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"CADENA" ZURITA, BARRABRAVA, ATACANTE DE CACEROLEROS
El patotero Barrabrava de Deportivo Morón, sospechado de un asesinato
en Uruguay, "Cadena" encabezó la manifestación que quiso
copar la intendencia de Morón el viernes pasado, un ataque que muestra
la preocupante escalada de ciertos sectores del justicialismo bonaerense contra
"zurdos" y "trotskistas" con protección policial
y política.
Cadena en acción, liderando a los "estatales" en Morón.
Por Miguel Bonasso
Máximo Manuel Zurita (34 años), alias "Cadena", jefe
de la barra brava de Deportivo Morón, ex ñoqui del intendente
lopezreguista Juan Carlos Rousselot y sospechado de un asesinato en la localidad
uruguaya de Paysandú, encabezó el viernes último la manifestación
de presuntos empleados municipales que intentó ocupar la intendencia
de Morón, en manos del alcalde aliancista Martín Sabbatella, uno
de los más austeros del conurbano bonaerense. El ataque a la intendencia
forma parte de una inquietante escalada de sectores del justicialismo bonaerense,
en contra de lo que llaman –al viejo estilo de la derecha peronista– "zurdos"
y "trotskistas".
El gigantesco Cadena, que mete miedo a las hinchadas rivales, fue visto en el
ataque a los caceroleros de Ituzaingó del 22 de febrero, día en
que también fueron salvajemente agredidos los asambleístas de
Merlo. Su presencia confirma lo que el propio senador justicialista Horacio
Rafael Román le confesó (sin saber que lo estaban grabando) a
la madre de un chico asesinado por estas patotas: los barrabrava como Cadena
gozan de la protección de buena parte de la policía, la Justicia
y la dirigencia política bonaerense. Página/12 tuvo acceso a esa
grabación y otros informes reservados sobre la ofensiva de los bonaerenses.
Un crimen impune
El 11 de julio de 1995, Daniel Hernán García tenía 19 años,
cursaba el quinto año del Liceo 11 y era moderadamente hincha de Boca,
aunque estaba lejos de ser un fanático del fútbol. Sin embargo,
le tentó la oferta de un compañero del liceo y viajó a
la ciudad uruguaya de Paysandú, para presenciar cómo Argentina
le ganaba 4 a 0 a Chile en un partido por la Copa América. Como el amigo
de Daniel era "fana" de Platense viajaron en una de las tres combis
ocupadas a media por la hinchada calamar y la de Defensores de Belgrano. El
muchacho, de cara infantil y larga melena rubia, ignoraba probablemente que
existía un tenebroso pleito entre la hinchada de Defensores y las de
Morón y Tigre.
Cuando se aprestaban a subir a las combis para regresar a Buenos Aires, en una
oscura calle de Paysandú, a dos cuadras del estadio, sufrieron una emboscada
de los barrabravas de Morón y Tigre. Un palazo sobre el parabrisas de
uno de los vehículos marcó el comienzo del ataque. Una de las
combis logró huir, derrapando, pero hubo dos que fueron cercadas por
veinte bestias que obligaron a sus ocupantes a bajar, para ser ferozmente golpeados.
A las cadenas se sumaron rápidamente los cuchillos y algún estilete
adosado a una manopla. El pequeño Daniel recibió una cuchillada
en el abdomen y otra cerca del corazón y se sintió morir sobre
la calle solitaria.
Como cuenta Gustavo Veiga en su excelente libro Donde manda la patota- Barrabravas,
poder y política, junto a Daniel cayeron heridos "Martín
Vera, de 25 años –recibió una cuchillada en el vientre que le
afectó el intestino delgado– y Gustavo Fabián González,
de 18 años –sufrió una herida puntiforme en el hígado–;
mientras Sebastián Sergio Portilla, de 20 años, la sacó
más barata. Sólo tuvo un corte en la axila derecha. Los agresores
lograron huir con facilidad".
