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1 de mayo del 2002
Desapariciones, amenazas y agresiones
conforman el panorama actual de Guatemala
Antonio Cuesta
El pasado 26 de marzo, en el departamento de Chiquimula, un joven de
14 años -José Choc Maquín- fue atropellado por un coche
patrulla de la Policía Nacional Civil (PNC) de Guatemala. Tras producirse
el accidente, los agentes descendieron de su vehículo y procedieron a
trasladar al muchacho al hospital de la localidad. Un mes después, se
ha sabido que sus familiares aún no tienen noticias de su paradero. La
propia policía de Chiquimula les explicó verbalmente, que el joven
murió en el momento en que era ingresado en el hospital. Algo que choca
con las averiguaciones hechas por la propia familia y por la organización
de derechos humanos Grupo de Apoyo Mutuo (GAM), pues por lo que han podido saber,
a través de la dirección del centro hospitalario, José
Choc nunca ingresó en el mismo. Los responsables del hospital aseguran
que no existe documentación que pruebe la aseveración policial,
ya que en el registro no figura el ingreso o la muerte del menor de edad ese
día o en los días posteriores.
El joven en cuestión es hijo del dirigente campesino Santiago Choc Xol,
perteneciente al Comité de Unidad Campesina (CUC), circunstancia esta
que hace recaer sospechas sobre la posibilidad de que se trate de un crimen
de naturaleza política a causa de la lucha que las diferentes organizaciones
campesinas e indígenas realizan en favor de una justa distribución
de la tierra en Guatemala.
A pesar de estar identificado el coche patrulla (nº 23-027) las autoridades
no han actuado de oficio y ha debido ser el GAM el que interpusiera un recurso
de exhibición personal, una denuncia ante la Procuraduría de los
Derechos Humanos y la Comisión Presidencial de Derechos Humanos y haya
tenido que informar al Ministerio de Gobernación, al de la Defensa Nacional
y a la Presidencia de la República, esperando que las autoridades actúen
de manera efectiva.
Persiste la vigilancia e intimidación a la oposición
Otros casos de intimidación y amenazas han sido denunciados también
en los últimos días. En esta ocasión ha sido Amnistía
Internacional la que ha advertido de la situación que se vive en el municipio
de Chichicastenango. Miguel Ángel Gómez, representante del sindicato
municipal de la citada localidad, fue despedido ilegalmente en enero, al denunciar
al alcalde por corrupción. Tras el despido, Miguel Ángel Gómez
presentó su caso ante la Fiscalía General y ante la Misión
de las Naciones Unidas en Guatemala de verificación de derechos humanos
y del cumplimiento de los compromisos del Acuerdo Global sobre Derechos Humanos
(MINUGUA). El Tribunal de Trabajo de Quetzaltenango ordenó su readmisión
y a partir de ese momento, el representante sindical comenzó a recibir
amenazas e, incluso, sufrió un intento de atentado contra su persona.
Se sabe que el alcalde le había "advertido" en diversas ocasiones de
que cesara en sus denuncias. A las amenazas emitidas por el gobierno municipal
-del Frente Republicano Guatemalteco (FRG)- contra Miguel Ángel Gómez
hay que sumar una manifestación organizada por varios alcaldes del mismo
partido también contra el sindicalista. El pasado 10 de enero, más
de 300 personas secundaron la protesta y, según la Central General de
Trabajadores de Guatemala (CGTG), que grabó en vídeo la manifestación,
el acto fue una clara muestra de "linchamiento" popular. En la misma localidad,
otro sindicalista ha sido objeto de la ira política de la extrema derecha
en el poder. El pasado 4 de abril, Macario Mejía González, secretario
general del Sindicato de Trabajadores del Comercio de Chichicastenango, fue
agredido físicamente y amenazado de muerte por un miembro de la corporación
municipal.
Tampoco se libran de los ataques los partidos políticos de la oposición.
La represión selectiva que, mediante el manifiesto "La seguridad no se
negocia", denunciaran hace un mes 17 organizaciones de derechos humanos en Guatemala
ha tenido cumplida réplica en los allanamientos de las sedes de los partidos
políticos Desarrollo Integral Auténtico (DIA) y Unidad de Izquierda
Democrática (UNID). El primero de ellos durante la madrugada del pasado
19 de abril y el segundo, veinticuatro horas más tarde, en la madrugada
del 20. En ambos casos, los responsables del asalto registraron los documentos
y para simular que se trataba de un robo, se llevaron las computadoras y en
el caso de UNID dos impresoras, pasando por alto una importante cantidad de
dinero que había en uno de los despachos. Al grave menoscabo económico
sufrido hay que añadir el no menor perjuicio operativo. Para los responsables
de ambas organizaciones no hay ninguna duda de que los asaltantes buscaban "dejar
sin instrumentos de trabajo a expresiones políticas que se dedican a
aportar a este país (...) Se trata de una acción intimidatoria,
que busca disminuir el trabajo de las organizaciones políticas que no
se encuentran alineadas al FRG".
El Frente Republicano Guatemalteco, partido que gobierna en Guatemala y al que
pertenece el ex-dictador Efraín Ríos Montt, se caracteriza por
intentar llevar a cabo, con bastante precisión y acierto, una política
amenazante contra la oposición social y política, por utilizar
las antiguas armas de la dictadura (organizaciones armadas clandestinas, militarización
del territorio...) y por demostrar su absoluto desprecio por el respeto más
elemental de los derechos humanos.
Guatemala cuenta con unos acuerdos de paz tan anhelados por la población
en su día, como vulnerados lo son en la actualidad. Los antiguos militares
-torturadores y genocidas- ocupan hoy en día respetables puestos de la
administración pública. Algunos de ellos, inmersos en procesos
judiciales, intentan buscar el amparo institucional cobijándose en sus
altos cargos. Es el caso del ex-general Ríos Montt, hoy Presidente del
Congreso de la República y diputado por el FRG. Durante los 17 meses
que duró su criminal gobierno (1982-83) se produjeron el 43% de los asesinatos
y las desapariciones ocurridas en 36 años de guerra civil en Guatemala.
A pesar de lo cual, contó en todo momento con el apoyo incondicional
de Ronald Reagan (como reconocimiento a los 2 millones de dólares que
los empresarios guatemaltecos habían donado para su campaña presidencial)
y de la administración USA en general, que se involucró con el
proceso de "apertura democrática" de Guatemala destinando ayudas económicas
y militares para el país. En su visita de 1982, Reagan aseguró
que Ríos Montt era un gobernante "totalmente comprometido con la democracia"
y que estaba recibiendo "acusaciones injustas" sobre violaciones en materia
de derechos humanos (dos meses antes Amnistía Internacional había
denunciado que en sólo tres meses se habían efectuado matanzas
en sesenta aldeas y que el número de muertos superaba los dos mil quinientos).
Reagan definió su política con respecto a Guatemala de "compromiso
constructivo" y por eso se apresuró, desde un primer momento a proporcionar
armas a los sucesivos gobiernos militares.
Esa democracia tutelada -en la que los militares han vuelto a recobrar influencia
política, el pueblo guatemalteco no cuenta con herramientas efectivas
para poder llevar a la práctica los acuerdos de paz y la guerrilla se
ha convertido en una simple organización política con escaso apoyo
social- es, al parecer, aún demasiado amplia para el partido en el poder.