|
18 de mayo del 2002
Colombia: ¿nuevo escenario
de la guerra global?
Valeria Wainer y Pablo Stefanoni *
Luego de la desaparición de la Unión Soviética,
EE.UU. se ha convertido en la única superpotencia realmente global. Ninguna
otra nación del planeta cuenta con semejante capacidad militar ni intereses
distribuidos en tanta cantidad de países. Por eso, los mega atentados
ocurridos el 11 de septiembre en su corazón militar y financiero –y las
represalias que lo sucedieron- han trastocado el conjunto de las relaciones
internacionales. La lucha del "bien" contra el "mal", sintetizada en la repetida
frase "o se está con EE.UU. o se está en contra", le ha permitido
a los "halcones" que dominan la administración republicana, reemplazar
al viejo enemigo comunista por uno nuevo: el terrorismo.
En su discurso sobre el Estado de la Unión –pronunciado el 29 de enero-
el presidente Bush precisó aún más su visión de
la guerra contra el terrorismo, al señalar que entre sus objetivos no
solamente se encuentran los terroristas y quienes los apoyen, sino también
los regímenes hostiles que intenten desarrollar armas de destrucción
masiva que amenacen a EE.UU. Y señaló a Irán, Irak y Corea
del Norte como potenciales objetivos de futuras acciones militares, al alertar
que dichos países constituyen un eje del mal (an axis of evil)
que plantea un grave y creciente peligro para EE.UU.(1)
En este mundo transformado en un potencial escenario de la cruzada contra el
terrorismo global, adquiere un nuevo significado la intervención norteamericana
en Colombia y, desde allí, en el conjunto de la zona andina. Las categorías
dicotómicas que conforman el discurso belicista del gobierno de Bush
("bien contra mal", "ellos o nosotros") sirven para justificar el uso del financiamiento
militar norteamericano –anteriormente restringido a la lucha contra el narcotráfico-
contra los movimientos guerrilleros, los movimientos campesinos y demás
fuerzas populares, previa asimilación a la categoría de "terroristas".
COLOMBIA VA A LA GUERRA: EL FRACASO DEL PROCESO DE PAZ
En la noche del 20 de febrero el Presidente de Colombia, Andrés
Pastrana, dio por terminadas las negociaciones de paz con las FARC (Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia) mediante un discurso en el que hasta se
invocó la protección de Dios y del Arcángel San Miguel.
La razón formal de la decisión presidencial –tomada poco antes
de finalizar su mandato- fue el secuestro del senador y presidente de la Comisión
de Paz en el Congreso, Jorge Gechen Turbay, quien viajaba en un avión
con 30 pasajeros que fue desviado de su ruta (Neiva-Bogotá) y obligado
a aterrizar en una carretera de Huila, departamento ubicado en el centro del
país. Sin embargo, esta decisión de consecuencias imprevisibles
parece estar motivada por una combinación de elementos que conforman
el nuevo contexto en el que quedó inserto el conflicto colombiano.
El vuelco de Pastrana hacia la "opción militar" se materializó
en la operación Tanatos –nombre del dios griego de la muerte-
lanzada con el objetivo de recuperar el control estatal de la otrora zona de
distensión y acabar con la infraestructura guerrillera. Casi inmediatamente,
aviones militares y helicópteros comenzaron a bombardear distintos puntos
estratégicos de lo que fuera el escenario de las conversaciones de paz,
un área de 42.000 km2 controlada por la guerrilla y transformada -según
Pastrana- en una guarida de secuestradores, un laboratorio de drogas ilícitas
y un depósito de armas, dinamita y carros robados.
El entramado jurídico que posibilitó más de tres años
de conversaciones entre el gobierno y la principal fuerza guerrillera se ha
derrumbado: la decisión gubernamental puso fin a la zona de distensión
y al reconocimiento político de las FARC como fuerza beligerante, al
tiempo que se reactivaron las órdenes de captura contra los representantes
de la guerrilla y se revocó la autorización a los municipios de
la zona desmilitarizada para crear los cuerpos cívicos de convivencia
(integrados por miembros de las instituciones del Estado y de la guerrilla).
Las FARC -una fuerza que cuenta con alrededor de 16.000 combatientes- respondieron
con una ola de sabotajes a la infraestructura energética, vial y de comunicaciones,
que instaló en el seno del gobierno una discusión sobre la conveniencia
de declarar el "estado de conmoción interna", una alternativa resistida
por algunos sectores, que ven en esa medida un perjuicio para la imagen de Colombia
ante la comunidad de negocios internacional.
¿Pero, qué cambios en el contexto nacional e internacional determinaron
este punto de inflexión y la vuelta a la opción militar? ¿Hubo
convicción para la paz detrás de la puesta en escena de la mesa
de diálogo?
LA POLITICA DEL PALO Y LA ZANAHORIA: EL PLAN COLOMBIA
El actual contexto nacional e internacional es muy diferente de aquel
que predominaba en 1998, cuando se inició el diálogo entre el
gobierno del recientemente electo Pastrana y las FARC. En aquella oportunidad
la balanza se había inclinado hacia los partidarios de una "salida política".
Tanto las clases dominantes colombianas como el Departamento de Estado norteamericano
habían concluido que no era posible derrotar en el terreno puramente
militar a una guerrilla que regularmente llevaba a cabo resonantes golpes –materiales
y morales- contra las Fuerzas Armadas del Estado. Con independencia de las posibilidades
reales de que las FARC se adueñaran del poder, lo cierto es que la correlación
de fuerzas en el terreno militar les permitía controlar un tercio del
territorio nacional –configurando un verdadero Estado dentro del Estado. No
es casual que diversos estudios de opinión reflejaran que siete de cada
diez colombianos pensaran que la guerrilla estaba derrotando a las Fuerzas Armadas.
En medio de una gran recesión (la más feroz evidenciada desde
1931), el nuevo gobierno conservador que llegara al poder en 1998, implementó
un programa de ajuste ortodoxo que profundizó las "reformas" iniciadas
por la administración de César Gaviria (1990-1994), quien había
iniciado una política de privatización de empresas públicas,
desregulación financiera, apertura hacia la inversión extranjera,
etcétera. Esta prueba de fe en el neoliberalismo le permitió al
presidente Pastrana normalizar las relaciones con Washington, luego de los cortocircuitos
entre el anterior presidente -el liberal Ernesto Samper (acusado de haber financiado
su campaña electoral con fondos provenientes del narcotráfico)-
y la administración norteamericana. "No debemos tener miedo a la globalización
de la economía. Por el contrario, le daremos la bienvenida y prosperaremos
dentro de ella", señaló Pastrana en agosto de 1998 (2).
Marta Harnecker señala que "para el nuevo gobierno, lograr un proceso
de negociación con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)
-el movimiento guerrillero más antiguo y poderoso del país- más
que una aspiración es una necesidad para poder implementar el modelo
de desarrollo económico que su gobierno se había trazado y que
está fundamentado en un proyecto de corte neoliberal en el cual predomina
la privatización y la llamada economía social de mercado. Sin
una mínima estabilidad interna es muy difícil que los planes económicos
gubernamentales puedan ser implementados"(3).
