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El juego de siempre perder
Donde se privatizan las ganancias y se socializan las pérdidas
ARNALDO MUSA
La embestida globalizadora neoliberal del capitalismo mundial y sus desastrosos resultados para las mayorías tiende a establecer una relación identificable entre antineoliberales y antimperialistas, porque en el terreno de la práctica ambos abrazan una misma bandera de lucha.
De ahí que la primera de nuestras necesidades sea librarnos por entero de sectarismos y de dogmas, porque en esa trinchera que se mueve a lo largo de un eje patriótico-nacional-democrático están presentes figuras y fuerzas disímiles, impensables años atrás.
Y todos ellos van a ser necesarios, al punto que deben quedar en la acera de enfrente solo aquellos que se identifican claramente con las políticas de dominación imperialistas.
PARA GANAR... ¿HAY QUE JUGAR?
El politólogo y académico norteamericano Noam Chomsky hizo una advertencia que viene de perilla a los latinoamericanos. Dijo que la trampa de la globalización obliga a la formación de bloques económicos y condena a los países de la periferia a mantener severos ajustes internos para entrar a los círculos financieros mundiales, donde solo los grandes grupos empresariales resultan beneficiados.
El mundo neoliberal de nuestros días es el del capitalismo global que ha convertido al mercado en una suerte de ley material suprema, carente de ética, y por eso está regido por una guerra de todos contra todos, en la que solo sobreviven los más aptos.
Ese capitalismo tan "avanzado" es realmente primario, que no tiene nada de liberal y donde tampoco el mercado es libre como predican sus sacerdotes, con sus cantos de sirena de esperanza y de salvación de la pobreza. Las corporaciones más depredadoras son las que prevalecen y se reproducen transnacionalmente, expandiendo sus ganancias.
Se trata de un juego en el que no hay cooperación, solidaridad ni regulaciones sociales. Se gana o se pierde. Ganan los individuos y las empresas más aptos, más competitivos. Los más débiles quiebran o quedan desempleados.
Bajo las promesas de un "desarrollo sustentable", las libertades políticas y civiles individuales quedan relegadas ante el dios del mercado.
El capital es el único factor de producción con permiso de circular globalmente en el proyecto que le recetaron sus patrocinadores. En contraste, el trabajo y la tecnología no tienen esa libertad de movimiento, por estar "protegidos" con severos regímenes de inmigración y de propiedad intelectual.
Las propuestas de desarrollo favorecen más la libertad del dinero que la de los individuos para buscar empleo o adaptar sus invenciones.
EL FALSO NEOLIBERALISMO
No hay mejor ejemplo para demostrar la falsedad del liberalismo que las intervenciones de la Secretaría del Tesoro norteamericano, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), en contra del libre mercado para rescatar a los inversionistas globales de las crisis financieras, como tratan de hacerlo ahora en Argentina y antes lo hicieron en México, el sudeste asiático, Brasil y Rusia.
Cada día, en manada, banqueros, ejecutivos, inversionistas, especuladores, y elementos que viven del pillaje, hacen circular millones de dólares (en operaciones de bolsa, divisas, bonos o créditos) desconectados del comercio y de inversiones directas productivas para crear empleo.
El asunto es ganar mucho y más rápido con un comportamiento devastador. Pero cuando pierden, a ellos no se les aplican las leyes del libre mercado, que tiene una manera "eficiente" para castigar las especulaciones riesgosas, que se llama bancarrota.
El FMI instruye a los nuevos estados intervencionistas locales que los "rescate", para evitar que el sistema bancario colapsara. Se salva a los inversionistas globales de "la mano invisible del mercado" y se castiga a los ciudadanos con nuevos y severos "ajustes".
Así el FMI predica la libertad del mercado financiero global, pero practica un populismo financiero a favor de los dueños del dinero. Privatiza las ganancias, socializa las pérdidas.
Es decir, se administra a golpes de demagogia. Pero cuando se pasan ciertos límites, se genera la violencia que desemboca en turbulencias sociopolíticas. Los más recientes sucesos, principalmente en Argentina, son muestras de ello.