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13 de mayo del 2002
Editorial de Liberación
Había una vez un país
Liberación
Los muy pocos uruguayos que podían viajar al extranjero allá por los años 50 se libraban bastante fácilmente de que se les confundiera como provenientes de ese otro país hermano llamado Paraguay, cuando con una sonrisa bonachona y suficiente les aclaraban a sus interlocutores que en verdad eran ciudadanos de otro pequeño país también sudamericano, pero más conocido como "la Suiza de América". Si el interlocutor se interesaba por el fútbol además, los uruguayos viajeros le podían adicionar que también eran dos veces campeones del mundo.
Pero eso fue hace mucho tiempo, los mitos uruguayos no pudieron llegar a ser como los griegos y no resistieron la prueba del tiempo. Y como muchos saben esa imagen se desvaneció para siempre, cuando casi cuatro décadas atrás Uruguay comenzó a parecerse al resto de los demás países americanos ubicados al Sur del Río Bravo.
Sin embargo, en los últimos tiempos con la poderosa ayuda y amistad de Bush y Collin Powell que han hecho elogiosos comentarios sobre la «democracia uruguaya» -¿se referirán a la que tiene los torturadores y asesinos militares sueltos?-, el actual presidente Jorge Batlle ha intentado recrear internacionalmente una vez más la antigua mitología de la "garra charrúa", exhibiendo entre los grandes logros del país el elevado número de teléfonos celulares existentes (!).
Claro que este operativo de marketing for export poco tiene que ver con la realidad, porque Uruguay trasluce al mundo los males comunes de un sistema económico, político y social que ha subido el índice de pobreza de sus ciudadanos a un 47%. Hace pocas semanas atrás, miles y miles de uruguayos provenientes de todo el país manifestaron por las calles de Montevideo para protestar por el rumbo hacia la debacle por el que se precipita la nación.
El gobierno de Batlle se escuda en la crisis regional que afecta a sus vecinos, Brasil primero y la Argentina después, que sufren las consecuencias de las imposiciones neoliberales y de la dependencia de los mercados estadounidenses. También se lamenta de la epidemia de fiebre aftosa a la que señala como una maldición inexplicable, causante de la bancarrota del importante renglón exportador que constituyen las carnes.
Pero la conciencia popular del país comienza a movilizarse profundamente preocupados sus ciudadanos de que a Uruguay le afecte también el mal de Argentina y que terminen en una crisis general que les destroce el país. Les angustia ver morir a 25 de sus hijos por cada mil nacidos vivos y les consta que un 50% de la población infantil no logra culminar sus estudios primarios, y que tan sólo un 17% de sus adolescentes puedan finalizar secundaria.
Y en estas protestas no están sólo los trabajadores mayoritariamente empobrecidos y desocupados, están los propietarios del 35% de empresas e industrias uruguayas que han quebrado y que como saldo han enviado a 75 mil obreros al seguro de paro y otros 225 mil que al quedar sin trabajo ni eso tienen. La desocupación en muchos departamentos del Uruguay alcanza a 30%, cifra muy superior al 16% a nivel nacional que reconocen los tecnócratas del gobierno, y de postre Batlle anuncia que enviará al Parlamento un proyecto de ley para generalizar más el Impuesto al Valor Agregado (IVA) con tasas del 20% y del 10% que incrementará más aún el costo de la canasta familiar.
No cuenta para Jorge Batlle que de los 3 millones de habitantes, existen 200 mil personas que ya ingresaron a la franja de los que se les clasifica como indigentes, algo muy alejado del ideario social del padre de la patria José Artigas, que quería que "los más infelices fueran los privilegiados", y mucho menos que en los últimos tiempos 50 mil uruguayos cada año, la mayoría de ellos jóvenes capacitados, se han tenido que ir del país.
Lo que cuenta para el mandatario es otra cosa; es el haber contribuido junto a los presidentes anteriores Saguinetti y Lacalle para hacer del Uruguay uno de los ciento y tantos países denominados "paraísos fiscales o lavaderos" mundiales, donde un secreto bancario mucho más rígido que el de la verdadera Suiza permite ingresar fabulosos capitales y transferirlos en pocas horas, si así desea el cliente, con rumbo desconocido.
Con los jugosos beneficios de eso es que hoy vive y vegeta el muy reducido y corrupto sector oligárquico que Batlle representa, y no es casual entonces que no le preocupe mucho la situación que viven la mayoría de sus conciudadanos.
Batlle es el primero en propagandear un Uruguay que no existe en la realidad, y como años atrás Menem y otros colegas de la región, tiene la desvergüenza de seguir mendigando más créditos en el Banco Mundial y en el Fondo Monetario. Mientras tanto el país sigue cada vez más estancado en su producción nacional y mucho más dependiente de los buenos o malos humores de Washington.
Un otrora poderoso industrial uruguayo casi en la ruina y votante tradicional de la derecha le decía a un amigo frenteamplista: "Yo los voy a votar a ustedes para que esto cambie. Pero no vayan a gobernar y hacer como estos gobiernos que hemos tenido." Así están las cosas, no como anda diciendo por ahí el presidente Judas que vendió a Cuba en Washington y en Ginebra.