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Asambleas barriales
Por Juan Jose Sebreli * Las dos caras
La Comuna de Buenos Aires
Las asambleas barriales, como los cacerolazos, son fenómenos ambiguos
y contradictorios. Se entremezclan en ellos posiciones distintas e incompatibles.
El ala más radicalizada de las asambleas pretende crear una forma de
democracia directa. Pero la democracia directa sólo fue intentada, y
aun parcialmente, en dos oportunidades muy excepcionales: la Revolución
Rusa entre los meses de febrero y octubre de 1917, y en la Guerra Civil española
durante seis meses en Cataluña. Fueron, por tanto, dos experiencias muy
breves y fracasadas. Pensar que va a triunfar en una sociedad caótica
como la Argentina, sin experiencia política y sin objetivos comunes,
es un delirio. Las propuestas del ala moderada me parecen más sensatas
y seguramente son las que van a predominar. Estas encaran reivindicaciones muy
concretas, soluciones de problemas vecinales. También se proponen actividades
educativas y culturales y en ese sentido es un retorno a las viejas sociedades
barriales de comienzos de siglo XX creadas poranarquistas y socialistas y destinadas
a la educación y concientización de las clases populares y las
capas medias. Ese aspecto me parece muy positivo. * Escritor y ensayista de
temas políticos, sociales y filosóficos. Autor de El asedio a
la modernidad, Los deseos originarios del peronismo, El vacilar de las cosas
y Buenos Aires, vida cotidiana y alienación, entre otras obras.
Por Carlos Gorostiza
Sensaciones y preguntas
No puedo emitir un juicio cerrado sobre las llamadas asambleas barriales. Porque
no tengo un juicio cerrado. Tengo, sí –podría decir que me poseen-
una multitud de sensaciones abiertas conectadas con antiguos deseos personales
que a lo largo de los años no obtuvieron más respuesta que el
desaliento o el fracaso. Porque durante esos años mi generación
esperó inútilmente no sólo que el pueblo pudiera decir
lo suyo sino, también, que luego su discurso fuera respetado. Aparecen
entonces estas asambleas. Lo primero que surge en mí es una profunda
emoción: veo y oigo a un pueblo que despierta, a un pueblo en rebeldía
que reclama lo suyo, a un pueblo que denuncia el fin de toda una época
triste de nuestra historia y quiere inventar una época nueva. Toda esta
emoción es mucha y apenas deja lugar para el juicio, para el pensamiento.
Pero entonces se oyen consignas –algunas demasiado viejas, algunas demasiado
nuevas– y surgen otras sensaciones. Y con las nuevas sensaciones aparecen las
grandes dudas, las dudas responsables: ¿Quiénes? ¿Cómo? ¿Cuándo?
Y entonces siento que este momento no debería ser sólo el de la
acción; también, y sobretodo, debería ser el del pensamiento.
* Novelista y autor de más de treinta piezas teatrales, entre otras El
acompañamiento (estrenada en Teatro Abierto 81), Los prójimos
y El patio de atrás, donde dirigió a su actor-fetiche Carlos Carella,
Leonor Manso, Cipe Lincovsky y Patricio Contreras.
Por Cipe Lincovsky *
La alegría del recambio
No sólo yo pienso así, sino que somos muchos los que pensamos
que entre los 30 mil desaparecidos, digamos, aunque sean solo cien, podía
haber estado el recambio de políticos, economistas, sindicalistas, científicos
y hasta podían haber surgido dos o tres presidenciables. Pero no están
y de los que tuvimos hasta ahora ninguno cumplió con los mínimos
requisitos para llevar adelante el país después de la tragedia
del 76. ¿De dónde va a salir el recambio? Yo no estaba en el país
cuando todo este incendio empezó. Pero mirando por la tele alemana me
di cuenta de que algo cambióradicalmente. Esos miles de personas que
salieron con cacerolas no eran sólo desocupados sino que pertenecían
a todo el pueblo y podían con un cacerolazo cambiar la historia. Inmediatamente
pensé en el poema de Bertolt Brecht, más actual que nunca: "Primero
se llevaron a los judíos (maestros), pero como yo no era maestro no me
importó. Luego fueron los obreros (piqueteros), pero como yo no lo era
tampoco me importó. Después fueron los jubilados, los desocupados
municipales, los estudiantes y tampoco me importó. Ahora me toca a mí,
pero ya es tarde". Y, sin embargo, toda la gente respondió "no es tarde,
algo podemos hacer". ¿Quién fue el primero que fue a la Plaza de Mayo?
