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26 de mayo del 2002
Una incursión metodológica
desde América Latina
¿De qué hablamos cuando hablamos
de la globalización?
José Gandarilla Salgado
Herramienta
Presentación
La metodología, que quede claro, no resuelve en absoluto el problema con
el que nos enfrentamos. A lo sumo facilita el correcto planteamiento de la
solución.
Antonio Negri
Desde una orientación
epistemológica crítica, se establece una relación de conocimiento en que las
formas de abordar la realidad reconocen la necesidad de asumir una postura
racional que potencie el ejercicio del conocer al no agotarlo en la explicación
de lo real, sino que amplíe las potencialidades de lo real mismo.
La importancia de reflexionar metodológicamente un objeto de estudio como
el que el título enuncia, toma en cuenta el desafío que representa traducir
esa orientación y entendimiento de lo real al análisis de lo social. Y al
campo de la economía como uno de los ámbitos que se incluyen en lo social.
En la economía, entendida en su acepción económica y política, desde un posicionamiento
crítico y de transformación de lo real es actualmente más necesario que nunca
desarrollar un pensamiento que parta del reconocimiento de la necesidad de
futuro.
Ante el paradigma neoliberal conservador, que impone la inexorabilidad de
fuerzas externas dominantes que subyugan a su lógica las formas y el proceso
económico-productivo de nuestros países, y subordinan el interés, la producción
y reproducción de la vida material de las clases trabajadoras (su sistema
de necesidades), a la obtención del beneficio y el mantenimiento de patrones
de dominación; resulta imperioso pensar y analizar la realidad desde una perspectiva
que busque transformar y construir una sociedad "en la que todos quepan".
En los siguientes párrafos nos proponemos vislumbrar la globalización en tanto
proceso histórico-objetivo, en tal sentido, como contexto o escenario mundial,
como ideología, y en su dimensión político normativa o prescriptiva, intentando
relacionarla con el establecimiento de los llamados bloques regionales y las
políticas de ajuste estructural, haciendo manifiesta la necesidad de estudiar
a éstas en su complejidad económica, política y social.
Hacia un concepto de la globalización
... busqué varias veces la conversación con distintos responsables para
tratar de ir haciendo una labor de convencimiento contra ella. Fue imposible;
es reconocida como un artículo de fe. Los más evolucionados políticamente
dicen que es una fuerza natural, material ...
Ernesto 'Che' Guevara
Como apuntó el sociólogo británico y director de la London School of Economics,
Anthony Giddens, globalización es un término que, usado con tanta frecuencia,
sin embargo, está muy pobremente conceptualizado. La orientación analítica
y la disposición ideológica separa entre "hiperglobalizadores" y
"escépticos de la globalización" (Giddens: 1996).
Entre los primeros, ligados sobre todo al ambiente de los negocios y con gran
influencia en las elites económicas y políticas que orientan las medidas macroeconómicas
y la gestión del Estado, la globalización se entiende como la expansión del
mercado a escala mundial. El avance del proceso es tal que no sólo los estados-nación
han perdido una gran parte de su poder sino están a un paso de su aniquilamiento.
Dentro de esta corriente, Kenichi Ohmae (en obras como The Borderless World
o The End of the Nation State) argumenta que en el futuro la nueva economía
mundial tendrá como núcleo no a los estados-nación sino a muchas regiones
entrelazadas, al modo de estados-región, ciudades-Estado o ciudades-globales.
El modelo del Estado-región es un modelo abierto a la economía mundial. Para
el analista y consultor japonés "los estados-región son puntos de entrada
tan eficaces para la economía mundial porque las características que los definen
están conformadas por las exigencias de esa economía". Aunque pareciera
que este escenario es poco probable, no puede ser ignorado, en los hechos
es la ideología en boga o el proyecto del sector empresarial transnacional.
Esta concepción de la globalización deriva no sólo de una noción analítica,
sintetiza una orientación ideológica y una idea de futuro.
Para los segundos, el hablar de la globalización como un fenómeno nuevo o
sin precedentes es faltar a la verdad. Con apoyo de una gran cantidad de estadísticas,
argumentan que lo que hoy se ha dado en llamar globalización estaba más desarrollado
entre los años 1900 a 1914 e incluso a fines del siglo xix; para éstos la
"globalización es un mito". En esta corriente podríamos ubicar las
aportaciones de Paul Hirst y Graham Thompson en Globalization in Question
y las de Paul Bairoch y Richard Kozul-Wright en Globalization Miths. Quizá
la crítica a la escuela de la hiperglobalización deba avanzar más allá de
alcanzar una historización del fenómeno (terreno en el cual las dos obras
anteriores han hecho aportes significativos) y tratar de abarcarlo en sus
alcances políticos, económicos, sociales y culturales.
Podríamos coincidir con Giddens, quien sugiere que elaborar una "conceptualización
adecuada de este fenómeno debe diferir de ambos enfoques", y debe ponerse
atención en varias cuestiones:
a) esta sacudida fundamental de la sociedad mundial "tiene numerosas
causas y no una sola";
b) es un proceso sumamente contradictorio, no debe entenderse tan sólo como
un concepto económico ni como un simple desarrollo del sistema mundial o como
un desarrollo puramente de instituciones mundiales a gran escala ... no es
un simple conjunto de procesos ni tampoco va en una sola dirección. En algunos
casos genera solidaridades y en otros las destruye. Tiene consecuencias muy
distintas según sea la ubicación geográfica mundial de que se trate ... genera
algunas formas nuevas de integración que coexisten con formas nuevas de fragmentación;
c) "la fase actual del proceso no es solo extensión de las fases anteriores
de la expansión del mundo occidental".
Sin embargo, tenemos una gran salvedad con el ideólogo de la "tercera
vía". El sociólogo británico concluye afirmando que la fase actual de
mundialización "se distingue porque nadie la controla" (Giddens,
ibid.). Su conclusión lo emparenta, como veremos más adelante, con los ideólogos
de la globalización; y no sólo eso, Giddens se erige en entusiasta globalizacionista,
al construir los slogans publicitarios e ideológicos de la tercera vía, desde
una "postura positiva ante la globalización". Por nuestra parte,
preferimos la advertencia que Hugo Zemelman formula y que constituye una toma
de posición y el punto de partida para el establecimiento de una relación
de conocimiento: la globalización "a pesar de constituir un problema
de macrológicas económicas, que tienen sus fuerzas a veces inexorables, no
son inamovibles; dependen también de la capacidad de resolución que a esas
macrológicas les presten los individuos desde su muy empobrecida subjetividad"
(Zemelman en Dieterich, 1997: 105).
