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Latinoamérica

12 de marzo del 2002

¿Después del cacerolazo qué?

Luis Arce Borja

Se ha escrito bastante sobre la explosión social argentina iniciada los días 19 y 20 de diciembre. Los hechos lo han ameritado. Las masas pobres de este país han aprendido en pocos días que mediante una decidida lucha, más allá del orden legal y de las leyes del Estado, pueden traerse abajo presidentes y ministros. El mérito del pueblo argentino es impresionante, y su forma de actuar en el terreno de la lucha de clases es un ejemplo en todo América Latina. En pocos días a través de una intensa lucha derrumbaron a varios presidentes de este país. El 21 de diciembre del 2001 cayo estrepitosamente De la Ruá. Después se trajeron abajo al presidente interino Ramón Puertas. Y posteriormente bajaron del poder a Adolfo Rodríguez Saá. El marco económico-social de esta lucha social ha sido la creciente crisis económica y política de este país, que como señala una institución especializada de Argentina, hace que cada 24 horas "más de 8 mil personas" sean atrapadas por el hambre y la indigencia absoluta, y que más de "un millón de personas tengan que sobrevivir con un peso diario", y que cerca de 4 millones y medio de trabajadores se encuentre en la desocupación. (Consultora Privada Equis, publicado en el diario Página12 de Argentina, julio 2001).
Este artículo no pretende de ninguna manera analizar los elementos de la crisis económica y social de argentina, que como se conoce tienen que ver en esencia con dos factores fundamentales: Primero, la política de saqueo y rapiña que imponen las potencias mundiales, principalmente los Estados Unidos, a los países llamados del "tercer mundo". Saqueo que se ejecuta a través de los mecanismos de la deuda externa (altos intereses, y formas de pago), y a un desigual intercambio económico y comercial. Segundo, el vandalismo político de las clases sociales que se turnan en la dirección del Estado. Aquí, como en la mayoría de los países de América Latina, las clases sociales (grandes burgueses y terratenientes) que detentan el poder, son testaferros de las potencias mundiales, y su papel a nivel nacional se restringe a cumplir el rol de administradores de los bienes de las transnacionales. Estas clases, desde su origen son dependientes completamente (política, económica y cultural) de las metrópolis imperialistas. Históricamente, y en más de 180 años de administrar el Estado, no han sido capaces de estructurar ni siquiera un proyecto nacional burgués. Su único interés ha sido depredar las riquezas del país, y someter a una sobre explotación a los asalariados. Sus fabulosas ganancias, no provienen del desarrollo del sistema productivo, sino más bien del saqueo, del robo, la coima, el contrabando y otros delitos que se cometen desde el Estado.
¿Cuál es el propósito de este artículo?
Nuestro propósito es analizar el derrotero y curso político del proceso de lucha que se inició el 19 y 20 de diciembre pasado y que aún se mantiene con vigor. Esencialmente queremos hacer algunas anotaciones sobre el carácter espontáneo de este movimiento. Junto con esto queremos indagar sobre sus perspectivas políticas, y saber si este movimiento puede ir más lejos que derrumbar presidentes y algún otro personaje del gobierno.
¿Puede este movimiento constituir en sí una fuerza capaz de generar un cambio fundamental en el Estado, en el régimen político, y en la correlación de fuerzas entre las clases sociales de este país?.
El movimiento espontáneo de las masas, señalaba Lenin, puede ser la "forma embrionaria del movimiento consciente" y "un cierto despertar de la conciencia revolucionaria de las masas". Pero al mismo tiempo, anotaba Lenin, que sin subestimar la importancia del elemento espontáneo, éste no era nada sino estaba inserto en un proceso de lucha consciente por el poder político. Por su parte, Federico Engels hablando de lucha consciente y lucha espontánea, señalaba (21 de setiembre 1871), que las revoluciones son un "acto supremo de la política" consciente, y que esto tenía que ver con la "educación para la revolución" y sin la cual los obreros y demás masas oprimidas, al "día siguiente después de la lucha, serán siempre víctimas del engaño". Una conclusión conceptual del movimiento espontáneo, desde el punto de vista del marxismo, ya sea en Argentina o en otras partes del mundo, es que este tipo de lucha, por mucha abnegación y energía que desplieguen sus participantes, por si sólo no tiene perspectivas reales de poder, y su futuro más inmediato será el desgaste de sus fuerzas y el debilitamiento de la protesta popular. Este tipo de movimiento (ecléctico y sin dirección) carecerá de la consistencia suficiente no solamente para conquistar medianas reivindicaciones políticas, sino incluso aquellas de tipo reformistas de poca envergadura.