En ese contexto político-económico se comenzó a diseñar
un proceso de negociación que, más que abordar las grandes injusticias
sociales y económicas, la lucha contra el paramilitarismo y la defensa
de las libertades democráticas, pretendió reeditar la "exitosa"
experiencia de América Central en los 80. Una política que permitió
–luego de los acuerdos de paz -reafirmar la estrategia norteamericana en la
región centroamericana sin resolver ninguno de los problemas sociales
generadores del conflicto. Más bien se trató de una paz lograda
luego de años de desarrollar estrategias basadas en "el terrorismo de
estado, el desplazamiento masivo de población, gastos militares en gran
escala y a largo plazo, asesores militares y una oferta de un arreglo político
que implicó la reincorporación de los comandantes guerrilleros
a la política electoral" (4). Uno de los ejemplos más concluyentes
de la aplicación de esa estrategia fue la ofensiva desatada contra la
revolución sandinista, denunciada infructuosamente por Nicaragua en la
Corte Internacional de Justicia y en el Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas(5).
En un contexto de fuerte inestabilidad, la administración Clinton celebró
la elección de Pastrana y apoyó el "proceso de paz"; al tiempo
que el presidente de la Bolsa de Wall Street viajó a discutir con las
FARC en territorio controlado por la guerrilla. Pero, paralelamente a las negociaciones,
el gobierno colombiano puso en marcha el denominado Plan Colombia, presentado
como un "plan para paz, la prosperidad y el fortalecimiento del Estado".
González Posso recuerda que "el Presidente Andrés Pastrana, en
el inicio de su mandato, habló de un gran plan de inversión para
la paz, mencionó inclusive que se trataba de una especie de Plan Marshall,
a semejanza del plan de reconstrucción de Europa después de la
Segunda Guerra Mundial. Así, con el denominado Plan Colombia, fueron
generadas grandes expectativas de inversión social en el país
y en especial en los municipios comprendidos en la Zona de Distensión"(6).
En esa oportunidad Pastrana expresó que "la guerrilla podrá participar
en la preparación, conformación y ejecución de los proyectos
del Plan Colombia".
Pero diversos trabajos permiten concluir que no existe "un" Plan Colombia, sino
que hay varias diferencias entre las distintas versiones, de acuerdo a las "sensibilidades"
de los encargados de decidir los aportes económicos previstos por el
plan y de su respectiva opinión pública. De esa forma se enfatizaron
los aspectos vinculados al desarrollo económico y la defensa de los Derechos
Humanos en la versión presentada ante la Unión Europea y los referidos
al fortalecimiento de las fuerzas armadas y la lucha contra el narcotráfico
en la presentada ante el Senado norteamericano(7).
Según la afirmación del especialista Adam Isaacson la "primera
versión" del Plan Colombia "era demasiado vaga y utópica para
EE.UU. y además no ofrecía una solución rápida a
los intereses que más les importan a los estadounidenses, como lo son
la guerra antidrogas, el estrechamiento de los lazos militares, y la estabilidad
de una región de países con gobiernos elegidos (y tal vez democráticos),
capitalistas y abiertos a la economía mundial"(8).
Ante las dificultades por las que atravesaba el proceso de paz –y la continuidad
de la lucha antidrogas- las autoridades colombianas formularon nuevos pedidos
de ayuda a EE.UU. a la vez que los funcionarios norteamericanos aumentaban su
interés en el conflicto colombiano. El número tres del Departamento
de Estado Thomas Pickering y el Zar Antidrogas Barry McCaffrey le dijeron a
Pastrana "que incrementarían fuertemente la ayuda si él desarrollaba
un plan comprensivo para fortalecer las fuerzas armadas, parar la caída
de la economía y luchar contra el tráfico de drogas"(9).
Como resultado, en seis semanas empezó a circular un "nuevo" Plan Colombia
–con mucho mayor énfasis en el fortalecimiento del Estado y de las fuerzas
armada y en la lucha antidrogas. Esta versión concebida y redactada en
inglés con la participación - sino bajo la dirección- de
los consejeros del Departamento de Estado norteamericano, estableció
un programa con un costo total de 7.500 millones de dólares, de los cuales
3.500 millones debían provenir de ayuda extranjera(10). Por su parte,
Colombia se comprometía a aportar 4.000 millones de sus propios recursos
y de préstamos de instituciones financieras internacionales, al tiempo
que -mediante una ley denominada Alianza Act- la administración
norteamericana comprometió un aporte de 1.300 millones de dólares,
esencialmente destinado a fines militares y uno de cuyos ejes era "recuperar
el control del Estado sobre los centros productores de coca"(11).
Para ello, se financió el entrenamiento y equipamiento de batallones
antinarcóticos y la adquisición de 30 helicópteros Black
Hawk y 33 Huey, además de otras actividades encuadradas en el Golpe al
Sur de Colombia, un operativo destinado a tomar el control de un área
de cultivos ilícitos en manos de la guerrilla (ver anexo).
Si bien la ayuda militar prevista está condicionada por cláusulas
de respeto a los derechos humanos, en muchos casos los paramilitares actúan
como el brazo ilegal de la fuerza pública, ejecutando por su cuenta el
trabajo sucio que los militares –en carácter de autoridad sujeta a la
ley- no pueden realizar. Ese es el motivo por el que algunos llaman a los paras
el sexto batallón del Ejército Colombiano.
La realidad de los últimos años da cuenta de que "el proyecto
paramilitar está respaldado no solamente por el Estado y el Ejército,
sino que es apoyado financiera, operativa e ideológicamente por importantes
sectores de las clases dominantes, y sus intelectuales a través de los
medios de comunicación, que lo ven como el medio para remediar la incapacidad
militar del Estado Colombiano para doblegar a la guerrilla, así como
para eliminar abiertamente a dirigentes sindicales y agrarios considerados como
obstáculos incómodos en el proceso de acumulación de capital"(12)
. Por otra parte, los asesores "privados" norteamericanos pueden completar las
tareas que formalmente EE.UU. no quiere o no puede desarrollar. Empresas como
la norteamericana Dyn Corp (con participación en la guerra de Kosovo)
habría comenzado a aportar mercenarios al conflicto colombiano(13).
Es por ello que los informes de Amnesty International sostienen que el componente
de ayuda a los derechos humanos que propone el Plan Colombia es inadecuado y
en su mayor parte está mal encauzado, ya que no aborda las causas principales
de la crisis de derechos humanos identificada por las Naciones Unidas y otros
organismos internacionales, como la impunidad y la necesidad de combatir a las
organizaciones paramilitares ilegales.
Tampoco el proceso de paz acabó con la "guerra química" destinada
a erradicar las plantaciones de coca. A pesar de las opiniones técnicas
sobre los nocivos efectos de los productos utilizados sobre las poblaciones
y el ecosistema, la embajadora estadounidense en Lima señaló que
el uso del glisfosato –uno de los productos cuestionados- no causa problemas
y es como "tomar una aspirina"; no casualmente la firma Monsanto –de capital
norteamericano- es una de las principales productoras de este tipo de herbicidas
usados en los programas de erradicación de cultivos. Al igual que en
el campo de la industria militar, la guerra química parece llevar también
el sello del "compre norteamericano".
