|
Escrache no es nazismo
Asistimos en estos días a un llamado al orden por parte de diversos
periodistas, comunicadores y políticos. Su origen está en los
reiterados escraches de las últimas semanas, manifestaciones mayormente
espontáneas derivadas en agresión física en muy contados
casos. Debemos decir que alcanza con que hubiera ocurrido una sola vez para
merecer repudio.
Pero este llamado al orden vino acompañado por la increíble calificación
de los escraches como "prácticas nazis". Se me ocurren tres
posibilidades: o quienes lo dicen conocen poco la historia del nazismo, o realizan
una interpretación muy sui generis de la historia, o están distorsionando
la historia adrede. En el primer caso, se soluciona fácil: siempre tenemos
la oportunidad de aprender más; en el segundo, podemos abrir un debate
histórico, partiendo de la honestidad intelectual; en el tercer caso,
tenemos que denunciar de inmediato a los falseadores de la memoria. El nazismo
llevó adelante un genocidio sin precedentes. Pretendió exterminar
al pueblo judío y todo vestigio de vida judía en Europa. Aunque
no fueron los únicos perseguidos por el nacional-socialismo, la singularidad
de la persecución contra los judíos consistió en que fueron
el grupo seleccionado para una aniquilación total y sistemática.
Resulta superfluo decir que la Argentina está atravesando una crisis
sin precedentes, donde reinan el escepticismo y la incertidumbre, y el futuro
se presenta como un inmenso signo de interrogación. Las manifestaciones
de repudio a miembros de la clase dirigente argentina se llevan adelante, en
la mayoría de los casos, guardando el respeto al orden democrático
y el estado de derecho. Esto no se parece en nada a las prácticas de
las bandas de delincuentes nazis que antes y durante el régimen hitleriano
apaleaban y asesinaban gente. Las pandillas, las barras bravas, los "batatas",
las patotas sindicales, pueden ser delincuentes, bandas violentas, incluso criminales,
pero calificarlas como "nazis" es un disparate. Menos aún corresponde
este calificativo para quienes espontáneamente y sin recurrir a la violencia
manifiestan su bronca. Llevada al extremo, esta metáfora sugiere que
el pueblo argentino se convertiría en un Hitler que va a exterminar sistemáticamente
a la clase política: un absurdo total. En este marco, tenemos que fortalecer
el sistema democrático, garantizar las libertades individuales y rechazar
cualquier intento de limitar nuestros derechos ciudadanos. De lo contrario,
el autoritarismo está a la vuelta de la esquina.
* Representante para América latina del Centro Simon Wiesenthal.