La fragilidad del movimiento espontáneo (su falta de conciencia) la pondrá al margen de una disputa verdadera por el poder político del Estado. Mientras no exista una estrecha relación, una indisoluble unidad, entre el fenómeno consciente (la organización revolucionaria) y lo espontáneo, la lucha de los trabajadores y sus movilizaciones, tendrán efectos espectaculares, pero estos serán coyunturales y no podrán convertirse en movimientos estratégicos de las clases oprimidas. América Latina es pródiga en mostrar decenas de ejemplos concretos en torno a la lucha espontánea de las masas y su dificultad objetiva para lograr unirse al factor consciente de la lucha. Estos movimientos, al margen del elemento consciente, perdieron perspectivas populares, y al final fueron manipulados y utilizados para el beneficio político de tal o cual facción de la gran burguesía, o también para otorgar ritmo carnavalesco a los procesos electorales. Ecuador es un buen ejemplo de esta situación. En 1999, una insurrección indígena y popular echó abajo al gobierno reaccionario de Yamil Mahuand. Las masas formaron el "Parlamento Popular" y el "Congreso del Pueblo". Se dio cuerpo a una llamada "Junta de Salvación Nacional, que al final no salvó nada. Y hasta contó con la participación de un grupo de militares que algunos inocentemente denominaron "patrióticos y nacionalistas".(posteriormente estos militares dieron una puñada por las espalda a las masas y se pasaron a sostener al gobierno de turno). La caída de Mahuand no afectó en lo más mínimo ni al Estado ni a las clases que lo dirigen. Tranquilamente el presidente derrumbado fue reemplazado por otro, y ahora en el 2002 los campesinos y las otras clases populares siguen tan pobres y explotados como en 1999. De su "parlamento popular", y toda esa gama "popular" que se organizó en el aire (sin tocar el poder del Estado) no queda ni el recuerdo.
En Ecuador, como ahora en Argentina, el problema fundamental está referido a saber sí existe o no una organización capaz de contribuir al desarrollo del factor consciente en el movimiento de masas. El factor consciente, a diferencia de las sublevaciones desesperadas que estallan espontáneamente, surge de un largo camino de la lucha teórica y práctica en el terreno de la lucha social. El elemento consciente, no es una abstracción del pensamiento o de la palabra política. Ello se refiere al aspecto teórico revolucionario que sólo un verdadero Partido proletario está en capacidad de llevar a las masas. Sólo una organización revolucionaria, puede hacer del movimiento espontáneo, una arma formidable para liquidar la explotación y la dominación imperialista. La conciencia de la lucha por el poder y el cambio definitivo del sistema, surge solamente de una vanguardia que en teoría y práctica esté dispuesto a organizar y guiar a las masas hacía una confrontación de clase con la gran burguesía, los terratenientes y el imperialismo.
Se equivocan quienes creen que la propia dinámica de un movimiento espontáneo, puede general por si sólo el elemento consciente. Ni en teoría ni en la práctica se dará este fenómeno. No es nada serio, cuando diversas organizaciones de la izquierda argentina gritan en señalar de rojas consignas que los "cacerolazos" y "argentinazos", darán como resultado una inevitable "situación revolucionaria". No hay que esperar que la conciencia y dirección de este movimiento provenga del espontaneísmo de las masas. En el mejor de los casos, el movimiento espontáneo, dependiendo de las circunstancias objetivas del momento, podrá de repente generar caudillos y dirigentes típicamente economicistas. Sin el concurso directo de una organización (partido revolucionario), el movimiento espontáneo seguirá navegando en el mar de la confusión. Mientras no exista un cambio de calidad en la orientación (ideológica, política y de organización) de los trabajadores, el actual movimiento espontáneo en América Latina, seguirá desenvolviéndose como fenómeno coyuntural (aparece y desaparece) inherente a la crisis cada vez más aguda del sistema y del Estado.
