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20 de mayo del 2002
Derechos Humanos en Chile: Los avances de la ofensiva militar
Julio Oliva García
El Siglo
En varios frentes han dividido su ofensiva los militares procesados por
violaciones a los derechos humanos: por un lado se esconden tras las declaraciones
de la organización de generales en retiro o los abogados institucionales,
presionan con intensos lobbies en la Corte Suprema, inventan proyectos de ley
vía bancada militar y centran sus amenazas en los jueces especiales.
Por estos días, su objetivo mayor es la juez de San Bernardo, Cecilia
Flores.
Una renovada ofensiva han desatado los poderes militares para detener el desfile
de uniformados en los Tribunales de Justicia, hecho acentuado tras los avances
obtenidos por los jueces especiales. Su primera victoria, basada en el fuerte
lobby realizado en la Corte Suprema, se configuró en la resolución
de este organismo que el lunes 22 de abril redujo de nueve a cinco los jueces
con dedicación exclusiva, siguiendo con su labor por un plazo de tres
meses la juez Cecilia Flores del Primer Juzgado de Letras de San Bernardo, María
Inés Collins del Octavo Juzgado del Crimen de Santiago, Raquel Lermanda
del Noveno Juzgado del Crimen de Santiago y Juan Antonio Poblete del Décimo
Juzgado del Crimen de Santiago, mientras que en el caso del Cuarto Juzgado del
Crimen de San Miguel, a cargo de María Teresa Díaz, se mantendrá
sólo por el plazo de un mes.
Así, otros magistrados que tenían dedicación exclusiva
pasaron a la calidad de "jueces preferentes", con lo que no contarán
con el tiempo y las facultades que hasta ahora tenían para avanzar en
los casos de violaciones a los derechos humanos, que pasarán a ser uno
más entre todos los delitos investigados. Esta es la situación
en que quedan el Primer Juzgado del Crimen de Santiago, el Quinto del Crimen
de Santiago, el Primer Juzgado del Crimen de Arica, el Juzgado de Letras de
María Elena, el Primer y Segundo Juzgado del Crimen de Valparaíso,
el Primer Juzgado Civil de Chillán, el Primer Juzgado del Crimen de Chillán,
el Primer Juzgado del Crimen de Talcahuano, el Juzgado de Letras de Pucón
y el Segundo Juzgado del Crimen de Valdivia.
Entre los casos que perdieron su categoría se encuentran el de Juan Luis
Rivera Matus, Miguel Woodward, Iván Carreño Aguilera, Luis Moraga
Cruz, Juan Orellana Catalán, Ricardo Weibel Navarrete, Domingo Blanco
Tarres, Luis Bastías Sandoval, Luis Cid Cid, Cristino Cid Fuentealba,
José Molina Quezada, José Pinto, Raimundo Salazar, Segundo Soto,
Gabriel Viveros, Ricardo Lagos Salinas, Carlos Lorca Tobar, Michelle Peña
Herreros y Exequiel Ponce Vicencio.
Las presiones públicas
Casi al unísono, aparecieron las voces de los representantes de los generales
en retiro, Alejandro Medina Lois y Luis Danús Cobian, y las de los abogados
defensores de los procesados por crímenes de lesa humanidad, Roberto
Puelma y Juan Carlos Manns, demandando "una solución política,
lo más amplia posible, para dar vuelta la hoja en los procesos a militares,
permitiendo la reconciliación y el reencuentro". Es decir, borrón
y cuenta nueva.
El ex rector designado de la U. de Chile se mostró afligido por la situación
de sus pares que figuran en un número de "cerca de 600 procesos, algunos
de ellos cerrados y otros no, lo que afecta a un tercio de generales en retiro",
llamando a terminar prontamente con ellos. El discurso uniformado apela a la
salida política, señalando que estos juicios "no son un problema
de los tribunales sino del Estado, quien debe abordarlos y darle un corte definitivo
a estas persecuciones políticas disfrazadas de jurídicas", apuntando
a la intervención directa de Ricardo Lagos, como lo hiciera en su oportunidad
Aylwin a favor de "los terroristas beneficiados con indultos o conmutación
de penas".
Por su parte, el abogado de Manuel Contreras, Juan Carlos Manns, representando
al grupo de abogados defensores de los uniformados, solicitó al presidente
de la Corte Suprema mayor celeridad en los procesos, en especial los tramitados
por el ministro Juan Guzmán Tapia.
Desde la bancada militar alzaron la voz los designados Martínez Bush
y Ramón Vega, quienes apelaron a la posibilidad de dictar una nueva ley
de amnistía que cubra desde 1978 hasta 1991, o ampliando el espacio de
tiempo hasta 1967 cuando, tras un congreso del Partido Socialista, según
ellos se habría dado inicio a la "espiral de violencia" que culminó
con la dictadura. Martínez Bush indicó que "la única solución
política es hacer frente en algún momento al hecho que necesitamos
una ley general de amnistía y dar el paso adelante siendo francos y valientes".
Junto con eso insiste en que "resulta injusto que se acuse a los militares"
y que "quien pretenda decir que son problemas institucionales está profundamente
equivocado y está haciendo un agravio a las Fuerzas Armadas".
