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6 de mayo del 2002
El «partido» de la alternativa y los delirantes
Guillermo Almeyra
La Jornada
Para imponer una política alternativa como la que, obedeciendo
al capital financiero internacional, aplica el gobierno de Eduardo Duhalde con
la complicidad de todo el establishment radical-peronista-frepasista, hay que
construir un bloque social alternativo. Este debe ser un "partido-movimiento"
capaz de elaborar y desarrollar, dentro de sí mismo y a partir del nivel
de conciencia de los sectores que resisten, un programa concreto para cada uno
de los grandes problemas nacionales (cuyas líneas generales hemos esbozado
en el artículo "Argentina: la (difícil) alternativa"). Pero también
debe poder convencer a los inciertos, temerosos o desmoralizados de que su programa
es viable y de que pueden dirigir su aplicación. Para ello es indispensable
que demuestre cotidianamente un funcionamiento democrático, pluralista,
que revele que puede juntar esfuerzos y reunir experiencias de distinto origen.
Desde el 19 de diciembre de 2001, el país entró en una fuerte
crisis de dominación que ha disuelto el consenso (por otra parte, mínimo)
de que disfrutaban los sectores gobernantes y ha instalado en las calles, rutas
y en el interior una Constituyente (en las asambleas, las huelgas, los piquetes,
los cacerolazos). Se abre así el camino, en el mejor de los casos, a
la convocatoria de elecciones para hacerla posible o, en cambio, a la convocatoria
de comicios que "normalicen" legalmente la situación actual, en la que
los gobernantes además de ilegítimos son ilegales y representan
sólo al establishment por todos repudiado. Por lo tanto, se ha abierto
un periodo prelectoral que requiere una estrategia política electoral,
ya que es absurdo pretender que se convoque una Constituyente sin decir quién
la convoca, obligado por cuál presión y sin formular ni siquiera
los puntos fundamentales que la misma debería resolver, y es más
absurdo dejar que se vaya a las urnas, como en San Juan, sin dar batalla a quienes
proponen el mismo perro con distinto collar y el continuismo disfrazado.
Sin embargo, los mismos delirantes que han visto en la situación argentina
una seminsurrección o incluso una revolución, hablan como si las
asambleas y los piqueteros fuesen la inmensa mayoría de la población,
como si todo estuviese ya resuelto y no hubiese que convencer a nadie ni enfrentar
a ninguna fuerza opuesta. Bajados de la Luna hablan de un gobierno -ya- de las
asambleas y los piquetes como si unas y otros fuesen fuerzas homogéneas,
representativas, y tuviesen un programa común y cuadros preparados para
aplicarlo. Para colmo, han impedido un acto único en Plaza de Mayo, dividen
a los piqueteros e insisten en rondar las asambleas, contaminándolas
con una política sectaria y divisionista, que busca sólo controlarlas,
y no partir de la discusión común y de lo resuelto por todos para
transformar eso en acción, uniendo así las microsoluciones a los
problemas locales y regionales con las macrosoluciones nacionales, y construyendo
en las asambleas poder local, contrapoder, ejes de organización política
y cultural alternativas.
Estos lunáticos pseudotrotskistas y pseudoleninistas ignoran que los
soviets no fueron creados por los bolcheviques sino que éstos, con reluctancia,
los priorizaron en vez de dar prioridad a su organización de partido
y, precisamente por eso, fueron dirección de una revolución que
no se limitó a sus 2 mil militantes de entonces.
Las asambleas son abiertas, plurales y están formadas por gente de distinto
sexo, experiencia, orientación, clase: son un ejemplo de democracia directa,
que puede dar origen a la construcción de poder, en las mentes, y de
gérmenes de poder, en lo local. De ellas pueden salir, si hay pluralismo
y unidad de intenciones anticapitalistas, soluciones y dirigentes ad hoc, revocables,
sea para elecciones locales o nacionales, sea para tareas políticas de
otro tipo. Intentar infiltrarlas, controlarlas, sectarizarlas es sencillamente
estúpido y criminal.
Pero, ¿de dónde viene ese sectarismo en jóvenes que por otra parte
son militantes y abnegados? No se explica sólo por la estupidez dogmática
de sus dirigentes (que hablan, por ejemplo, del "foro de Porto Alegre", criticando
despreciativamente el pluralismo que, precisamente, es la fuerza de la oposición
a la política neoliberal). La dictadura, primero, cerró el aprendizaje
político, impidió a los jóvenes la discusión democrática,
y la desesperación, después, y la prisa revolucionaria, les lleva
a acorazarse en una secta, una iglesucha que les da una mística, seguridad,
respuestas a todo y les evita la angustia del pensamiento crítico, dándoles
certezas previas.
Del trotskismo y del leninismo exacerban así los peores defectos (explicables
históricamente y hoy anacrónicos) y los caricaturizan, vacunando
de ese modo a los asambleístas y a la gente en general contra la "política",
y aislándose de ellos cuando precisamente hay que hacer política
para salir del mero (aunque justo) "¡que se vayan todos!"