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23 de mayo del 2002
Uruguay: No perder la saludable práctica de la protesta
Milton Romani
La República en la Red
Una mezcla de miedo e indignación inunda a la mayoría de
los uruguayos. Una masa de agua y barro se viene. Estamos paralizados como los
habitantes que sienten en el ambiente la inminencia de lo que avanza por el
litoral pero no abandonan su terruño y se resignan a lo que sea.
Digo la mayoría porque hay algunos que tienen contratos de obra, que
tienen estudios prestigiosos y piensan que están salvados. Lo nuevo ahora
--lo dijo Bensión, lo dice el ex sonriente, hoy lagrimeante Presidente--
es que "podríamos estar peor". Lamentable. Contiene un mensaje oculto:
"Pórtense bien, que si se hace mucho quincho, vamos a estar peor".
"Se ve mucha TV argentina" pero, "Acá no va a pasar lo mismo". ¿No? ¿Por
qué? Así decíamos del militarismo. Algunos compañeros
de izquierda se prestan a estos paños de calma en nombre de la "paz social"
y piensan que es la hora de concertar "porque la situación es muy grave"
¿Vendrá el remedio de donde viene la peste?
No estoy de acuerdo. Hay que organizar la protesta, hay que levantar un grito
de resistencia a este modelo que nos inunda, nos ahoga y pretende que nos traguemos
incluso la bronca. Voy a cacerolear con dignidad. Me voy a juntar con todos
los perjudicados por esta política y entre todos vamos a sacar esta sociedad
adelante. Si el diálogo no funciona con la coalición, vamos a
juntarnos como en el Obelisco pero para voltear esta política. Todo lo
que sirva para ello le quita el sentimiento de miedo y aislamiento a la gente,
a nosotros, y nos da confianza. Mimetizarnos, conciliar con el FMI, con el poderoso
de turno, con el sistema bancario es de locos. Hay que frenarlos. Y para ello
hay que mostrar una sociedad dispuesta a hacer sacrificios pero para sacarnos
de arriba a los zánganos. No para darles de comer de nuevo. ¿Se acuerdan
de la Tablita? ¡Por favor!
Escribo esto y escucho a Figares en Plan B de AM1410: una radioescucha propone
que cada desocupado ponga una balconera como tal como forma de denuncia. Sirve.
Para protestar y para que ese hombre y/o mujer no se sienta tan solo/a. Porque
el desocupado/a siempre piensa --nos hacen pensar-- que el problema es de uno.
Basta.
Vimos un hombre de 44 años padre de cinco niños, con un puñal
en el pecho obligando a los periodistas de Canal 12 a emitir una proclama. En
su extravagancia y delirio --portavoz de una situación colectiva-- había
una parte sana: lo sacó para afuera. De contrario, habría hecho
una locura, él solo o con su mujer y sus hijos. Pude ver un tratamiento
humanizado de una periodista que por imperio de salvar a ese hombre desesperado
rompió con los códigos acartonados. Ella lo habría persuadido.
Al final le cayeron tres canas arriba. Se hirieron ellos y el tipo. No se habló
más del tema. Se borró de la agenda. Acá no ha pasado nada.
Estoy afirmando que frente al miedo y la desesperación es sano protestar.
¿Eso no abre ninguna perspectiva? No sé. Pero es más sano que
seguir apostando a una concertación que nunca se da.
El deber de toda oposición es oponerse. No mezclarse con los incapaces
que no saben y no están interesados en determinadas salidas. "A un lado
los bagres y al otro las tarariras." Como dijo Seregni, en el 82.
No me molesta que el Presidente llore. Me molesta que mienta. Es mentira que
va a hacer el "último esfuerzo". Mentira que no haya otra alternativa.
Es mentira que sea "hacer un esfuerzo colectivo". Siempre pagan los mismos.
Recuerdo un muchacho que llegó a la Urgencia --desempeño tareas
en una mutualista, estoy en zona de riesgo-- en un auto flamante de esos que
utilizan las ¿Empresas? de ¿Seguridad? (que pagan $9 pesos la hora a trabajadores
que no pueden "asegurar" nada más que su presencia en uniforme) y que
no podía caminar. Salimos con un sillón de ruedas, le pregunté
si había tenido un accidente. Su cara y su cuerpo eran una radiografía
del hambre. Dijo simplemente " No... no puedo caminar. Lo que pasa es que voy
y vengo a trabajar caminando" ¿Y donde vivís? "En Punta de Rieles".
Lo del Presidente es no solo una mentira organizada en su cabeza porfiada y
leal al fondo. Es una burrada. De burro. El recurso de ajustar y ajustar nos
va a dejar a todos así: sin poder caminar.
Lo nuestro es difícil. Está plagado de desafíos. Hay que
hincar el diente en temas como los medios masivos de comunicación y el
derecho a la información, como el factor militar y el sistema bancario.
Escollos para asumir el gobierno y para ejercerlo. Hay que saber decirles no
a los poderosos. Ocurre que si seguimos diciendo que si, seguiremos poniendo
millones para el Comercial "porque hay que cuidar el sistema financiero". ¿Por
qué tenemos que aceptar que los socios de la banda de facinerosos "hermanos
Rhöm" (que supieron hacer sociales con el Dr. Lacalle y al Dr. Batlle)
impongan condiciones al Estado uruguayo? ¿Cuál es su responsabilidad
para filiales de bancos con sede en el extranjero que permitieron o fueron cómplices
de esto? Nunca ponen nada.
El Frente Amplio es una alternativa y mantiene la esperanza de todos aquellos
que están sumergidos y que no han estallado porque mantienen confianza
en que las cosas cambiarán. No hay estallido porque hay esperanza de
cambio. ¿Hasta cuándo? Hay que separar las aguas y mostrar que es posible,
necesaria otra forma de organizar las cosas.
No es bueno mimetizarse y estar coqueteando, una vez por la concertación,
otra vez por el diálogo, haciendo llamados permanentes a las políticas
de Estado. No. Somos otro proyecto. No hay que tener miedo a diferenciarse.
La gente es sabia. No es boba. Lo peor que está pasando es que algunos
están sintiendo que "todo es lo mismo". No es así. No debemos
dejar que sea así. Debemos conservar nuestra identidad y nuestros principales
valores como izquierda.
No significa repetir como papagayos consignas y eslóganes que han caracterizado
al dogmatismo y a la izquierda cuadriculada que está contenta con su
papel testimonial.
Pero eso no quiere decir que haya que desideologizarse, borrar las aristas irritantes.
Hay que doblar la apuesta. La globalización no es un mal irremediable
al que nos tenemos que doblegar. Algunos compañeros dicen: hay que ganar
el centro. Nunca supe lo que era eso. Se afirma como quien dice hay que ser
vivo y poner cara de simpático. Dos inconvenientes: lo que tenemos como
fuerza electoral y política no es un ejército disciplinado que
está incondicionalmente atrás de la dirección. La cohesión
y la capacidad de reproducción están en el contagio por el cambio.
Por otra parte, ninguna impostura seduce ni al centro ni a nadie.