Por otra parte, la situación sin salida de grandes masas de campesinos(14),
combinada con la experiencia de las FARC en anteriores procesos de paz, atentó
contra una salida política negociada al estilo centroamericano. En ese
sentido vale destacar el cese de fuego firmado en 1984, mediante el cual el
gobierno de Belisario Betancourt se comprometía a desarrollar una serie
de reformas políticas, económicas y sociales, y la guerrilla se
comprometía a organizarse políticamente para participar en la
lucha política legal. En esa oportunidad la normalización democrática
mostró trágicamente sus límites: luego de obtener 26 diputados
y 6 senadores, la Unión Patriótica –coalición legal de
la que participaron las FARC- fue víctima de un verdadero genocidio político,
que arrojó un saldo de entre 4.000 y 5.000 muertos entre militantes,
candidatos y dirigentes(15). Esos límites para desarrollar una política
abierta hacia el movimiento de masas condicionan cualquier tentativa de pacificación
y ponen de relieve la matriz sobre la que operan las clases dominantes colombianas
a la hora de defender su hegemonía.
Esta política de "limpieza social", que se abate sobre los campesinos
sospechados de simpatizar con la izquierda y los dirigentes sindicales, continúa
hasta el día de hoy. De hecho los trabajadores de Ecopetrol iniciaron
hace pocos días una huelga por tiempo indeterminado en protesta por el
secuestro de varios dirigentes sindicales por los paramilitares(16). La propia
guerrilla ha planteado la situación en los siguientes términos:
"si en Colombia se llegasen a abrir nuevos y positivos espacios, nuevas condiciones,
un nuevo ambiente político, económico y social que hiciera inocuo
el uso de las armas, seguramente otra sería la perspectiva de la nación".
EL NUEVO CONTEXTO INTERNACIONAL POST 11 DE SEPTIEMBRE
El nuevo escenario mundial está siendo moldeado por los cambios
operados en la estrategia del Imperio luego de los mega atentados del 11 de
septiembre. El gigantesco aumento del gasto militar –justificado por la dicotómica
lucha del "bien" contra el "mal"- parece dar una doble respuesta tanto al objetivo
de reforzar su hegemonía imperial como a la necesidad de dar respuesta
a la coyuntura económica recesiva. En ese sentido, la tragedia de las
Torres Gemelas y el Pentágono le permite a EE.UU. convertirse en una
especie de "policía global" en nombre del combate mundial contra el terrorismo,
a la vez que viene en auxilio de la desfavorable coyuntura económica(17).
En medio de esta suerte de keynesianismo militar, se agiliza la movilización
de recursos ociosos: el "nuevo orden mundial" –erigido sobre la destrucción
de Afganistán- ya cuenta con un presupuesto militar de alrededor de 379.000
millones de dólares, un 40% del total mundial destinado a gasto militar
y diez veces la suma gastada por Rusia y China en el mismo rubro(18).
A su vez, los atentados –presentados como un ataque al american way of life-
sirvieron para fortalecer la investidura presidencial de Bush, luego de haber
accedido al gobierno por una decisión judicial, en medio de fuertes sospechas
de fraude en la Florida, donde opera el lobby de la extrema derecha cubana.
Por ello no es casual que viejos cold warriors de la época de
Reagan hayan vuelto a los cargos claves del Departamento de Estado, entre los
cuales se encuentran Otto Reich –Secretario Adjunto para el Hemisferio Occidental-
y John Negroponte, embajador ante la ONU. Ambos, activos partidarios de la guerra
sucia contra la revolución centroamericana. Otto Reich encabezó
la oficina de Diplomacia Pública, un oscuro departamento gubernamental
que, entre otras cosas, se dedicaba a escribir cartas falsas y artículos
de opinión en periódicos prestigiosos como The Wall Street Journal,
The Washington Post y The New York Times. Aunque esos textos estaban supuestamente
redactados por nicaragüenses opuestos al sandinismo, en realidad eran fruto
de la propaganda clandestina oficial para desestabilizar al gobierno de ese
país(19). No menos significativa fue la actividad de Negroponte, quien
usó su cargo como embajador de EE.UU. en Honduras para apoyar "de cualquier
manera" a la Contra nicaragüense(20).
A esta altura no hay dudas de que "el 11 de septiembre ya se transformó
en uno de esos terremotos históricos que clarifican y precipitan acontecimientos
y decisiones, provocando una ruptura de tal orden que hoy, la era Clinton perece
un pasado lejano, una verdadera época de ilusión colectiva, motorizada
por la utopía de la globalización y de la paz universal de los
mercados (...) Después del 11 de septiembre la doctrina Bush de combate
al terrorismo transformó el interés nacional americano en el principio
legitimador de un nuevo tipo de intervencionismo político-militar, que
se propone ser permanente, preventivo y global"(21). La propia existencia de
un enemigo no identificado con precisión permite llevar adelante una
escalada bélica "sin fin y cada vez más extensa" destinada a mantener
una incuestionable delantera tecnológica y militar en relación
a todos los demás estados, que le permita "contener" a adversarios reales,
potenciales o imaginarios que desafíen la hegemonía norteamericana(22).
EL COMPLEJO MILITAR-INDUSTRIAL AL PODER
Ya durante el período electoral que llevaría a George
W. Bush al poder se conoció un nuevo documento del denominado Comité
de Santa Fe (EE.UU.) el cual asesoró al gobierno de Ronald Reagan en
cuestiones geopolíticas. Con ese fin este grupo de intelectuales orgánicos
del complejo militar-industrial ya había redactado los documentos que
se conocieron como Santa Fe I y Santa Fe II, en los cuales "se planteó
la base conceptual para el impulso del terrorismo de Estado, las guerras de
baja intensidad (en Nicaragua, El Salvador, etcétera), un nuevo impulso
a la Doctrina de la Seguridad Nacional y el uso de las fuerzas armadas como
tropas de ocupación de sus propios países, y -en el plano económico-
el inicio de la ola privatizadora"(23).
Con la llegada al poder de la administración republicana este influyente
think tank ultra conservador ha vuelto a ocupar un lugar central en el
diseño de la estrategia geopolítica norteamericana. El documento
Santa Fe IV –prologado por el Director de Staff del Comité de Relaciones
Extranjeras del Senado de Estados Unidos- advierte sobre los nuevos peligros
que asechan al Imperio en la post guerra fría.
La construcción de un nuevo enemigo es un tema central en la geopolítica
de lo que Zbigniew Brzezinski ha denominado la "primera y única potencia
global del planeta"(24). Paradójicamente EE.UU. ha sufrido las consecuencias
de su victoria en la Guerra Fría, que lo dejó sin el enemigo tangible
que articulaba toda su política tras el paradigma de la lucha anticomunista,
y disimulaba las contradicciones inherentes a la esencia de una civilización
injusta, irracional e incapaz de garantizar la supervivencia de la humanidad
y el equilibrio ecológico(25). Esta necesidad queda muy clara en las
afirmaciones del ex ministro de Clinton, Robert B. Reich, quien sostuvo que
con la desaparición de la amenaza soviética "no sólo nuestras
fuerzas armadas se ven comprometidas por este cambio radical, también
nuestra imagen de nosotros mismos (...) Ahora que se ha superado la amenaza
soviética, tenemos que reconstruir la nación. Pero sin ese peligro
externo, nos puede faltar la identificación necesaria para salir adelante"(26).
En el mismo sentido, el documento Santa Fe IV lamenta que "antes, Estados Unidos
enfrentaba una amenaza relativamente definida, que era comprensible para el
americano medio. [Mientras que] en la actualidad, esta amenaza se ha vuelto
infinitamente más complicada y difícil de definir". Aunque señala
que –afortunadamente- "algunos de los viejos demonios siguen escupiendo fuego
y pueden ser fácilmente identificables".