Pensar entonces el gran tema de la globalización (que se erige al parecer
en el nuevo Leviatán de las ciencias sociales contemporáneas) exige pensarlo
en cuanto proceso y en cuanto dinámica, pero no sólo en esa dimensión de su
complejidad sino además incluir la capacidad y potenciamiento de actores políticos
y económicos transnacionalizados y la represión o mediatización de otras modalidades
de ejercicio y constitución de subjetividades que intentan construir o transformar
el mundo.
El Fondo Monetario Internacional define la globalización como:
la interdependencia económica creciente en el conjunto de los países del mundo,
provocada por el aumento del volumen y de la variedad de las transacciones
transfronterizas de bienes y servicios, así como de los flujos internacionales
de capitales, al mismo tiempo que por la difusión acelerada y generalizada
de la tecnología. (Citado en Wolf, 1997: 14)
Dos cuestiones aparecen como claves en esta visión encubridora y mistificadora
de la globalización: el concepto de interdependencia (que oculta los procesos
de explotación, dominación y apropiación presentes en la lógica del capital
mundial) y el quedarse en la forma de manifestación del fenómeno o proceso
sin interesarse por los actores políticos y económicos que lo impulsan. En
este caso las multinacionales, los estados desde los que se impulsan globalmente
y los organismos e instituciones supranacionales que actúan en el ámbito mundial
como garantizadores y creadores de consenso para las medidas económicas y
políticas que acompañan a la globalización neoliberal.
Desde la tradición del pensamiento crítico latinoamericano Pablo González
Casanova intenta recuperar algunas dimensiones poco socorridas en este debate
y propone "pensar que la globalización es un proceso de dominación y
apropiación del mundo". Dominación tanto de estados como de mercados,
de sociedades como de pueblos, que se ejerce "en términos político-militares,
financiero-tecnológicos y socio-culturales". El proceso de apropiación
de recursos naturales, de riquezas y del excedente producido se realiza de
una manera especial, en que el desarrollo tecnológico y científico más avanzado
se combina con formas muy antiguas, incluso de origen animal, de depredación,
reparto y parasitismo, que hoy aparecen como fenómenos de privatización, desnacionalización,
desregulación, con transferencias, subsidios, exenciones, concesiones, y su
revés, hecho de privaciones, marginaciones, exclusiones, depauperaciones que
facilitan procesos macrosociales de explotación de trabajadores y artesanos,
hombres y mujeres, niños y niñas. (González Casanova: 1998)
El proceso no se desarrolla ex nihilo o como una fuerza natural, la globalización
"está piloteada por un complejo empresarial-financiero-tecnocientífico-político
y militar que ha alcanzado altos niveles de eficiencia en la estructuración,
articulación y organización de las partes que integran al complejo, muchas
de las cuales son empresas o instituciones estatales también complejas"
(Ibíd.). En una argumentación como ésta se destacan varias articulaciones
y mediaciones conceptuales o categoriales que nos permiten una apertura más
amplia del tema de la globalización, y nos exige recuperar la discusión del
todo y de las partes, de la complejidad, pero también de lo abstracto y de
lo concreto.
De la conciencia de globalidad a la totalización totalitaria del automatismo
de mercado - La globalización, triunfo del universalismo abstracto
La interpretación del acontecer histórico-social en términos de un
acontecer orgánico natural va más allá de los resortes reales (económicos
y sociales) de la historia y entra en la esfera de la naturaleza eterna e
inmutable ... es una `totalidad` que consiste en el total dominio de todos.
La explicación teórica de esta totalidad la da el universalismo ... el universalismo
en el campo de la teoría social ha asumido rápidamente la función de una doctrina
de justificación política ... Al desplazarse la totalidad desde el punto final
al inicial, se corta el camino de la crítica teórica y práctica de la sociedad,
que conduce a esta totalidad. Se mistifica programáticamente la totalidad
Herbert Marcuse
Los últimos años han sido testigos no sólo del emerger del discurso de
lo global, de la globalidad o de la globalización sino de su imposición como
verdadero paradigma dominante. Para el pensamiento crítico ha sido cuanto
menos difícil y constituye un reto importante establecer un distanciamiento
de un paradigma que tiende a ser asumido como la razón establecida. Lograr
superar estos aprisionamientos aparece como una necesidad para intentar avanzar
en la construcción de alternativas teóricas y prácticas. Distanciarse del
concepto de la globalización y de su discurso, o cuanto menos evitar una apropiación
a-crítica del concepto, exige hacerlo no sólo desde el nivel teórico o a partir
de un corpus teórico, sino desde una disposición cognoscitiva, epistemológica,
profundizando en el nivel o ámbito de los presupuestos que permiten su construcción
categorial.
El tema de lo global o de la globalidad no ha sido ajeno al desarrollo de
la filosofía y de las ciencias sociales; se puede afirmar que el problema
de la globalidad acompaña al desarrollo del discurso de la modernidad y a
su propia crítica. [1] Si bien es cierto que en los años ochenta comienza
un uso más extensivo e intensivo del término globalización, no por ello significa
que esta sea la característica fundamental de "lo novedoso del mundo".
Ya desde la segunda posguerra y en especial desde los años sesenta existe
lo que podemos calificar como una conciencia de globalidad o bien conciencia
de las dimensiones alcanzadas por los problemas o amenazas globales.
Tal conciencia no es sólo teórica o analítica sino incluso existencial y se
relaciona en su momento con la primera amenaza mundial: la bomba atómica con
sus posibilidades de destrucción masiva y global. A este desarrollo desproporcionado
y depredador del excedente social ligado a los intereses del complejo militar-industrial
norteamericano lo acompañan la desenfrenada competencia armamentista y el
desarrollo de un mercado global de medios de destrucción y un mercado de "seguridad
global", así como de una auténtica campaña global de intervención y penetración
imperialista.
Continúa en un segundo momento con la conciencia de la gravedad de la crisis
ecológica y los problemas del medio ambiente, discutidos con detenimiento
después de la Conferencia de Estocolmo y la publicación de Los límites del
crecimiento. Tal y como en su momento lo afirmó Edgar Morin, a pesar de las
insuficiencias de estos debates y sus restricciones disciplinarias, el desarrollo
de la conciencia ecológica constituyó "un primer paso que podría llevarnos
a una nueva forma de pensar, la del punto de vista global, y ello es absolutamente
esencial" (Morin en Oltmans, 1975: 447).
Seguirán posteriormente temáticas tales como el desarrollo de la tecnología
genética, la exclusión de la población como amenaza global, etcétera. Problemas
éstos que al tiempo que van adquiriendo consenso como problemas de la globalidad
dan pauta de la crisis sistémica.
