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La larga noche de América Latina
Luego de dos décadas de mentiras, y de promesas incumplidas, tras
el canto de sirenas de la doctrina neoliberal, América Latina llegó
a las negociaciones del ALCA en la más extrema debilidad
Por Renato Recio
Trabajadores - Cuba
Cientos de millones de latinoamericanos, aguijoneados por la dura realidad
que viven, comienzan a preguntarse cómo ha sido posible que luego de
tantos créditos recibidos, tanta demolición del "viejo"
modelo estatal, tantas ventajas para la inversión de capitales foráneos,
tanta venta de empresas nacionales y tanta disciplina en el acatamiento de los
ajustes reclamados por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial,
no se observe luz alguna al final del túnel, sino más bien la
oscuridad más absoluta.
La economía de América Latina creció en los ochenta un
raquítico uno por ciento como promedio anual, pero el discurso neoliberal
del capitalismo les aseguró a los pueblos que era necesario un período
de sacrificios después del cual, si continuaban privatizando la propiedad
estatal, pagando puntualmente la deuda externa y favoreciendo las inversiones
extranjeras, habría pan y libertad para todos.
La década de los noventa multiplicó los sacrificios de la población,
expresados en más pobreza, más desempleo y más injusticia
social, pero el crecimiento de la economía no pasó del tres por
ciento promedio anual, exactamente la mitad de lo que se hubiera necesitado
para comenzar a disminuir la trágica situación en que viven 224
millones de personas pobres, de las cuales 90 millones son indigentes.
Sin embargo, lo peor es que ese insuficiente crecimiento de la pasada década
ha agotado las fuentes que lo hicieron posible.
El flujo de capitales extranjeros conseguido por la vía de las privatizaciones
se detendrá después de haber vendido todas las empresas nacionales
apetecibles.
El endeudamiento de la región es tan elevado que parece estar llegando
a los límites de riesgos admisibles para los zares del capital financiero
internacional. El flujo de inversiones de capital extranjero, cuya tercera parte
ha sido, en los últimos tiempos, de capitales especulativos de corto
plazo, y que en conjunto extraen de la región enormes utilidades, apunta
hacia una tendencia decreciente.
Ya en el año 2000 la inversión extranjera en América Latina
registró una fuerte baja: alcanzó solamente 74 mil millones, contra
93 mil millones el año anterior.
Por otra parte, el Fondo Monetario Internacional ha reducido su pronóstico
de crecimiento para América Latina en el presente año, por el
impacto que tendrá sobre el área la desaceleración de la
economía de Estados Unidos.
La cifra mencionada de inversiones extranjeras sirve para apreciar hasta qué
punto la deuda externa latinoamericana constituye un crimen económico
monstruoso, perpetrado con toda impunidad por el imperialismo y su doctrina
neoliberal.
América Latina debe ahora 750 mil millones de dólares, mientras
en 1985 la deuda era de 300 mil millones. Pero el problema no es tanto lo que
se debe como la forma en que se paga.
Entre 1992 y 1999 los pueblos latinoamericanos abonaron por los servicios de
esta deuda 913 mil millones de dólares, mucho más que el capital
inicial recibido, y en promedio anual mucho más que los ingresos por
inversiones extranjeras, presentadas por los gobiernos locales nada menos que
como la vía para acceder al desarrollo y a la prosperidad.
El neoliberalismo llegó a los pueblos latinoamericanos con la promesa
de liberarlos de los males de una práctica estatal burocrática
y opresora, pero convirtió al Estado en un recaudador de impuestos con
los que pagar la deuda externa, en un cancerbero de los negocios extranjeros,
y en un cómplice absoluto del capital en su explotación del trabajo
y del interés privado contra el interés público.
No ha habido pan ni ha habido libertad, puesto que la democracia que Estados
Unidos certifica como real en todos los países del área, menos
Cuba, es exactamente la que permitiría a los gobiernos, en nombre del
"libre comercio", concertar los acuerdos del ALCA y vender la soberanía
y el futuro de las naciones, sin consulta alguna con sus pueblos.
Pero tanta mala experiencia neoliberal -y el ALCA es la quintaesencia grosera
del neoliberalismo- si bien ha debilitado al extremo la capacidad de los gobiernos
para enfrentarse al imperio norteamericano, ha terminado por hacer crecer la
indignación de los pueblos por tantos años de manipulación
y engaño ideológico. Quizás este desengaño doloroso
lleve inevitablemente a la lucha por cambios radicales y se confirme en la sociedad
latinoamericana el ciclo natural de las auroras: mientras más oscura
la noche, más cerca está el amanecer.