionan poderosas estructuras. La primera de ellas es el caos siempre presente
en el proceso cosmogénico; la evolución incluye violencia en todas
sus fases. Posiblemente la inteligencia nos fue dada también para ponerle
límites y conferirle un sentido constructivo.
En segundo lugar, somos herederos de la cultura patriarcal que instauró
la dominación del hombre sobre la mujer y creó las instituciones
del patriarcado asentadas sobre mecanismos de violencia como el Estado, las
clases, el proyecto de la tecno- ciencia, los procesos de producción
como objetivación de la naturaleza y su sistemática depredación.
Esa cultura patriarcal gestó, en tercer lugar, la guerra como forma de
solución de los conflictos. Sobre esta vasta base se formó la
cultura del capital, hoy globalizada; su lógica es la competencia y no
la cooperación, por eso, genera permanentemente desigualdades, injusticias
y violencias. Todas estas fuerzas se articulan estructuralmente para consolidar
la cultura de la violencia que nos deshumaniza a todos. A esa cultura de violencia
hay que oponer la cultura de la paz. Hoy ella es imperativa.
Es imperativa, porque las fuerzas de la destrucción están amenazando,
por todas partes, el pacto social mínimo sin el cual retornamos a niveles
de barbarie. Es imperativa porque el potencial destructivo ya montado puede
amenazar toda la biosfera e imposibilitar la continuidad del proyecto humano.
O limitamos la violencia y hacemos prevalecer el proyecto de la paz o conoceremos,
al límite, el destino de los dinosaurios.
¿Dónde buscar las inspiraciones para una cultura de paz? Más que
imperativos voluntaristas, es el propio proceso antropogénico el que
nos provee indicaciones objetivas y seguras. La singularidad del 1% de carga
genética que nos separa de los primates superiores reside en el hecho
de que nosotros, a diferencia de ellos, somos seres sociales y cooperativos.
Al lado de estructuras de agresividad, tenemos capacidad de afectividad, compasión,
solidaridad y amor. Hoy es urgente que desentrañemos tales fuerzas para
conferir un rumbo más positivo a la historia. Toda demora es insensata.
El ser humano es el único ser que puede intervenir en los procesos de
la naturaleza y codirigir la marcha de la evolución. El fue creado creador.
Dispone de recursos de reingeniería de la violencia mediante procesos
civilizatorios de contención y uso de la racionalidad. La competitividad
continúa valida pero no en el sentido de lo mejor ni de destrucción
del otro. Así todos ganan y no sólo uno.
Hace mucho que filósofos de la talla de Martin Heidegger, rescatando
una antigua tradición que remonta a los tiempos de César Augusto,
ven en el cuidado la esencia del ser humano. Sin cuidado él no vive ni
sobrevive. Todo precisa de cuidado para continuar existiendo. Cuidado representa
una relación amorosa con la realidad. Donde rige el cuidado de unos hacia
otros, desaparece el miedo, origen secreto de toda violencia.
La cultura de la paz comienza cuando se cultiva la memoria y el ejemplo de figuras
que representan el cuidado y la vivencia de la dimensión de la generosidad
que nos habita, como Gandhi, Mons. Helder Cámara, Luther King y otros.
Importa que hagamos las revoluciones moleculares (Gatarri), comenzando por nosotros
mismos. Cada uno establece como proyecto personal y colectivo la paz como método
y como meta, paz que resulta de los valores de la cooperación, del cuidado,
de la compasión y de la amorosidad, vividos cotidianamente.
* Leonardo Boff, teólogo brsileño, es escritor y autor de A
oração de S. Francisco, uma mesagem de paz para o mundo atual.