Aun desde este punto de vista, que observa la dimensión global de la actividad
humana como una construcción social e histórica, en alguna ocasión las ciencias
sociales tendrán que dar cuenta de la apropiación casi automática o religiosa
de un término que se crea en los medios empresariales, las escuelas de negocios
y los estudios del marketing y del management empresarial de los Estados Unidos.
[2] Como intentamos ver a continuación, no se trata sólo de reconocer una
dimensión global del acontecer y pensar humano, sino de evitar o distanciarse
de su mistificación e ideologización.
Para este cometido de distanciamiento nos será de gran utilidad recuperar
dos ejercicios del pensar crítico que intentan discutir un uso abstracto y
mistificador de las categorías de totalidad y de universalismo. Nos referimos
al trabajo que Herbert Marcuse publicara a fines de los sesenta con el título
"La lucha contra el liberalismo en la concepción totalitaria del Estado"
(Marcuse, 1970: 89-131), y a una de las aportaciones más recientes de Franz
Hinkelammert:
"Determinismo y autoconstitución del sujeto: las leyes que se imponen
a espaldas de los actores y el orden por el desorden" (Hinkelammert,
1996: 235-277).
Nuestra intención es recuperar su argumentación en el ánimo de relacionarla
con lo que creemos constituyen los supuestos y aprisionamientos presentes
en la construcción discursiva de la globalización.
Herbert Marcuse en el ensayo citado inicia la crítica de la doctrina del Estado
total-autoritario, pero demostrando que el propio liberalismo comparte los
supuestos del totalitarismo, es así que nos será de utilidad para ilustrar
lo que podemos calificar, retomando un concepto de Hinkelammert, como la "totalización
totalitaria del automatismo de mercado" que no sería sino otro nombre
para hacer referencia a la globalización. No se trata sólo de una diferencia
terminológica sino –creemos– conceptual. Para Marcuse "El Estado totalitario
exige la obligación total sin admitir que se cuestione la verdad de tal obligación"
(Marcuse, 1970: 127), lo mismo puede plantearse con respecto al predominio
del mercado total.
Siguiendo a Karel Kosik (1967: 54) estamos en presencia de una totalidad (abstracta),
entendida de manera unilateral y no dialéctica. Esta concepción es heredera
de las corrientes idealistas del siglo xx que reducen la triple dimensión
de la totalidad –como principio metodológico– a una sola dimensión: "la
relación de la parte con el todo". Esto desemboca en dos trivialidades:
"que todo está en conexión con todo" (la globalización como totalización
del automatismo del mercado todo lo modifica) "y que el todo es más que
las partes" (siguiendo nuestra analogía, la globalización no puede ser
modificada por nada, antes bien, exige la adecuación de las partes).
La preeminencia del todo con respecto a los "miembros", las partes
o los individuos, se justifica en la medida en que "las formas de la
producción y reproducción de la vida por lo general están dadas de antemano
a los individuos" (Marcuse, 1970: 108). Esto significa consolidar un
concepto del todo que carece de sentido concreto en la teoría de la sociedad
pues está "separado de su contenido económico-social". Su corolario
es una concepción organicista de la relación entre la totalidad así entendida
y los miembros que la componen.
Las relaciones entre la totalidad y los miembros son entendidas como orgánico-naturales,
"la existencia humana" queda a merced de "fuerzas inviolables
dadas de antemano" (Ibid.: 91). Esta concepción conduce a una naturalización
y deshistorización de los procesos sociales.
El camino recorrido por el universalismo abstracto, en el sentido de que el
todo al que hace referencia "no es una unificación impuesta por el dominio
de una clase en una sociedad de clases, sino una unificación que unifica a
todas las clases y que ha de superar la realidad de la lucha de clases y,
de esta manera, la realidad de las clases mismas" (Ibid.: 109) se complementa
con una teorización organicista que conduce "a través de la naturalización
de la economía en tanto tal, a la naturalización de la economía del capitalismo
monopolista y de la miseria masiva que esta última provoca: todos los fenómenos
son sancionados como naturales" (Ibid.: 114).
El predominio del universalismo abstracto exige de otra complementación. Si
en una primera etapa "la economía es concebida como un organismo vivo
al que no puede cambiarse de golpe" (Ibid.) en un segundo nivel necesita
apaciguar la politicidad del sujeto y reprimir su corporalidad, al alejarlo
de la satisfacción de sus deseos y necesidades. La lógica autoritaria del
estado o el mercado total, exige una concepción del hombre como "un ser
cuya existencia se realiza en sacrificios cuyo sentido no cuestiona y en una
entrega incondicionada, cuyo ethos es la pobreza y para quien todos los bienes
materiales desaparecen en aras del servicio y la obediencia" (Ibid.:
118).
Marcuse concluye su crítica haciendo un llamado a la recuperación de la dimensión
histórica, a la recuperación de una "auténtica historicidad". Esta
conclusión la expone en tres niveles. En primer lugar, demuestra que la "deshistorización
de lo histórico pone de manifiesto una teoría que es la expresión del interés
por estabilizar una forma de relaciones humanas que no puede ya ser justificada
frente a la situación histórica" (Ibid.: 112).
En segundo lugar, Marcuse hace un llamado a tomar en serio la historia, lo
cual nos es de gran utilidad en el cometido de conceptualizar a la globalización
como "forma social". Pero sin asimilarla como el desarrollo natural
de fuerzas tecnológico-productivas materiales que responden a lógicas inexorables
e inamovibles. Nuestro autor plantea: "si se tomara en serio a la historia,
ésta nos indicaría que aquella forma es el resultado de una decisión y nos
recordaría las posibilidades de modificación, que resultan de su génesis ...
Esta forma ...[social] queda eternizada ideológicamente al considerársela
como `orden natural de la vida`" (Ibid.: 112-113).
Por último, Marcuse recupera la dimensión concreta e histórico-objetiva de
la totalidad y plantea que "en la estructura económica de la sociedad
capitalista y monopolista, residen los fundamentos fácticos del universalismo"
(Ibid.: 109). La crítica al universalismo abstracto que afirma un orden social
deshistorizado, es rematada al afirmar que, por el contrario, estamos en presencia
"de un orden que se mantiene gracias al poder de un enorme aparato, aparato
que puede representar al todo, por encima de los individuos, porque los oprime;
es una `totalidad` que consiste en el total dominio de todos" (Ibid.:
92).
Del análisis de Hinkelammert quisiéramos recuperar tres cuestiones que nos
parecen sustantivas en el ánimo de hacer un distanciamiento de los supuestos
del discurso de la globalización, entendida como totalización totalitaria
del automatismo de mercado.
