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La guerra en Colombia
BRECHA/URUGUAY
Los cálculos de los actores
Un ex guerrillero y actual analista político y militar desgrana las razones
y sinrazones de un conflicto de cuatro décadas. BRECHA reproduce el capítulo
octavo del libro "Adiós a la política. Bienvenida la guerra",
de próxima aparición en Colombia.
León Valencia
Desde Bogotá
El 20 de febrero de 2002, día en que el presidente Andrés Pastrana
dio por terminadas las negociaciones de paz, los principales protagonistas de
este proceso tenían una sola coincidencia: la guerra, en Colombia, se
va a escalar en estos próximos años. Los generales Fernando Tapias
y Jorge Enrique Mora, responsables de la guerra antisubversiva, lo dijeron en
agosto de 2001. Jorge Briceño, comandante de las farc, lo planteó
en los días en que se rompió el proceso de paz. Carlos Castaño
y sus paramilitares (Autodefensas Unidas de Colombia, auc) lo manifestaron en
el mensaje de fin de año. Rand Beers, subsecretario de Estados Unidos
para el narcotráfico y el general Peter Pace, jefe del Comando Sur, lo
habían dicho, también, de mil maneras.
En el mayor o menor escalamiento y duración de la guerra, la variable
política jugará un papel fundamental y la variable militar jugará
un papel menor en el corto y mediano plazo. Si las tendencias de la opinión
pública a favor de la guerra se mantienen y los líderes políticos
que creen que el conflicto puede tener una resolución menos costosa y
más rápida por este camino se ponen al mando del gobierno, la
guerra puede intensificarse y generalizarse a todo el país.
Y si las tendencias de la opinión pública cambian y además
se desata una presión civil y desarmada hacia las guerrillas y grupos
de autodefensa, con la consecuencia de que el timón del gobierno lo toman
los partidarios de la salida negociada del conflicto, la guerra se puede estancar
y tender a resolverse en la mesa de conversaciones.
GUERRA NACIONAL, ESCENARIOS LOCALES. De acuerdo con la historia reciente del
país y a la disposición que tienen todos los protagonistas de
la confrontación en estos momentos, la guerra tendrá un alcance
nacional, pero se librará principalmente en escenarios regionales muy
definidos.
Tanto la confrontación de las guerrillas con el Estado, como la acción
de los paramilitares y la configuración de las redes del narcotráfico,
han tenido en Colombia una expresión regionalizada. Las acciones que
dieron origen a las farc en 1964 y 1965 se desarrollaron en Pato, Riochiquito
y Guayabero, en los límites entre Tolima, Cauca y Huila. El surgimiento
del eln en 1965 ocurrió en el Carmen y en San Vicente de Chucurí,
en Santander, en la margen derecha del Magdalena, y su prueba de fuego, la operación
en la cual sufrió su primera gran derrota, se efectuó en 1973
y 1974 en Anorí y Amalfi, en Antioquia, en la margen izquierda del mismo
río. En 1969, en su memoria, el ministro de Defensa, general Ayerbe Chaux,
enumera como zonas subversivas a Caquetá, Nevado del Huila, Magdalena
Medio, Alto Sinú y Bajo Cauca. El epl (Ejército Popular de Liberación)
tiene sus primeras acciones en 1968 en las montañas de Córdoba
y luego en Urabá construye sus principales bastiones hasta su negociación
en 1991 en el municipio de Apartadó. El M-19, que desarrolló en
su primera etapa un accionar urbano, terminó concentrando sus esfuerzos
en el Caquetá y el Cauca a finales de los años ochenta y estableciendo
su campamento de negociación con el gobierno del presidente Barco en
1989 y 1990 en el municipio de Corinto, departamento del Cauca. Los paramilitares
de hoy tuvieron su origen en la experiencia de Puerto Boyacá en los años
ochenta. El narcotráfico arrancó con la bonanza de la marihuana
en los años setenta en el Magdalena y la Guajira.
La historia de las guerrillas, de los paramilitares y de los narcotraficantes
se podría describir como un espejo móvil que se desplaza por el
país y refleja en cada momento los puntos de mayor contradicción
de la sociedad, los lugares donde la nación está en un punto de
ebullición y cambio. Y la acción del Estado, como la de un bombero
que acude a apagar los incendios que estos espejos generan cuando captan estas
intensidades.
VIOLENCIA, DESESTRUCTURACIÓN Y DESARROLLO. El mapa de la violencia está
muy ligado al mapa del desarrollo del país en los últimos 40 años.
