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6 de marzo del 2002
Pagina12/WEB
Por Carlos Polimeni
"Escribo para que me lean, para que me quieran" Recluido en una casa de Los
Angeles, escribe sus memorias. Es una figura clave de la literatura del siglo
XX y al tiempo un enorme éxito de mercado. Estuvo una sola vez en la
Argentina, hace 35 años, pero tiene aquí centenares de miles de
lectores.
El triste destino de los clásicos es ser mucho más conocidos que
leídos: hablan de las andanzas de Don Quijote aun los legos en Cervantes,
citan frases de Shakespeare miles de personas que jamás leyeron una de
sus obras de teatro. El colombiano Gabriel García Márquez ha roto,
en vida, esa lógica cultural, al haberse convertido en un clásico
de la literatura iberoamericana del siglo XX en simultáneo con un fuerte
impacto en la cultura de masas. Al cumplir hoy 75 años, rodeado de un
prestigio sin parangón en el mundo de la literatura latinoamericana,
García Márquez, casi todo el mundo lo sabe, está tecleando
y tecleando en su casa de Los Angeles. Escribe unas memorias, luchando contra
el reloj por el cáncer linfático que lo apremia, que amenazan
con convertirse en inacabable testamento. Sus 75 años son para sus lectores
una especie de recordatorio del paso inevitable del tiempo: a muchos les parecerá
que fue antes de ayer nomás que se toparon con su prosa de orfebre, con
el barroco de su mundo, con esos personajes que se quedan a vivir en la memoria.
arcía Márquez estuvo sólo una vez en la Argentina -de hecho,
recuerda con enfado la humedad, el tráfico y las multitudes de Buenos
Aires- pero puede decirse que en su vida hay un antes y un después de
aquel encuentro con el Río de la Plata. Es que venía por la primera
edición de Cien años de soledad, una obra que varias editoriales
habían rechazado y que se convertiría, con una velocidad sorprendente,
en uno de los más grandes éxitos de la historia de la literatura
en castellano. García Márquez tenía 40 abriles en aquel
año 1967 que dividió su vida en dos: a partir del siguiente comenzaría
su historia de estrella cultural, su lento camino hacia el sitio de los escritores
inevitables, una marcha que incluyó en 1982 la obtención del Premio
Nobel de Literatura. "A partir de aquel viaje a Buenos Aires todo en mi vida
cambió, y no siempre para bien", dijo cierta vez el colombiano, que en
los siguientes 35 años raramente pasaría desapercibido en algún
lugar del mundo.
Puede decirse que casi todo lo que se sabe de García Márquez proviene
de su memoria o de sus escritos y que la publicación de sus memorias
convertirá eso en casi definitivo. Incluso parece provenir de su imaginación
el año de nacimiento, porque durante mucho tiempo, por coquetería
y diversión, o por ambas cosas, dio datos falsos al respecto. Es más:
es posible que hoy no cumpla 75, sino 77, o 76, o 78, pero lo cierto es que
lo que ha quedado agendado en el sistema mundial de las estadísticas
es que nació un 6 de marzo de 1927, en Aracataca, Colombia, un pueblo
que luego hizo famoso, pero con el nombre de Macondo. El hecho de que permanezca
encerrado en una casa de Los Angeles grafica que Gabo ya no disfruta de la popularidad,
como en los '70: por eso no concede entrevistas, casi no habla por teléfono,
cumple sus rutinas médicas con obsesión. La muerte de su hermano
Eligio, dicen sus amigos, le impactó más que haberse enterado
en 1999 de que su dolencia era un cáncer linfático. Cinco años
antes le habían extirpado un tumor en el pulmón derecho, poco
antes de la aparición de Noticia de un secuestro, una obra clave en su
doctrina de cruce entre periodismo y literatura, entre información y
ficción. García Márquez dice, aunque no necesariamente
sea así, que no encuentra diferencias entre la escritura periodística
y la escritura literaria.
Si para García Márquez nada fue igual después de Cien años
de soledad,tampoco las cosas fueron iguales para la literatura latinoamericana.
Un nuevo mundo de objetos animados, sucesos increíbles y al mismo tiempo
verosímiles, así como de personajes llenos de una vitalidad desbordante
comenzó a desparramarse por el inconsciente colectivo de los lectores.
La operación comercial-editorial denominada el boom de la literatura
latinoamericana terminó por consolidar su fama y, a su vez, a generar
equívocos y discusiones. Algunos interpretaron que el hecho de que Europa
"descubriese" a la literatura latinoamericana al acceder a la obra de García
Márquez, José Donoso, Mario Vargas Llosa o Julio Cortázar
era un insulto a grandes como Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier o Juan Rulfo,
pero la historia demostró que había allí un razonamiento
errado. El boom fue bueno para todos, en términos materiales y en términos
conceptuales. Es porque existió aquella época que muchos jóvenes
escritores argentinos, mexicanos, chilenos, colombianos y peruanos -que en privado
suelen hablar mal de García Márquez pero jamás se atreverían
a firmarlo- aspiran hoy a que sus obras sean publicadas en Europa, y a veces
incluso lo logran. En literatura el espíritu de la Guerra del Cerdo muy
difícilmente logra mejorar la propia prosa o generar historias que superen
a la historias ya contadas. "Nunca he luchado con otra arma que no fuese la
máquina de escribir", afirmó cierta vez Gabo.
