Latinoamérica
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OPINION
LOBBIES, NEGOCIOS Y PRESIONES
EN MEDIO DE LA CRISIS
Un Manzano en medio del huracán Detrás del nuevo gabinete, vuelven
viejos negocios y viejos personajes. Algunos parecen planear una jubilación
dorada para cuando "se vayan todos".
Otros cuentan cuánto le queda al Gobierno, hacen planes propios, feudalizan
el justicialismo y se cuidan nada más que de no aparecer empujando a Duhalde
de la silla.
Por Miguel Bonasso
"Es un cuadro terminal, el Cabezón no llega a setiembre", dijo
un ex ministro justicialista en una cena privada. Y agregó con una sonrisa
intencionada: "Pero los muchachos siguen haciendo negocios en medio del naufragio.
(Jorge) Matzkin va a Interior para reflotar el convenio de los DNI con la Siemens.
Para eso lo puso su verdadero jefe, el Chupete (José Luis) Manzano".
Cuarenta y ocho horas más tarde, otro importante dirigente del PJ le comentaba
en off a Página/12: "Todos ven que la silla presidencial está
a punto de caerse y no les parece mal, pero ningún gobernador quiere aparecer
en la foto empujándola". Con esa metáfora pretendía
sintetizar una coyuntura signada por la soledad de Eduardo Duhalde, la feudalización
del poder justicialista y el doble discurso de dos de "los grandes":
José Manuel de la Sota y Carlos Reutemann. La ausencia de los gobernadores
-.grandes y chicos– en la asunción de los nuevos ministros implantados
por el oscuro y ascendente lobby que conforman Luis Barrionuevo y José
Luis Manzano certifica de manera descarnada que el acuerdo de los 14 puntos estaba
centralmente concebido por sus promotores para quedar ellos mismos bien con el
FMI, antes que destinados a fortalecer las posiciones presidenciales. Eso explica
que el redactor del punteo, el salteño Juan Carlos Romero, caminara por
los pasillos de la Rosada el mismo día de la jura sin querer mostrarse
en el Salón Blanco.
La soledad de Duhalde no es la del poder, sino la de la desintegración
que amenaza crecientemente su gestión y le clausura el futuro político:
aquella candidatura presidencial en el 2003 con la que soñaba secretamente
cuando se hizo cargo del provisiorato. Como consuelo puede decirse que la hondura
de la crisis, que ya borró del mapa electoral a la UCR, no lo amenaza solamente
a él, sino al conjunto del PJ, cada vez más alejado de la base social
que alguna vez representó.
En un retorno fetal a sus orígenes en el movimiento peronista, el Presidente
buscó compensar los desaires de la nueva Liga de los Gobernadores con el
apoyo corporativo del sindicalismo más desacreditado, el del senador gastronómico
Luis Barrionuevo y su esposa, la flamante titular de Trabajo, Graciela Camaño.
La movida no le sirvió siquiera para que el dócil Rodolfo Daer acudiera
con su CGT de los Gordos al besamanos ministerial, pero fortaleció la decisión
del camionero Hugo Moyano de abandonar los abrazos sobre la alfombra roja, para
volver a pintarse la cara y anunciar su primer paro antiduhaldista para el 14
de mayo.
Poco dado a la congruencia, el Presidente provisional no reparó en un hecho
notable: todos sus esfuerzos y los de sus dos ministros de Economía para
demostrarle al FMI y a Washington que son "serios" y obedientes se fueron
al traste en un segundo, cuando Barrionuevo les espetó a los ahorristas:
"¿Qué nos reclaman a nosotros? Vayan y quemen los bancos, ellos les
afanaron la guita". Poco sutiles y mal informados, los funcionarios del Tesoro
norteamericano y los analistas de Standard & Poor deben haber registrado el
incidente protagonizado por un burócrata sindical dedicado a los negocios
como una prueba irrefutable de ese "populismo" que le atribuyen –injustificadamente–
al duhaldismo.
