|
La Jornada
En América Latina
58 por ciento de los niños viven por debajo de la línea de pobreza; 33 por
ciento de los menores de dos años están desnutridos, y crece el número de
pequeños que viven en las calles en total desamparo. Un reporte de Bernardo
Kliksberg, coordinador de la Iniciativa Interamericana sobre Capital Social,
Etica y Desarrollo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), señala que
la región es la que tiene un reparto más desigual de la riqueza en todo el
planeta.
Según este informe, detallado
por la analista del BID Christina Mac Culloch, el 10 por ciento más rico tiene
84 veces el ingreso del 19 por ciento más pobre.
Además, destacó Kliksberg,
la protección de la familia es un valor central, pero en los hechos la pobreza
destruye diariamente numerosas familias, en tanto que las madres solteras
están a cargo de 30 por ciento de los hogares en América Latina.
Las tasas de mortalidad
materna de la zona son cinco veces mayores que las del mundo en desarrollo.
Hambre de solidaridad
Por su parte, el presidente del BID, Enrique V. Iglesias, señaló que en la
región "hay también hambre de solidaridad", y destacó la importancia del desarrollo
de capital humano y social para apoyar el progreso económico y el afianzamiento
democrático de los países latinoamericanos.
Manifestó que la recuperación
de la democracia en América Latina conlleva una demanda de mayores valores
éticos. Las comunidades, agregó, juzgan ahora, desde esa perspectiva, las
acciones de los funcionarios, los empresarios y las organizaciones internacionales.
La sociedad civil, una de las grandes fuerzas en los años que vendrán, incrementará
las demandas en el rubro de la ética.
Kliksberg, agregó que
estos lamentables datos sobre la niñez muestran la magnitud de los desafíos
que enfrenta América Latina. Frente a los agudos problemas de pobreza y desigualdad
que presenta la zona, valores básicos tales como la responsabilidad; la sensibilidad
frente a la pobreza, el respeto profundo a la dignidad humana, principalmnte
de los más desvalidos, y la sensación de urgencia frente a los daños irreversibles
que causa la miseria deberían orientar el diseño de políticas y esfuerzos
por el desarrollo.
En la reunión denominada
Etica y desarrollo: los nuevos desafíos, organizada por el BID, Kliksberg
presentó la iniciativa que fue debatida por representantes del gobierno de
Noruega y de 15 centros académicos para ampliar la discusión ética en la región
e impulsar temas como la responsabilidad social de la empresa, el voluntariado
y las grandes concertaciones sociales para enfrentar la pobreza.
Explicó que la iniciativa
busca impulsar el fortalecimiento tanto de los valores como del capital social
de los países de la región, aspectos que están profundamente interrelacionados
y se potencian mutuamente. La experiencia internacional indica que los países
con un índice mayor de capital social y ética han tenido mejores resultados
en términos de desempeño económico, calidad de vida y maduración democrática,
subrayó el especialista.
Durante la reunión, el
presidente de Honduras, Carlos Flores, señaló que "hay hambre de ética en
el mundo", y planteó que además de recursos y oportunidades la región necesita
mayor comprensión internacional frente a las difíciles realidades que vive.
Hay que ver lo que podemos
hacer con lo que tenemos y no aplicar automáticamente modelos o recetas de
otras latitudes, precisó el mandatario hondureño, quien añadió que el desarrollo
no es ético cuando deja de ocuparse de la brecha que separa a 80 por ciento
de la población mundial con carencias agudas del 20 por ciento con necesidades
satisfechas.
El presidente del Banco
Centroamericano de Integración Económica, Pablo Schneider, y el embajador
Jan Erik Leikvang, del Ministerio de Relaciones Exteriores de Noruega, también
mostraron su preocupación por estos agudos problemas.
Leikvang dijo que la equidad,
la inclusión y la participación social deben constituir un imperativo ético
central de la agenda para el desarrollo.
Rechazo al economicismo
A su vez, el representante del BID en Honduras, Helge Semb, previno contra
el economicismo, y dijo que los acuerdos económicos básicos no son fines en
sí mismos, sino medios para lograr una mejor calidad de vida.
El encuentro se desarrolló
en tres etapas de análisis: las relaciones entre ética y economía; entre ética
y salud, educación y cuidado del medio ambiente, y la situación de los niños
y los excluidos.