No se sabe, pero hubo primeros desconocidos que tuvieron el coraje, la fuerza,
el carisma de movilizar. Y ¿no saldrá de ahí el recambio sorpresivo?
Entre las cacerolas y los piqueteros, los carteles y los maestros, los médicos
y las banderas en que se envuelven ¿no saldrán de ahí los abanderados?
Hay que pensar lo que el diccionario explica: la memoria es la potencia del
alma por medio de la cual se recuerda el pasado. Tal vez así entre todos
podamos construir el futuro. Jurguen Kuczynsky escribió este texto cuando
cumplió 90 años: "El hecho que el orden social que vivimos no
es capaz de solucionar los problemas del mundo es obvio. El cambio va a llegar.
Yo no lo voy a ver, pero la alegría de antemano no hay quien me la saque".
* Actriz de teatro y cine. En la pantalla grande es recordada por su papel en
Naked Tango y en La amiga que coprotagonizó junto a Liv Ullman. Larga
trayectoria en el medio teatral. Entre otras obras de teatro participó
en Nijinsky, clown de Dios, dirigida por Maurice Béjart, donde interpretaba
ocho personajes junto a Jorge Donn.
Por Dalmiro Saenz *
El juguete nuevo
La diferencia entre un adulto y un chico es el precio de sus juguetes. Las asambleas
populares son un juguete. Pero son los juguetes los que mueven el mundo. Si
nos fijamos en los triunfadores económicos veremos que son gente a las
que no les interesa el dinero sino ganar el dinero. Son jugadores compulsivos
y el dinero es el pretexto que tienen para jugar. El dinero es el juguete. Ese
juguete que es una asamblea popular nos permite jugar a que somos mejores de
lo que somos, cosa que es cierto, porque uno es más lo que quiere ser
que lo que es. En una asamblea popular lo primero que se nota es que toda la
energía está puesta en el funcionamiento de la propia asamblea,
o sea que aman más la cacería que la presa. El estallido de realidad
que nos ha acontecido generó esta nueva forma de participación
para crear una nueva Argentina. Los argentinos intuimos que van a cambiar los
hábitos, que vamos a conocer gente distinta, que vamos a inaugurar nuevas
formas de vida, que se van a plantear otras expectativas, que vamos a sufrir
pérdidas, que van a aumentar nuestras carencias y sabemos que el hombre
es lo que son sus carencias. El tomar conciencia de que en el mundo actual el
que trabaja no tiene tiempo de ganar dinero descolocó la jerarquía
de valores para los que fuimos domesticados. Desde muy chicos ese primer grito
de recién nacido, esa primer protesta de la nada ante la prepotencia
de la vida empezó nuestra domesticación. Cualquier actitud que
sabotee esta compulsión a la repetición es una actitud positiva.
Repetir es no ser y los que no son forman parte de la línea de montaje
del poder. Nos han domesticado para no ser y estas asambleas populares están
buscando su propia búsqueda sin darse cuenta de que uno solo busca lo
que ya ha encontrado o como dicen los místicos el que busca la fe ya
la encontró. La cantidad de idioteces que podemos oír en una asamblea
popular no debe asustarnos. Generalmente, la suma de idioteces se acercan a
la sabiduría más que a la inteligencia. O sea que la nueva Argentina
está más cerca del sentir que del pensar. * Escritor. Autor de
Setenta veces siete, Yo también fui un espermatozoide, Vida sexual de
Robinson Crusoe, La muerte del vientre de oro y Te odio político, entre
otras obras
Por Eduardo Pavlovsky *
Nuevos sujetos sociales
El Dr. Bacqué (ex ministro de la Corte Suprema) manifestó en estos
días que comprendía la protesta de los "cacerolazos" pero que
éstos funcionaban por "fuera" del orden republicano. El Dr. Alfonsín
criticó las movilizaciones de los ahorristas y a los que participan en
los escraches. Definió a las asambleas populares como caóticas.
Sugirió a diferentes sectores sociales a "autolimitarse" en los reclamos
y mostró su enojo con los escraches que realizan los asambleístas.
