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Latinoamérica

29 de mayo del 2002

Reforma benefactora

Juan F. Martín Seco
La Estrella Digital

Que vivimos en un mundo de apariencias... Evidente. A los medios de comunicación se les debería denominar más bien medios de ocultación o quizás de manipulación.
Los políticos poseen fama de decir diego donde antes dijeron digo, de prometer en la oposición lo que no piensan cumplir en el poder. Pero, ¿qué podemos afirmar de la prensa? Si consultásemos la hemeroteca comprobaríamos, por ejemplo, que en el transcurso de diez años el mismo medio puede defender, sin el menor rubor, las tesis más opuestas y contradictorias. Todo depende del color del Gobierno.
Los periódicos que hace años eran comprensivos con la huelga general —a más no puede llegar nunca un medio de comunicación, dependiente del capital y de la publicidad de las empresas— hoy aparecen como furibundos detractores, y los que ayer anatematizaban a las organizaciones sindicales hoy responsabilizan al Gobierno del PP del desencuentro. Y, curiosamente, a nadie se le cae la cara de vergüenza. Ayer gobernaba González, hoy lo hace Aznar.
En política, y los medios de comunicación están metidos hasta el corvejón en política, todo es posible, y las palabras, lejos de ser un instrumento para dar a conocer la realidad, se convierten en un artilugio para ocultarla. A juzgar por su discurso, el Gobierno, en esto de la reforma laboral, actúa como el gran benefactor de los trabajadores, y la CEOE deja de ser la patronal, abjura de la defensa de los empresarios para convertirse en el paladín de los obreros.
Discurso tan burdo precisa de corrección y para endulzarlo y adornarlo se trae a colación la idea de España y de nación. Ya no existen empresarios ni trabajadores, ni ricos ni pobres. Capitalismo popular. Y hay quien se lo termina creyendo y aceptando que no se dan intereses contrapuestos y que lo que beneficia a Botín y a las Koplovich se identifica con lo que beneficia a los asalariados.
Aznar tiene poco de original. Al igual que Bush y otros muchos, se arropa con la bandera nacional. Con la huelga —dice— lo único que se va a conseguir es perjudicar a España. Y ¿no sería preferible que España, la España de Aznar, vaya un poco peor y los españoles un poco mejor? La celebración de la huelga el día antes de la Cumbre de Sevilla —se afirma— va a dañar seriamente la imagen de España. Depende frente a quién. Es posible que para muchos la imagen de España mejore, del mismo modo que Italia, Francia o Alemania han subido bastantes puntos en la opinión de un gran número de españoles al conocer que los trabajadores de esos países defienden sus derechos sociales y laborales.
Y para discurso ambiguo y falaz, el que se utiliza en la referencia de los Consejos de Ministros. Entre las muchas perlas con las que se ha pretendido explicar el "decretazo" aprobado por el Gobierno el pasado viernes, aparece el siguiente párrafo: "La nueva normativa garantiza el acceso inmediato a la protección por desempleo, desde el primer día de cese en el trabajo, a quienes pierdan su empleo en los casos de despido disciplinario, sin necesidad de plantear la impugnación ni esperar la resolución judicial".
Cualquiera que lo lea no puede por menos que asombrarse de la buena disposición del Gobierno, preocupado siempre del bienestar de los trabajadores aunque sean parados y, ya se sabe, un poco vagos. Pero por desgracia el parrafito en cuestión pretende afirmar todo lo contrario de lo que una lectura primera e inmediata da a entender. Lo que de verdad significa es que desaparecen los salarios de tramitación. Es decir, que el despido improcedente, el que se realiza sin causa justificada, les va a salir a los empresarios bastante más barato y que los despedidos cobrarán bastante menos.
Cuando un juez decreta despido improcedente, o lo que es lo mismo, que se ha realizado sin ningún motivo, por propio capricho y deseo del empresario, éste en la gran mayoría de los casos no está obligado a readmitir al trabajador, simplemente a indemnizarle. Curiosamente, en Italia se ha hecho una huelga general porque Berlusconi pretendía implantar un sistema similar, eliminar la obligatoriedad de que el patrono readmitiese al asalariado. Hace ya muchos años que a los trabajadores españoles se les privó de tal derecho, la readmisión. Pero es que, además, reforma tras reforma, se les va reduciendo incluso la indemnización. Eso es lo que se pretende de nuevo al eliminar los salarios de tramitación.
Hasta ahora el empresario estaba obligado a pagar al trabajador despedido improcedentemente, según sentencia judicial, los salarios del tiempo transcurrido entre el despido y la sentencia, siendo estas retribuciones independientes de lo que le corresponda al trabajador por el seguro de desempleo. Cuando el Gobierno afirma que éste comenzará a cobrarse inmediatamente, lo que está afirmando es que no se cobrarán los salarios de tramitación. Como se ve, el mundo al revés. El lenguaje puede servir no para comunicar sino para confundir, y el poder siempre ha sido un maestro en utilizar el lenguaje.