A lo largo del documento reivindican la vigencia del Tratado Interamericano
de Asistencia Recíproca (TIAR), de la Frontera de Defensa Interamericana
y un relanzamiento del Comando Sur (criticando el traslado de su base de Panamá
a Miami). Se quejan además por la pérdida de influencia de los
militares de EE.UU. en el entrenamiento y educación de los militares
de la región, acusando por ello a "la administración Clinton [que]
con su tendencia antimilitarista (sic), ha logrado lo que nuestros enemigos
más abiertos fracasaron en hacer".
En esa línea critica la posición de Clinton de ayudar a investigar
los crímenes de las dictaduras del Cono Sur, denunciando que la administración
demócrata apoyó una maniobra "comunista" para presentar las "guerras
sucias" de Argentina y Chile como "intentos del demonio derechista para suprimir
la población civil".
La lista de enemigos es amplia. Incluye a Fidel Castro –"quien no ha cambiado
las mañas", los comunistas chinos –"quienes hicieron una aparición
importante en Panamá y reemplazaron a los soviéticos en el Caribe",
los bolivarianos –"el grito de guerra de comunistas y socialistas", y las FARC
y el ELN de Colombia -"los capitanes de la droga en América del Sur".
En el caso específico de Hugo Chávez, el documento denuncia sus
esfuerzos por revitalizar la OPEP y su oposición a privatizar la industria
del petróleo, al tiempo que lo acusa de intentar crear una "república
socialista" con Ecuador, Panamá y Colombia.
Otro punto central del escrito es el reclamo de poner "punto final" a la guerra
en Colombia. Si se examina ese planteo a la luz de las furibundas críticas
a la política seguida por la administración Clinton, la única
lectura posible del "punto final" -según varios analistas- es una intervención
militar directa en Colombia.
Esta opinión es reforzada por la crítica que el documento Santa
Fe IV realiza al gobierno colombiano por su estrategia para enfrentar la guerrilla,
denunciando que "el gobierno de Colombia, en vez de establecer una guerra incondicional,
ha elegido mantener conversaciones de paz". El documento, que se refiere a Clinton
como ultraizquierdista, retoma todos los términos de la guerra fría
como "subversión", "demonio comunista" y propone relanzar todos los instrumentos
militares utilizados por EE.UU. en ese período. Pero fundamentalmente
traza una estrategia para asegurar la hegemonía absoluta de EE.UU. en
el continente y evitar "la penetración" de Europa y Asia(27).
En el contexto descrito no debería sorprendernos que las empresas armamentistas,
luego de haber intentado influir en la discusión de defensa "desde afuera"
–durante el gobierno de Clinton- hayan ingresado a la Casa Blanca de la mano
del texano Bush. Ejecutivos de algunas de las contratistas más grandes
en materia de defensa ya ocupan cargos claves en el Pentágono. Desde
allí tres empresas –Lockheed-Martin, General Dynamics y Northrop-Grumman-
esperan quedarse con la parte del león en los multimillonarios contratos
de defensa, que ya suman –entre las tres- 27.600 millones de dólares
al año provenientes del Pentágono, por la provisión de
aviones, armas, electrónica, etc. Son las mismas compañías
que consiguen también la mayor parte de los 34.000 millones adicionales
destinados a investigación y desarrollo, incluyendo el polémico
proyecto del escudo antimisiles(28).
El Center for Security Policy –que se financia con aportes de los mayores contratistas
de armas- se jacta en su último informe anual de que por lo menos 17
ex miembros de su consejo consultivo anterior consiguieron posiciones claves
en la nueva administración republicana(29). Esta victoria del lobby
armamentista explica la cuestionada decisión del presidente Bush de romper
el Tratado Antibalístico, que está causando fuerte preocupación
en países "amigos" como China, Rusia y la Unión Europea. La frase
"paz con fuerza, no a través de los papeles" parece estar definiendo
el mundo imaginado (y deseado) por la línea dura encabezada por el Secretario
de Defensa Donald Rumsfeld, que hoy controla la política exterior de
EE.UU.
Estos think tanks de la derecha americana son "la cara visible de una
red de gran alcance que nuclea a ideólogos conservadores, cowboys militaristas
y contratistas hambrientos de efectivo (cash-hungry contractors), como
la Heritage Foundation o el mencionado Center for Security Policy" –del cual
Donald Rumsfeld es un antiguo asociado y uno de sus soportes financieros(30).
LA EVOLUCIÓN DEL CONTEXTO INTERNO COLOMBIANO: ¿UN GIRO A LA DERECHA?
La década del 90 en Colombia, al igual que en el resto de los
países de la región, estuvo signada por la aplicación de
las recetas neoliberales: privatizaciones de empresas públicas, flexibilización
laboral, apertura externa, con resultados muy similares al de sus vecinos. Basta
con mencionar que el desempleo trepó al 20% en 1999 y la deuda se duplicó
entre 1995 y 1999, pasando del 19.1% del PBI al 34%(31). Paralelamente -en 1999-
las calificadoras de Riesgo Standard and Poors y Moody´s bajaron la calificación
de Colombia de investment grade a speculative grade, una situación
novedosa para un país que siempre cumplió con sus obligaciones
externas(32). Un balance más amplio de los resultados de la aplicación
de las políticas neoliberales en América Latina en general (y
en Argentina en particular) debe servir para poner de relieve los límites
de las explicaciones oficiales que atribuyen a la violencia y el narcotráfico
los adversos resultados obtenidos.
El aumento de la pobreza fue otro de los elementos comunes de las políticas
neoliberales: la pobreza por ingresos aumentó del 53.8% en 1991 al 56.3%
en 1999, afectando a cerca de 24 millones de personas. En las ciudades alcanza
el 47.2% mientras que en las zonas rurales se eleva al 79.6%. Paralelamente,
durante los 90 se amplió la brecha entre ricos y pobres. El 10% más
pobre de la población fue reduciendo su participación en los ingresos,
en 1991 recibía casi el 1%, mientras que en 1999 apenas llegaba al 0.58%.
El decil 2 también ha perdido participación, de manera que el
20% más pobre de la población participa menos en el total de ingresos
que una década atrás. Esa tendencia se verifica hasta el decil
4, mientras que la situación mejora en el caso de los deciles 6,7,8 y
9. Los más ricos –el decil 10- han reducido su participación,
pero este grupo se apropia a fines de la década del 45% de los ingresos
totales, con lo cual -observando los extremos- se puede ver que la brecha entre
el 10% más rico y el 10% más pobre ha aumentado de 52 a 78 veces(33).
En el plano político, la situación interna fue girando en los
últimos tiempos a favor de quienes apoyan la "solución militar"
del conflicto interno y criticaban fuertemente el proceso de paz que se venía
desarrollando -con escasos resultados- desde hacía más de tres
años.
La derecha política y militar está aprovechando el cansancio social
frente a una violencia de larga duración. Durante las últimas
décadas el narcotráfico ha penetrado crecientemente en los diferentes
actores políticos y sociales, lo que ha contribuido a cerrar las posibilidades
de la acción política como medio para dirimir los diversos conflictos
de la vida social. Esta realidad posiblemente chocará con las actuales
ilusiones de quienes sostienen la viabilidad de lograr la pacificación
del país sin acabar con un narcotráfico cuya fuerza reside, no
tanto en su capacidad militar como en su penetración en el aparato estatal
y militar colombiano. Lo mismo ocurre con los grupos paramilitares. Pocos días
antes de las últimas elecciones legislativas, las llamadas Autodefensas
Unidas de Colombia (AUC) dijeron ser capaces de influir en la elección
de no menos del 30 por ciento del Senado y la Cámara de Diputados(34).