Las zonas de colonización que han mostrado un gran potencial económico
se han convertido en los lugares privilegiados para el crecimiento de los actores
del conflicto. Esto es ya un consenso entre todos los estudiosos de la violencia
y de los problemas sociales en Colombia. Algunos explican este fenómeno
diciendo que allí, en esos lugares, se expresan de modo concentrado las
contradicciones básicas e históricas de toda la sociedad. Otros
lo explican como la emergencia de unas economías de frontera, donde no
funcionan la justicia y las reglas y donde factores externos como el narcotráfico
o la guerrilla sirven de catalizadores del conflicto, creando nichos claramente
disfuncionales con el resto de la sociedad. En todo caso ya nadie duda de que
las regiones de producción de banano, coca, petróleo y de otros
productos que se han posicionado como importantes generadores de riqueza, han
abrigado también a los actores más duros del conflicto.
Ahora bien, en la medida en que estos actores armados surgidos en estos conflictos
regionales se han expandido a otras zonas o se han conectado con pares en otros
sitios, se han configurado como actores nacionales que de manera racional y
planificada organizan sus fuerzas para repercutir en todo el país y en
el mundo.
En la actualidad no es difícil hacer un mapa del conflicto, si establecemos,
primero, el punto territorial más fuerte de cada uno de los protagonistas
de la guerra; si miramos en segundo lugar los puntos de mayor disputa entre
estos protagonistas, es decir los lugares donde no hay un predominio claro de
uno u otro actor pero se desarrolla una confrontación importante; y si
descubrimos las zonas de expansión, es decir, los sitios hacia donde
quieren y pueden ir las fuerzas en contienda. Al hablar de los puntos territoriales
más fuertes de cada uno de los protagonistas podemos utilizar la categoría
de retaguardia que en el lenguaje de la guerra alude al sitio o a la región
donde un actor destaca su mayor fuerza, tiene el mando central y los lugares
de entrenamiento, donde recibe más apoyo y a partir del cual desata su
expansión principal.
RETAGUARDIAS Y ZONAS DE EXPANSIÓN. Las farc tienen su retaguardia en
una amplia zona de la cordillera oriental, en la confluencia de los departamentos
de Meta, Caquetá, Guaviare y el sur de Cundinamarca. Tienen como sitios
de expansión cercanos a esta retaguardia: el sur del Tolima y el norte
del Huila, Putumayo, Cauca y Nariño y las cercanías a Bogotá.
Y claro, en su trasegar nacional han configurado muchas zonas de disputa en
las que sobresalen Magdalena Medio, Oriente Antioqueño y Arauca.
Las auc tienen su retaguardia en una amplia zona que comprende el Alto Sinú
y San Jorge en Córdoba, el Urabá antioqueño y el Bajo Cauca.
Han desatado una expansión buscando los centros urbanos, colocándose
al lado de Medellín, Bogotá, Cali y Barranquilla. En este momento
sus disputas más importantes son el Magdalena Medio y la zona alrededor
de la Sierra Nevada de Santa Marta.
El eln ha visto vulnerada su zona de retaguardia comprendida entre el Bajo Cauca
y el sur de Bolívar, pero allí sigue teniendo su punto histórico.
Su expansión se ha frenado y tiene zonas de disputa importantes en el
Oriente Antioqueño y en el norte de Santander y Arauca.
El centro de la lucha antinarcóticos se encuentra ahora en el Putumayo
y se coordina desde las bases militares de Tres Esquinas y Larandia en el Caquetá.
Pero es claro que también se desarrolla en sitios específicos
del sur como Cartagena del Chairá en el Caquetá y en el norte
del país en lugares como el sur de Bolívar y la Gabarra Norte
de Santander.
Las fuerzas militares colombianas han tenido una concentración de fuerzas
en Bogotá y sus alrededores y en el cuidado de nervios de la economía
y la vida nacional como las hidroeléctricas y el petróleo, pero
con la reestructuración han logrado conformar una gran fuerza móvil
especializada que permite trasladar fuerzas a cualquier sitio del país
con suma rapidez. Es evidente que esta fuerza móvil tendrá su
mayor actividad en los años venideros en el sur, tanto en la lucha antinarcóticos
como en la acción contra las farc.
