|
29 de mayo del 2002
No ahorraron golpes para reprimir a los ahorristas
Irina Hauser, Página 12
Un policía de cara redonda y labios gruesos masticaba chicle y
sonreía levantando el mentón. A su lado, un despliegue sorpresivo
de más de cincuenta federales repartidos en dos hileras encerraban a
los ahorristas que, como todas las semanas, reclamaban sus depósitos
ante los bancos del microcentro.
Repartieron bastonazos con saña y empujaron a manifestantes hasta tirarlos
al piso. El regodeo policial quedó coronado con dos detenidos: una mujer
de 56 años y un chico sordo. La protesta para que los liberaran se trasladó
al atardecer a las puertas de las comisaría 1ª, adonde acudieron al rescate
el diputado Luis Zamora (Autodeterminación y Libertad), la legisladora
Vilma Ripoll (Izquierda Unida) y Liliana Chiernajowsky (ARI), entre otros dirigentes.
Los soltaron poco después de las nueve de la noche.
Eran los ahorristas de todos los lunes, miércoles y viernes. Los que
se niegan a dar por perdido el dinero que guardaron bajo la hipnosis de la convertibilidad
y que descargan la furia con martillos y cacerolas en la puerta de las entidades
bancarias. Cuando ayer fueron al mediodía a la casa matriz del BankBoston,
en Diagonal Norte y Florida, se encontraron con una nueva reja que les impedía
golpear el elegante portón del edificio y decidieron sacarla. La arrastraron
y la tiraron contra un policía que filmaba la protesta quien, aun cuando
se le abalanzaron, intentó seguir captando con la cámara cada
detalle hasta que un grupo le estampó sobre la lente un cartel con la
palabra "Justicia". Otros ahorristas corrieron a detener un camión de
caudales que se les acercaba y canalizaron sobre él los martillazos y
las patadas. Le tiraron huevos, que el conductor intentó despejar con
el limpiaparabrisas, y en sus costados escribieron "chorros" y "ladrones", las
palabras clave de los cantitos furiosos que entonaban.
En medio del revuelo aparecieron más y más policías. Una
noticia potenció la bronca de los manifestantes: a uno de los ahorristas
que le tocaba sacar su dinero del Banco Francés con una orden judicial
le acababan de decir que sólo se lo podían devolver en monedas.
La protesta se trasladó dos cuadras, hasta la sede del Francés,
en Rivadavia y Reconquista. Ahí fue cuando brotaron dos filas de efectivos
de la Guardia de Infantería, armados con gases lacrimógenos y
bastones, que cercaron a la gente. Patotearon a todo el mundo, mujeres, viejos
y jóvenes. Hubo periodistas, fotógrafos y camarógrafos
que también recibieron palazos.
La escena era patética. Los rostros de los policías, sus primeros
planos en televisión, revelaban -en gestos duros o sonrisas- un disfrute
provocador. "Tengo muchas ganas de llorar. La violencia viene desde arriba,
nosotros no éramos violentos", gritaba una mujer rubia con anteojos negros.
"¿Dónde está la democracia? ¿Y el estado de derecho?", exclamaba
otra de remera roja. Y una más, de rulos y ojos saltones, alertaba: "Duhalde
se va a llevar todo como lo hizo Menem, que ahora lo está disfrutando
con la Bolocca (sic)".
Entre el torbellino, tres policías agarraron de los brazos a María
Antonia Calógero, una señora de 56 años, y se la llevaron
detenida. En otro rincón, la Federal arrastraba a Roberto Ceferino Mitchell,
un chico hipoacúsico de 25 años a quien en la golpiza, además,
le rompieron el audífono. El arresto fue por resistencia a la autoridad
y daños. Con el correr de las horas fue creciendo una concentración,
esta vez frente a la comisaría 1ª, con banderas de asambleas barriales.
Además de Ripoll, Zamora y Chiernajowsky estuvo un grupo de abogados
de ahorristas y asambleístas. "Fue tremendo lo que tuvimos que presionar
para que los liberaran.
Evidentemente hubo una orden de arriba para darle con todo a los ahorristas
y agarraron gente al voleo", dijo a Página/12 el abogado Roberto Urbano.
Ripoll denunció: "El juez Luis Schelgel, quien estaba de turno, y su
secretaria nunca aparecieron. Es el mismo juez que liberó a Sebastián
Cabello, el joven que mató a una mujer y a su hija en una picada". "Los
voy a perseguir hasta el último dólar", dijo la mujer que había
estado presa apenas la liberaron. El chico sordo miraba desconcertado. Y uno
de los ahorristas, que prefirió no decir su nombre, relató que
un miembro de la comisaría lo amenazó: "Te voy a perseguir y te
voy a matar"