Un posible escenario –a la luz de los resultados de las legislativas del 10
de marzo- es el comienzo de un período de polarización entre los
sectores partidarios de la vía militar y quienes sostienen la necesidad
de una solución negociada al conflicto. La importante votación
obtenida por el ex guerrillero Antonio Navarro Wolff -encabezando una opción
de centro izquierda- parece expresar a estos últimos sectores de la sociedad
colombiana.
Los resultados consagraron como vencedor al Partido Liberal -que obtuvo la mayor
cantidad de bancas- al tiempo que coronaron al Partido Conservador como el gran
perdedor. Los conservadores han tomado nota de ello y por primera vez en 150
años de vida no presentarán candidato para las próximas
elecciones presidenciales, que se llevarán a cabo el 26 de mayo próximo.
Este revés electoral de uno de los pilares de la política colombiana,
sumado a los resultados favorables de varios candidatos independientes, permiten
avizorar ciertas señales que marcan un descontento social que comienza
a cuestionar las prácticas de los partidos que "mandan" en la esfera
política del país.
Mientras tanto el liberal independiente Uribe Vélez -un candidato que
basó su crecimiento en las encuestas en oponerse frontalmente a cualquier
diálogo con la guerrilla- sigue favorito en las encuestas, aunque su
intención de voto cayó del 59% - medido a escasas dos semanas
de la ruptura del diálogo de paz- al 47%(35). Por otro lado las encuestas
de opinión muestran un aumento de la intención de voto del candidato
de centroizquierda Luis Eduardo Garzón, quien en poco más de dos
meses pasó del 1 al 6%, quedando en tercer lugar y superando de esa forma
a la ex canciller Noemí Sanín- según la misma encuesta
del diario colombiano El Tiempo(36).
¿UNA NUEVA CORRELACION DE FUERZAS?
El nuevo contexto internacional, sumado a la evolución de la
situación interna colombiana, ha ido modificando la correlación
de fuerzas (política y militar) entre el gobierno y la guerrilla, posibilitando
que el Estado recupere la confianza para emprender una nueva aventura militar.
Entre los factores que ha señalado Heinz D.
Steffan como determinantes de esta nueva realidad podemos señalar(37):
1. el mencionado cambio político mundial post 11 de septiembre
2. las lecturas sobre la capacidad destructiva de sus armamentos que hicieron
el Pentágono y la Casa Blanca después de la guerra de Afganistán
3. el fortalecimiento de la capacidad militar de Bogotá, a través
de la ayuda militar estadounidense (Plan Colombia)
4. el avance electoral del candidato de derecha Alvaro Uribe Vélez en
la campaña electoral para las presidenciales del 26 de mayo, sostenido
por muchos grupos sociales que simpatizan y/o apoyan a los grupos paramilitares
5. el aislamiento político internacional de la guerrilla
Entonces, luego de un diálogo de paz de tres años y medio, el
presidente colombiano cedió ante los altos mandos militares, los grupos
paramilitares y la nueva estrategia de "combate al terrorismo" inaugurada por
Washington, asumiendo un discurso bélico –en línea con el Imperio-
que legitima el uso de la violencia y asimila guerrilla con terrorismo y narcotráfico.
La embajadora estadounidense en Colombia ya había identificado abiertamente
a las FARC con Al Qaeda al señalar que "tienen la misma hipocresía
moral y falta de ideas: los guerrilleros afganos no representan al Islam y los
guerrilleros colombianos no buscan la justicia social", al tiempo que el asesor
del Pentágono, Gabriel Marcella, señaló que "después
del 11 de septiembre cambió el mapa del mundo y eliminó todo tipo
de diferencias entre insurgentes y terroristas"(38).
Esta caprichosa identificación de fenómenos y realidades tan disímiles,
tiene por objetivo preparar el terreno para ampliar el uso de la ayuda militar
norteamericana - actualmente restringida al combate contra el narcotráfico-
a la lucha contrainsurgente. La inclusión de las FARC en la lista de
organizaciones terroristas elaborada por Washington fue el primer paso para
incorporar a Colombia en la guerra contra el "terrorismo global".
Si bien Bush señaló que el destino de la ayuda militar seguirá
siendo el narcotráfico, el Secretario de Defensa -Donald Rumsfeld- afirmó
que "deberán revisarse las leyes y políticas vigentes que restringen
el uso de la ayuda militar estadounidense en Colombia, a pedido del presidente
Pastrana"(39). Y la Cámara de Representantes de EE.UU. acaba de urgir
al presidente Bush a proponer una nueva legislación que permita asistir
al gobierno colombiano en su lucha contra la guerrilla, levantando las actuales
restricciones. El propio comandante en jefe del Comando Sur –general Gary Speer-
enmarcó el caso de Colombia en la guerra antiterrorista que está
desarrollando EE.UU. en todo el mundo(40).
EL ACCESO A LOS RECURSOS ENERGÉTICOS
La Alianza Act –la ley del Congreso norteamericano que posibilitó
la ayuda militar a Colombia- explicita entre sus objetivos "insistir para que
el gobierno colombiano complete las reformas urgentes destinadas a abrir completamente
su economía a la inversión y el comercio exterior, particularmente
a la industria del petróleo..."(41). Una vez más podemos observar
al Estado norteamericano como "promotor" de sus empresas transnacionales, en
este caso, las vinculadas a la explotación petrolera o a megaproyectos
hidroeléctricos o turísticos. Se trata de defender operaciones
de la Occidental Petroleum Company –OXY-, la Texas y la British Petroleum (hoy
fusionada con la norteamericana Amoco) y asegurar el control sobre los campos
colombianos, con grandes reservas de petróleo, un recurso vital para
el funcionamiento del sistema capitalista. Además de poseer reservas
de petróleo sin explotar, la biodiversidad, la riqueza genética
y el agua abundan en esta zona de la región andina. La embajadora norteamericana
en Bogotá -Anne Patterson- declaró "protegerán sus intereses
económicos en territorio colombiano (…) donde hay más de 300 puntos
de infraestructura estratégicos para EE.UU.", al tiempo que anunció
el envío de 98 millones de dólares para la vigilancia de la red
de hidrocarburos, dado que ello "es importante para el futuro del país,
para nuestras fuentes de petróleo y para la confianza de nuestros inversionistas"(42).
Por otra parte Adam Isaacson, del Centro para las Políticas Internacionales
en Washington, expresó que esta nueva ayuda implica borrar la distinción
"artificial" entre la lucha antinarcóticos y la lucha contrainsurgente(43).
Si bien el Congreso de EE.UU. aún no ha otorgado la autorización
para que el gobierno colombiano utilice la ayuda militar anti-narcóticos
contra las guerrillas, el fin del proceso de paz le permitirá a la administración
Bush y al Congreso brindar ayuda militar de forma más explícita
al gobierno de colombiano, sin los problemas que derivan de proveer material
bélico en medio de la mesa de negociaciones. En ese sentido el Jefe de
la Agencia Norteamericana Anti-narcóticos aseguró que los legisladores
deberán permitir la flexibilización de las restricciones de la
ayuda militar porque ya no se puede diferenciar entre guerrilleros y narcotraficantes(44).
