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4 de mayo del 2002
Acerca del programa nacional para jefes de hogar sin empleo
Claudio Lozano
FRENAPO
De mantenerse el rumbo actual en materia de política económica,
la población en condiciones de pobreza que hasta octubre del año
2001 ascendía a 14.567.000 personas se transformará en 17.167.000
en mayo del presente año y se ubicará en 20.085.000 hacia finales
del 2002. En este marco, donde los pobres se expanden en más de cinco
millones (5.518.000), la decisión oficial de asistir con un subsidio
de $150 a 1.200.000 desocupados en una primera etapa (hasta mayo) y llegar a
dos millones no se sabe bien cuándo, está lejos de resolver los
problemas. Para ser más precisos, la propuesta oficial en lugar de ser
un combate frontal a la pobreza termina transformándose (por el contexto
en el que actúa) en una mera estrategia asistencial y de control destinada
a contener el cuadro de ingobernabilidad que puede caracterizar a una Argentina
sumergida a situaciones sociales como las expuestas. Desde otro punto de vista,
constituye un intento por parte del actual Partido Justicialista de fortalecer
su estrategia de intervención política sobre la población
en situación de indigencia a los efectos de evitar un mayor deterioro
sobre su ya averiada estructura territorial y electoral.
La consulta popular promovida en diciembre del año 2001 por el Frente
Nacional Contra la Pobreza y avalada por el voto de más de 3 millones
de argentinos señaló con precisión la necesidad de combatir
la desocupación y la pobreza por vía de una estrategia de redistribución
progresiva del ingreso que en razón de su impacto sobre la demanda y
el mercado interno permitiera poner en marcha una nueva estrategia productiva
reactivando la economía y superando la presente depresión. La
propuesta actual es en todo caso la estrategia necesaria de un gobierno que,
lamentablemente, ha elegido un camino que manteniendo la lógica del ajuste
perpetuo, indujo por vía de la devaluación y la pesificación
consumadas un shock redistributivo de sentido exactamente inverso. En lugar
de transferir 12.000 millones de dólares anuales - 12.000 millones de
pesos de diciembre 2001- a desocupados, ancianos y menores tal cual lo planteaba
la propuesta del FRENAPO, ha transferido U$S 13.132 millones -$ 36.769 millones
de hoy- en apenas tres meses a los principales grupos empresarios con orientación
exportadora y propietarios de dólares acumulados en el exterior por una
cifra equivalente a un año de PBI argentino (según la estimación
del Ministerio de Economía la fuga asciende a U$S 105.000 millones).
En suma, se mantiene abierta la fábrica que produce pobres y sólo
se intenta instrumentar un mecanismo de contención.
Por lo expuesto, queda claro que la propuesta oficial está muy lejos
de alcanzar el objetivo tan declamado de la universalidad y que en la práctica
supone garantizar mecanismos de acceso que permitan al conjunto de los hogares
el logro de una renta mínima que los coloque por encima de la línea
de pobreza. Por más que se busquen atajos, no habrá universalidad
si no se asume de manera expresa la tarea de redistribuir el ingreso con mayor
justicia. Asimismo, la confusión conceptual respecto al hilo causal que
vincula desocupación y pobreza determina que la estrategia adoptada no
sólo no es distributiva sino que termina convalidando la dinámica
regresiva del mercado laboral y al mismo tiempo resulta ineficaz incluso como
mera política compensatoria. Por último, la posibilidad de utilizar
estos planes como subsidio a las empresas abre la puerta a viejos y conocidos
fraudes en materia laboral. A continuación aclararemos los puntos mencionados.
I. EL PROBLEMA CONCEPTUAL
Debe quedar claro tal cual lo sostuvimos en nuestra propuesta y tal cual lo
ratificáramos ante el planteo del Ingreso Social de la ex Ministro Bullrich,
que no todos los desocupados son pobres ni todos los pobres están desocupados.
El señalamiento viene a cuenta de recordar que la desocupación
actúa como factor causal de la expansión de la pobreza en razón
de los efectos que genera sobre la dinámica del mercado laboral y no
porque exista una identidad entre desocupación y pobreza. Es decir, la
existencia de millones de desocupados determina que el mercado laboral opere
sin piso para el salario condicionando la evolución de los ingresos y
deteriorando al extremo las condiciones laborales. En este sentido, la estrategia
adoptada por el gobierno al fijar un subsidio de $150 que por otra parte no
supone relación laboral (por lo tanto sin cobertura previsional ni sanitaria)
implica validar la precariedad laboral absoluta y un nuevo nivel para el salario
mínimo en la Argentina. Al dólar actual ($2,80), el nuevo piso
salarial del país es de U$S 53.Cabe consignar que el ingreso promedio
de los hogares pobres argentinos se ubica en torno a los $200 (según
datos a octubre del 2001) por lo que la propuesta oficial de ubica incluso por
debajo de dicho promedio. Comprender el aspecto cualitativo de este problema
es absolutamente esencial ya que supone entender que esto no se altera por más
que se expanda el subsidio. Aún extendiéndose a más desocupados
-a todos los desocupados- su efecto sobre la dinámica laboral es convalidar
la regresividad y garantizar que las tendencias económicas y laborales
sigan produciendo pobres. Por esta razón es que la propuesta votada por
más de tres millones de argentinos, señalaba que el seguro de
empleo y formación debía ser de $380. Esto implicaba fijar el
nuevo salario mínimo en la Argentina, al tiempo que por lo mismo, inducía
un cambio en la dinámica del mercado laboral consistente con una estrategia
de redistribución progresiva de los ingresos. En este sentido, el subsidio
- si no se altera la dinámica laboral - es apenas una estrategia compensatoria
y de control; y en tanto no altere dicha dinámica pierde eficacia como
instrumento de combate a la pobreza.
