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Cómo son las nuevas alianzas
para triunfar en la cuarta oportunidad
Luiz Inácio Lula Da Silva no quiere volver a quedarse con las ganas.
En su cuarta candidatura presidencial, el líder del mayor partido de
izquierda de América latina está concentrando sus esfuerzos en
lo que parece ser una clave de la política brasileña: las coaliciones.
Con esa intención, Lula convenció al mayor empresario textil del
país y flamante afiliado al Partido Liberal (PL), el senador José
Alencar, para que lo acompañe como vicepresidente. A la vez, intenta
reclutar a los poderosos evangélicos que arrastrarían un importante
caudal de votos, que pueden volverse definitorios en caso de una eventual segunda
vuelta. Lula está dispuesto a abandonar el "purismo político"
que muchos señalaron como la causa de sus fracasos anteriores. Para tal
fin, dejó a cargo del famoso Duda Mendoça (ex asesor de campaña
de Eduardo Duhalde) el manejo de su imagen. El objetivo: suavizar su figura
ante el electorado. Pero no está claro que sus articulaciones partidarias
a nivel nacional, que por una ley reciente es obligatorio respetar en los municipios
y estados, conformen a la totalidad de los petistas, en particular a sus bases.
Las últimas encuestas de este fin de semana vaticinan un empate técnico
entre Lula y su principal contrincante, la gobernadora Roseana Sarney.
Lula cenó –hace 10 días– en casa de Bispo Rodríguez, el
líder de la bancada evangélica del Congreso. Este acercamiento
irritó a los sectores más tradicionales del PT: lo acusaron de
"vender su alma al diablo" con tal de ganar las elecciones. De la
misma forma reaccionó la cúpula de la Iglesia Católica.
La objeción hace referencia a que, en la disputa presidencial que terminó
con la victoria de Fernando Collor de Mello, la Iglesia Universal del Reino
de Dios señalaba al propio Lula y al PT como "fuerzas del mal"
y "representaciones del Diablo". Hace dos semanas Rodríguez
dio muestras de su conversión: "El PT es una esperanza", sentenció.
Los evangélicos aparecen como la fuerza política más organizada
–aun sin ser la más grande– del país, lo que se constata en la
cantidad de bancas parlamentarias con las que cuentan. Según diversos
estudios electorales, los evangélicos componen el 20 por ciento del electorado
brasileño, lo que significa casi 22 millones de votos. Un estudio local
apunta otra característica de valor: a diferencia de los católicos,
los evangelistas no encuentran inconvenientes en que su práctica de prédica
religiosa se vuelque a convencer a los fieles sobre sus candidatos políticos.
Y, para tal fin, el aparato mediático –radio y TV– de difusión
es enorme. El Instituto Vox Populi demuestra que esa articulación entre
religión y política se traduce en un mix relevante: fidelidad
política. El vaticinio es alentador: el 30 por ciento de los votantes
evangélicos tendrían en cuenta su pertenencia religiosa a la hora
de votar, lo cual significa la posibilidad de captar 6,6 millones de votos.
Y una segunda vuelta puede ser decidida por una porción pequeña
de votos.
Los evangélicos, además, componen el 35 por ciento del Partido
Liberal (PL), una agrupación menor que pasó a ser disputada por
la izquierda brasileña. José Alencar fue centro de esa disputa:
tanto Lula como el gobernador de Río de Janeiro, Anthony Garotinho, del
Partido Socialista Brasileño (PSB) –otro de los actuales candidatos presidenciales,
hoy en el tercer puesto en las encuestas– compitieron por atraer a Alencar para
ocupar la vicepresidencia de sus fórmulas. Alencar tiene un capital preciado:
representa al estado de Minas Gerais, el segundo mayor colegio electoral del
país. Esta alianza no fue unánimemente aceptada en el PT.
Como dirigente político, Lula sólo ejerció un mandato de
diputado entre 1986 y 1990, y nunca ocupó ningún cargo ejecutivo
a pesar de ser candidato presidencial en 1989, 1994 y 1998. Sin embargo, el
PT se entusiasmó más que nunca con los resultados de las elecciones
municipales de octubre pasado, en las cuales casi triplicó los 60 alcaldes
que obtuvo en los mismos comicios de 1996. En San Pablo, principal termómetro
brasileño y una metrópoli tradicionalmente de derecha, triunfó
la sexóloga MartaSuplicy con un 58 por ciento. A dicha gestión,
por su magnitud, se la conoce como la "minipresidencia" y es una "proyección"
que sirve al PT para contrarrestar las acusaciones de su falta de experiencia
ejecutiva. Porto Alegre y el estado de Río Grande do Sul a cargo de Olivio
Dutra (famoso por implementar el promocionado "presupuesto participativo"),
también funcionan como vitrina del partido en las próximas elecciones,
por ser consideradas las más exitosas experiencias gestionarias del PT.
Quien compite con la izquierda es la gobernadora del estado norteño de
Maranhao, Roseana Sarney, del Partido del Frente Liberal (PFL). El candidato
de Cardoso se lanzó la semana pasada. Se trata del ex ministro de Salud
José Serra, actualmente en cuarto lugar en los sondeos. Serra deberá
remontar lo que, desde los sectores industriales y empresarios, denominaron
"los cuatro jinetes del apocalipsis" de 2001 que complicaron la gestión
de Cardoso: la crisis energética, la crisis de Argentina, la que sucedió
a los atentados en EE.UU. y el temor acerca del futuro político generado
por las elecciones presidenciales de 2002. El segundo mandato de Cardoso se
tradujo en una importante reducción del espacio ocupado por su formación
política, el Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB)
que hasta hace unos meses defendía la unidad de la coalición de
gobierno como única forma de impedir un triunfo de Lula y, finalmente,
terminó por presentar un candidato propio promoviendo la fragmentación
de la alianza gobernante. Además hay otros postulantes: por el PT y a
pesar de que sufre insistentes presiones para que abandone su candidatura, se
presenta Eduardo Suplicy y como figura de centroizquierda por el PPS Ciro Gómez,
ex ministro. El ex presidente Itamar Franco .actual gobernador de Minas Gerais-
es el candidato del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB)
y uno de los defensores de la ruptura de su partido con el gobierno; también
por el PMDB se candidatea por primera vez Pedro Simon, considerado un referente
ético. Delfim Netto, de 73 años, y ex ministro de la dictadura
se presenta por el PPB y Enéas Carneiro, con un 2% en las encuestas,
por el Partido de la Reconstrucción del Orden Nacional (PRONA).
Algunos pronósticos anuncian que las elecciones de este año serán
similares a la de 1989, cuando Lula perdió por pocos votos. Por entonces,
Lula disputó la segunda vuelta con otro joven político, Fernando
Collor de Mello, quien triunfó también por pocos votos. En aquel
momento, la candidatura de varios líderes tradicionales dispersó
la votación, como puede ser la tendencia de 2002.
Informe: Verónica Gago.