"Aquí no se puede tolerar la sedición" (Página/12), como
un intento del ex presidente de reclamar por el orden. Son palabras de reconocidas
figuras de larga trayectoria en lo jurídico y en lo político.
Las asambleas barriales –son el emblema– de la alteración de ese orden
que defienden Bacqué y Alfonsín. Pero conviene tener en cuenta
que lo que se está cuestionando no es el orden –sino un tipo de orden–,
una supra estructura jurídica-políticoideológica que hoy
está en profunda crisis de representatividad. Ellos están caóticos.
La justicia y los políticos. Están en crisis terminal. Es lo difícil
de asimilar. Si los "cacerolazos" y los piqueteros en las rutas y los ahorristas
en los bancos expresan sólo la protesta genuina frente a este tipo de
orden, las asambleas barriales son el intento, a través de la directa
participación ciudadana, de crear un nuevo tipo de orden, un nuevo tipo
de sujeto social que asoma como producción inédita en nuestro
país. Se califica de desorden todos aquellos "nuevos órdenes"
que emergen como nuevos sujetos sociales. Las asambleas barriales son el emblema
de este nuevo tipo de sujeto social que emerge como una nueva forma de organización.
Profundamente democrática y con ideas. No es imposibleimaginar que una
nueva generación política se esté gestando en todo el país.
Hay voces que se expresan en esas asambleas que traslucen ideas políticas
a veces mucho más inteligentes que las ya tan conocidas, por lo repetitivas,
de nuestros representantes políticos (y periodistas especializados) a
quienes uno puede anticipar antes de que abran la boca. Hay ideas nuevas. Nuevas
propuestas. Nuevos órdenes. Nuevos sujetos sociales en gestación.
Insisto que lo que se ataca no es el orden. Sino ese tipo de orden ya carente
de representatividad ciudadana. Aquí no hay vuelta atrás. Son
tiempos difíciles. Como cuando el líder de MST brasileño
le dijo a Lula: "Los votamos a ustedes, pero el tiempo de ustedes es el electoral
y el tiempo nuestro es el de la toma de los latifundios". Hoy no sé si
los votaría. Cuando se altera el orden establecido de las democracias
parlamentarias latinoamericanas que han sabido producir la mayor desigualdad
social del mundo (más que Africa, Asia, Oceanía), surge siempre
la palabra caos, como intento de preservar el orden dominante. Surgen los demócratas
de "siempre". Los patrones de las democracias. No sería ingenuo pensar
que las asambleas barriales que recorren todo el país estén expresando
la vanguardia de un movimiento civil incipiente de resistencia al tipo de orden
democrático que ha dejado siempre excluida a gran parte de la ciudadanía.
Fenómeno social que ya se interiorizó como obvio. Las "asambleas"
intentan romper esa obviedad. Puede haber un tiempo electoralista pero la organización
política que se está gestando en las asambleas populares está
por fuera del tiempo electoral. Está en el singular tiempo de crear nuevas
subjetividades. Nuevas formas "de organización política". Es una
línea de fuga que funda otro territorio existencial. Desterritorializa
el escenario político habitual. Por eso digo: las asambleas populares
son el "emblema" de un cambio social que se está gestando. Lo que está
en crisis terminal es el sistema de representatividad política en el
país. Nadie lo duda ya. Las asambleas son el intento de superar lo "moribundo"
que no termina de morir nunca. La tristeza del viejo sistema por la alegría
y la fuerza solidaria de las asambleas y su futuro posible. Como todo devenir
revolucionario (que no es la revolución) no es un fenómeno cuantitativo,
sus características se nutren de la intensidad del acontecimiento. Una
modificación en "la cabeza de la gente". No se mide por el número
de asambleístas que concurren. Es un "cambio de naturaleza". Y por eso
no hay vuelta atrás. Cuando el pueblo recupera la voz ya no la pierde
nunca más. Aunque descanse a veces para reponer nuevas fuerzas a inventar.
* Médico psicoanalista. Actor, director y autor de obras teatrales como
El patio de atrás y El señor Galíndez, entre otras.
Por Leon Rozichtner *
El lugar de la resistencia
Para poder pensar las asambleas barriales en lo que éstas tienen de contenido
novedoso, debemos previamente diferenciar la etapa histórica del tránsito
del capitalismo keynesiano al neoliberalismo destructivo que estamos viviendo.