La primera de ellas tiene que ver con el ambiente cultural. El pensamiento
crítico ha pretendido reprimirse desde la afirmación de que vivimos el tiempo
de la crisis de los grandes relatos, de que estamos en presencia de la crisis
de los paradigmas. Hinkelammert plantea que el discurso de la crisis de los
paradigmas encubre la afirmación de un conocimiento inauditamente dogmatizado
y lleno de irreversibilidades o forzocidades de la historia: el paradigma
del mercado. "Es en nombre de este paradigma que se arroja en contra
de todo ser pensante la tesis de la crisis de los paradigmas" (Hinkelammert,
1996: 237).
En segundo lugar, la propia crisis de los paradigmas se plantea como la pauta
para desechar criterios universalistas del actuar, pero ¿es real la pérdida
de estos criterios? A la luz de constatar el hecho de que "un solo criterio
universalista se ha impuesto: el universalismo de los criterios del mercado"
(Ibid.), más adelante nuestro autor complementa su afirmación:
se trata de un universalismo del ser humano abstracto, detrás del cual,
como siempre, se esconde/proyecta la dominación de una minoría que se impone
por medio de los criterios de su universalismo abstracto práctico. De nuevo
se revela el hecho de que los universalismos abstractos son posiciones de
intereses minoritarios o, si se quiere, posiciones de clase de clases dominantes.
Nuestra pregunta tiene que ser por un criterio universal frente a este universalismo
abstracto. Éste es precisamente el problema actual. (Ibid.: 238)
En tercer lugar, Hinkelammert llama a tener conciencia "de que a la lógica
de un universalismo abstracto como la del sistema presente" (Ibid.) no
es posible oponer otro sistema de universalismo abstracto. Sin embargo, sólo
se puede contestar mediante una respuesta universal:
"Tal respuesta universal tiene que hacer de la fragmentación un proyecto
universal ... fragmentarizar el mercado mundial mediante una lógica de lo
plural es una condición imprescindible de un proyecto de liberación hoy"
(Ibid.). Para Hinkelammert "La fragmentación/pluralización como proyecto
implica ella misma una respuesta universal" (Ibid.), la fragmentación
no puede ser fragmentaria, pues sería relativista, se transforma en criterio
universal cuando para la propia fragmentación exista un criterio universal.
Para este autor tal criterio universal no puede ser otro que el enarbolado
por los zapatistas de Chiapas: "Una sociedad en la que todos quepan.
Lograr tal meta universal, es precisamente la interpelación del universalismo
abstracto en nombre de un criterio universal. Pero este criterio universal,
en su aplicación en efecto pluraliza sin fragmentar en estancos a la sociedad"
(Ibid.:
239).
Del mismo modo, la construcción de alternativas tendría que ser planteada
en el marco de la recuperación de criterios universales concretos, tal como
el que enuncia Hinkelammert. En ello coincide también Edgar Morin para quien
"la pérdida de un universalismo abstracto resulta para muchos la pérdida
de lo universal ... pero, en el proceso mismo por el cual todo se vuelve mundial
y todo se ubica en el universo singular que es el nuestro, se da por fin la
emergencia de lo universal concreto" (Morin, 1994: 121).
Hecho este paréntesis filosófico y epistemológico podemos pasar a otras dimensiones
envueltas en el concepto de globalización, y los riesgos de su ideologización.
El proceso de globalización en su dimensión histórica, ¿nueva etapa del
capitalismo o nueva forma histórica?
La auténtica historicidad presupone una conducta cognoscitiva del hombre
con respecto a las fuerzas históricas y la crítica teórica y práctica de estas
fuerzas
Herbert Marcuse
Tal y como en su tiempo Marx lo afirmó, las crisis capitalistas inician
y promueven procesos de reconstitución histórica, que dan nueva forma al proceso
de dominación y explotación a través de recomponer los equilibrios, las pugnas
y las mediaciones de las fuerzas sociales. Esto tanto en el terreno interno
de la economía nacional como, sobre todo, en el contexto del sistema mundial
o interestatal: "El mercado mundial constituye a la vez que el supuesto,
el soporte del conjunto. Las crisis representan entonces el síntoma de la
superación del supuesto y el impulso a la asunción de una nueva forma histórica"
(Karl Marx, Grundrisse: 1857-1858)
El siglo xx ha sido precisamente un espacio histórico de sucesión de crisis
y de recomposiciones o reestructuraciones capitalistas. En nada se justifica
que la reestructuración mundial del capital iniciada en los ochenta (o aun
antes) signifique una "modificación estructural histórica del capitalismo"
[3] , algo así como una nueva etapa, o peor aún una nueva totalidad histórica,
expresada en la globalización neoliberal. El capitalismo es global (mundial)
desde su origen y desde sus inicios estuvo asociado al colonialismo y al saqueo
de las colonias. Esta conformación histórica no sólo retardó sino impidió
el desarrollo económico y social de nuestras sociedades ya como estados-nación,
de hecho, conforme maduraba su economía desarrollaban su subdesarrollo (como
en reiteradas ocasiones lo ha explicado Gunder Frank). Desde el siglo xix,
el imperialismo y el intercambio desigual son características básicas del
capitalismo mundial.
La llamada globalización refiere al proceso multisecular de expansión internacional
del capitalismo. En tal sentido experimenta un comportamiento cíclico en períodos
históricos de aceleración y desaceleración, envuelto en procesos sociales
que expresan continuidades y discontinuidades en la vocación de expansión
mundial del capital.
Resulta provechoso para recuperar el peso de la dimensión histórica, recurrir
a lo que Braudel consideró la característica fundamental del eje temporal
y la velocidad del cambio histórico: la triple dimensión de la temporalidad.
Desde esta perspectiva de análisis la globalización puede ser enfocada como
un proceso de larga duración, en su dimensión coyuntural y a la luz expresiva
y compleja de la historia como "acontecimiento" [4] .
Ubicados en una perspectiva de longue durée el alcance global de los mercados
financieros en nuestros días, y las expansiones financieras entendidas como
cierres de etapas fundamentales del desarrollo capitalista, encuentran su
símil histórico en los mercados de Londres en el siglo xix, o incluso en los
mercados de Amsterdam en el siglo xviii. Estas etapas de culminación de ciclos
sistémicos de acumulación también se rigen por la sucesión y cambio en los
ciclos de hegemonía [5] (el paso del hegemón desde Génova, a Holanda, a Gran
Bretaña, a los Estados Unidos ...). Desde esta perspectiva de largo plazo
el estado actual del capitalismo se ubica en un largo trayecto de dominación,
acumulación, explotación y apropiación del mundo.
