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26 de mayo del 2002
El Plan Colombia no es contra el narcotráfico, sino
contra la resistencia campesina
COCCA (Coordinadora de Cultivadores de Coca y Amapola)
Los cultivos campesinos
de coca (menos de tres hectáreas por familia) son una alternativa de sobrevivencia
y resistencia campesina en zonas de colonización, donde el campesino fue desplazado
forzadamente y la única presencia del Estado históricamente ha sido la represiva
y militar. La única alternativa viable para esos colonos desplazados ha sido
los cultivos de coca y amapola. Los EEUU planifican una nueva intervención
regional bajo el sofisma de la lucha contra las drogas, diseñan el Plan Colombia,
narcotizan totalmente el conflicto social colombiano ignorando las causas
estructurales de su génesis. La lucha contra las drogas, con la cual se está
justificando la intervención en el conflicto regional es solamente una máscara
que oculta los reales intereses extractivos de las multinacionales y del establecimiento
colombiano en la región.
El imperialismo
El sistema capitalista mundial, en su fase actual, viene teniendo transformaciones
significativas en sus formas de manifestarse, al mismo tiempo afronta crecientes
expresiones de crisis global e intenta actuar para contrarrestar su tendencia
depresiva. Como tal la política imperialista viene siendo impuesta, ya no
por estructuras nacionales, sino por los grandes detentadores del poder económico
(multinacionales, especuladores financieros, banqueros, etc.) quienes hacen
uso de su incidencia política en los países del primer mundo (Estados Unidos,
la Comunidad Económica Europea, etc.) para establecer sus intereses imperialistas
sobre el resto del orbe. Al respecto, estamos atravesando por un momento de
cambios en la política del imperialismo, que se hace más agresivo y violento,
y se ha agravado aún más con la interpretación oportunista de los sucesos
del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington.
La falacia de la lucha contra las drogas y el terrorismo
La "cruzada contra el terrorismo" y la "lucha contra las
drogas" encabezadas por los EEUU, reflejan una forma de rearticulación
del imperialismo en torno a un liderazgo político y militar que refuerza su
tendencia a la solución de las crisis sistémicas mediante la guerra, la suplantación
de la voluntad y la autonomía de los pueblos por métodos violentos y de terror.
Las estrategias de los EEUU apuntan a una exacerbación del poder de la ultraderecha
mundial, sustentada en la reactivación de los complejos militares-industriales,
el control de los recursos energéticos mundiales por la oligarquía petrolera
de los Estados Unidos y la salvaguardia del sistema financiero especulativo,
en su búsqueda de soluciones para la crisis económica por la que atraviesa
el sistema. En esta línea la guerra hacia los pueblos es un eje fundamental.
La intervención
Existen planes específicos, interconectados y complementarios, tales como
el Plan Colombia, dirigido directamente desde el Estado norteamericano, ahora
denominado Iniciativa Regional Andina, IRA, y el Acuerdo de Libre Comercio
de las Américas, ALCA, cuyos propósitos buscan la conversión de los espacios
y territorios de América Latina en mercados para la realización de los productos
provenientes de los EEUU, al precio de la destrucción de los aparatos productivos
nacionales, la negativa a aceptar cambios estructurales democráticos en nuestros
países y la eliminación de las fuerzas populares y revolucionarias que se
oponen a su proyecto.
Ante esto, los pueblos de América Latina están en el deber de fortalecer sus
lazos de organización e integración que ayuden a la articulación de procesos
fragmentados de unidad latinoamericana y nos proyecten a mayores niveles de
resistencia frente al nuevo despliegue imperialista.
Esta situación incide directamente en la problemática nacional colombiana
en la medida en que este posicionamiento de la ultraderecha mundial se vuelve
un referente para la ultraderecha del país. Soplan con más fuerza los vientos
intervencionistas y la criminalización internacional política a contingentes
populares y revolucionarios entre otras acciones lesivas para nuestro pueblo.
Todo esto es posible por la actitud entreguista de la oligarquía colombiana.
Estas nuevas condiciones hacen que la arrogancia para suprimir las conquistas
y derechos de los trabajadores y del pueblo, la tendencia a mayores niveles
de represión contra las organizaciones y la protesta social, la actitud de
ruptura de los diálogos con el movimiento insurgente se intensifiquen, para
tratar de mantener el caduco esquema de dominio político, social y económico
que tiene en el modelo neoliberal su más clara expresión.