Si ustedes quieren, pensar el lugar donde se organiza el poder de resistencia
que ha pasado de las fábricas a los barrios. ¿Cómo entender esta
transformación? Antes, en la época del capitalismo productivo,
podía pensarse, como lo hacía Marx, que el lugar donde se elaboraba
el enfrentamiento radical entre las clases explotadas era la fábrica
y el sindicato. La fábrica era el lugar donde se producía un nuevo
colectivo al reunir en ella a los obreros para extraer su plusvalía.
El sistema capitalista, con la paralización de las fábricas, era
atacado en su propio fundamento que impedía, con las huelgas y la organización
obrera, su funcionamiento. Ahora, en cambio, cuando las transformaciones del
capital financiero han alcanzado a dominar a las naciones y apoderarse de todo
su sistema productivo y de sus servicios, el campo de la expropiación
se ha extendido hasta abarcar todas los aspectos de la vida cotidiana: su poder
ha penetrado disolviendo las relaciones sociales, dispersando a la gente, haciendo
que los intereses personales se conviertan en antagónicos con el poder
social colectivo: ya la fábrica ha dejado de ser el único lugar
donde el poder social de resistencia se engendra. El campo de expropiación
se ha extendido desde la fábrica a la sociedad entera. Ya no es sólo
la clase trabajadora industrial la que puede detener el funcionamiento de esta
máquina social que se ha convertido en infernal: es la sociedad toda
la que está construyendo en su propio interior el único poder
que la globalización requiere para enfrentarla: globalizar la resistencia
dándole al vacío financiero mortífero el lleno de vida
humana que le resiste. Ya no se trata sólo de que las fábricas
se detengan, sino impedir que el país todo, convertido en una inmensa
unidad productiva, dé renta, funcione, hasta tanto no se realicen los
fines que la sociedad demanda. Los piqueteros que cortan rutas, los caceroleros
que han invadido las calles señalan el comienzo de una nueva estrategia.
Las asambleas barriales son la puesta en acto de este movimiento que desde los
barrios reconstituyen la unidad del tejido social para volver a encontrar las
fuentes del poder político y de la soberanía que reside en ellos.
La globalización disolvente de las geografías y de los cuerpos
encuentra su exacta respuesta cuando se construye un poder colectivo nuevo desde
el grano menudo de la materialidad social. Y desde la particularidad de cada
barrio, conservando toda su riqueza, crear ese poder inédito que se extienda
y que conglomere a toda la geografía patria en una situación histórica
en la cual se está jugando nuestra supervivencia. * Filósofo y
ensayista. Autor de La cosa y la cruz y de Mi buenos Aires querido junto a Ricardo
Piglia. En la actualidad está escribiendo sobre racionalismo y cristianismo
Por Luis Bruschtein
El lugar de la izquierda
Cuando se produjeron los primeros cacerolazos, los vecinos increparon a algunos
grupos de izquierda que quisieron desplegar sus banderas. La actitud de los
vecinos no fue porque equipararan a los partidos de izquierda con los políticos
corruptos, mañosos o simplemente inoperantes que constituyen uno de los
centros de sus quejas. Pero tenía su lógica, porque la movilización
de esos días fue absolutamente espontánea y la intención
de colgarle un cartelito aparecía como una especie de usurpación
de méritos. Más allá del tema de los carteles, esa diferenciación
que hacen los vecinos con estos grupos y algunos políticos y gremialistas
combativos es una especie de reconocimiento que los partidos de izquierda deberían
valorar en su justa dimensión. Sin embargo, que los vecinos reconozcan
que no son corruptos, mañosos o mentirosos, no quiere decir que los reconozcan
como conducción o referentes de nada, ni mucho menos, sino simplemente
como a otro igual que puede participar en la discusión. Los partidos
de izquierda, por lo menos los que mantienen la concepción leninista
de vanguardia, están conformados por militantes que asumieron la responsabilidad
de construir una alternativa de poder que pudiera conducir y ofrecer respuestas
políticas, sobre todo en situaciones de crisis como las que vive el país.