Con el tiempo, informa Veiga, "la hipótesis de trabajo más
explorada por la delegación de Interpol en la Argentina, y en menor medida
por el inoperante juez uruguayo Otto Alfredo Gómez Borro, sostiene que
el ataque fue planeado y ejecutado por barrabravas del ‘Gallo’ y sus fieles
aliados de Tigre". La banda de Morón estaba capitaneada por Cadena
Zurita, ñoqui de Rousselot, que ingresó en la intendencia de Morón
con el legajo 79.269, cobrando mil dólares mensuales en el sector Servicios
Públicos de la comuna, conducido por Néstor Achinelli, casualmente
ex presidente del club Deportivo Morón que, además, "contaba
con el respaldo inestimable delentonces concejal Alejandro Scarafía".
Cuñado de un matarife menemista varias veces procesado: José Alberto
Samid.
Merced a ciertos testimonios valiosos y algunas filmaciones, las acusaciones
se fueron centrando en tres delincuentes argentinos: El Cadena Zurita, Ramón
Toledo, apodado "el Negro Café", y el "Pájaro"
Mario P. García. Tres matones que junto con otros mercenarios habían
golpeado a los vecinos de Morón cuando manifestaron contra las sucias
cloacas del intendente Rousselot.
Pero el poder se las arreglaría para desvanecer la sospecha.
La coartada
Pablo García y su mujer, Liliana Marta Suárez de García,
no podían creer que la tragedia más temida por cualquier padre
les había tocado a ellos. En busca de justicia y de esa necesidad de
hacer que los ayudara a entender lo inexplicable y a rellenar con acción
el vacío sin consuelo, viajaron a Uruguay, visitaron la escena del crimen,
entrevistaron al juez Gómez Borro y volvieron a la Argentina cargados
de preguntas con las que abrumaron a los distintos policías que les tocaron
en suerte. Uno de los menos malos, de Interpol, les confirmó las sospechas
sobre los barrabrava de Morón.
A la tragedia personal se agregó la indiferencia, el desprecio, la crueldad
del poder. Conocieron como tantos otros padres el cinismo de algunos políticos,
la estolidez cargada de arrogancia del magistrado uruguayo, la perversidad de
las pistas falsas. Y los dos crecieron en la desgracia, pero de manera muy especial
–como suele suceder invariablemente– la madre se convirtió en detective,
en fiscal, en la encarnación misma de la justicia que se le negaba. Una
leona que peleaba por el hijo que le habían robado y también por
los dos hijos que le quedaban. Supo entonces, sin que nadie se lo dijera, que
una mano negra protegía a los sospechosos, cuando Cadena logró
zafar con una coartada inverosímil: él no era el asesino del joven
Daniel porque ese mismo día había estado detenido en Buenos Aires
por haber chocado el auto de un juez. Atrás quedaba la visión
de algún testigo aterrado sobre el jefe de los asesinos: "El tipo
llevaba puesto un gorro y llevaba un estilete que le sobresalía del dedo
más grande de la manopla que tenía colocada en la mano derecha.
Metía miedo. Era un gigante con los ojos inyectados en sangre".
En su largo recorrido por los despachos de los poderosos tuvo que morderse la
lengua para no putearlos. Como le ocurrió con Julio Grondona, el capo
de la AFA, al que vio "soberbio, nefasto, negando su responsabilidad por
la violencia en el fútbol". Entendió que la lucha sería
larga y se armó de paciencia y astucia. Ante la tumba de Daniel había
jurado no parar hasta encontrar a los asesinos, sus cómplices y sus encubridores.
Pronto ocultó un grabador en su cartera, para registrar lo que algunos
personajes sólo dicen a media voz y reclamando reserva.
Y llevaba el grabador cuando se entrevistó con el senador duhaldista
Horacio Román, presidente de la Comisión de Seguridad, ex vicepresidente
del Deportivo Morón, tutor del cuestionado juez Osvaldo Lorenzo, que
sería secretario de Seguridad de Duhalde, cuando el actual presidente
trocara la reforma policial de León Arslanian en la pre-mano dura de
su sucesor Carlos Ruckauf. Román, de fluidos contactos con la Maldita
Policía de Pedro Klodczyk y su reemplazante Adolfo Vitelli. El entonces
comisario de Morón que, casualmente, certificaría la coartada
del Cadena Zurita.