Es aquí donde entra lo que podríamos denominar una perspectiva coyuntural
de aceleración de los procesos de despliegue mundial del capital (cuanto menos
desde fines de los sesenta e inicios de los setenta), que por otro lado expresan
una profunda discontinuidad con los modos de producción, acumulación y regulación
que rigieron al capitalismo desde la segunda posguerra hasta la crisis mundial
de mediados de los setenta. Los teóricos del sistema-mundo y algunos de la
dependencia como Theotonio Dos Santos esperarían y siguen esperando (pues
no hay elementos que permitan afirmar que esto ha ocurrido), el comienzo de
una fase de recuperación del ciclo Kondratieff (aunque Dos Santos dictaminó
la recuperación casi desde el inicio de los noventa), y el inicio de una fase
de expansión que no se sabe a ciencia cierta adónde nos conducirá (pues como
afirma Wallerstein no se sabe el sendero que recorrerá el sistema capitalista,
inmerso como está en una gran bifurcación). Vista en su dimensión coyuntural,
la globalización manifiesta el carácter reversible del proceso, como también
lo fue el proceso de aceleración y profundización de la globalización entre
1850 y 1914.
En la dimensión temporal de corto plazo, los procesos de globalización parecen
manifestar una intensificación de tendencias seculares y coyunturales. Desde
esta perspectiva temporal, los acontecimientos históricos tienden a ser presentados
como sucesos inexorables, irreversibles, que exceden nuestros márgenes de
actuación política. En esta dimensión el contexto político, económico y cultural
es utilizado por los grupos de poder (nacionales y supranacionales) para imponer
una política acorde a sus proyectos de dominación, explotación y apropiación.
Al enfocar la globalización desde este ángulo de análisis, es posible destacar
su sustrato político, y su entendimiento como forma de relaciones sociales,
como afirma Hirsch, "la globalización actual es en esencia un proyecto
capitalista en la lucha de clases. No es un mecanismo económico `objetivo`
ni menos un desarrollo político cultural propio, sino una estrategia política
(...) no es un acontecimiento o expresión natural de una lógica `objetiva`,
sino un proceso impuesto y reñido políticamente" [6] .
La necesidad de comprender el cúmulo de acontecimientos que intervienen en
el tránsito y constitución hacia una nueva forma histórica como ampliación
y profundización de procesos que se vienen experimentando e implementando
desde cuanto menos la afirmación hegemónica de Occidente como centro del sistema
mundial desde 1492 permite encontrar en la propia lógica del despliegue del
capital mundial su estructura fundante. Desde este punto de partida, se problematiza
la visión que entiende nuestro contexto histórico como "una nueva totalidad
histórica" [7] en que se recompone, reconfigura o prescinde de la lógica
del movimiento y valorización del capital internacional, para ceder su sitio
al encadenamiento de las economías nacionales, los estados-regiones, o las
ciudades globales, a la lógica inexorable de las fuerzas de la sociedad global.
La diferencia conceptual entre, por un lado, nueva totalidad histórica y,
por el otro, nueva forma histórica, no es –desde nuestro punto de vista– sólo
semántica: hace referencia a una distinción epistemológica fundamental. [8]
En la primera categorización, las fuerzas inexorables o incontenibles de la
sociedad global actúan, sobredeterminando heteronómicamente, erosionando las
capacidades de modificar la posición que se ocupa en el sistema interestatal
o ante los grandes corporativos multinacionales. El lugar que se ocupa en
la escala jerárquica de la aldea global reserva a nuestros países la condición
de provincias de la misma.
En la segunda interpretación se intenta plantear que es la particular forma
y proceso que asume la (cor)relación de fuerzas o actores sociales (sean estos,
clases, movimientos sociales, político- populares, naciones, o coaliciones
e instituciones internacionales) y las potencialidades de la lucha, resistencia
o insubordinación ejercida por los distintos actores o clases; la que sanciona
la forma en que se acomete la inserción o subordinación de la economía nacional
en el mercado mundial, y decide la asignación de perdedores y ganadores tanto
en el seno del Estado-nación, como al nivel del mercado mundial en la forma
de polarización global, y reedición de políticas de corte imperialista o de
un llamado "colonialismo global" [9] .
La crisis contemporánea del capitalismo mundial, cuyo inicio numerosos analistas
ubican en los años de 1973-1975, constituyó una ruptura general y abrió una
reconstitución que aún hoy no termina. La profundización y prolongación de
la crisis y los senderos que reconoce su solución se transformó –para un conjunto
de autores y desde diversas perspectivas– en el paso a una etapa superior
de desarrollo del capitalismo. [10] Los elementos que están en la base de
esta transformación son los cambios profundos de los procesos productivos,
del comercio mundial y de la intermediación financiera, que se instrumentan
a partir de una verdadera –pero en ningún modo definitiva– derrota mundial
del trabajo.
El paso a esta nueva etapa (si concedemos que se trata de una nueva etapa),
o la asunción como dice Marx de "la nueva forma histórica", exigió
del capital cumplir tres condiciones, que sin duda alguna, dan el signo a
la década de 1980 como espacio de transición y como década perdida para los
países latinoamericanos. Lo que está detrás de este proceso es el traslado
de la crisis de los centros a la periferia capitalista, con sus particularidades
regionales y sus consecuencias intraestatales.
Estas tres condiciones, requisitos o exigencias para el capital, consistían
en: a) Acentuar la explotación del trabajo en todo el sistema, para aumentar
la masa de plusvalía apropiable y disponible para la inversión; b) Intensificar
la concentración y centralización de capitales en las economías centrales
para financiar las extraordinarias inversiones en desarrollo tecnológico y
modernización industrial; el reverso de la moneda es la transferencia de volúmenes
impresionantes de valor, de la periferia al centro y que trae como resultado
la auténtica descapitalización en América Latina, lo que agudiza su marginalización
y miseria; y c) Ampliar la escala del mercado para dar viabilidad a estas
cuantiosas inversiones. [11]
Sin duda, gran parte del éxito logrado por la burguesía en este ajuste mundial
a costa del trabajo, se debe a la formidable operación de propaganda. Este
mecanismo logra imponer la ofensiva ideológica neoliberal que sustenta el
dogma de la restricción de la intervención del Estado, el ataque al sindicalismo
(como elemento que no permite ajustar el mercado de trabajo), la restricción
de los derechos sociales, así como la reprivatización de la economía. De unos
años para acá se consolida la ideología de la globalización como cuerpo conceptual,
paradigma de interpretación, categoría de análisis o elemento de dictaminación
científica. Es tal la eficiencia de esta ofensiva ideológica que el lugar
común tiende a identificar el neoliberalismo con la nueva etapa del capitalismo,
apareciendo éste como imprescindible o necesario.
El período de 1975-1992 cierra el ciclo largo de la posguerra al registrar
el hundimiento de los tres pilares sobre los que descansaba el orden mundial.