Estas declaraciones junto con la incorporación de las FARC en el listado
de grupos terroristas a combatir por el "nuevo orden" del presidente Bush, hacen
prever que la torta se dará vuelta hacia quienes quieren avanzar en la
intervención militar contrainsurgente. De hecho ya se han usado helicópteros
Black Hawk contra la guerrilla, lo que llevó a Pastrana a condecorar
a la embajadora norteamericana con la medalla al "Mérito Aeronáutico"(45).
La propia diplomática declaró al diario El Tiempo que "desde una
perspectiva práctica ya no hay restricción para el uso de helicópteros
y de otros equipos en muchas zonas del país, particularmente en Putumayo
o Caquetá y las zonas de operación de la Fuerza de Tareas Conjuntas
del Sur, donde las FARC actúan como narcotraficantes y terroristas".
ARGENTINA: SIGUE EL ALINEAMIENTO AUTOMÁTICO CON WASHINGTON
En los últimos meses Argentina ha padecido los efectos de la
nueva doctrina "anti-rescate" del Departamento de Estado y el Tesoro norteamericano.
Luego de ser socorridos repetidamente bajo la administración Clinton,
el gobierno argentino chocó contra esta suerte de nuevo Consenso de Washington
–que obviamente se extiende al Fondo Monetario Internacional– de acuerdo con
el cual, las crisis nacionales deben ser aisladas y la ayuda no fluirá
a menos que la nación en crisis revista una fenomenal importancia estratégica(46).
En esta línea hay que interpretar el reciente nombramiento de Anoop Singh
y las declaraciones del Director General del Fondo, quien señaló
que "no hay salida para la Argentina sin sufrimiento", o la sentencia de la
número dos del Fondo, Anne Kruegger, quien advirtió que "los países,
como las empresas, deben pagar sus deudas y sufrir cuando no lo hacen".
Para hacer frente a esto, que algunos analista definen como "amor rudo" de parte
del Imperio, el gobierno parece dispuesto a profundizar la vieja política
de las relaciones carnales inaugurada por Menem y Di Tella una década
atrás. La Cancillería nunca desmintió la información
difundida por la prensa sobre la oferta de apoyo militar al ejército
colombiano (y norteamericano) en el marco de la "lucha contra el terrorismo"
definida por el Plan Colombia. Esto ocurre después del supuesto ofrecimiento
de la Cancillería –a través de Martín Redrado –que pretendía
profundizar el hostigamiento diplomático contra Cuba en las Naciones
Unidas a cambio de ayuda financiera.
De esta forma, el gobierno intenta crear "importancia estratégica" para
la Argentina mientras espera conseguir los favores de Washington, que hoy se
expresan en el rescate del FMI, que es en definitiva la expresión encarnada
de los acreedores externos en su intento de que el país retome los pagos
de la deuda. En esto hay que tener muy en cuenta la perspectiva regional y la
posibilidad –señalada por algunos analistas- de que una debacle aún
más pronunciada en Argentina termine por afectar también a Brasil
y posibilite la incursión sin restricciones del capital norteamericano
en el vecino país, aún a pesar de que en un primer momento se
pueda dejar de lado el apetito de los acreedores externos.
Por otra parte, un reciente informe publicado por Página/12 da cuenta
de la intervención de los marines norteamericanos convocados por el gobierno
de Misiones "para combatir el dengue". Se trata de un grupo con sede en la base
del Callao (Perú) que tiene como objetivo "la conducción de investigaciones
sobre enfermedades infecciosas que afectan la salud humana en Centro y Sudamérica
(principalmente la región andina y la cuenca amazónica), particularmente
aquellas de importancia para la actividad militar"(47). No es casual que esta
ayuda militar humanitaria esté operando en la zona de la Triple Frontera,
considerada por EE.UU. como un santuario de terroristas que forma parte del
"eje del mal" definido por el presidente Bush.
Una vez más, quienes deciden la política exterior argentina, colocan
a nuestro país en la vereda de enfrente de los pueblos y las naciones
latinoamericanas que enfrentan las recetas made in Washington, cuya aplicación
disciplinada derivó en una de las peores crisis de nuestra historia.
ALGUNOS COMENTARIOS FINALES
La reciente intensificación del conflicto armado entre el gobierno
colombiano y las FARC debe ser analizada a la luz de las modificaciones operadas
en el contexto nacional y en el nuevo tablero mundial moldeado por la estrategia
norteamericana luego del 11 de septiembre. En ambos casos la balanza se ha inclinado
hacia la "opción militar" como forma de resolver el largo enfrentamiento
armado que vive la sociedad colombiana. El discurso de Pastrana, anunciando
la ruptura de las conversaciones de paz, ha resumido ambos elementos de la crisis
actual. Por una parte se ha colocado bajo el paraguas de la "guerra contra el
terrorismo global" desatada por EE.UU. y por la otra, intenta revertir el descontento
social por los escasos resultados obtenidos en la mesa de diálogo –uno
de los ejes de su gestión- responsabilizando a la guerrilla por el fracaso
de las negociaciones.
En el ámbito internacional la administración Bush ha decidido
llevar hasta el extremo su política "o se está con nosotros o
se está con el terrorismo", desarrollando una Doctrina de la Seguridad
Nacional basada en la lucha del "bien contra el mal", que ha conducido al fortalecimiento
de los aparatos de inteligencia y la "terrorización" de los movimientos
sociales. De esta forma, el viejo "peligro comunista" es reemplazado por el
"peligro de la narcoguerrilla", creando así un enemigo que justifique
la intervención "en defensa del sistema democrático".
El Plan Colombia –reforzado por la inminente posibilidad de usar la ayuda militar
contra la guerrilla- nos remite a la vieja Doctrina Kennedy. Esta también
presentaba una cara social a mediano o largo plazo: la Alianza para el Progreso,
al tiempo que preveía una faceta militar (la Doctrina de la Seguridad
Nacional) para contener los posibles desafíos a la hegemonía norteamericana
en la región, mientras la pobreza y la desigualdad seguían siendo
"caldo de cultivo" de diversos movimientos de resistencia. En ese sentido, la
intervención militar de EE.UU. en Colombia -convertida en el eje de su
política exterior en la región- es al mismo tiempo una política
"nueva" como la continuación de sus viejos programas de intervención
militar en América Latina, aunque en mucha mayor magnitud, acorde con
la necesidad de mantener el orden en el "patio trasero".
En esto, es importante notar que la intervención en Colombia convive
y se refuerza por la presencia norteamericana en la denominada zona andina.
Al respecto - paralelamente al Plan Colombia- se ha puesto en marcha la Iniciativa
Andina, que cuenta con un financiamiento de 882 millones de dólares,
de los cuales el Senado norteamericano ya ha aprobado una partida de 676 millones,
que será repartida entre siete naciones en diferentes proporciones y
en un lapso de varios años: Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú,
Venezuela, Panamá y Brasil. Esta es la expresión de una creciente
inestabilidad en la región y de una historia reciente de erosión
de las estructuras estatales en las naciones andinas: la caída de dos
presidentes en Ecuador (A. Bucaram y J. Mahuad) en medio de fuertes movilizaciones
populares; la pulverización de los partidos tradicionales en Venezuela
y el ascenso de Hugo Chávez al poder; la guerra Perú-Ecuador;
la crisis en las relaciones Bogotá-Washington durante el gobierno de
Ernesto Samper, acusado de financiar su campaña con fondos provenientes
del narcotráfico; la caída y huida a Japón de Alberto Fujimori
en Perú, después de ser elogiado durante varios años por
la administración norteamericana por las reformas económicas implementadas
y el combate al terrorismo(48).
