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Panamá vuelve a ceder
De ahora en adelante cada vez que algún país o conjunto
de países quieran lograr algo de Panamá, solamente tendrán
que elaborar una lista negra y colocarnos en ella
Juan David Morgan
"Panamá cede", fue una expresión acuñada
a lo largo del siglo XX para reflejar la frustración y la vergüenza
que provocó entre los panameños la aprobación del injusto
tratado Hay-Bunau Varilla. Durante aquellos días de noviembre de 1903,
Panamá hubo de ceder ante los estadounidenses que colocaron seis naves
de guerra en el Atlántico y cuatro en el Pacífico para disuadir
al ejército colombiano de tratar de someter al Istmo que, luego de varios
intentos frustrados, finalmente recuperaba su independencia como Nación.
La amenaza de Estados Unidos, ejercida a través de Bunau Varilla, consistía,
simplemente, en que si la Junta de Gobierno no ratificaba, enseguida y sin modificaciones,
el mencionado tratado, los estadounidenses retirarían sus buques de guerra
de las costas panameñas y, una vez recuperado el Istmo por Colombia,
volverían a negociar con este país, que ahora les ofrecía,
gratuitamente, además del canal, la luna y las estrellas. Ante semejante
ultimátum, Panamá hubo de ceder y durante casi 100 años
fuimos una Nación dividida por una franja de agua y tierra en la que
no ondeaba nuestra bandera, no se aplicaban nuestras leyes ni se hablaba nuestra
lengua.
Ahora, en pleno siglo XXI, después de aquel glorioso 31 de diciembre
de 1999, cuando hicimos alarde ante el mundo de haber recuperado la independencia,
la libertad y la soberanía sobre todo el territorio nacional, Panamá
vuelve a ceder. Pero esta vez no hemos cedido ante el espectro de una guerra
cruenta y desigual; hoy cedemos ante la amenaza que hacen los países
más desarrollados de mantenernos en listas negras e imponernos sanciones
económicas si desobedecemos sus mandatos. Y no solamente Panamá
ha cedido vergonzosamente, sin siquiera intentar defenderse, sino que hemos
permitido que nos traten como si fuéramos una de las tantas colonias
que todavía las grandes potencias mantienen en el Caribe, o uno de los
"países" de bolsillo creados, precisamente, para satisfacer las necesidades
financieras de aquellos que hoy quieren sancionarnos.
Si algo ha quedado claro después de toda esta opereta coproducida por
la OCDE y Estados Unidos para lograr que los países menos desarrollados
se conviertan en cobradores de los impuestos que dejan de pagar sus propios
ciudadanos, es que somos un país que no está dispuesto a luchar
contra la injusticia y al que no le importa un bledo con la dignidad como atributo
de las naciones verdaderamente libres e independientes. Tanto los funcionarios
del Gobierno como algunos miembros del sector privado, que han tratado de justificar
lo injustificable, alegan que no hubo más remedio que aceptar las condiciones
impuestas por la OCDE, pues así lográbamos que nos removieran
de una lista negra preparada por el club de los países ricos, y nos librábamos
de penurias y sanciones. De una lista negra en la que Panamá jamás
debió ser incluido y que nunca debió ser elaborada porque sus
gestores carecen de autoridad moral para confeccionarla, por aquello de que
nadie debe tirar piedras al techo del vecino si el suyo es de vidrio.
Como resultado de lo ocurrido, de ahora en adelante cada vez que algún
país o conjunto de países quieran lograr algo de Panamá,
solamente tendrán que elaborar una lista negra y colocarnos en ella.
Y vendrán las listas negras de los países que peor distribuyen
la riqueza, nos colocarán en ella y nos obligarán a adecuar nuestras
leyes y estructuras económicas a lo que ellos determinen; y vendrán
las listas negras de los países más corruptos, nos colocarán
en ellas y supervisarán nuestras elecciones y nuestra gestión
de gobierno, como en los viejos tiempos. Y finalmente vendrán las listas
negras de los países que no cooperan en promover el comercio internacional,
nos colocarán en ella y nos obligarán a mantener los peajes por
transitar nuestro Canal en los niveles que les convenga a sus intereses económicos
y a los de sus empresas multinacionales.
Y finalmente vendrá una lista, la más negra de todas, en la que
aparecerán aquellas naciones que dejaron de serlo por cobardía
de sus ciudadanos. Y en esta lista, que elaborará la historia, nadie
tendrá que colocarnos porque allí estaremos por iniciativa propia.
El autor es abogado y escritor