|
James Petras
Argentina: el desastre del modelo occidental
De 1992 a 1997, el informe anual del Banco Mundial elogió a Argentina como país modelo en el tercer mundo. Washington y Bruselas se unieron al coro de alabanzas. Los periódicos financieros de mayor prestigio (The Wall Street Journal, The Financial Times) publicaban editoriales sobre la amplitud y efectividad de las "reformas económicas" llevadas a cabo por el régimen neoliberal de Carlos Saúl Menem. La razón de este efusivo apoyo era la liberalización total de la economía, la privatización en masa de sectores estratégicos de la banca, las telecomunicaciones, el petróleo y la industria, y la absoluta desregulación.
Hoy Argentina es un desastre (apenas) viviente. Está en medio de una recesión que dura ya cinco años (a la que no se le ve el fin), con un decrecimiento del PIB que se prevé rebasará 20 por ciento; con más de 25 por ciento de la fuerza de trabajo en el desempleo; con un retroceso de 70 por ciento en los niveles de vida en menos de dos años, en tanto los ahorros de millones de argentinos, que totalizan 40 mil millones de dólares, han sido confiscados o congelados. Los principales bancos, propiedad de extranjeros, están al borde de la quiebra o se preparan para salir del país. Cientos de miles de empleados públicos del interior llevan meses sin cobrar sus salarios.
Las principales carreteras están bloqueadas por piqueteros desempleados; decenas de miles de pensionados y de empobrecidos clasemedieros aporrean cacerolas día con día por toda la ciudad de Buenos Aires, reclamando sus ahorros, sus salarios, sus pensiones. El país ha suspendido los pagos de su deuda, que asciende a 150 mil millones de dólares. Las instituciones financieras internacionales (FMI, Banco Mundial) niegan nuevos empréstitos; Washington y la Unión Europea demandan nuevos recortes del gasto, más despidos de empleados públicos y menos subsidios sociales, pese a que la tercera parte de los niños entran a la escuela sin haber desayunado y, según cifras a mayo de 2002, más de 50 por ciento de la población se encuentra debajo de la línea de la pobreza.
De ser el "modelo" de la economía neoliberal, a los ojos de los gobiernos occidentales, Argentina se ha convertido en el Estado "paria" o "apestado". La "historia de éxito" de la década de 1990 se ha vuelto la historia de desastre del nuevo milenio. El problema es que el país aplicó todas las recetas de economía neoliberal ordenadas por los expertos occidentales, las cuales enriquecieron a los banqueros e inversionistas del exterior y socavaron la economía local; las empresas y bancos privatizados y desnacionalizados extrajeron y expatriaron enormes ganancias y gigantescos pagos de intereses; la desregulación condujo a estafas financieras y fuga masiva de capitales, y los altos préstamos del exterior incrementaron los pagos de deuda sin propiciar una expansión productiva.
Los expertos extranjeros y los políticos locales que formaban su clientela prometieron que los sacrificios en lo inmediato conducirían a la prosperidad a largo plazo; lo que se ve ahora son sacrificios a largo plazo y ningún alivio en lo inmediato. Washington y Bruselas se niegan a reconocer que sus recetas fallaron, y en cambio culpan a Argentina y exigen más sacrificios y mayor sufrimiento. Los líderes políticos repiten las mismas fórmulas ortodoxas. Pero nadie escucha. El lema más popular es "Que se vayan todos", en referencia a los políticos. Los intentos gubernamentales por imponer las políticas del FMI produjeron el levantamiento masivo del 20 y el 21 de diciembre de 2001, que culminó con el derrocamiento del gobierno.
Las autoridades actuales han propuesto un fondo emergente de alivio a los pobres de 150 pesos mensuales (50 dólares) por familia. Para una familia de cuatro significa 1.66 dólares, o 0.42 de dólar por persona al día para pagar comida, vestido, transporte, etcétera. Un subsidio para morirse de hambre, sin duda.
Este mes de mayo el FMI, con el respaldo de Washington y Bruselas, exigió mayores medidas de austeridad, que elevarán a 70 por ciento el número de personas que estarán bajo la línea de la pobreza y hará que el desempleo aumente a 35 por ciento.
Mientras la hiperinflación se asienta este año (10 por ciento en abril) y los salarios no sólo permanecen fijos sino que ni siquiera se pagan, Argentina se encamina a una revuelta popular de grandes proporciones, o bien a descender al "cuarto mundo", en vez de ser "el próximo ingreso al primer mundo" que el Banco Mundial predijo hace seis años.
Traducción: Jorge Anaya
© 2002, James Petras