Podríamos decir entonces que en el país se presentan seis zonas
con un nivel alto de conflicto: la del sur del país donde confluye el
enfrentamiento del Estado y los paramilitares con las farc y la lucha contra
el narcotráfico; la de Córdoba y Urabá donde tienen sus
dominios los paramilitares y las farc, intentan a veces contraofensivas -y el
Estado tendrá que definir en unos años la recuperación
del monopolio de la fuerza-, la del Magdalena Medio donde se da una intensa
disputa entre todos los actores; la de Arauca y la frontera con Venezuela donde
la presencia del eln y las farc ha sido confrontada por el Estado y empieza
también a ser disputada por los paramilitares; la del Oriente Antioqueño
en disputa entre todos los actores del conflicto. Y la que se está abriendo
en el Magdalena y el César alrededor de la Sierra Nevada y la Serranía
del Perijó.
Todas estas regiones serán, seguramente, en los próximos años,
escenarios de guerra, es decir, lugares donde por un tiempo se gestarán
ofensivas y contraofensivas sostenidas que impactarán a todo el territorio
y afectarán masivamente a la población civil. Todo hace pensar
que la primera de estas regiones que entrará en una guerra propiamente
dicha será el sur del país, por todas las circunstancias que han
rodeado el rompimiento de las negociaciones de paz.
GUERRAS REGIONALES. Obviamente estas guerras regionales serán acompañadas
por la realización de múltiples acciones dispersas en el país
por parte de todos los actores. La sensación que se creará en
muchos momentos es la de una guerra total. Esta sensación se acentuará
sobre todo porque los actores irregulares tenderán a utilizar cada día
más el terrorismo y el sabotaje como armas de combate. Estas acciones
crean un ambiente de zozobra en todos los sitios del país aunque los
hechos no ocurran en el lugar o no lo afecten de modo directo.
Las razones para pensar que la primera de estas guerras regionales se librará
en el sur son varias. Las fuerzas armadas que han sido sometidas a un proceso
de modernización, que recibieron un gran equipamiento de parte de Estados
Unidos y que tienen ahora una gran motivación para librar un pulso con
la insurgencia, se empeñarán a fondo para mostrar importantes
resultados en la confrontación bélica.
La presión que ejercieron durante los últimos meses sobre el gobierno
de Pastrana, para que rompiera las conversaciones y suspendiera la zona de distensión,
y el compromiso público y privado de golpear a la insurgencia, una vez
que les desataran las manos en los cinco municipios que componían la
zona para las conversaciones de paz, las empujan irremediablemente a una acción
contundente y sostenida sobre el sur del país.
Pero las farc harán también su mayor esfuerzo para sostener y
ampliar su retaguardia estratégica y para mostrarle al país que
están en condiciones de ganar la guerra. Tienen también cosas
a su favor. En estos últimos tres años hicieron un gran reclutamiento
en la zona de distensión y la suma de estos nuevos combatientes y los
viejos puede componer una fuerza de 6 mil combatientes -de un total de 18 mil
que tienen en todo el país- que serán involucrados ahora en acciones
ofensivas y defensivas.
Así mismo, las farc han logrado la conformación de comandos urbanos
especializados y el desarrollo de milicias en las ciudades, que han empezado
a emplear en acciones de sabotaje, en secuestros, en operaciones para liberar
presos, en redes de apoyo para sus fuerzas de retaguardia.
MODOS DE OPERAR. Las fuerzas armadas han mostrado efectividad en operaciones
sobre concentraciones de fuerza de las farc, como se vio en las campañas
realizadas en 2001, dirigidas a aniquilar o contener columnas y destacamentos
numerosos de las farc donde el ejército logró importantes victorias
y no sólo dio de baja a importantes oficiales de la insurgencia sino
que dispersó a estas unidades que pretendían operar de un modo
más cercano a un ejército regular.
Pero las farc han mostrado que su punto fuerte, en el plano ofensivo, sigue
siendo la "operación avispa" y las estratagemas puramente guerrilleras.
Mediante acciones de esta naturaleza le causaron más de 50 bajas al ejército
y produjeron grandes estragos en la infraestructura económica en enero
de 2002. Han dejado a oscuras poblaciones de cuatro departamentos, han volado
puentes y carreteras aislando al Caquetá y golpeando el transporte en
otros sitios del país.
También prosiguieron en su campaña de secuestros a políticos,
especialmente en los departamentos aledaños a la zona de distensión.