Una combinación de elementos que, siguiendo a Petras, "puede contribuir
a minar la mística de la hegemonía invencible de EE.UU. y la idea
de que el libre mercado es inevitable", en ese sentido "mientras que las guerrillas
y los movimientos populares representan un serio reto político
y social para la supremacía norteamericana en la región, Venezuela
representa un reto diplomático, económico y político en
la cuenca del Caribe y sus alrededores, mediante su liderazgo en la OPEP y su
política externa no alineada"(49).
Por eso no es casual que la base militar estadounidense en Manta (Ecuador) haya
sufrido "las ampliaciones y adecuaciones (...) que posibilitarían el
despegue y aterrizaje de aviones caza y bombarderos de combate"(50).
Lo anterior no se encuentra al margen de la fuerte disputa interimperialista
por los mercados y el desafío planteado por la emergencia de bloques
económicos rivales de EE.UU. –especialmente la Unión Europea.
De este modo, la iniciativa del Área de Libre Comercio de las Américas
(ALCA) en lo económico y el Plan Puebla Panamá (PPP) en lo relativo
al acceso a los recursos naturales y a la biodiversidad en la zona de América
Central, podrían englobarse dentro de un proyecto político de
largo alcance que consagraría el "sueño americano" de una hegemonía
sin competidores a nivel continental.
En este sentido, el ALCA le permitiría a EE.UU. no sólo crear
una plataforma desde la cual mejorar la capacidad competitiva de sus capitales
sino también fortalecer su economía frente a sus rivales. Por
su parte, el Plan Puebla Panamá fue anunciado a principios de 2001 por
el presidente mexicano Vicente Fox como un amplio plan de desarrollo en el corredor
que va desde la ciudad de Puebla –en el sur de México- hasta Panamá.
Varios analistas han señalado que este mega proyecto permitirá
el acceso de los grandes capitales transnacionales a un área geográfica
rica en recursos petroleros, selvas vírgenes, grandes reservas de agua
y que cuenta con 30 millones de trabajadores de bajos salarios.
Ambas iniciativas amenazan con provocar profundas repercusiones políticas,
sociales, económicas y culturales en todos los países de América
Latina. En ese contexto conflictivo la intervención militar de EE.UU.
le permite enfrentar presentes y futuros desafíos a su hegemonía,
allanando el camino a una posterior dominación a través del mercado.
Buenos Aires, mayo de 2002
Notas
* El presente documento fue escrito en el marco del proyecto "Hegemonía
norteamericana en América Latina en el contexto del ALCA", desarrollado
por el Departamento de Economía y Política Internacional del Centro
Cultural de la Cooperación (Argentina). Mariano Borzel y Claudio Casparrino
participaron en el seguimiento y edición del presente documento. Se agradecen
los oportunos comentarios y sugerencias de Atilio Borón (Coordinador
del Departamento), Julio Gambina (Miembro del Gabinete Académico) y Carlos
Ricardo Escobar (Universidad de Caldas-Colombia).
1- Jane´s Defense Weekly, February 6, 2002.
2- El grano de arena. Correo de información de ATTAC Nº 118.
3- Harnecker, Marta: "Las guerrillas avanzan en Colombia", párrafo 217,
21/08/01. En: www.rebelion.org .
4- Petras, James: "La geopolítica del Plan Colombia". En: Revista
Paradigmas y Utopías Nº3, La Habana, 2001. Como dato adicional, la
embajadora norteamericana, Anne Patterson, se desempeñó como embajadora
en El Salvador antes de ser destinada a Colombia.
5- Ver: Chomsky, Noam, El terror como política exterior de Estados
Unidos, Libros del Zorzal, Bs. As., 2001.
6- González Posso, Darío ¿Qué es el Plan Colombia?. En:
Corporación de unidades democráticas para el desarrollo. www.ceudes.org
7- Ver: González Posso, Darío, Op. Cit.
8- Isaacson, Adam, Centro para las Políticas Internacionales, Washington,
EE.UU. Conferencia pronunciada en la Escuela Superior de Administración
Pública, Santa Fe de Bogotá, 16/06/01, reproducida en: www.escuelaplancolombia.org
9- Farah, Douglas, Washington Post, August 23, 1999; citado por Adam Isaacson.
10- Ver: Lemoine, Maurice: "Plan Colombie, passeport pour la guerre", août
2000. En: Le Monde Diplomatique, Cahier Amerique Latine (versión en Internet).
11- Financial Times, 22/06/00.
12- Buendía, Aureliano: "Guerra, neoliberalismo e intervención
imperialista de Estados Unidos en Colombia", En: Herramienta: revista de
debate y crítica marxista, año 5, Nº13, invierno 2000.
13- Ver: Kintto Lucas, Plan Colombia, la paz armada, Editorial Planeta,
Quito, 2000. En: www.rebelión.org
14- De acuerdo con el Censo de población y vivienda de 1993 la población
rural de Colombia alcanza alrededor de 10 millones de personas, un 28% de la
población total. Por otra parte, el acceso a la tierra está limitado
por la enorme concentración de la propiedad. Según información
de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, menos del 2% de los
propietarios posee el 40% de los predios, mientras que el 63% de los campesinos
es propietario de solamente el 5% de la superficie cultivable.
15- Entre los asesinatos ocurridos en ese período se destacan los cometidos
contra dos candidatos presidenciales de la UP, y el principal dirigente del
grupo guerrillero M- 19, Carlos Pizarro León-Gómez, que también
firmó la paz con el gobierno en 1984.
16- El Heraldo, Barranquilla, 27/02/02, recuerda además que en el 2001,
165 sindicalistas fueron asesinados en todo el país.
17- En el mensaje que acompañó el presupuesto enviado al Congreso,
Bush se declaró dispuesto a hacer lo necesario para ganar su campaña
bélica internacional y justificó el déficit presupuestario
en momentos de emergencia nacional, guerras y recesión. Dentro del combate
a la recesión se establecieron fuertes recortes impositivos, criticados
por la oposición demócrata –la cual sostiene que la administración
Bush está financiando esta reducción de impuestos golpeando a
la seguridad social (Clarín, 05/02/02).
18- Le Monde Diplomatique, Ed. Cono Sur, marzo 2002. El nuevo prepuesto militar
representa un aumento de 48.000 millones de dólares -el mayor incremento
en 20 años-y la duplicación del presupuesto de seguridad interior
para alcanzar los 37.700 millones de dólares.
19- El País, Madrid, 10/03/01. En: www.habana.com/reich
20- Ver: La Prensa, Managua, 30/04/01.
21- Fiori, José Luís: "Velhas Idéias. Ofensiva dos EUA
foi formulada há dez anos". En: www.agenciacartamaior.com.br
22- Fiori, en el mismo texto, señala que la propia definición
de terrorismo ya fue modificada en tres oportunidades: primero eran las "redes
terroristas", después el "eje del mal" –Irak, Irán y Corea del
Norte- y ahora los "estados productores de armas de destrucción masiva",
categoría que engloba a varios aliados de EE.UU.