II. ACERCA DE LA UNIVERSALIDAD Y LA EFICACIA
Al no alterarse la dinámica laboral el subsidio pierde eficacia, ya que
su valor con relación a combatir la pobreza radica en modificar el funcionamiento
del mercado laboral y nivelar hacia arriba los salarios. Por lo tanto, mantener
el subsidio como modo de llegar al pobre lleva implícita la pérdida
de universalidad y la necesidad de discriminar al interior de la pobreza. Veamos
esto con mas precisión.
Dijimos que no todos los desocupados son pobres ni todos los pobres desocupados.
Con las cifras disponibles a octubre del 2001 se observa que el total de Jefes
de Hogar Pobres asciende a 3.032.649 y que los jefes de hogar pobres con menores
a cargo son 2.432.300. Sobre las cifras expuestas hay que agregar que la desocupación
para los jefes de hogar pobres asciende al 27,7%,es decir que hay un 73% de
jefes de hogar pobres que no están desocupados sino mal ocupados y que
solo podrán acceder al subsidio perdiendo el ingreso que hoy obtienen
(lo harán aquellos que tengan ingresos inferiores) o si pueden combinar
sus actuales estrategias laborales con la percepción del mismo. Por lo
tanto, el millón doscientos mil subsidios previstos para la primera etapa
del plan (la única que hoy tiene financiamiento) sólo cubre al
39% de los Jefes de Hogar Pobres y al 49% de los que no tienen menores a cargo.
Por ende, con relación a los Jefes de Hogar no hay universalidad ni eficacia.
Considerando el tema desde el punto de vista de los menores, tampoco se concreta
la universalidad ni el derecho a la inclusión. El 50% de los jefes pobres
con menores a cargo no percibe el subsidio por lo cual hay menores sumergidos
en la pobreza que no accederán a la inclusión porque su padre
está mal ocupado y no desocupado. Asimismo, se observa una profunda injusticia
ya que para una familia que tiene un hijo el subsidio es el mismo que para otra
que tiene cinco. En el primer caso tener un pibe implica $150 y en el otro cada
pibe vale $30.
En suma, al no alterarse la dinámica laboral se pierde la universalidad
ya que se anula el efecto distributivo que implicaba ponerle un piso salarial
al conjunto de los trabajadores. A la vez, la elección como vía
de acceso a la pobreza del jefe de hogar desocupado obliga a discriminar al
interior de los pobres. En realidad, si hubiera que optar respecto a cuál
es el mejor mecanismo para llegar a los pobres de manera compensatoria y sin
alterar la dinámica laboral la vía más lógica sería
privilegiar el subsidio a los menores. En cifras, mientras sólo el 27,7%
de los jefes de hogar pobres están desocupados, los hogares pobres con
menores a cargo involucran al 89% de las personas en situación de pobreza
y al 92% de la población en situación de indigencia. Vale la pena
recordar que según los valores disponibles a octubre del 2001 hay 7.082.200
niños y adolescentes que ven comprometido su futuro al encontrarse sumidos
en situación de pobreza.
III. SOBRE LA AUSENCIA DE DISTRIBUCIÓN
Ya hemos señalado que no hay distribución al establecerse un monto
para el subsidio que no altera la dinámica del mercado laboral. No obstante,
debe agregarse que la ausencia de distribución se hace más patente
todavía al observar el futuro que nos propone una estrategia oficial
que privilegia el devaluacionismo y el ajuste inflacionario. En este contexto,
hacia fines del 2002, el PBI caerá entre un 8 y un 10%, la desocupación
subirá entre 6 y 7 puntos, los salarios reales caerán un 31% y
tal cual indicamos en el comienzo de estas notas la pobreza crecerá en
5.518.000 personas.
El argumento oficial que pretende situar el efecto distributivo en el hecho
de que los recursos a asignar provendrían de las retenciones sobre los
exportadores merece también algunos comentarios.
En primer lugar, los recursos disponibles para la primera etapa del Plan son
exactamente los mismos que estaban expuestos en el Presupuesto votado por el
Parlamento con el agravante de que en el la cifra necesaria para estos subsidios
se obtenía subsumiendo en un solo fondo los recursos correspondientes
al sistema de Seguro de Desempleo y a los residuos de planes laborales con financiamiento
internacional.