Los tres subsistemas del sistema mundial registran una profunda crisis en
el ámbito económico. El período inicia con la crisis en Occidente del fordismo
central y la emergencia de la ofensiva neoliberal, que al mismo tiempo manifiesta
la imposibilidad de cuajar una opción de izquierda después de las esperanzas
de 1968. En segundo lugar, la crisis en el seno del desarrollismo y la implementación
del ajuste estructural en el Tercer Mundo a partir del llamado Consenso de
Washington. El predominio del neoliberalismo en América Latina se registra
desde 1980, o incluso antes, bajo el terror de los regímenes de `seguridad
nacional`. En tercer lugar, el estrepitoso hundimiento de los regímenes de
tipo soviético.
En el terreno político el ciclo se cierra con el desgaste del sistema de la
bipolaridad mundial, que verá sustituir al enemigo comunista por "los
enemigos de las democracias liberales de mercado", el terrorismo, el
narcotráfico y los nacionalismos. Todos ellos elementos que permiten sostener
los impresionantes gastos militares y el mantenimiento de los intereses del
capital ligado a la expansión armamentista y al complejo militar-industrial
norteamericano.
La articulación dialéctica entre la emergencia desde fines de los años setenta,
de un orden económico tripolar en el mundo capitalista (cuyos centros se sitúan
en los Estados Unidos, el Japón y Alemania, o la Unión Europea toda), y la
pervivencia de un orden militar claramente hegemonizado por los Estados Unidos
es destacado, entre otros autores, por Noam Chomsky [12] . El lingüista norteamericano
afirma que en el episodio de la guerra del Golfo, Washington prefirió trasladar
la confrontación al escenario de la fuerza y eliminó posibles salidas y oportunidades
diplomáticas, e incluso expresó su preocupación de que la comunidad internacional
precipitara una solución a la crisis por los cauces de la diplomacia, que
quizás hubiera tenido los mismos resultados pero sin una demostración efectiva
del poderío militar y de la resuelta actitud de los Estados Unidos. En cuanto
a los costes de la aventura bélica, concluye Chomsky que, para el gobierno
norteamericano era "claramente ventajoso (...) que fueran compartidos,
pero no al precio de sacrificar el papel de único defensor del orden"
[13] . Para el mundo entero quedó claro que los Estados Unidos son el único
poder con la capacidad y la voluntad de ejercer la fuerza a escala global.
La estrepitosa caída del "socialismo realmente inexistente" y la
resolución militar del conflicto iraquí inauguran propiamente el "nuevo
orden del desorden mundial".
Samir Amin sostiene –a nuestro juicio con razón– que no existe una regulación
sistémica en el plano mundial, ésta se reduce al ámbito de actuación de los
capitalismos nacionales. La escuela regulacionista ignora que en el capitalismo
central la distribución del ingreso tiende a estabilizarse y dar salida al
proceso de sobreproducción (al vincular el incremento del salario real con
el incremento de la productividad), mientras que en las zonas periféricas
la desigualdad social crece con el propio desarrollo del capitalismo (al no
efectuar tal vinculación). Esta característica despliega la polarización social
y la exclusión tanto al interior de los capitalismos nacionales como a escala
global del sistema. No existe regulación sistémica que rija en el ámbito internacional
pues significaría la interconexión de políticas nacionales de desarrollo,
lo cual se opondría a la idea misma de un sistema como el capitalista que
se rige por la competencia internacional. El único equilibrio que rige la
actuación de los tres subsistemas del sistema mundial se realiza mediante
el ajuste estructural de las regiones más débiles a las condiciones de acumulación
de los más fuertes. Lo que es más, la regulación en el centro reproduce la
relación desigual entre centro y periferia y al interior de cada uno de estos
espacios.
El "trabajo de crisis" en los países centrales encuentra como una
de sus bases el traslado de la crisis a la periferia. Los países centrales
buscan actualizar los modos de regulación en sus economías a través de imponer
las políticas de desregulación económica en los países periféricos.
Desde esta perspectiva la globalización neoliberal puede ser caracterizada
como el desarrollo más contemporáneo del proceso de internacionalización del
capital y el paso hacia una recomposición en la división internacional del
trabajo. El surgimiento de un sistema productivo mundializado (en sus fases
de producción, circulación, distribución y consumo) que toma el lugar de los
sistemas productivos nacionales, manifiesta la vocación mundial del capital.
Como lo planteó en su tiempo Trotsky desarrollando una tesis de Marx: "cada
capitalismo nacional [... (en mayor medida los hegemónicos) ...] se dirige
a las reservas del `mercado exterior`, es decir, de la economía mundial [...]
para luchar contra sus propias contradicciones interiores" (Citado en
Chesnais: 1997).
La globalización en su dimensión normativa
Ella determina lo que los gobiernos pueden –y deberían– hacer.
Martin Wolf
El despliegue económico mundial del capital no prescinde del Estado. Para
los partidarios de la globalización, los principales actores o hacedores de
la historia son las transnacionales y el gran capital con sus estructuras
e instituciones supranacionales. Los sujetos, organizaciones, movimientos
y pueblos sojuzgados, no hacen sino presenciar los acontecimientos y ocupar
el lugar que les fijan las estructuras omnipresentes del mercado y el capital
global. La historia no se construye por ellos, se les impone una ideología
según la cual no hay alternativa al neoliberalismo y la globalización. Para
sus promotores, "la globalización capitalista debilita las posibilidades
de estrategias nacionales".
En una perspectiva radicalmente distinta y crítica del globalismo extremo,
otros autores han planteado que para discernir la implementación y profundización
de las políticas neoliberales de globalización, el lugar del Estado-nación
no es hacia su desaparición o desplazamiento, sino que éste actúa como inductor,
gestor o sancionador de dichas políticas, a través del desmantelamiento del
marco constitucional y jurídico ... para suprimir los derechos de la nación
sobre el subsuelo y el espacio aéreo, las antiguas formas de la tenencia de
la tierra, las garantías de los trabajadores y los sindicatos (del salario
mínimo remunerador a los contratos colectivos de trabajo), los sistemas de
seguridad social. [14]
Como afirma Vilas "el Estado interviene en favor de los grupos mejor
articulados a los procesos de globalización para fortalecer su posición en
el mercado y promover sus intereses" [15] . Las políticas neoliberales
de globalización modifican las relaciones entre las clases, éstas se impusieron
y ejecutaron por determinados actores e intereses, e implicaron acciones específicas
del Estado y sus representantes, y la renuncia a otro tipo de políticas, a
otra forma de acometer la inserción al mercado mundial capitalista. El proyecto
neoliberal dominante se ejecuta en una particular correlación de fuerzas sociales,
y con una determinada actuación del Estado y sus instituciones.
