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30 de mayo del 2002
De la "teoría de los dos demonios" a los múltiples fundamentalismos
Juan Carlos Volnovich
Revista Locas - Madres de Plaza de Mayo
Digámoslo de entrada y en clave marxista: hay un plus de energía
innovadora generada por las propias contradicciones del sistema capitalista,
que la represión no logra clausurar. Esa fuerza instituyente resiste
indoblegable la intención de captura y tiene un efecto de apertura: al
tiempo que desafía nuestra posición de intelectuales, habilita
nuestra producción. Así un fantasma recorre el universo de los
intelectuales y nos interpela: los piqueteros. Los piqueteros me invitan a volver
a transitar por el puente que nos une, sujetos del discurso, con nuestro objeto:
la subjetividad en los movimientos sociales. He aquí la oportunidad para
inaugurar una nueva manera de concebir la interacción entre intelectuales
y movimientos sociales.
Si negar nuestra identidad de sujetos colonizados sería nada más
ni nada menos que negar nuestra propia historia, el reconocimiento de nuestra
propia colonización mental, los límites internos impuestos a la
comprensión y a la acción ante las injusticias que conforman nuestro
paisaje habitual no tiene por qué impedirnos aceptar las aperturas que
nuestras experiencias señalan y las modificaciones en el orden de lo
instituido, donde fracasa tanto el exceso de represión social como la
propia represión individual.
Porque el caso es que la neutralidad de los psicoanalistas frente a "lo social"
se constituyó en principio fundamental (aun a costa de renegar del Freud
del Malestar en la Cultura) hasta bien pasados los 50. Fue recién en
la década del 60 cuando hizo su entrada el psicoanalista comprometido
can la realidad que pretendíamos comprender y transformar. El triunfo
de la Revolución cubana no fue ajeno al inicio de un recorrido que, junto
a artistas y científicos creíamos, desembocaba inexorablemente
en el socialismo. Los años de la dictadura militar, la desaparición
del campo socialista, desalojaron (sería mejor decir: "desaparecieron")
al psicoanalista comprometido y le dieron lugar al psicoanalista desencantado.
Pero el desencanto en modo alguno alude a una suerte de desinterés, de
fría relación con la realidad, al estilo de la neutralidad de
décadas atrás. Por el contrario, el psicoanalista desencantado
sostuvo una apasionada integración con las instituciones asistenciales
del Estado al tiempo que se incorporó al sistema agrupándose en
innumerables asociaciones que le fueron funcionales.
Si bien el psicoanálisis se ha impuesto como la teoría más
consistente y rigurosa acerca de la constitución del sujeto, nunca como
en la actualidad hemos sido más ignorantes del modo en que las estructuras
del poder nos atraviesan y nos determinan. Jamás nuestra implicación
y nuestra sobreimplicación (aun aquella caracterizada por la apatía
y la desesperanza) con las prácticas sociales y políticas llegó
a estos extremos y jamás ha sido más reprimido y suprimido el
análisis de dicha implicación. Análisis de nuestras evitaciones
y adhesiones a las teorías y a la política. Análisis de
nuestra "neutralidad" y de nuestro "compromiso". De nuestra participación
y de nuestras indiferencias. De nuestras investiduras y de nuestras desafectaciones.
Tal vez por eso nunca como ahora los piquetes -contexto que nos incluye y texto
que, al atravesarnos, nos constituye- están inventando esta nueva manera
de ser o estar posicionados como Intelectuales de, en los movimientos sociales.
La "teoría de los dos demonios" intentó reinstalar la ilusión
de una neutralidad desencantada como lugar posible para los psicoanalistas.
"Neutralidad" desde que abría espacio a la ilusión de no pertenecer
a ninguno de ellos. "Desencantada" porque ocultaba el apasionado apego a la
axiología de la "década perdida". Pero la crítica superadora
de la teoría de los dos demonios no tiene por qué obligamos a
aceptar su reemplazo por la teoría "de los múltiples fundamentalismos"
como única salida. Fundamentalismos de derecha claramente evidenciados
por la dictadura de los mercados o la opresión de los dioses pero también,
fundamentalismos de izquierda que en nombre del compromiso con las causas justas,
nos acerca el peligro siempre presente de recaer en misiones evangelizadoras
y proyectos de redención universal que refuerzan, al estilo de la experiencia
polpothista o de Sendero Luminoso, los mismos sistemas de opresión que
intentan suprimir. Tal parecería ser que, para evitar caer en estos excesos
que convalidan certezas absolutas y verdades reveladas, la práctica política
que se elude. Dicho sea de paso, entre nosotros todavía está pendiente
una reflexión seria acerca de las FARC de Colombia y ese residuo no elaborado
que ha dejado la lucha armada de Montoneros asociado a Firmenich, tan distinto
a la figura de Raúl Sendic y Tupamaros que transita el imaginario social
del Uruguay, y a la más reciente aparición de los "Sin tierra"
en el Brasil, de tan bien ganado prestigio entre los intelectuales de izquierda.
Si la Revolución cubana marcó un antes y un después en
la historia de la América que Martí llamó "nuestra", las
Madres de Plaza de Mayo contribuyeron a enriquecer el espectro de respuestas
posibles a los regímenes totalitarios, y la emergencia del zapatismo
en 1994 nos hizo saber de un movimiento de masas que convoca a la resistencia
global, armada y sin cuartel (en el sentido más literal y metafórico
de "sin cuartel") contra el neoliberalismo; movimiento destinado a aprovechar
las experiencias revolucionarias previas y decidido a evitar cometer los mismos
errores transitados a lo largo de la historia de las luchas sociales y del socialismo
en la región. La omisión del papel preponderante de la subjetividad
no es ni el menor ni el más intrascendente de esos errores.
El grito chiapaneco dio inicio a nuevas formas de resistencia y estimuló
las luchas preexistentes: de Seattle a Génova pasando por Praga y Gotemburgo.
Hace muy poco, continuando una original experiencia latinoamericana, en Porto
Alegre, los psicoanalistas agitados por la experiencia de los Estados Generales
del Psicoanálisis nos incorporamos a las ciencias sociales para reflexionar
sobre el sujeto neoliberal. Ahora, los piqueteros aportan sus cortes para alentar
nuestra esperanza, para dar testimonio de las infinitas e ingeniosas maneras
de resistir la exclusión, y para poner en juego nuestra propia implicación.