En el Huila, en Nariño, en el Meta, en el Tolima, lograron poner en cautiverio
a dirigentes políticos destacados hasta llegar al secuestro de la candidata
presidencial Ingrid Betancourt, en febrero de 2002.
Los paramilitares de las auc, a finales de 2001 y principios de 2002, dirigieron
sus esfuerzos a organizar y consolidar una estructura militar de carácter
ofensivo, disciplinada y móvil, tal como la mostró Carlos Castaño
con ocasión del lanzamiento de su libro; a reducir las masacres y priorizar
las acciones selectivas sobre la población civil; y a buscar una gran
presencia en las elecciones al Congreso con el fin de estrechar los lazos con
las elites regionales y construir una fuerza política propia. Su actitud
no deja ver que quieran involucrarse en un primer momento en una gran confrontación
en el sur del país.
Las auc están ante la disyuntiva de acompañar a las farc en la
confrontación para involucrarse de lleno en la disputa de las zonas donde
tienen presencia y tratar de reconstruir su retaguardia o decidirse a buscar
unas negociaciones de paz aparte de las farc. Lo más probable es que
se decidan por el segundo camino, pero esto depende mucho de la oferta que les
haga el gobierno que culmina y el que está por llegar.
Tal como están las cosas, las farc tendrán una estrategia de defensa
de su zona de retaguardia en la confluencia de los departamentos de Caquetá,
Putumayo, Huila, Meta y Guaviare. Una estrategia ofensiva orientada a consolidar
su expansión hacia Nariño, Cauca, Valle, Norte del Huila y Tolima.
Y una multiplicación de acciones en todos los lugares del país
para reafirmar su presencia nacional.
El principal reto estratégico del ejército es romper la retaguardia
de las farc y contener la expansión de esta fuerza. Pero en el plano
táctico tiene todavía una tarea más exigente: tratar de
neutralizar las acciones sobre las grandes ciudades que tendrán, sin
duda, una repercusión política mayor que las acciones profundas
en los lugares donde se libra la confrontación decisiva.
Lo más probable es que los paramilitares dediquen su mayor esfuerzo a
consolidar su propia retaguardia y a establecerse de manera definitiva en los
lugares donde se han ubicado en estos años. Es improbable que persistan
en una gran labor de expansión en los próximos meses. El crecimiento
ha sido vertiginoso de 1998 a 2001. Pero esta expansión ha tenido costos.
Las farc alcanzaron a golpear en lugares clave en los límites entre Córdoba
y Urabá.
LA "VARIABLE" POLÍTICA. Éste es, a grandes rasgos, el posible
comportamiento de la variable militar, pero lo que estará decidiendo
el rumbo general de la guerra y la paz es la variable política. El comportamiento
de la opinión pública y la actitud misma de los líderes
políticos y sociales del país marcarán decisivamente la
tensión entre guerra y paz.
La corriente política que se apoya en el fracaso de las negociaciones
de paz en 2002 y en la exasperación de la población con la guerrilla,
ha convocado a una gran movilización militar del país y a una
presencia de tropas extranjeras en Colombia para procurar una gran derrota bélica
de la insurgencia.
La otra corriente, la que plantea que es necesaria una gran movilización
política desarmada de la población contra la guerra, es decir,
contra el escalamiento de la confrontación militar de parte de todos
los actores; manteniendo a la vez una acción legítima y legal
de la fuerza pública contra la guerrilla y contra los paramilitares;
llama a mantener abiertas las puertas del diálogo, a no ilusionar al
país con la guerra y a dejar enfriar los ánimos para crear poco
a poco un nuevo ambiente de reconciliación nacional.
Un triunfo claro y contundente de alguna de estas dos tendencias políticas
definirá el rumbo de la guerra y de la paz. Si el país se define
de manera nítida por una salida militar y los líderes que validan
y pregonan esta posición tienen el valor suficiente de conducirlo hacia
esta alternativa, tendríamos el desarrollo de una confrontación
generalizada.
Un viraje importante de las tendencias de la opinión hacia una salida
negociada con grandes cambios políticos y sociales, un compromiso decidido
de la población a movilizarse por esta opción y la emergencia
de un sujeto político capaz de liderar esta fuerza, puede llevar a corto
plazo a que la insurgencia reconsidere su camino y opte por un acuerdo de paz
duradero en el que lógicamente se debe incluir a los paramilitares.
El solo desarrollo inercial de la variable militar prolongará indefinidamente
el conflicto con una constante de degradación que nos acerca más
y más a la barbarie