Si en un primer momento la globalización se asocia a la apertura de mercados,
la competitividad, la promoción de exportaciones, la atracción de inversiones
y flujos de capital; en una segunda arremetida, ésta pretende impugnar la
institucionalidad y urge por reformas radicales en los ámbitos de la legislación
laboral, tributaria, bancaria, comercial, financiera, de cobertura y prestaciones
sociales provistas por el Estado.
La conjunción de estos procesos termina por instalar no sólo a los actores
gubernamentales y los líderes políticos, sino a la `opinión pública` toda
en la `encrucijada de la globalización`, donde esta última se presenta, por
un lado, como la fuerza exógena que exige apresurar y profundizar las reformas,
y en caso de que se cuestionen sus devastadores efectos sociales, la misma
los asume como sus secuelas o fenómenos inevitables [16] , como los costos
del progreso y la modernización.
En este marco de imposición y aplicación de reformas económicas deben ser
situadas las políticas que subsumen el proceso de integración latinoamericana,
y lo incluyen en la agenda neoliberal para beneficio del gran capital multinacional.
El predominio de los bloques regionales de la tríada en la llamada nueva regionalización
de la economía mundial se acompaña de procesos de sub-regionalización a manera
de redes productivas, comerciales y financieras de los territorios que pertenecientes
a determinados estados-nación son incorporados a los flujos de información,
tecnología, capital y mano de obra de las grandes corporaciones multinacionales.
Proyecciones regionales y globales - La geopolítica del mundo
... en el mundo contemporáneo la preponderancia de un imperio no se mide
ya únicamente a escala geográfica. Además de los formidables atributos militares,
ésta deriva esencialmente de la supremacía en el control de las redes económicas,
los flujos financieros, las innovaciones tecnológicas, los intercambios comerciales,
extensiones y proyecciones (materiales e inmateriales) en todos los órdenes
... Nadie domina tanto la Tierra, sus océanos y su espacio medioambiental
como los Estados Unidos.
Ignacio Ramonet
El establecimiento o consolidación de los llamados "bloques regionales"
no sólo es producto de la reciente arremetida de la mundialización capitalista,
o no sólo tiene que ver con la índole económica del desarrollo capitalista
con proyección mundial. La regionalización es heredera de todo un proceso
de despliegue geopolítico del capital y del establecimiento duradero, endeble
y a ratos precario de la disputa hegemónica entre los Estados Unidos y las
otras potencias económicas con proyecciones globales.
Desde nuestro punto de vista, lo que la llamada globalización manifiesta es
la consecución, en un determinado contexto histórico, del conjunto de finalidades
que podemos asociar a las políticas de corte globalista que el imperio del
Norte experimenta en el último siglo. En el terreno de la geopolítica y la
diplomacia imperial, la geoeconomía de la globalización manifiesta la consolidación
del globalismo norteamericano: de ahí que prefiramos asociarlo con intereses
y políticas de orden intervencionista y expansionista, que hacen recordar
al imperialismo clásico.
Para el caso latinoamericano la proyección mundial del capitalismo estadounidense
está asociada al establecimiento del proyecto hemisférico del ALCA (Acuerdo
de Libre Comercio de las Américas), del que el TLCAN (Tratado de Libre Comercio
de América del Norte) es –digámoslo así– sólo el primer paso.
El globalismo norteamericano encuentra sus orígenes y se relaciona estrechamente
con las prácticas de un Estado pragmático [17] , que busca la consecución
de finalidades de expansión global que aseguren el despliegue de sus grandes
corporativos en términos de producción, distribución y consumo pero que, sin
embargo, resguarden su mercado nacional o regional y lo protejan de la amenaza
real o ficticia de la competencia externa.
A lo largo de este siglo, después de la desaparición del dominio hegemónico
de Gran Bretaña, el mundo pasó poco a poco a convertirse en un sistema de
bloques económicos apoyados en barreras arancelarias, apoyándose en sus inicios
en la política de `preferencias imperiales`.
En el proyecto geopolítico alemán de inicios de este siglo, estas proyecciones
regionales estaban vinculadas en un inicio a la doctrina del espacio vital
`Lebensraum`, y después se percibieron desde una perspectiva más global, interpretando
a las regiones económicas en clave de `panregiones` (`una especie de doctrina
Monroe multiplicada por tres`). Después de la segunda guerra mundial, siendo
los Estados Unidos el gran vencedor de la conflagración bélica, la política
de bloques regionales entró en desuso y hubo una gran promoción de una política
con proyecciones globales, con instituciones que actuaban en un marco multilateral
(ONU, GATT, instituciones de Breton Woods, etc.). En este período bipolar
la doctrina norteamericana de las `grandes áreas` estuvo asociada a la política
de contención. Actualmente en el período de posguerra fría la política de
bloques económicos vuelve a cobrar una gran actualidad e importancia (Taylor,
1994: 45–58).
Desde 1945 el mundo comenzó a moverse en un contexto de dos superpotencias,
y primo la estrategia de la contención y la política de alianzas antisoviéticas
que se pactaron tras la guerra (la OTAN en Europa, el CENTO en Asia Occidental,
y la SEATO en Asia Oriental).
El globalismo intervencionista de los Estados Unidos no se restringe al terreno
de lo político- militar, sino que articula la geopolítica del globalismo intervencionista,
con la geoeconomía de la expansión y conquista de mercados. Desde el período
de entreguerras y con mayor fuerza después de 1930 la geoeconomía de los Estados
Unidos se mueve en la lógica de las grandes áreas como espacios geoestratégicos
de aseguramiento de recursos, mano de obra y mercados que den viabilidad a
un capitalismo en crecimiento. En el caso de Alemania este proceso de expansión
se vincula a la ideología y la doctrina del "espacio vital" y las
"panregiones" globales, y en el del Japón a la doctrina de la `esfera
de coprosperidad`, que atienden –los tres procesos– a la ampliación de soberanía
o de cuasi-soberanía, y en tal sentido constituyen el origen fundante de los
actuales procesos de regionalización ahora ya en proceso de consolidación
[18] .
Conclusión
Ante el planteamiento dominante, según el cual el capitalismo ha ingresado
a una nueva etapa de su desarrollo, conformando "una nueva totalidad
histórica", en la que las fronteras se nulifican o se anulan y donde
el Estado-nación y la soberanía se tornan "anacrónicos" y "quiméricos",
se impone la necesidad de pensar y repensar un razonamiento alternativo.
Una tarea adicional será enumerar las consecuencias políticas, sociales y
culturales de un planteo según el cual las fuerzas inexorables de la autorregulación
por el mercado presentan como imposible o utópico cualquier razonamiento que
cuestione el automatismo o determinismo del globalismo homogeneizante.