A través de la lucha espontánea de las masas, como es el caso de Argentina, se puede poner de vuelta y media a las clases políticas dirigentes. Incluso se puede echar abajo a varios presidentes y ministros, pero ni en sueños se puede pensar en arrancar el poder a burgueses y a terratenientes. La lucha por el poder tiene otra connotación, y ella se refiere a aspectos fundamentales y de primer orden del desarrollo de la lucha social y del proceso histórico de la lucha de clases. Aquí se plantea fundamentalmente el problema de la dirección revolucionaria (Partido), se plantea también el problema del Ejército del pueblo, y el problema del Frente Unico de las clases oprimidas. Solamente si se cuenta con estos tres instrumentos, además de una correcta estrategia política y militar, los trabajadores y los demás clase oprimidas pueden (en teoría y práctica) plantearse el problema de liquidar el Estado, acabar con la explotación y la dominación imperialista. Es una ingenuidad pensar que los oprimidos pueden disputarle el poder a los poderosos a través de movimientos espontáneos y utilizando como toda arma las cacerolas de la cocina. En la lucha por el poder político del Estado, las cacerolas (un buen invento de las masas movilizadas), pueden jugar un papel interesante en la sonorización de las movilizaciones, pero serán insuficientes para detener a las fuerzas represivas del Estado, que se lanzaran a matar cuando vean que peligra la estabilidad del sistema y del Estado.
En los países dominados por las potencias económicas mundiales y por una decadente clase política dirigente, no se puede pensar en cambiar la situación social de los pobres sin antes liquidar el aparato represivo (fuerzas armadas, fuerzas policiales y grupos paramilitares) del Estado. Además de abolir el parlamento burgués, el poder judicial y otras instituciones que manejan las clases dirigente y el imperialismo para aplicar su dominación. El cambio fundamental de los oprimidos en los países pobres se decide en la lucha violenta por el poder del Estado (llamése lucha armada, guerra popular o insurrección). Está lucha, por sus alcances estratégicos, no puede dejarse en manos del espontaneísmo de las masas. O la lucha espontánea se dota de conciencia y dirección política, o concluye en dispersión de las luchas de masas.
Los "cacerolazos" pacíficos y la crisis de dirección política
En Argentina, la característica espontánea del movimiento se ha mantenido y su debilidad más grande (ausencia de dirección revolucionaria), ha crecido en los días que siguieron al 19 y 20 de diciembre pasado. Así se puede constatar que al interior de este movimiento de masas, sigue expresándose una mayoritaria opinión que rinde culto al espontaneísmo, que se declara contra la violencia política, y que guarda sus distancias de las organizaciones políticas del país. Por ejemplo, en un mensaje enviado (enero 2002) por los trabajadores desempleados a los dirigentes de las movilizaciones, se señala que hay que rechazar cualquier tipo de "injerencia política desde afuera", y se reclaman partidarios de la horizontalidad en los problemas de organización, y plena "autonomía ante los partidos o cualquier tipo de organización externa". En el mismo sentido la dirección de las movilizaciones en Argentina han iniciado una intensa propaganda (vía internet y otros medios de comunicación) para institucionalizar los "cacerolazos en paz" como forma de lucha contra el Estado. (No te dejes manipular..cacerolazo en paz. ¡Deci no a la violencia. Comunicado de la página web "Cacerolazo).