Pero las pequeñeces pasan y las obras quedan. García Márquez
es el autor de Cien años de soledad, El otoño del patriarca, El
coronel no tiene quien le escriba, La hojarasca, Los funerales de la Mama Grande,
La mala hora, Ojos de perro azul, La increíble historia de la cándida
Eréndira y su abuela desalmada, Relato de un náufrago, Crónica
de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera, El general
en su laberinto y Doce cuentos peregrinos. Además, escribió una
cantidad notable de guiones cinematográficos, sobre todo antes de la
fama, y de artículos, luego recuperados en libros, que dejan claro que
se trata de un maestro del oficio. Su incondicional apoyo a la Revolución
Cubana, cuya llegada al poder cubrió como periodista, y su simpatía
general con los pueblos que luchan, lo convirtieron también, a partir
de la fama, en un icono del progresismo mundial. García Márquez
ha defendido su espacio al respecto, pero ha sabido morigerar también
los entusiasmos ajenos, con ideas como estas:
- "Escribo libros para que se lean. No para hacer la revolución".
- "Nunca he luchado con otra arma que no fuese una máquina de escribir".
- "Como jamás fui un estalinista, no tengo nada de qué arrepentirme".
García Márquez reivindica la literatura como el lugar en que se
cuentan historias como aquellas que escuchaba de chico en su pueblo. En un anticipo
del texto que irá en el primero de los tres tomos de sus memorias, Vivir
para contarlo, cuenta que el placer que siente al crear literatura proviene
de su experiencias de niño: "Mi abuela era impresionante contando. Siempre
la vi vestida de luto. Era una mujer poblada de historias fantasiosas. Ella
despertó mi imaginación". Un crítico diría que el
padre del realismo mágico abusa de la credulidad el público cuando
narra tan fácilmente el proceso: es obvio que en su obra se cruzan la
impronta de William Faulkner, con su pueblo imaginario de Yoknapatawpha, un
homenaje a la concisión de Ernest Hemingway, más de una cita a
los universos fantásticos de Jorge Luis Borges, una lectura atenta de
los infiernos que Franz Kafka descubría en lo cotidiano.
Gabo suele asegurar, también, que las historias de sus libros aparecen
primero como imágenes y van creciendo hasta convertirse en relatos completos.
Pero en su obra es difícil distinguir del todo ficción e invención.
Incluso en las periodísticas los elementos de la realidad superan de
tal forma a los ficcionales que cuesta separarlos. De todos modos, como él
mismo indicó en su fantástico discurso de aceptación del
Nobel, en Latinoamérica nunca estuvo del todo clara la distinción
entre realidad y ficción. Ni entonces ni ahora.
Heinrich Böll:
"Considero que García Márquez es excepcional por cuanto en él
coinciden plenamente lo que nosotros llamamos compromiso y lo que llamamos poesía.
Esa diferenciación tan típicamente burguesa entre literatura comprometida
y sedicentemente pura, que a mí me parece algo esquizofrénico,
no existe para nada en la obra de García Márquez. Esto es lo que
lo hace excepcional en el seno de la literatura latinoamericana".
Carlos Monsiváis:
"Escribir bien en el sentido de García Márquez no es desplante
o autocomplacencia estilística: es fundar en la noción épica
del idioma la otra épica, la del desarrollo de los pueblos, y los personajes
que infestan furiosa y dolorosamente siglos y naciones".
Osvaldo Soriano:
"García Márquez, como cualquier otro, vive un susto a cada palabra.
Cuando escribe una novela o un cuento, está tan indefenso y desnudo como
el más incomprendido de los escritores y el más pobre de los mortales.
Al final de cada jornada, me imagino, debe de quedarse largo rato mirando la
flor amarilla que hay siempre sobre su mesa para convocar a los dioses de la
buena fortuna".
Augusto Roa Bastos:
"Cien años de soledad es una obra revolucionaria, que abrió iuna
etapa con la misma fuerza germinal de José Martí para el romanticismo
hispanoamericano, de Rubén Darío para el modernismo de los altísimos
poetas de los Andes, Vallejo y Neruda. Gabo es el brujo mayor de América:
el más grande alquimista de la palabra, un inventor de fábulas
arrancadas de la realidad misteriosa"
Juan Carlos Onetti:
"Cuando me avisaron que el Nobel había recaído en Gabriel García
Márquez tuve una gran alegría. Escribe en castellano, virtud premiable
que hace años la Academia Sueca no aceptaba o reconocía. En ese
hecho se ha reconocido el talento de un escritor hispanoamericano, muy superior
al de muchos contemporáneos que emplean igual idioma. Quiero recalcar
mi admiración por la obra de García Márquez".
Julio Cortázar:
(A propósito del Premio Nobel de 1982) "Ojalá sirva para poner
al día los muchos problemas que tenemos en América latina, aparte
de poner de relieve la genialidad de García Márquez. Es un hijo
de nuestra América, y esta distinción significa mucho para los
que amamos el continente y a Gabo como escritor y como persona. Además,
es mi amigo personal y compañero de tareas comunes de defensa de los
derechos humanos".
Pablo Neruda:
"También en este tiempo tuvo tiempo de nacer un volcán que echaba
fuego a borbotones o, más bien dicho, este volcán, echaba sueños
a caer por las laderas de Colombia y fueron las mil y una noches saliendo de
su boca mágica, la erupción magna de mi tiempo en sus invenciones
de arcilla, sucios de barro y lava, nacieron para no morir muchos hombres de
carne y hueso". (Poema titulado "García Márquez")
Texto oficial de la Academia Sueca:
"La Academia Sueca ha decidido el 21 de octubre de 1982 conceder el Premio Nobel
de Literatura a Gabriel García Márquez, de Colombia, por sus novelas
y relatos, en que se alían lo fantástico y lo real en la rica
complejidad de un universo poético que refleja la vida y los conflictos
de un continente".