Si no fuera trágico resultaría gracioso: mientras el Presidente
fuerza a los bloques parlamentarios de su partido para que deroguen o modifiquen
la ley de Subversión Económica que mandó a la cárcel
o a la clandestinidad a ciertos banqueros como los hermanos Röhm, Barrionuevo
(el autor de ciertas frases memorables sobre los afanes del poder) se ponía
a la cabeza de los ahorristas más combativos. En rigor, el dirigente gastronómico,
su esposa y el flamante ministro del Interior Jorge Matzkin, forman parte de un
grupo de presión que comanda en las sombras Manzano y opera sobre Duhalde
en sentido contrario al de aquellos gobernadores como el santacruceño Néstor
Kirchner, que exigen un gobierno surgido deelecciones. "El lobby de Manzano
quiere que Duhalde se quede hasta fines del 2003 para completar algunos negocios
y retomar otros, como el de los DNI", dijo a Página/12 uno de los
dirigentes políticos que más activó para que el gobierno
de la Alianza dejara sin efecto, en mayo del año pasado, el contrato de
los DNI con la Siemens.
Como recordarán los lectores, la empresa alemana se impuso en una cuestionada
licitación para fabricar documentos de identidad al irritante precio de
30 dólares por unidad, que compara escandalosamente con los 5 dólares
que cuestan en países como Israel o España. La concesión
fue firmada en noviembre de 1998 por el ministro del Interior de Menem, Carlos
Corach, con el asesoramiento de algunos de sus funcionarios de confianza, como
el director de Migraciones, Hugo Franco. Una de las empresas derrotadas por la
corporación teutona, la israelí Malam Systems, impugnó todo
el procedimiento y denunció irregularidades por parte de Franco y del entonces
director del Registro Nacional de las Personas, Eduardo D’Amico. Franco, que estuvo
como secretario de Defensa en el fugaz gobierno de Adolfo Rodríguez Saá,
figura como influyente en el actual provisiorato de Duhalde. Su antiguo jefe,
Carlos Corach, en Oxford disfrutando de una vida académica sin caceroleros,
estaría por regresar a Buenos Aires para anudar algunos acuerdos entre
viejos rivales: el menemismo civilizado y el gobierno de Duhalde. ¿Acaso buscan
superar una crisis de identidad?
Matzkin, que por una extraña casualidad fue viceministro de Corach, es
amigo confeso de Manzano, un hombre al que se ha visto demasiado en estos meses
por ciertos despachos del Banco Central. Por ese mismo Banco Central que ha otorgado
redescuentos por 9 mil millones de pesos a bancos públicos y privados.
Los 9 mil millones constituyen un 28 por ciento del total del Presupuesto nacional
y algunos críticos se preguntan con justicia si no hubieran encontrado
mejor destino como urgente subsidio a padres de familia desempleados y créditos
para las pymes destinados a reactivar la producción y financiar exportaciones
no tradicionales.
Manzano tiene un interés directo en el tema DNI. En una serie de notas
sobre este escándalo publicadas entre febrero y abril del 2000, revelamos
que el ex ministro del Interior de Menem estuvo vinculado a la consultora Swipco,
que tuvo a su cargo una auditoría destinada a demostrar la bondad del contrato
de los DNI. La auditoría, casualmente, fue pagada por Swipco y refrendada
por Juan Alemann, el ex secretario de Hacienda de Videla, a través de otra
empresa de lobby conocida por su sigla ICS.
"No pueden parar", dicen algunos. Otros aventuran: "Están
preparando su jubilación ante un obligado retiro de la clase política".
Pero ya no los erosionan solamente las viejas sospechas de corrupción que
pesan sobre quienes "roban para la corona", ahora también los
acosa el fantasma de la vacilación y la ineficiencia que parecían
exclusividades del radicalismo. Incluida la fracción bonaerense con la
que los duhaldistas se aliaron para tratar de durar y tal vez superar -.con la
cronoterapia– el "que se vayan todos" de las asambleas vecinales.