En segundo término, la proyección lógica para todo el año
indica que los recursos fiscales serían $5.000 millones menos que los
estipulados por el presupuesto oficial. Por lo tanto, lo que se recaudaría
por las retenciones (U$S 2.925millones o $8.190millones) se utilizaría
por lo menos en un 61% para compensar el faltante fiscal y sólo el resto
podría tener otro destino. No obstante, debe considerarse también
que si la estrategia de política económica sigue siendo la que
es, el objetivo no será incrementar el gasto social sino acumular superávit
a efectos de recomponer los pagos externos.
En tercer lugar, las retenciones aplicadas en un contexto de flotación
cambiaria y sin intervenciones fiscales en la cadena agroalimentaria, dan lugar
a que las mismas sean abonadas por los productores más débiles
o por la sociedad sobre la base de presiones alcistas en el mercado cambiario.
Por lo tanto el titulo de este acápite es en realidad falso. No es cierto
que esté ausente la distribución, esta opera, pero en el sentido
exactamente inverso al necesario. Transforma el plan vigente en una estrategia
que distribuye ingresos desde los sectores medios y los asalariados con el objeto
de contener situaciones explosivas en materia de conflictividad social.
IV . SOBRE EL FRAUDE LABORAL
No hay mucho que precisar en este punto. En el decreto oficial se autoriza el
uso de estos planes para estrategias empresarias, al tiempo que se señala
que se controlará cualquier intento de fraude laboral y que se lo acotará
a las pequeñas y medianas empresas. Parece olvidarse que en el marco
actual (casi un 40% de empleo clandestino, ausencia práctica de mínimos
convencionales, y mecanismos de tercerización donde aparecen pymes articuladas
con la operatoria de los principales grupos empresarios) dicho control es imposible.
Máxime si no hay una estrategia económica, política y gremial
que fortalezca a los trabajadores en la relación laboral. Es por esta
razón que toda la historia reciente sobre los distintos planes que pretendían
incrementar el empleo, indican la existencia de colosales fraudes laborales:
básicamente reemplazan plantas existentes pero con subsidio fiscal.
V . SOBRE EL SENTIDO POLÍTICO DEL PLAN OFICIAL
Se ha escuchado por boca del Presidente señalar que los números
del INDEC le resultaron inferiores a la realidad que encontraron (habría
más jefes desocupados que los indicados por la estadística. Pasando
en limpio los números y las afirmaciones surgen algunos elementos de
importancia. Los números a octubre del año pasado indican que
los Jefes de Hogar desocupados con menores a cargo son 645.438 y que los desocupados
pobres con menores son 495.180. Dadas estas cifras, la estrategia oficial de
asignar 1.200.000 planes busca contener a los jefes con menores a cargo en situación
de indigencia y que representaban a octubre pasado 840.864. Esto es así
en tanto el ingreso promedio de los hogares indigentes se ubica - para todo
el país - en torno a los $118. Es decir, el subsidio opera como una alternativa
favorable tanto sea para abandonar o complementar la actividad que este contingente
poblacional desarrolla.
Obviamente, esta direccionalidad no puede desgajarse del intento de restituir
condiciones de legitimidad y eficacia electoral para el Partido Justicialista
sobre un espacio social que le ha sido normalmente afín y que en los
últimos años, de la mano de la depresión económica,
la expansión de la desocupación y la pobreza, así como
por la emergencia de las organizaciones territoriales de desocupados (piqueteros),
comenzó a tomar distancia de la estructura Justicialista. Más
aún, lo expuesto resulta especialmente cierto frente al colapso económico
de la Provincia de Buenos Aires y particularmente en el segundo cordón
del Conurbano.
VI . LA INTERVENCIÓN POLÍTICA NECESARIA FRENTE A LA PROPUESTA
OFICIAL
Es indispensable intervenir señalando que dado el nuevo contexto sigue
siendo imprescindible una estrategia que combata la pobreza por vía de
un proceso redistributivo que combine la instrumentación de un Seguro
de Empleo y Formación de $420 para los Jefes de Hogar desocupados, una
asignación por hijo de $65 y una asignación para los mayores sin
cobertura de $165. Los nuevos valores son consistentes con los efectos que la
evolución de los precios tienen sobre la línea de pobreza.
Asimismo, desde esta definición de carácter distributivo, debe
seguir impulsándose la necesidad de garantizar estrategias que garanticen
la universalidad en el acceso a la renta mínima para el conjunto de los
hogares, debe enfatizarse la necesidad de defender el derecho de la inclusión
de los menores con independencia de la situación ocupacional de sus padres
potenciando la instrumentación de una asignación universal por
hijo, y debe evitarse la consumación de procesos de fraude laboral, lo
cual sólo puede hacerse si se disputa que la asignación de los
fondos establecidos por el plan oficial sirvan para fortalecer circuitos de
economía popular, estructurados bajo una lógica no mercantil sino
de satisfacción de necesidades.