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Latinoamérica

16 de mayo del 2002

Apaciguando a la derecha y pregonando la guerra a bombo y platillo

La plancha de Bush frente a Cuba
Michael Colby
Counterpunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Cuando se considera lo que la administración Bush califica de "estados delincuentes," los objetivos de su política exterior parece resumirse en: fabrica la evidencia y después comienza con el ruido de sables.
Tomemos, por ejemplo, la actual situación con Cuba. Mediante otra jugada más para apaciguar a su base de partidarios de extrema derecha, la semana pasada el equipo de Bush cometió un error garrafal soltando la afirmación insustancial de que la Cuba de Fidel Castro estaba desarrollando armamento biológico tanto para ellos como para otros "estados delincuentes".
El funcionario de la administración Bush que formuló esta acusación fue John Bolton, Subsecretario de Estado para el control de armamentos y la seguridad internacional. Y, como era lógico, Bolton hizo sus infundadas acusaciones ante la Heritage Foundation, un grupo de investigación ultra-conservador. Mientras los corazones colectivos de los miembros de Heritage Foundation se agitaban excitados con el discurso de Bolton, la comunidad mundial percibió un nuevo ejemplo del descuidado proceso de toma de decisiones de política exterior del equipo de Bush. Una cosa es apaciguar a su base de partidarios, pero fabricar evidencia y lanzarla al mundo para que la considere es descaradamente imprudente, particularmente en un mundo convertido en frágil por los lunáticos, los fanáticos, y las mentiras. Es interesante que haya sido el ex Presidente Jimmy Carter quien refutó este ejemplo de propaganda anti-cubana. Mientras se encontraba en Cuba esta semana, Carter dejó en claro que no había recibido ninguna evidencia de que la acusación de la administración Bush tuviera alguna validez.
"No hubo absolutamente ninguna afirmación o duda," dijo Carter a una audiencia en Cuba, sobre sus discusiones con el Departamento de Estado de Bush. "Les pregunté yo mismo en más de una ocasión si había alguna evidencia de que Cuba haya estado implicada en el compartimiento de alguna información que pudiera ser utilizada para propósitos terroristas con algún país del mundo. Y la respuesta de nuestros expertos de inteligencia fue no."
Incluso el Secretario de Estado, Colin Powell, se sintió obligado a echar marcha atrás respecto a las afirmaciones del Subsecretario Bolton. "No dijimos que realmente tuvieran algunas armas," dijo Powell, "pero tienen las aptitudes y la capacidad para realizar ese tipo de investigación."
Carter ha sido atacado por la derecha en las noticias y en los talk shows de la radio y la televisión durante los últimos días como resultado de su viaje a Cuba. La derecha ama a sus fantasmas políticos y ha utilizado a Castro para ese papel durante décadas, sin importarle que gran parte del veneno que secreta sobre Castro esté lejos del campo de la verdad. Parece que los anticomunistas tardan más en morir que el comunismo.
También es interesante anotar que, una vez más, Powell está fuera de onda con su propio Departamento de Estado cuando se trata de las guerras de propaganda de la administración Bush contra "estados delincuentes". Powell, se recordará, ha sido la voz solitaria de la cuasi-razón dentro del equipo Bush en lo que se refiere a la candente retórica respecto a Husein. Cuando los ideólogos de la derecha estaban comenzando a anunciar a bombo y platillo la guerra contra Irak a fines del año pasado, fue Powell el que les echó a perder la fiesta apuntando a los puntos débiles y a los peligros contenidos en los argumentos de los que querían apurarse por librar una nueva Guerra del Golfo. Ahora, cuando esos mismos ideólogos están atacando a su enemigo rojo preferido, Castro, Powell se ve de nuevo obligado a andar de puntillas a través de una peligrosa propaganda. Finalmente, no hay que olvidar que George W. Bush parece haber aprendido bastante de su padre, que estaba sentado en la cúspide de una administración que emitía al por mayor invenciones cuando el objetivo del día era Irak. Durante esa administración Bush, hubo historias sobre bebés que eran extraídos de las incubadoras, así como las acusaciones estereotipadas sobre armas químicas y biológicas, que agitaron a la nación hasta el frenesí y que convirtieron efectivamente a Sadam Husein en el enemigo público número uno. Cuando el público llegó a saber que las historias sobre las incubadoras eran en gran parte fabricaciones tramadas por carísimos grupos de presión en Washington, al pueblo estadounidense ya no le importaba, o no tenía ganas de que lo molestaran con la verdad.
Bush está empeñado en un peligroso juego de política exterior, un juego que disminuye la credibilidad de EE.UU., fomenta más hostilidad contra nosotros, y a corto plazo le hace el juego a la derecha, mientras que a la larga amenaza la seguridad del mundo. Quisiera poder decir que Bush debiera tener una mejor idea de lo que está haciendo, pero, claro, es el presidente que propagó su petulante e inmadura "Doctrina Bush," que pinta convenientemente el mundo en dos tonos: blanco si estás con nosotros, y negro si estás en contra.
14 de mayo de 2002
Michael Colby es editor de Wild Matters. Su correo es mcolby@wildmatters.org.