Uno de los elementos característicos de esta crisis es justamente la
inexistencia de una alternativa de poder y mucho menos desde alguno de estos
partidos de izquierda, cuya función de existir, su responsabilidad ante
la sociedad, era justamente construirla y es donde han fallado. Hace muchos
años que existen, que mantienen encendidas diferencias unos con otros,
pero finalmente llegaron al cacerolazo como un vecino más. La rebelión
espontánea los sorprendió tanto como a De la Rúa. Eso no
puede ser motivo de orgullo, porque es haber fallado en la misión que
le da sentido a su existencia. Algunos de los análisis que hacen militantes
de estos partidos hablan de una situación prerrevolucionaria. Es una
calificación discutible. Pero lo que es seguro es que al no haber una
alternativa clara de poder, la movilización y las luchas populares están
huérfanas y pierden potencia en el momento de la definición, de
la disputa por el poder. No puede haber situación prerrevolucionaria,
entre otros motivos fundamentales, porque no hay un referente político
claro para estas luchas. Y ese es el fracaso de los partidos de izquierda. Por
ejemplo: la consigna "Que se vayan todos", que se ha convertido en una de las
principales de las asambleas barriales, sería más consistente
si se supiera quiénes deberían reemplazar a los que se vayan y
con qué programas y planteos. Todos saben en las asambleas que esa consigna
expresa lo que sienten, pero también saben que tiene doble filo porque
no existe una alternativa clara. Y todos saben que así, los que vengan
después de los que se vayan pueden ser peores, mucho peores. Y si algo
tienen que descartar los sectores populares es la idea de que "cuanto peor,
mejor" porque ya hay experiencias históricas en ese sentido. En vez de
actuar con soberbia y sectarismo y pretender dar clases de política a
los piqueteros y a los vecinos de las asambleas, los partidos de izquierda tendrían
que hacer una autocrítica profunda para entender por qué fracasaron
en su principal responsabilidad. Y así estar en condiciones de sumarse
a estos movimientos para escuchar y aprender y desde allí aportar sus
capacidades. Si en vez de eso, lo único que les interesa es copar sus
conducciones para aplicar las mismas concepciones sectarias ymétodos
de estudiantina que los llevaron al fracaso, es probable que en vez de aportar
a esas luchas, terminen trabajando a favor de quienes dicen combatir
Por Pompeyo Audivert *
Asamblea Madre
La asamblea es un hecho artístico, en el sentido de que anuda fuerzas desatadas. Al estallar el marco (político, jurídico, económico) capitalista, las fuerzas sociales quedan libradas a una nueva síntesis, a una nueva articulación, a una nueva máquina política: la asamblea popular. La asamblea no es sólo catarsis, expresión, grito, es también organización política, programa, acción coordinada, conciencia en acción, apertura. La asamblea salta etapas, no pierde el tiempo, no sabe ni quiere esperar, tiene un andar revolucionario. La asamblea no es espontánea, tiene sus antecedentes en las luchas obreras, en las Madres de Plaza de Mayo y en las cientos de huelgas y movilizaciones y asambleas que viene realizando la clase trabajadora desde hace años. La asamblea es un piquete y viceversa. Aunque la asamblea no lo asuma conscientemente, sus producciones políticas, sus consignas, son de izquierda (asamblea general constituyente, nacionalización de la banca bajo control obrero, no a los bancos, privatizaciones, deuda externa...). Esto no es así porque la asamblea esté infiltrada sino porque su génesis es profundamente anticapitalista. La asamblea es casi, podría decirse, una producción inconsciente de la crisis capitalista. A fuerza de descerebrado y loco, el sistema produce su propio antídoto: la asamblea, que inevitablemente va a parecerse a la izquierda (conciencia, organización, programa), la asamblea que ocupa el lugar de lo imaginario, lo retoma. Todo pensamiento político nace de un mundo imaginario, el mundo que uno querría, un mundo en el que (y esto es común a todos, salvo las patologías) reina la igualdad, la paz y elsentido común. La asamblea trabaja desde allí, en contra del mundo real y denuncia esa supuesta realidad como falsa. La Asamblea expresa la verdadera naturaleza humana que debió esperar tanto para hacerse presente, para reclamar su tiempo; la naturaleza invisible y sutil que sólo se expresa en la paz de la igualdad y del bien común. La Asamblea es la vanguardia de la humanidad, la célula madre y el modelo político de Dios. ¡La imaginación al poder! ¡Que vivan las gloriosas Asambleas Vecinales, abajo los caudillos de papel! * Protagonista de las celebradas Postales Argentinas y Hamlet, o la guerra de los teatros, de Ricardo Bartís, y director e intérprete, entre otras obras, de Pater dixit y La fuerza de la costumbre. Fundador del teatrotaller El Cuervo