Confesiones de un senador
Ignorando que era grabado, el senador Román se sintió locuaz y
protector frente a la madre que lo estaba escrutando. Y dijo, entre otras cosas:
"Fui vicepresidente de Deportivo Morón (DM) y fue el peor sufrimiento
que he tenido; es decir: nunca vi una porquería tan grande como ésa...".
"Me metí en DM porque nací en Morón y se estaba por
meter una banda que se quería robar todo Morón. Un tal (Alberto)
Samid, un matarife. Tal vez usted lo escuchó. Y así fui vicepresidente
durante 18 meses. ¡Cuando entré a ver lo que era eso! Por poco no me
compré la (empresa de ómnibus) Chevalier porque todos los viernes
había que darle plata a la patota esa, a la banda, para viajar".
"Cómo le pegaban a la gente: una vez le rompieron la cabeza a un
sargento."
"En el círculo donde paramos nosotros (parte inaudible) todo el
mundo banca estas patotas (...), no soy especialista en la patota DM, pero sé
que todos son delincuentes. (...) los bancó Rousselot, son todos bancados,
que cobraban por recibo y que nunca trabajaron en ningún lado... Los
dirigentes les damos entradas. Es más: DM hoy está dirigido por
uno de los jefes de la barra brava."
"Acá a una cuadra en la esquina, Rousselot les regaló una
calle que vale comercialmente, entonces toda la mafia esa de DM que está
ahí no paga impuestos... cosas de contrabando...¡les dio una feria!"
"(Ramón Toledo, alias el Negro Café). Ese es uno de los que
estuvo, de los que supuestamente estuvo implicado en la muerte de su hijo y
un tal Cadena, que está preso y que por los años de los años
no lo vamos a dejar salir (...) Las influencias que hay, no se imagina la gente
que viene a hablar (por ellos). Y yo les digo: ¿Yo qué tengo que ver?
Yo no tengo nada que ver ni a favor ni en contra (bueno, desde ya, en contra
todo lo que puedo. ¿No?)"
"Hay un chico (cinta inaudible) Es de la barra brava, el secretario de
la cámara penal. ¿Oyó? Vos sos el secretario de la cámara
penal, me venís a hablar bien por Cadena?.
Cuando Liliana le preguntó por la coartada de Cadena Zurita, el senador
exclamó:
"Pero vos sabés que eso es mentira, porque por chocar un auto no
podés ir detenido... Primero es un delito excarcelable; si ni vas preso
por matar una persona ¡menos por chocar! Primera mentira. Y segundo: no es la
primera vez que alguien figura detenido para darle la cubierta."
A esa altura del diálogo ingresó otra persona que la madre de
Daniel no conocía. El senador explicó: "La señora
es a la que le mataron el hijo en Uruguay". Liliana García le explicó
entonces al senador que la Comisaría 1ª de Morón a cargo del comisario
Vitelli había mandado al juzgado de Uruguay fotos irreconocibles de los
sospechosos. En las que Zurita, que no tiene cuello, se ve flaco. El senador
Román comentó filosóficamente: "Y... lo pelan".
Luego, bajando la voz, le recomendó: "Señora: lo que le pido
es que lo que hablamos acá no podemos salir a gritarlo afuera. Ya tengo
un montón de despelotes con Rousselot. Yo le voy a dar una mano en lo
que pueda".
El regreso de las cadenas
El gobierno de Eduardo Duhalde perpetra a diario incongruencias que de no ser
trágicas podrían hacer reír. Mientras se plantea la reforma
del Código Penal para castigar con perpetua al que mate "por odio
deportivo", los barrabravas siguen siendo funcionales a la voluntad represiva
de ciertos intendentes duhaldistas de la provincia de Buenos Aires, que han
decidido regresar al macartismo "antizurdo" de los tiempos del Brujo
José López Rega y "barrer" de las calles a "trotskistas
y caceroleros". En nombre de una supuesta pureza de clase "peronista"
contra la clase media "rentista y gorila", la represión patoteril
esconde una realidad más sórdida: impedir que el debate ciudadano
se extienda por el negro territorio bonaerense y comience a desarmar la alianza
entre políticos, narcotraficantes, jueces y policías corruptos
y los empleados de todos ellos que son los delincuentes como Cadena. La trama
que quedó al descubierto con la investigación del asesinato de
José Luis Cabezas.