El justicialismo no vivía una crisis de esta magnitud desde los tiempos
de Isabel Perón. Duhalde alcanzó la presidencia arropado por varios
apoyos que parecían sustanciales: el de Raúl Alfonsín y la
dirigencia radical bonaerense, el de las dos CGT, el de la UIA y el de buena parte
del PJ, sin olvidar la benevolencia inicial de los obispos. No sólo dilapidó
esa fortuna en menos de cinco meses, sino que no logró unificar y comandar
a su propio partido. "Nos, que somos tanto como vos, y juntos más
que vos", parecen decirle esos gobernadores feudales que atan la 4x4 en la
Pirámide de Mayo y si no lo voltean de una vez es porque igual que el argentino
de a pie no saben qué puede aguardarles más allá de ese derrumbe.
¿El triunfo de Elisa Carrió o el de Néstor Kirchner que no firmó
los 14 puntos? El impensado retorno de la derecha liberal? ¿La influencia inquietante
de los jefes militares que desmienten intenciones golpistas pero al mismo tiempose
ofrecen como garantes de "la pureza" de un futuro comicio? ¿La pueblada?
¿La represión sangrienta del conflicto social?
Saben que "esto no da para más" y lo repiten sin complejos cuando
se apagan los grabadores, pero no encuentran respuesta para una pregunta que los
inquieta: "¿Y si el Cabezón renuncia y nos tira el fardo?". Duhalde,
lo saben, puede ser de una total incapacidad al frente del Estado, pero podría
resultar un incordio muy pesado en el llano opositor, en el territorio provincial.
Aunque esté deteriorada esa autoridad territorial y el aparato se vaya
debilitando, día a día y a ojos vistas con relación a la
base social que cultivaba -.altri tempi– desde el clientelismo.
Todos saben que el dólar y la inflación pueden eyectar a Duhalde
mucho antes del 2003 y algunos incluso llegan a imaginar que esa caída
puede provocarla el propio Congreso si algunos senadores y diputados que no comulgan
tan fervorosamente con los 14 puntos le negaran la sanción de las leyes
contempladas por aquel punteo. A pesar de lo que han dicho la mayoría de
los medios, no parece tan seguro que el Senado y menos aún Diputados estén
dispuestos modificar la ley de Subversión Económica, arriesgándose
a dejar banqueros procesados en libertad. La jueza María Servini de Cubría
apretó al jefe de la bancada justicialista de senadores, José Luis
Gioja, diciéndole que liberaría a uno de esos banqueros, frente
a la puerta misma del Senado, si los padres de la Patria tenían la peregrina
idea de dejar su causa sin el sustento de la ley. La amenaza debió surtir
algún efecto, porque el viernes el bloque de senadores justicialistas discutió
acaloradamente el tema sin llegar a un acuerdo. Y de nada valieron los argumentos
de los que pretendían "modificar" la ley sin derogarla, como
el entrerriano Jorge Busti, que trató de quedar bien con Dios y con el
Diablo.
Es preciso reiterarlo: la crisis que se llevó como correntada al radicalismo
y parece haberlo anulado por muchos años como opción electoral,
amenaza barrer al justicialismo, cada vez más alejado de su base social;
esa que sigue siendo culturalmente peronista y que hoy se manifiesta, por ejemplo,
en las columnas piqueteras. La sociedad necesita (y tal vez está gestando)
un nuevo espacio.
La recomposición de un bloque social y político que desafíe
con éxito al modelo actual. Al cabo las dos grandes formaciones populares
de la Argentina, peronismo y radicalismo, parecen haberse vaciado por la adscripción
al discurso único del modelo neoliberal y una práctica internista,
volcada a la autodefensa como oligarquía política antes que a la
gestación de una alternativa a la crisis más profunda de la historia
argentina. Que en semejante marejada y ante un desafio histórico de tal
magnitud la mayor parte de los cuadros justicialistas pretendan seguir haciendo
negocios o implementando maniobras maquiavélicas de corto vuelo, como la
de Menem que "apoya" la candidatura presidencial del salteño
Romero, no merece mayores comentarios. Todas las dirigencias decadentes de la
historia han obrado con la misma inconsciencia