La desconfianza de este movimiento hacia los partidos y grupos que se consideran de izquierda es el efecto lógico a la sinuosa conducta de la mayor parte de esta izquierda que antes y durante el estallido de la movilización de diciembre se mantuvieron mirando las nubes y esperando que un rayo de luz ilumine las elecciones del futuro. En Argentina como en casi toda América Latina, los grupos que se dicen "marxistas-leninistas" o "maoístas", "Che Guevaristas", etc, desde hace varias décadas han perdido el paso de la lucha social. Han sido sobrepasados por la lucha espontánea de los trabajadores, y su magro papel se restringe apenas a organizar los famosos "frentes amplios" electorales, plantear frentes unitarios con perros y gatos, y a gritar como toda consigna que se vaya tal o cual gobernante. Esta izquierda se acerca a las masas, no para dirigirlas, sino más bien para manipularlas, y alejarlas de una lucha consciente por el poder. Por ejemplo, en una guerra cruzada de comunicados, entre el Partido de la Liberación de Argentina (PL) y el Partido Comunista Revolucionario (PCR), se acusa a éste último de haber calificado a los gestores del estallido de diciembre como "elementos de los servicios de inteligencia". El PL, denuncia también que el Partido Comunista de Argentina (PCA), la Izquierda Unida, el Movimiento Socialista de los Trabajadores, y otras organizaciones pretendían paliar la crisis del país a través de una salida electoral o simplemente parlamentaria.
Es claro que la conciencia política no caerá del cielo, y menos de organizaciones que confunden la ficción con política, y que creen que a punta de "cacerolazos" , y que basta "ampliar" el movimiento espontáneo de las masas para lograr cambios sustantivos en la situación política actual del este país. Así hay que asombrarse cuando se pide, establecer un "gobierno nacional de unidad popular" conjuntamente con el funcionamiento de una "Asamblea Constituyente Soberana", sin señalar el camino (vía) de lucha que hay que elegir para llegar a estos objetivos. Hay que pellizcarse para despertar, cuando el PCR (comunicado del 20-30 diciembre 2001) anuncia que en Argentina se estaría gestando una situación parecida a los hechos que antecedieron a la revolución de octubre de 1917, cuando el Partido Comunista de Rusia conquistó el poder y estableció un gobierno proletario-campesino. La comparación absurda y mecanicista de la historia, no contribuye a elevar la conciencia de las masas, por el contrario esto alimenta la confusión en el movimiento espontáneo de Argentina. Y es peor aún, cuando el PCR, que quiere pasar gato por liebre, aduce que en Argentina no se puede hablar de "una insurrección triunfante" sin ganar para ella al "sector patriótico y popular" de las fuerzas armadas y "neutralizar a la otra parte". Este planteamiento (leer comunicado PCR, del 20-30 diciembre 2001), que está a la orilla opuesta de la última rebelión popular en Argentina, es en esencia la negación de la revolución y la lucha armada por el poder, que en Argentina, Perú, Ecuador o no importa en que país, conllevará inevitablemente a un violento enfrentamiento decisivo con los militares y demás fuerzas represivas del Estado. No se puede hablar de liquidar el Estado explotador, y menos de establecer un "gobierno popular", sin antes destruir violentamente la institución militar, que como se sabe es el pilar (militar) fundamental del Estado. Sin fuerzas armadas, los grandes burgueses y los terratenientes, no podrían sostenerse un minuto en el poder. Señalar que en Argentina, no puede haber "insurrección triunfante", sin el concurso favorable de los militares, es un viejo cuento que está dirigido entre otras cosas, a encubrir el carácter reaccionario de las fuerzas armadas, y a buscar una conciliación con éstas mismas.
Finalmente hay que afirmar, que un movimiento de la envergadura de los hechos ocurrido en Argentina, cualquiera sea sus resultados posteriores, deja en el pueblo una rica experiencia de lucha y el convencimiento entre los trabajadores, que la fuerza de los oprimidos reside en su lucha masiva y directa contra los representantes del Estado. Esta lucha, a condición de que supere su particularidad espontánea, tiene en el futuro grandes perspectivas y anchos horizontes en la lucha por un mundo mejor.
Bruselas, 14 de febrero 2002.