23- El Nuevo Diario, Managua, 10/06/01
24- Brzezinski, Zbigniew, El gran tablero mundial, Paidós, Barcelona,
1998.
25- Echegaray, Patricio: Nuestra propuesta, Suplemento "Enfoques de la guerra
y la crisis global", Bs. As., noviembre 2001.
26- López, Horacio: "La estrategia neocolonial del imperio en
el nuevo milenio". En: El Siglo, Santiago de Chile, noviembre 2001. reproducido
en www.rebelion.org
27- Ver: El Nuevo Diario, Managua, 10/06/01.
28- Sloyan, Patrick: "Arms industry wins Bush jobs", Theage, 1 June 2001.
29- Hartung, William D.: "A Victory for the Star Wars Lobby", Motherjones, December
18, 2001.
30- Hartung, William D.: Op. Cit.
31- Ver: www.plancolombia.com
32- Ver: 2001 Country Reports on Economic Policy and Trade Practices. Bureau
of Economics and Business Affaires, US Department of State, February 2002.
33- Departamento Nacional de Planeación, SISD, Coyuntura económica
e indicadores sociales, Boletín Nº26, julio 2000. Con un coeficiente
de desigualdad de Gini de 0.556, Colombia se ubica entre los países de
Sudamérica con una distribución más inequitativa del ingreso.
34- Clarín, Bs. As, 10/03/02.
35- Encuesta del diario El Tiempo, Bogotá, reproducida por Clarín,
Bs. As., 27/04/02. Su oposición a cualquier diálogo de paz con
la guerrilla sigue siendo el eje de su campaña, mostrando su descontento
por la vuelta de Chávez al poder y sugiriendo la existencia de un vínculo
directo entre el gobierno venezolano y las FARC (Clarín, 14/03/02). También
ha pedido la intervención de fuerzas militares internacionales, bajo
la cobertura de los Cascos Azules de la ONU.
36- Por su parte, la encuestadora Napoleón Franco le asigna un 7.1%.
El partido de Garzón –el Polo Democrático- señala en su
programa de gobierno la necesidad de "consolidar un proceso de paz entre Estado,
insurgencia y sociedad como única alternativa para solucionar el conflicto".
37- Colombia: archivo secreto de la ruptura. En: www.rebelion.org
38- Clarín, Bs. As., 24/02/02
39- El País, Bogotá, 27/02/02.
40- Clarín, Bs. As., 07/03/02.
41- Citado por Le Monde Diplomatique. Cahier Amerique Latine (versión
en Internet).
42- Clarín, Bs. As., 03/03/02.
43- Financial Times, 22/02/02.
44- The New York Times, 26/03/02.
45- Clarín, Bs. As., 03/03/02.
46- Uriarte, Claudio: "El nuevo aislacionismo", Cash, Página/12, Bs.
As., 03/03/02
47- Bonasso, Miguel: "Guerra al mosquito", Página/12, Bs. As., 31/03/02.
Basado en información proporcionada por la Embajada de EE.UU. en Lima.
48- Ver: Tokatlian, Juan G.: "El Plan Colombia: ¿un modelo de intervención?"
En: Realidad Económica Nº179, Buenos Aires, abril-mayo 2001.
49- Petras, James: Op. Cit.
50- Información difundida por el Grupo Civil de Monitoreo de los Impactos
del Plan Colombia en Ecuador.
ANEXO
I. DISTRIBUCIÓN DE LOS RECURSOS TOTALES APORTADOS POR EE.UU. EN EL MARCO
DEL PLAN COLOMBIA
(EN MILLONES DE DÓLARES)
Apoyo a las tareas de erradicación en el sur de Colombia-"Golpe al Sur de Colombia"
416,9
Apoyo a los programas de interdicción
378,6
Apoyo a la Policía Nacional de Colombia
115,6
Apoyo al desarrollo económico y alternativo (incluyendo programas nacionales y en el sur de Colombia)
106,0
Apoyo a programas de promoción de derechos humanos y de reforma del sistema judicial
119,0
Apoyo a otros programas regionales y al proceso de paz
183,0
Total del apoyo de EE.UU. al Plan Colombia
1.319,1
Fuente: Embajada de EE.UU. en Bogotá
A. DESAGREGACIÓN DE LOS RECURSOS DESTINADOS A LA ERRADICACIÓN
(GOLPE AL SUR DE COLOMBIA) MONTO TOTAL: 416.9
RECURSOS APORTADOS POR EL DEPARTAMENTO DE DEFENSA
(EN MILLONES DE DÓLARES)
Apoyo a los Batallones Antinarcóticos |
21,2 |
Entrenamiento y equipamiento de batallones |
1,0 |
Establecimiento de la sede de la Brigada Antinarcóticos |
13,2 |
Infraestructura de apoyo a la aviación del Ejército colombiano |
5,0 |
Información de apoyo aéreo antinarcóticos |
6,0 |
Reforma militar |
5,0 |
Total de recursos del Departamento de Defensa |
51,4 |
Fuente: Embajada de EE.UU. en Bogotá
RECURSOS APORTADOS POR EL DEPARTAMENTO DE ESTADO
(EN MILLONES DE DÓLARES)
Entrenamiento y equipamiento de Batallones Antinarcóticos |
7,0 |
Equipo aéreo del Batallón Antinarcóticos, Blackhawks (UH-60) |
208,0 |
Equipo aéreo del Batallón Antinarcóticos, Huey (UH-1N) |
60,0 |
Programa Huey II |
60,0 |
Sostenimiento de operaciones antinarcóticos |
6,0 |
Infraestructura de los Batallones Antinarcóticos |
3,0 |
Aumento de protección de las fuerzas |
4,0 |
Mejor apoyo logístico |
4,4 |
Información de apoyo aéreo antinarcóticos |
9,0 |
Operaciones de entrenamiento conjunto para altos mandos |
1,1 |
Comunicaciones seguras para sedes y operativos |
3,0 |
Total Recursos del Departamento de Estado |
365,5 |
Fuente: Embajada de EE.UU. en Bogotá
B. DESAGREGACIÓN DEL APOYO A LA POLICÍA NACIONAL DE COLOMBIA. MONTO TOTAL:115.6
(EN MILLONES DE DÓLARES)
Establecimiento de comunicaciones seguras con las Fuerzas Armadas colombianas |
3,0 |
Armamento y municiones |
3,0 |
Aumento de apoyo logístico |
2,0 |
Aumento de capacidades de operaciones de avanzada |
5,0 |
Construcción de bases de frontera de la Policía Nacional |
5,0 |
Suministro de una unidad aérea adicional |
2,0 |
Mejorar equipos aéreos de la Policía Nacional |
8,0 |
Suministro de aeronaves adicionales para fumigación |
20,0 |
Repotenciación de aeronaves de la Policía Nacional |
5,0 |
Sostenimiento y Operativos |
5,0 |
Repotenciación de Helicópteros UH-1 a Huey II |
20,6 |
Entrenamiento |
2,0 |
Seguridad en pistas de aterrizaje |
2,0 |
Aumento de actividades de erradicación |
4,0 |
Repuestos |
3,0 |
Blackhawks UH-60 |
26,0 |
Apoyo total a la Policía Nacional de Colombia |
115,6 |
Fuente: Embajada de EE.UU. en Bogotá
valeria_wainer@hotmail.com y pablostefanoni@yahoo.com.ar