En medio de las 344 indicaciones presentadas para modificar la Constitución,
estos senadores designados aprovecharon para incluir sus "puntos de vista" en
cuanto a establecer la indisolubilidad del matrimonio, impedir constitucionalmente
el aborto y la utilización de símbolos patrios que no sean el
escudo o la bandera, señalando la necesidad de sumar como senadores designados
a "un ex presidente de la CPC y otro de la CUT" y la famosa nueva amnistía.
La indicación formulada al respecto propone conceder amnistía
a todas las personas que "en calidad de autores, cómplices o encubridores,
hayan incurrido en hechos delictivos por motivaciones políticas iniciadas
durante el período comprendido entre el 24 de noviembre de 1967 y el
11 de marzo de 1991". Además, Martínez agrega que los delitos
de secuestro de personas perpetrados durante ese período, léase
detenidos desaparecidos, "se entenderán consumados transcurridos 15 años
desde el inicio del respectivo delito", y encomienda a la ley regular o completar
las indemnizaciones que correspondan a las víctimas o a sus herederos.
Es decir, cambiar dinero por justicia y no alcanzar siquiera la verdad en torno
a los casos de desaparecidos que hoy se procesan como secuestro calificado.
Las apreciaciones personales del propio Comandante en Jefe del Ejército
también han estado dirigidas en ese sentido, aunque aparezca públicamente
como "dispuesto a concurrir a Tribunales".
...Y las amenazas privadas
Siendo su objetivo paralizar la acción de los jueces especiales, los
círculos uniformados han centrado su presión en la juez Cecilia
Flores, del Juzgado de Letras de San Bernardo, que lleva los casos relacionados
al centro de torturas del Cerro Chena. Esto, porque entre los posibles procesados
se encuentran dos generales en servicio activo y varios otros connotados militares
retirados que cumplieron funciones en dicho recinto tras el golpe de Estado.
Entre los últimos se encuentra el secretario ejecutivo de la Fundación
Pinochet, Luis Cortés Villa, quien es reconocido por un ex conscripto
torturado en las dependencias militares luego de haber sido por un tiempo guardia
de los prisioneros políticos. También aparece el brigadier ®
Víctor Pinto Pérez, actualmente procesado por su participación
en el homicidio de Tucapel Jiménez Alfaro.
Lo que más aterra al gobierno y al Ejército es la posibilidad
de que el actual comandante de la VI División con asiento en Iquique,
Julio Cerda Carrasco, sea procesado junto al comandante de la II División
y juez militar de Santiago Juan Carlos Salgado, hombre clave en el rescate de
Pinochet desde Londres y en la Mesa de Diálogo. Ambos también
aparecen en el relato del ex conscripto, con sus grados de subteniente y teniente
respectivamente, como parte de los oficiales que participaron en las torturas
contra los detenidos del Chena, entre quienes estaban un grupo importante de
los desaparecidos de Paine y los dirigentes de la Maestranza brutalmente ejecutados.
Por esto, la juez Flores solicitó que sus oficios no fueran encausados
por la vía del juez militar, que es el camino normal al tratarse de investigaciones
al interior de un recinto militar, puesto que quien ocupa ese cargo figura en
sus casos en calidad de querellado y de esta forma conocía de las investigaciones
que podrían inculparlo. Sin embargo, la Corte Marcial rechazó
la impugnación, con el voto contrario de la integrante civil Sonia Araneda,
y dejó a Salgado Brocal cumpliendo las mismas funciones en torno a los
procesos del Cerro Chena.
Junto con esto se conoció de una resolución, dictada por la Corte
de Apelaciones de San Miguel, que llama la atención "severísimamente"
a Cecilia Flores por un supuesto retardo en la notificación a cinco uniformados
en retiro, lo que habría causado daño moral a los inculpados.
El reclamo, interpuesto por los abogados defensores de los criminales, se unió
a la resolución de la misma Corte de Apelaciones que había revocado
los procesamientos de Andrés Magaña Bau, Víctor Pinto Pérez,
Sergio Rodríguez Raucher, Alfonso Faúndez Norambuena y Sergio
Avila Quiroga, quienes habían sido procesados por el secuestro de dos
sobrevivientes del Chena y no por las torturas a que fueron sometidos, delito
que sí es imprescriptible.
La misma magistrada se declaró incompetente en el caso de la desaparición
de David Urrutia a manos del Comando Conjunto, en el que había procesado
a Otto Trujillo, Manuel Muñoz Gamboa, Eduardo Cartagena Maldonado, César
Palma Ramírez y Fernando Zúñiga Canales, quienes se insubordinaron
al momento de ser notificados en el juzgado, negándose a quedar detenidos.
Este hecho, unido a las múltiples maniobras de dilación contra
sus casos, las presiones desde el interior del Poder Judicial, la falta de apoyo
del Programa de Derechos Humanos y las constantes amenazas telefónicas
que recibe, han llevado a Cecilia Flores a un punto delicado en su tarea. El
objetivo principal de los militares pareciera estar cumpliéndose.