Por eso Liliana García no se asombró cuando se enteró por
televisión que trabajadores de la CTA y vecinos de Ituzaingó identificaban
a Máximo Zurita y otros barrabravas de Morón y Tigre como los
jefes de una patota de 150 individuos que los golpearon con palos y cadenas
el mediodía del 22 de febrero pasado, mientras realizaban una reunión
frente al número 337 de la calle Juncal. En un grave episodio que contó
con la sugestiva ausencia de la Bonaerense.
En la noche del mismo 22 vecinos de Merlo salieron a la avenida principal (la
del Libertador), para protestar por el servicio de agua contaminada que les
brinda el municipio conducido por el "Vasco" Raúl Othacehé,
ex secretario de Gobierno de Carlos Ruckauf y prospecto, según algunos,
de ministro del Interior de la Nación. Mientras coreaban consignas y
golpeaban las cacerolas, los más avisados descubrieron que estaba ocurriendo
algo raro: no se veían policías por ningún lado. Pronto
comprendieron el porqué de la "zona liberada": a dos cuadras
de la plaza principal, "buchones" infiltrados en las columnas se abrieron
a toda velocidad y unos 150 matones que aguardaban esa señal se abalanzaron
sobre los vecinos para golpearlos con singular bestialidad. Igual que en Ituzaingó,
los pesados venían en un camión y dos micros. Uno de ellos perteneciente
a la oficialista Unidad Básica Número 2. Mientras muchos vecinos
–entre ellos no pocos comerciantes– auxiliaban a los manifestantes y llevaban
más de veinte heridos al hospital de General Rodríguez, llegó
la policía y, amablemente, les pidió a los patoteros que se calmaran.
Los "muchachos" se relajaron y se alejaron dando vivas "al vasco
Othacehé" y cantando la marcha peronista.
Pero la persecución no cesó. Amenazas, aprietes, autos fantasmas,
acosaron en días posteriores a los vecinos que se atrevieron a denunciar
el ataque en la asamblea interbarrial de Parque Centenario. El señor
Othacehé en persona dirigió una carta documento "de tono
intimidatorio" a la docente Alicia Rodríguez, directora de la E.G.B.
Nº 8, por su denuncia ante el foro donde se coordinan las distintas asambleas.
El 3 de marzo, a las 18 horas, los desconocidos de siempre incendiaron parcialmente
el domicilio de la señora Gladys Quinteros, integrante de la asamblea
popular de Merlo.
La mancha represiva comenzó a extenderse por el Oeste del Gran Buenos
Aires y pronto vecinos de la Asamblea Popular de San Antonio de Padua fueron
amenazados de muerte. En Merlo, donde también algunos vecinos creyeron
ver al gigante del estilete, comenzaron a circular unos volantes firmados por
misteriosas "Agrupaciones justicialistas de Merlo" y tituladas "Se
sacaron la careta" donde se acusa a los legisladores Luis Zamora, Jorge
Altamira y Vilma Ripoll y a Hebe de Bonafini de aplicar una presunta máxima
de Lenin: "Difamad, difamad que algo quedará". Cuando los dirigentes
aludidos fueron a pedir explicaciones al intendente Othacehé, no fueron
recibidos. La respuesta llegó en Morón donde los barrabrava intentaron
copar la sede comunal, mientras insultaban a Página/12, al programa de
Jorge Lanata, al diario Clarín y a Radio Mitre por considerarlos "medios
copados por los zurdos".
Hasta el cierre de esta edición no se habían producido reacciones
oficiales ante este nuevo, gravísimo, episodio. Ni del gobierno nacional,
ni del provincial. Pero esta vez las fotos y los testimonios no dejaban lugar
a dudas: Máximo Manuel Zurita, alias "Cadena", que hasta hace
poco purgaba prisión por el asalto a mano armada a una panadería,
encabezaba a las supuestas huestes justicialistas de la municipalidad de Morón.
Informe Paloma García y Alejandro Tiscornia.