Debemos ser concientes que dicha ruptura no solo, escalonaría la guerra e
intensificaría aun más el desplazamiento forzado y los crímenes de lesa humanidad,
sino que recrudecería el terrorismo de Estado, en asocio con el proyecto fascista
de la ultraderecha que muestra vasos comunicantes de clase con el paramilitarismo
y sectores de los grupos transnacionales vinculados a la guerra y a megaproyectos
de explotación de los recursos y el trabajo nacional.
El documento de la Comisión de los Notables del roto proceso de paz entre
las FARC-EP y el gobierno hace serios aportes para encaminar el proceso de
diálogos. Si bien es cierto que la ultraderecha apunta a consolidar su proyecto,
no es menos cierto que en Colombia existen sectores democráticos y revolucionarios
dispuestos a confrontar dicha posibilidad.
El régimen político colombiano agudiza su carácter autoritario, intolerante
y excluyente proclive a una salida de fuerza de los problemas colombianos
a través de la creciente concentración del poder político en el ejecutivo,
la persecución y el chantaje frente a la oposición y marginando o aislando
a quienes no se comprometan con las políticas de Estado. De esta forma pretende
esconder la grave crisis social por la que atravesamos la inmensa mayoría
de colombianos, manifestada en la alta tasas de desempleo, el nivel pírrico
de los salarios de los trabajadores, la crisis del agro, el relatifundismo
por vía de la expropiación violenta de tierras, que margina mucho más a los
campesinos, las precarias condiciones de vida y de trabajo, el creciente aumento
de la pobreza.
La fascistización
La Ley 684 de defensa y seguridad nacional(denegada temporalmente, gracias
a un fallo de la corte constitucional), que corresponde a una versión actualizada
del tristemente célebre estatuto de seguridad, restringe las garantías individuales,
entrega facultades extraordinarias a los mandos militares cuestionados internacionalmente
por su complicidad con el paramilitarismo y pretende darle legitimidad a éste
en lugar de combatirlo como expresión brutal del terrorismo de Estado. Un
estatuto antiterrorista como el propuesto por el gobierno es un arma contra
el pueblo y las libertades políticas.
La salida política
La salida política del conflicto interno y la crisis que vive la sociedad
colombiana requiere tener presente la necesidad de cambios sustanciales en
el régimen político, que permitan la construcción de un modelo económico con
justicia social, que redistribuya la riqueza y genere empleo, con respeto
a los derechos de los trabajadores; que ofrezca salud, educación y recreación;
amplíe y generalice el derecho a la seguridad social de los campesinos. Un
nuevo modelo económico no puede pasar por alto la cuestión agraria, entendida
ésta como una verdadera y durable reforma agraria democrática que beneficie
a los campesinos asalariados, pequeños y medianos propietarios en función
del desarrollo productivo de la economía, la promoción social y cultural del
pueblo trabajador en las regiones.
En este sentido, la dispersión y el fraccionamiento de las luchas de los diversos
sectores de la población lo que hace es favorecer los intereses del gran capital;
se hace necesaria entonces la unidad y convergencia popular, como un aglutinador
de corrientes, expresiones y fuerzas políticas y sociales que están dispuestas
a jugarle a la salida política y popular a corto, mediano y largo plazo, con
un proyecto que ubica como ejes fundamentales de su accionar la solución al
conflicto político, social y armado, la recuperación de la soberanía nacional,
la democratización de las instituciones y la construcción de un modelo económico
democrático alternativo.
Las candidaturas a la presidencia de la República hoy expresados en Horacio
Serpa, Noemí Sanin, Juan Camilo Restrepo y Alvaro Uribe Velez , solo comportan
diferencias discursivas que no pueden enmascarar su real compromiso con el
proceso de acumulación de capital de las transnacionales, su defensa de las
políticas antipopulares guerreristas del sistema y su apoyo al intervensionismo
de los EEUU.
Conclusiones
· La versión actual del conflicto político, social y armado colombiano
se prolonga por más de 5 décadas basado fundamentalmente en la irresolución
de la cuestión agraria en el país. El campesinado minifundista se ha visto
expropiado violentamente durante años por la clase terrateniente y latifundista
vinculada a las tradicionales élites oligárquicas del poder. Enormes masas
campesinas se han visto abocadas al desplazamiento forzado hacia los conglomerados
urbanos pero también hacia las selvas adentro, abriendo la frontera agrícola
en nuevas zonas de colonización hacia el oriente, el occidente, el Magdalena
Medio y considerablemente hacia el sur de país. Otro sector del campesinado
politizado, organizado desde propuestas de autodefensas campesinas de masas
frente a las agresiones del Estado, se fue configurando y estructurando hasta
llegar a ser las guerrillas actuales.