Ante este desvanecimiento de la subjetividad, se impone la necesidad de observar
las recientes transformaciones históricas que experimenta el capitalismo mundial
como la profundización, ampliación o afianzamiento de procesos y estructuras
del modo de producción específicamente capitalista (que quizás no sean tan
novedosas). Estos procesos se impusieron y ejecutaron por determinados actores
e intereses e implicaron acciones específicas del Estado y sus representantes,
así como la renuncia a otro tipo de políticas, a otra forma de acometer la
(re)inserción al mercado mundial capitalista. El proyecto neoliberal dominante
se ejecuta en una particular correlación de fuerzas sociales, y con una determinada
actuación del Estado y sus instituciones.
La llamada globalización ha sido expuesta como recomposición y reestructuración
del capitalismo, como despliegue de la crisis y del `trabajo de crisis`. La
imposición de estas políticas en el terreno de la geoeconomía y la geopolítica
internacional parecen reeditar el ejercicio de políticas imperiales de dominación,
de explotación y de exclusión.
La dinámica de funcionamiento de un capital global mundial, cada vez más libre
de ataduras no puede, sin embargo, independizar su funcionamiento de la pervivencia
del Estado-nación. La permanencia de la institución estatal asegura la lógica
de transferencia de excedentes de los sectores asalariados al capital, sanciona
la asignación de ganadores y perdedores, como producto de los reacomodos en
las relaciones Estado-Mercado, Estado-Sociedad, y Estado- Capital, y ejecuta
las modificaciones de los marcos institucionales y legislativos vigentes,
a fin de mantener en los márgenes institucionalizados (y en el espacio fijado
por las fronteras territoriales) la agudización del conflicto social.
El reconocimiento de que la globalización del capital no se reduce a la ampliación
de los intercambios y valorización del capital–dinero y del capital–mercancía,
sino que incluye también el ámbito de globalización o mundialización de la
experiencia vivida (como pobreza, hambre y exclusión de la mayoría de la humanidad)
manifiesta que la dinámica globalizadora no está sujeta a una sola dimensión
temporal, sino que puede incluir procesos sociales, o ejercicios de constitución
de la subjetividad, que expresan a la historia como un terreno de enfrentamiento.
Así entendido, nuestro contexto histórico incluye distintos ritmos de temporalidad
y maduración de la respuesta y la protesta de los distintos sujetos y de las
fuerzas sociales.
Determinismo, automatismo e inexorabilidad de las leyes del mercado y el capital
o imposición violenta, autoritaria y excluyente de la gestión capitalista
de la crisis, que pone en riesgo las dos fuentes fundamentales de la riqueza
(la naturaleza y el sujeto) en éste y cualquier tipo de socialidad posible.
Esta disyuntiva o dialéctica puede, paradójicamente, ser planteada del siguiente
modo: El renacimiento y desarrollo del pensamiento crítico se instalará en
la globalización o mundialización de la crítica, o en la crisis de la ideología
y la ortodoxia globalizacionista.
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Notas
[1] Véase Oliver Kozlarek "Simulación, realidad y desafío de la globalidad"
en Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, Nº 167, enero-marzo
de 1997, págs. 35-50.
[2] Como afirma Robert Boyer desde 1983 Theodore Levitte propone el término
para "designar la convergencia de los mercados del mundo entero".
Levitte, Theodore "Globalization
of Markets", Harvard Business Review, mayo–junio de 1983. Citado
en Robert Boyer "La globalización: mitos y realidades", en Gutiérrez
Garza, 1997, pág. 21.
[3] Véase Joachim Hirsch "¿Qué es la globalización? en Realidad Económica,
Nº 147, págs. 7–17.
[4] Eric Helleiner. "Reflexiones braudelianas sobre globalización económica.
El historiador como pionero", en Análisis Político, Nº 39, agosto de
2000, págs. 3–16.
[5] Véase Giovanni Arrighi The Long Twentieth Century. Money, Power, and the
Origins of Our Times, Verso, Londres, 1994.
[6] Joachim Hirsch, op. cit.
[7] Véase Octavio Ianni, op. cit., y Francis Fukuyama "Capital
social y economía global" en Este país, Nº 59, febrero de 1996, págs.
2-9.
[8] Retomamos el argumento ofrecido por James Petras y Howard Brill , "The
Tyrany of Globalism", en Petras, et al., Latin America: Bankers, Generals,
and the Struggle for Social Justice, Rowman and Littlefield, 1986, págs. 3-20,
y el desarrollo que del mismo hace Luis Javier Garrido en su "Introducción"
al libro de Noam Chomsky y Heinz Dieterich, La Sociedad Global, Joaquín Mortiz,
México, 1995, págs. 7-14.
[9] Véase Pablo González Casanova "El colonialismo global y la democracia",
en Samir Amin y Pablo González Casanova (coords.) La nueva organización capitalista
mundial vista desde el Sur. Tomo II. El Estado y la política en el Sur del
mundo., Anthropos, CEIICH, Barcelona, 1996, págs. 11–144.
[10] Véase Sergio de la Peña. "América Latina frente a la globalización"
en Dialéctica, Nueva Época, Año 18, Nº 27, primavera de 1995, y Toni Negri
Fin de Siglo, Paidos, Barcelona, 1992, en especial capítulos 3, 4, 5 y 6.
[11] Véase Ruy Mauro Marini, Prefacio al libro de Adrián Sotelo V. México:
Dependencia y modernización. Ed. El Caballito, México, 1993, págs. 9-12.
[12] Véase Noam Chomsky, El miedo a la democracia, Crítica, Barcelona, 1992,
"Introducción", págs. 11-19.
[13] Ibid., pág. 14.
[14] Luis Javier Garrido "Introducción", op. cit. pág. 8.
[15] Carlos Vilas, "Seis ideas falsas .." op. cit. pág. 21.
[16] Para Enrique Iglesias, presidente del BID, la creación de nuevos pobres
producto de la aplicación de las políticas neoliberales de globalización y
la profundización de esas reformas es un "fenómeno transitorio e inevitable".
Véase La Jornada, 14 de Marzo de 1997, pág. 55.
[17] Véase José Luis Orozco, "Pragmatismo y globalismo: el primer ensayo"
en José Luis Orozco y Ana Luisa Guerrero, Pragmatismo y Globalismo, Fontamara,
México, 1997, págs. 15-40.
[18] Véase John Saxe Fernández, op. cit., y del mismo autor "América
Latina-Estados Unidos en la posguerra fría: Apuntes estratégicos preliminares"
en Problemas del Desarrollo. Vol. XXIII, Nº 90, julio-septiembre de 1992,
págs. 135-179, así como la argumentación y la ilustración histórica de Noam
Chomsky, Lo que realmente quiere el Tío Sam, Siglo XXI, México, 1994, 136
págs., en especial 9-33.