Por Rubén Szuchmacher *
La voz de la calle
Acabo de llegar de Madrid después de haber estado trabajando allí por casi un mes. No hace falta decir que todos me preguntaban por la situación en nuestro país. Desde las personas con las que trabajaba hasta los taxistas y empleados de tiendas que, al reconocer mi acento, preguntaban acerca de los sucesos en estas tierras. La mayoría de los españoles con los que hablé adhiere a la protesta. A muchos les parece que la gente en las calles, cacerola en mano o reunidos en asambleas barriales, es una metodología que podría ser muy útil para encarar una protesta efectiva contra las políticas contrarias a los intereses de la mayoría del pueblo. Sin embargo, muchos de ellos, sobre todo los pertenecientes a las clases intelectuales, se preocupan por la falta de propuestas o de recambio de políticos frente al "que se vayan todos". Una argentina típica con muchos años de permanencia en España llegó a reivindicar a Chacho o a Graciela, pensando en su despiste que aún son el paradigma del político eficaz para el cambio (¡créase o no!). Le sugerí que leyera un poco de los diarios de los últimos años como para ser cortés y no mandarla a otro lugar menos pulcro. En general, cuesta entender que esta historia comenzó hace un poco más de 25 años, con el Rodrigazo y que luego la dictadura cívico-militar se alzó con lo mejor de una generación, que echó a mucha gente hacia otros países y que silenció en el propio territorio a muchos más. Ante la pregunta de "por qué esos políticos que tenéis", les respondía con el relato de la historia reciente como para que pudieran comprender que los argentinos no somos corruptos per se sino que hay razones históricas. Ante la pregunta "de dónde salen, entonces, los nuevos dirigentes", solía responder que, precisamente, como en cualquier proceso histórico de rebelión, los líderes, los nuevos políticos salen de la lucha diaria. Salen de las reuniones barriales, de los piquetes, de los que encabezan los escraches, etc.
No es fácil ni sencillo rearmar una trama política en nuestro país. Como en ninguno luego de haber sido exterminada mucha gente. A los españoles debía recordarles que la derrota de la República y la llegada de Franco y su dictadura había dejado a España sin sus mejores gentes, sus mejores trabajadores, sus mejores intelectuales que fueron muertos en la Guerra Civil u obligados al exilio. España jamás se recuperó de esa fractura. Con tristeza asentían.
En nuestro país, tal vez, se trata de que aquellos 30.000 desaparecidos, 100.000 emigrados y la masa silenciosa vuelva a tener presencia. Desde aquel espíritu de lucha, pero a partir de las nuevas realidades. No será fácil, claro que no. Hay que tener paciencia. No se puede cambiar todo en apenas dos meses. Gente como esa argentina anclada en Madrid mirará con desconfianza a los líderes de las protestas en el barrio de Liniers o a los piqueteros, puesto que no vienen de los partidos de izquierda. Personas con rémoras de las peores costumbres de lamilitancia izquierdista seguramente intentarán usurpar la rebelión y sólo lograrán quedarse solos una vez más. Es difícil salirse de las frases hechas, de los manijazos, etc. (¿se podría pedir a los militantes de algunos partidos que cuando manifiestan por las calles no utilicen megáfonos ni micrófonos usados por algún militante desafinado para dejar que se escuche lo que la gente grita o quizás también su silencio?).
Quizás sea desde la revisión de las metodologías de los años 60 y 70, desde la posibilidad de escuchar efectivamente lo que se dice en las calles, desde permitir que nuevas formas de discurso político se expandan, que vamos a poder cambiar a la clase política y hacer efectivo el "que se vayan todos". Las asambleas populares pueden ser la escuela de los nuevos dirigentes de una nueva democracia que habrá que fundar.
* Actor y músico (su trabajo más reciente es Cine quirúrgico,
pieza sobre idea de Edgardo Rudnitzky con dramaturgia de Alejandro Tantanián),
y director, entre otras obras, de una destacada versión de Galileo Galilei,
de Bertolt Brecht, vista en el Teatro San Martín. Artista con experiencia
en teatros europeos, básicamente de Alemania.