· El conflicto social, las desigualdades regionales, la marginalidad y la
exclusión se vieron agudizadas en las ciudades y en los territorios rurales
colombianos con la implementación del modelo neoliberal de la economía que
privilegia las importaciones, la usura, la especulación y el rentismo. Las
importaciones de 8 millones de toneladas al año de alimentos, hacen inviable
la economía campesina. Como lo demuestra la historia reciente, el desarrollo
del capitalismo neoliberal en el campo, no alivia la situación del campesinado,
ya que el tránsito a los métodos capitalistas va acompañado del desalojamiento
masivo de los campesinos de la tierra. Se vive también un periodo de quiebra
de pequeñas, medianas empresas privadas e incluso grandes empresa estatales
que empiezan a ser privatizadas por las multinacionales en desmedro de lo
público. Se concentra mucho más la acumulación, se colapsan los limitados
sistemas de redistribución social mientras que se asumen colectivamente en
el seno de la sociedad las pérdidas del modelo de mercado.
· La quiebra de la economía campesina lleva al campesinado a buscar alternativas
de subsistencia en las nuevas regiones de colonización, caracterizadas por
los casi nulos niveles de inversión social estatal (producto de las imposiciones
de los usureros financieros del capital mundial), es decir, se trata de regiones
inhóspitas en la amazonía y orinoquía colombianas, las selvas del pacífico,
la cordillera oriental, el Magdalena Medio; con suelos no aptos para la agricultura
y totalmente desarticulados e incomunicados, con precarios sistemas salud,
educación, vivienda y servicios públicos. En este contexto abiertamente anticampesino
y antisocial la única alternativa viable para los colonos ha sido los cultivos
de coca y amapola.
· Mientas tanto el auge del proyecto político y militar de la guerrilla colombiana,
explicado en gran parte por el desmejoramiento de las condiciones económicas
y sociopolíticas del país y la pauperización con la consecuente polarización
de la sociedad, ha puesto en riesgo los intereses económicos y políticos de
los EEUU en la región. Para reposicionar sus intereses estratégicos los EEUU
planifican una nueva intervención regional bajo el sofisma de la lucha contra
las drogas, diseñan el Plan Colombia, narcotizan totalmente el conflicto social
colombiano ignorando las causas estructurales de su génesis.
· El círculo vicioso de las fumigaciones es presentado como la lucha contra
el narcotráfico (por cada hectárea fumigada se siembran tres más), mientras
que se auspicia la militarización y se potencian las estrategias de guerra
sucia, contra el campesinado y las organizaciones sociales, como lo es el
caso del paramilitarismo.
· En esta medida y con la implementación del Plan Colombia se está fortaleciendo
una propuesta de modelo de desarrollo basada en la contrarreforma agraria
anticampesina y en el "privilegiamiento" a la implementación de
megaproyectos de infraestructura, de economía extractiva y agroindustrial.
Para consolidar este modelo de desarrollo excluyente se realiza el aseguramiento
de territorios, necesariamente asociado a la expropiación violenta de tierras
y la comisión sistemática de crímenes de lesa humanidad bajo el amparo de
la impunidad institucionalizada.
· La total militarización y paramilitarización de lo público (ley y estatuto
de seguridad), son el escenario propicio para penalizar la protesta social
y victimizar "legalmente" las tendencias igualitarias y emancipadoras
de las organizaciones y los movimientos sociales.
· Los cultivos campesinos de coca (menos de tres hectáreas por familia) son
una alternativa de sobrevivencia y resistencia campesina en zonas de colonización,
a donde el campesino fue desplazado forzadamente y donde la única presencia
del Estado históricamente ha sido la represiva y militar. Estos cultivos son
una coyuntura y su problemática no explica de ninguna manera el conflicto,
el cual tiene claramente unas causas de carácter estructural. De tal forma,
la lucha contra las drogas, con la cual se está justificando la intervención
de los Estados Unidos en el conflicto regional es solamente una máscara que
oculta los reales intereses extractivos de las multinacionales y del establecimiento
colombiano en la región.
Para lograr las transformaciones estructurales en el país, se requiere avanzar
en la organización social y la unidad popular, elevar la conciencia política
del pueblo colombiano para superar la reducción de las luchas a cuestiones
inmediatas y economicistas; así como sus reacciones limitadas a las manipulaciones
de los aparatos ideológicos del sistema, principalmente los medios masivos
de comunicación que generan nuevas formas de subordinación y enajenación de
masas.