|
22 de
enero de 2002
Cristina Molina
TESTIMONIO: HERIDO
Y RODEADO DE CADAVERES
TESTIMONIO
Herido y rodeado de cadáveres
La jueza todavía no encuentra responsables de la represión
Julio Talavera tiene 28 años, es militante de Hijos y tiene HIV. El jueves 20, tras ser golpeado ferozmente por la Policía, fue trasladado al hospital Argerich, donde tuvo que compartir un pasillo con tres de los cadáveres que dejó ese día la represión. En diálogo con Clarín, recordó su calvario.
"Eran las 15:30 y estábamos en el Congreso junto a otros compañeros de Hijos, cuando vimos que la Infantería empezaba a disparar balas de goma y gases lacrimógenos. Entonces, buscamos refugio en una parada de colectivos de Rivadavia y Callao. Y vimos a una pareja que venía caminando: ella era ciega y además caminaba con dificultad. A él, unos policías de civil se lo llevaron detenido; a ella, otros de uniforme la agarraron y se la llevaban, arrastrando. Salimos de donde estábamos y les dijimos a los canas: "¿Pero no ves que es ciega?". Y nos respondieron: "Y... ¿qué le vas a hacer?". Fue en ese momento cuando vi que una compañera caía al suelo: la había alcanzado una bala de goma. Y cuando quise ir hacia ella, sentí que se me abalanzaron diez tipos."
Talavera presentó junto a otros querellantes una denuncia en el juzgado de Servini de Cubría, donde detalla los vejámenes a los que fue sometido.
"Me dieron palos en la cabeza, un culatazo en la oreja izquierda, y me rompieron los anteojos. Me cargaron entre muchos: me agarraron de una pierna, de un brazo, y otro de los pelos. Y me seguían pegando. Nunca había tenido una sensación tan clara de que me bajaban. Veía que sangraba mucho, entonces les dije a los canas: Tengo HIV, que es la verdad. Me cargaron unos metros más y me dejaron en el suelo. Cuando vino la ambulancia, me trasladaron al hospital Argerich, que estaba lleno de policías. Me pusieron en una camilla y me llevaron a la guardia para que me cosieran la cabeza; tenía la mitad de la oreja izquierda colgando. Pero como yo no estaba grave en comparación con el resto, me dijeron que esperara al cirujano en un pasillo. Fui a ese pasillo, y de repente me empezaron a rodear con cadáveres. En ese momento, desesperado, quería abrir las bolsas y comprobar que no eran compañeros míos. Ante la gestión de un abogado de Hijos, conseguí que me llevaran a una pequeña sala, con tan mala suerte que estaba llena de policías porque estaban atendiendo a uno de ellos, que estaba herido".
"Me tuve que comer todo tipo de insultos, del tipo: A éstos hay que matarlos a todos, igual que a los viejos, o A ustedes los vamos a hacer boleta. Finalmente logré que me cosieran la herida. Estuve una semana sin poder caminar, ya que había perdido la estabilidad. Y recién hace una semana que volví a mi vida "normal". Desde ese día, no pude dormir bien. Las fiestas de fin de año fueron muy raras: estuve con mi familia, y cada vez que escuchaba el sonido de un petardo, me parecía escuchar un tiro".
Lunes 21 de enero de 2002
Clarín
LAS MUERTES EN PLAZA
DE MAYO: ESTAN EN PODER DE LA JUEZA
Más denuncias sobre la violencia policial
La jueza todavía
no encuentra responsables de la represión
La jueza María
Servini de Cubría cuenta con más elementos que demostrarían
que la ferocidad policial que reprimió la manifestación del
20 de diciembre y que terminó con la vida de al menos seis personas,
comenzó sobre el mediodía de aquel jueves. Si bien los ataques
armados a los manifestantes se generalizaron alrededor de las tres de la tarde
y en la zona de la Avenida de Mayo y 9 de Julio, la Plaza de Mayo fue antes
escenario de otros episodios de represión ilegal, como lo denuncian
las querellas en la causa que investiga el accionar de la Policía.
Según pudo
confirmar este diario, varios denunciantes señalaron cargas de la Policía
Montada que dejaron varios lesionados, algunos de cierta gravedad, golpes
aplicados con palos y bastones y los primeros disparos de balas de goma contra
los manifestantes, algunos acompañados por sus hijos pequeños.
María del
Carmen Onetto denuncia en su querella haber ido sola a la Plaza. "(...) Había
un señor con barba muy blanca, bastante mayor, a quien luego de la
represión pude ver bastante lastimado por las fustas de la Policía
Montada. En el segundo atropello de los caballos, vi a un señor que
fue pisado en el glúteo por uno de los caballos. A una señora,
uno de los caballos le seccionó el dedo del pie".
En otra denuncia,
uno de los querellantes, Ricardo Daniel González, dice: "(...) Me vi
involucrado en una de las corridas; pude ver a un automóvil chocado,
dentro del cual se hallaba una mujer con una criatura sobre la que impactaron
balas de goma, mientras la madre advertía, a los gritos, que el menor
era cardíaco (...)"
Claudia Paulina
Aguilera Farías, de la organización HIJOS, recibió una
herida de tal gravedad que corre el noventa por ciento de posibilidades de
perder la visión de un ojo: "(...) Nos cercaron y arrojaron gases.
Comenzamos a correr y nos agredieron con balas de goma. Antes se habían
llevado a una mujer discapacitada a los golpes. Había policías
de civil que me pegaron. Recibí un balazo en el ojo derecho y me subieron
a un móvil policial, casi desmayada. Las lesiones que sufrí
son (...) bala de goma en ojo derecho y párpado inferior con pérdida
de visión de nueve dioptrías; pronóstico: varias operaciones
con un 90% de pérdida de visión".
Por su parte, Fernando
Javier Rico denunció que fue baleado en Bernardo de Irigoyen y Avenida
de Mayo: "Sentí un golpe en la pierna derecha. Pensé que había
sido un cartucho de gas porque esa fue la última imagen que tuve: un
policía que apuntaba su arma en dirección al lugar en que yo
me hallaba. Una persona me preguntó qué me pasaba (...) No podía
mantenerme en pie y esta persona me acompañó hasta el bulevar,
entre Irigoyen y 9 de Julio, y cuando me levanté el pantalón
pude ver la herida que sangraba. me di cuenta de que había sido víctima
de un balazo. Intenté reincorporarme y cuando lo hice noté que
tenía algo en el zapato derecho. Cuando me saqué el zapato tenía
la bala de plomo, que había corrido desde la herida hasta el zapato,
por dentro del pantalón. La bala estaba caliente (...)".