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30 de abril del 2002
El papel de las religiones en las políticas mundiales
Leonardo Boff
Portal de negocios
La religión y la teología subyacen a los principales conflictos
mundiales, en Irlanda, en Yugoslavia, en Palestina, en Cachemira y en Afganistán.
Talibán significa estudiante de las universidades coránicas, especialmente
de teología. En 1994 asumieron el poder sobre el 90% del territorio afgano,
imponiendo una política teocrática fundamentalista que abrigó
a la red de terrorismo montada por Osama Bin Laden contra quien se hace una
guerra de vergüenza, pues, es contra uno de los tres países más
pobres del mundo y asolado por 22 años de guerra ininterrumpida y una
inclemente sequía de tres años.
La importancia de la religión fue quizá completamente olvidada
por los estrategas de las políticas mundiales. La mayoría de los
jefes de Estado y de sus consejeros son hijos de la modernidad secularista y
discípulos de los maestros de la sospecha que intentaron deslegitimar
el discurso religioso. Muchos de ellos consideran la religión un fósil
del pasado mágico de la humanidad o cosa de quien no tiene razón
como los infantes o de quien ya perdió la razón como los viejos.
Consecuentemente no tiene porqué entrar en consideración en las
estrategias de la política externa mundial.
Esa omisión se mostró doblemente dañina, pues llevó
a errores palmares en la política concerniente al Líbano, a Irán,
a Palestina y ahora a Afganistán y no supo apreciar positivamente la
contribución que la religión puede proporcionar a la paz como
se mostró en Nicaragua, en Filipinas, en África del Sur y antes,
en la paz franco-alemana y alemana-polaca.
Samuel P. Huntington, asesor del pentágono, corresponsable por la desastrosa
estrategia de guerra en Vietnam, se tornó famoso por proponer un nuevo
paradigma de pensamiento estratégico mundial para subsistir a la Guerra
Fría. Acuñó la expresión "Guerra de Civilizaciones"
como forma para identificar el estilo futuro de las guerras en el contexto de
la globalización. Al responder a las varias críticas que le fueron
hechas y al reconocer honestamente ciertas lagunas, en Foreign Affairs (nov/dic.
1993, 186-194) hizo una afirmación de gran relevancia para el tema que
nos ocupa: "En el mundo moderno la religión es una fuerza central, tal
vez 'la' fuerza central que motiva y moviliza a las personas...
Lo que en último análisis cuenta para las personas no es la ideología
política ni el interés económico; mas aquello con que las
personas se identifican son las convicciones religiosas, la familia y los credos.
Es por estas cosas que ellas combaten y hasta están dispuestas a dar
su vida" (p. 191 y 194)
En otras palabras, se reconoce la centralidad del factor religión en
la formación de un pueblo y en la definición de las identidades
étnicas. Obviamente la religión no sustituye la instancia económica,
política, cultural y militar. Mas cabe a ella formular las motivaciones
profundas y crear aquella mística que confiere fuerza a un pueblo y que,
en ciertos momentos, puede proporcionar las justificaciones tanto para la guerra
como para la paz, como estamos presenciando ahora en ambos lados, norteamericano
y talibán.
Un elemento fundamental es descuidado con referencia al islamismo en los países
donde es dominante. Debido a la fe en un Dios único, no se hace la separación
entre lo político y lo religioso, cosa que los países occidentales
hicieran a partir del siglo XVII.
Tienden a hacer del Corán referencia única en la organización
de la sociedad y del Estado. En la visión de ellos atacar militarmente
un Estado musulmán es atacar al islamismo como religión.
Significa resucitar el fantasma de las antiguas cruzadas. Y entonces responden
con al jihad que originalmente no significa guerra santa, sino fervor por la
causa de Dios en el mundo, ahora traducida en forma de terrorismo.
Si tal imbricación político-religioso existe no es con guerras
que se establece la paz política como lo quieren las potencias occidentales.
Es menester antes un diálogo inter-religioso y una pacificación
religiosa. Sustentamos la misma tesis de uno de los mayores teólogos
cristianos Hans Küng: "no habrá paz política, si no hay simultáneamente
paz religiosa". Y esa sólo surgirá si las religiones, en lugar
de marcar sus diferencias, buscaran los puntos comunes.
El propio Huntington al concluir su libro apela "al principio de los puntos
comunes" como base para la paz posible en un mundo globalizado y multicultural.
Hay convergencias notables entre las religiones. Pues, todas ellas buscan la
justicia, favorecen la concordia, fomentan la solidaridad, pregonan el amor
y el perdón y muestran sensibilidad con los pobres y condenados de la
Tierra.
Por aquí hay un camino que nos lleva a la paz y a la convivencia fraterna
entre todos.