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Latinoamérica

UNA MANIFESTACION DE 5OO PERSONAS PUSO EN APRIETOS AL GOBERNADOR Y SUS COLABORADORES

Con la protesta en la puerta de la Catedral

El subsecretario de Seguridad Pública, Enrique Alvarez, había diseñado un operativo inusual. Pero los 350 policías no pudieron con medio millar de manifestantes que acorralaron dentro del templo a casi todo el arco político oficial. Reutemann tuvo que dejar la Catedral por una puerta trasera, a bordo de un vehículo de las TOE.
Por Juan Carlos Tizziani (Desde Santa Fe)
 
La policía había montado vallas, pero bastó la fuerza de un chico de 16 años para echar por tierra con todo el cerrojo.
  Unos 500 manifestantes, en su mayoría mujeres y jóvenes, pusieron ayer en aprietos a Carlos Reutemann ‑por primera vez desde que ascendió al gobierno hace una década‑, al extremo acorralarlo en la Catedral Metropolitana y obligarlo a salir por la puerta de atrás, a bordo de una 4x4 gris de las Tropas de Operaciones Especiales (TOE). La protesta hizo añicos el operativo que diseñó ‑y comandó personalmente‑ el subsecretario de Seguridad Pública, Enrique Alvarez, para proteger la celebración de Mayo con un cerco de 350 policías, ciento cincuenta más de los que el propio ex director de la Side anunció venticuatro horas antes. El desborde convirtió a la Iglesia en un refugio para la cumbre del poder: el gabinete casi completo, un elenco de legisladores nacionales y provinciales ‑con el ex gobernador Jorge Obeid y los senadores Oscar Lamberto y Roxana Lotorre en primera fila‑, el intendente Marcelo Alvarez; el presidente y algún ministro de la Corte Suprema, y hasta el jefe del II Cuerpo de Ejército, general Hernán Olmos. Todos optaron por la gran Lole: abandonaron la Catedral por la ruta de la Sacristía. Con una excepción. El ministro de Salud, Carlos Parola, quien pagó con insultos, corridas y escupitajos el costo de salir por la puerta grande.  

  El 25 de mayo de 2002 será difícil de olvidar para Reutemann. Durante parte de la mañana cumplió el protocolo. Recorrió la Casa Gris, recibió saludos en el Salón Blanco, cruzó hasta la plaza para pasar revista a una formación militar, izar la bandera y cantar el Himno. Y luego leyó su discurso, para cosechar aplausos entre ministros, legisladores, el arzobispo Edgardo Gabriel Storni y.el general Olmos, entre otros.  
  El escenario oficial estaba protegido por expertos. Desde muy temprano, la policía había cerrado los accesos a la plaza con vallas y decenas de uniformes. Ubicó en sitios estratégicos dos ambulancias, un carro de bomberos y hasta un vehículo del Cobem, para casos de emergencias. Sobre calle San Jerónimo, frente al Palacio de Tribunales, se estacionó la camioneta gris de las TOE, que luego rescataría a Reutemann cuando los manifestantes coparon la plaza.   
  La protesta germinó a cien metros de la Catedral, sobre avenida General López, donde se plantaron manifestantes convocados por una Multisectorial contra el modelo económico, que esgrime 14 puntos ‑opuestos a los que acordaron Reutemann y los gobernadores peronistas‑. Pero que se resumen en una consigna: "Que se vayan todos". El reclamo se nutrió con vecinos de asambleas barriales, estudiantes universitarios, pequeños empresarios, militantes de la centroizquierda, defensores de los derechos humanos con Madres y los Hijos en primera fila y algunos ‑muy pocos‑ dirigentes piqueteros. En fin, santafesinos de clase media empujados por la crisis que ‑desde ya‑ pondrán en otro aprieto a laderos del Lole adictos a ensayar teorías conspirativas: ¿a quién achacarán ahora la corrida de su jefe político, si ni siquiera había piqueteros amigos de Duhalde, en la plaza? ¿Dirán que hubo una operación dentro de la operación?  
  Entre carteles, cánticos y cacerolas, se planteó la relación de fuerzas. Detrás de las vallas se agolparon unos 500 manifestantes encabezados por pañuelos blancos y el cartel de las Madres. Del otro lado, quedó un pelotón de 24 policías ‑sin armas pero con palos‑ reforzado luego con otra docena de uniformados. Mucho más atrás, se apostó la Guardia de Infantería Reforzada.  
  Demandas a viva voz de un lado, displicencia en el otro. Hasta que un chico de 16 años hizo una de película: manoteó un tramo de las vallas metálicas y lo arrastró varios metros. Otros lo ayudaron. Fueron segundos, pero los suficientes para abrir la brecha.  
  Cuando los dos bandos quedaron cara a cara, el presidente de Apyme, Mario Galizzi volvió a demostrar que el que sorprende primero, sorprende dos veces. Se paró frente a pelotón de policías, alzó sus brazos y desafió: "¡No repriman! La violencia no la ejercemos nosotros. La violencia la ejerce este gobierno de hambre y miseria", gritó el empresario, ya muy jugado. Mientras decenas de mujeres y pibes se filtraban hacia la plaza. La Infantería corrió para cerrar el paso, amagó con bastones, pero resultaron pocos para cerrar una avenida tan ancha como General López.  
  En el forcejeo, un gordito de gorra azul intentó tacklear a un periodista de La Capital, pero sin éxito. "Soltame o te parto el grabador en la cabeza", se defendió el colega. El policía quedó tieso. Otro intentó arrebatar el cartel de la Familia de Policías Unidos (Fapu), que también se sumó a la protesta, pero una jovencita lo defendió como una fiera.  
  Frente a la corrida, al último de la línea se le desorbitaron los ojos. Era el subsecretario Alvarez, quien ensayó una respuesta a su estilo. Desenfundó el celular y marcó algún número, mientras lo envolvía un grito de triunfo: "Patria sí, colonia no", que luego se convirtió en el clásico de los `70: "El pueblo unido, jamás será vencido".  
  La primera línea de manifestantes llegó a la Catedral cuando el arzobispo de Santa Fe aún estaba en la vereda recibiendo feligreses con rango oficial. El cántico se unificó entonces en decenas de gargantas. "¡Que se vayan, que se vayan...!" Monseñor Storni fulminó con la mirada a los que tenía más cerca y entró a la Iglesia. Detrás de sí, se cerraron las puertas de hierro que protegen la recova.  
  La policía se reagrupó entonces frente a la puerta grande, con un cordón de por lo menos 300 efectivos, con brazos entrelazados. Era un cerco ancho, por el que se filtró primero el Himno y luego un cántico flamante: "¡Ché Lole, ché Lole, ché Lole, salí. Queremos ver la cara del FMI". Lejos de allí, Reutemann transitaba la ruta de la Sacristía para salir por la puerta trasera de la Catedral, custodiado por las TOE.